La crisis del Tíbet irrumpe en el congreso del Partido Comunista Chino
Las protestas, en una provincia noroccidental, coinciden con la celebración del congreso del PCCh
Jose Reinoso
Pekín, El País
El vicepresidente chino, Xi Jinping, que sucederá a Hu Jintao en la secretaría general del Partido Comunista Chino (PCCh) en el congreso que comenzó este jueves y en la presidencia del país el próximo mes de marzo, llega al poder con el conflicto tibetano enconado. Las autoridades han dado una nueva vuelta de tuerca y han reforzado la vigilancia y presencia policial en las áreas tibetanas después de que en los últimos días se quemaran a lo bonzo seis tibetanos para protestar contra lo que consideran la represión por parte del Gobierno de su lengua y cultura.
Agentes de policía y vehículos paramilitares reforzaron las patrullas en Tongren, una población con gran presencia de esta minoría étnica en la provincia noroccidental de Qinghai, donde el jueves “miles de manifestantes” salieron a la calle para protestar, según ha informado la organización Free Tibet, con sede en Londres.
Las movilizaciones se desencadenaron tras la inmolación mediante fuego de cinco tibetanos el miércoles y uno el jueves coincidiendo con la apertura, este último día, del congreso quinquenal del PCCh en Pekín, que durará una semana. “Hay muchos policías en las calles. Han incrementado las patrullas y están fuera las 24 horas del día”, aseguró un comerciante a la agencia France Presse. Los residentes afirmaron no haber visto manifestaciones durante el viernes pero confirmaron que había muy poca gente en la calle.
Las autoridades mantienen fuertes medidas de seguridad en Tíbet y otras áreas tibetanas desde marzo de 2008, cuando tuvieron lugar violentos disturbios en Lhasa y otras regiones limítrofes. Las protestas causaron la muerte de 20 personas, según Pekín, aunque las organizaciones de defensa de los tibetanos elevan la cifra a 203. Según la prensa china, los manifestantes asesinaron a 18 civiles, algunos de ellos quemados vivos.
Pekín acusa al Dalai Lama de fomentar los disturbios e instigar la ola de suicidios. El Gobierno asegura que se trata de una maniobra orquestada por elementos separatistas en el exterior, como demuestra, según afirma, que, antes de prenderse fuego, los manifestantes griten “Independencia para Tíbet” y otros eslóganes que pretenden dividir la nación”. El Dalai Lama y el Gobierno tibetano en el exilio tienen su base en India desde que el líder espiritual huyó de Tíbet tras el fallido levantamiento contra Pekín en 1959.
El goteo de suicidios ha colocado en una posición difícil al Gobierno chino, que ha calificado a quienes se han inmolado de criminales, terroristas, marginados y enfermos mentales manipulados por el Dalai Lama.
El viernes de la semana pasada, Navi Pillay, máxima responsable de derechos humanos en la ONU, urgió a China a afrontar “la profunda frustración que ha llevado a los tibetanos a adoptar esta forma desesperada de protesta”. Pillay pidió a las autoridades que liberen a los detenidos y permita a observadores de derechos humanos independientes visitar Tíbet, algo que Pekín ha rechazado este viernes. Pillay también reclamó a China que levante las restricciones a los periodistas para que puedan acceder a la región del Himalaya. La prensa internacional tiene vetado el acceso libre a Tíbet, una práctica que se ha extendido en los últimos años a muchas de las zonas tibetanas en otras provincias chinas, lo que hace imposible verificar sobre el terreno qué ocurre.
“La estabilidad social en Tíbet nunca se conseguirá con fuertes medidas de seguridad y supresión de los derechos humanos”, dijo Pillay en un comunicado de un carácter crítico con China poco habitual. La responsable de la ONU afirmó que reconoce el intenso sentido de frustración de los tibetanos, pero instó a religiosos y líderes de las comunidades a que utilicen su influencia para intentar evitar que la gente se prenda fuego.
Desde marzo de 2011, se han prendido fuego 69 tibetanos en China, según el Gobierno del Tíbet en el exilio, de los cuales han muerto 54 sin contar el fallecido el pasado jueves. La mayoría de los miembros de esta minoría vive fuera de la región autónoma de Tíbet, en provincias como Sichuan, Gansu y Qinghai.
China, que controla la llamada Región Autónoma de Tíbet desde que el ejército entró en 1950, rechaza las críticas de quienes afirman que ha erosionado la cultura y la religión tibetanas. Pekín defiende haber acabado con la servidumbre del régimen de los lamas y haber llevado el desarrollo a la atrasada región. Además, insiste en que los tibetanos gozan de libertad de culto, que son tratados de forma justa y que sus vidas han mejorado mucho gracias a las cuantiosas inversiones efectuadas por el Gobierno central. Pekín acusa al Dalai Lama de buscar la independencia de Tíbet mientras el líder espiritual asegura querer solo una autonomía real.
Jose Reinoso
Pekín, El País
El vicepresidente chino, Xi Jinping, que sucederá a Hu Jintao en la secretaría general del Partido Comunista Chino (PCCh) en el congreso que comenzó este jueves y en la presidencia del país el próximo mes de marzo, llega al poder con el conflicto tibetano enconado. Las autoridades han dado una nueva vuelta de tuerca y han reforzado la vigilancia y presencia policial en las áreas tibetanas después de que en los últimos días se quemaran a lo bonzo seis tibetanos para protestar contra lo que consideran la represión por parte del Gobierno de su lengua y cultura.
Agentes de policía y vehículos paramilitares reforzaron las patrullas en Tongren, una población con gran presencia de esta minoría étnica en la provincia noroccidental de Qinghai, donde el jueves “miles de manifestantes” salieron a la calle para protestar, según ha informado la organización Free Tibet, con sede en Londres.
Las movilizaciones se desencadenaron tras la inmolación mediante fuego de cinco tibetanos el miércoles y uno el jueves coincidiendo con la apertura, este último día, del congreso quinquenal del PCCh en Pekín, que durará una semana. “Hay muchos policías en las calles. Han incrementado las patrullas y están fuera las 24 horas del día”, aseguró un comerciante a la agencia France Presse. Los residentes afirmaron no haber visto manifestaciones durante el viernes pero confirmaron que había muy poca gente en la calle.
Las autoridades mantienen fuertes medidas de seguridad en Tíbet y otras áreas tibetanas desde marzo de 2008, cuando tuvieron lugar violentos disturbios en Lhasa y otras regiones limítrofes. Las protestas causaron la muerte de 20 personas, según Pekín, aunque las organizaciones de defensa de los tibetanos elevan la cifra a 203. Según la prensa china, los manifestantes asesinaron a 18 civiles, algunos de ellos quemados vivos.
Pekín acusa al Dalai Lama de fomentar los disturbios e instigar la ola de suicidios. El Gobierno asegura que se trata de una maniobra orquestada por elementos separatistas en el exterior, como demuestra, según afirma, que, antes de prenderse fuego, los manifestantes griten “Independencia para Tíbet” y otros eslóganes que pretenden dividir la nación”. El Dalai Lama y el Gobierno tibetano en el exilio tienen su base en India desde que el líder espiritual huyó de Tíbet tras el fallido levantamiento contra Pekín en 1959.
El goteo de suicidios ha colocado en una posición difícil al Gobierno chino, que ha calificado a quienes se han inmolado de criminales, terroristas, marginados y enfermos mentales manipulados por el Dalai Lama.
El viernes de la semana pasada, Navi Pillay, máxima responsable de derechos humanos en la ONU, urgió a China a afrontar “la profunda frustración que ha llevado a los tibetanos a adoptar esta forma desesperada de protesta”. Pillay pidió a las autoridades que liberen a los detenidos y permita a observadores de derechos humanos independientes visitar Tíbet, algo que Pekín ha rechazado este viernes. Pillay también reclamó a China que levante las restricciones a los periodistas para que puedan acceder a la región del Himalaya. La prensa internacional tiene vetado el acceso libre a Tíbet, una práctica que se ha extendido en los últimos años a muchas de las zonas tibetanas en otras provincias chinas, lo que hace imposible verificar sobre el terreno qué ocurre.
“La estabilidad social en Tíbet nunca se conseguirá con fuertes medidas de seguridad y supresión de los derechos humanos”, dijo Pillay en un comunicado de un carácter crítico con China poco habitual. La responsable de la ONU afirmó que reconoce el intenso sentido de frustración de los tibetanos, pero instó a religiosos y líderes de las comunidades a que utilicen su influencia para intentar evitar que la gente se prenda fuego.
Desde marzo de 2011, se han prendido fuego 69 tibetanos en China, según el Gobierno del Tíbet en el exilio, de los cuales han muerto 54 sin contar el fallecido el pasado jueves. La mayoría de los miembros de esta minoría vive fuera de la región autónoma de Tíbet, en provincias como Sichuan, Gansu y Qinghai.
China, que controla la llamada Región Autónoma de Tíbet desde que el ejército entró en 1950, rechaza las críticas de quienes afirman que ha erosionado la cultura y la religión tibetanas. Pekín defiende haber acabado con la servidumbre del régimen de los lamas y haber llevado el desarrollo a la atrasada región. Además, insiste en que los tibetanos gozan de libertad de culto, que son tratados de forma justa y que sus vidas han mejorado mucho gracias a las cuantiosas inversiones efectuadas por el Gobierno central. Pekín acusa al Dalai Lama de buscar la independencia de Tíbet mientras el líder espiritual asegura querer solo una autonomía real.