“El Gobierno de El Salvador no se sienta con criminales a hablar de seguridad”
El ministro de Seguridad de El Salvador defiende en esta entrevista la utilidad del pacto entre las pandillas que ha reducido drásticamente los homicidios en uno de los países más violentos del mundo
Juan José Dalton
San Salvador, El País
La tregua entre las dos más importantes pandillas delictivas o maras, establecida en marzo pasado en El Salvador, ha generado controversias entre la oposición política y el Gobierno de Mauricio Funes. Lo que es innegable para todas las partes es el resultado de ese polémico proceso: la bajada sustancial de los homicidios, a razón de 15 a 5 diarios. Esta pequeña nación latinoamericana durante las dos últimas décadas ha sido una de las más violentas del mundo.
La llamada “tregua mara” fue establecida, entre los líderes de la Mara Salvatrucha y los del Barrio 18, en los primeros días de marzo de este año en el penal de máxima seguridad llamado “Zacatrás” (nombre popular que recibe por estar ubicado en las afueras de la ciudad de Zacatecoluca y en referencia a la famosa prisión estadounidense de Alcatraz). La tregua fue acordada bajo los auspicios de la Iglesia Católica y un ex comandante guerrillero, Raúl Mijango.
“Nosotros dimos las facilidades” para que la tregua se estableciera, pero “nuestro Gobierno no tiene como política sentarse con pandilleros, ni con criminales, ni con terroristas a discutir los temas de violencia”, explicó a EL PAÍS el general David Munguía Payés, ministro de Justicia y Seguridad. “Generamos los espacios para que la Iglesia Católica y la sociedad civil pudieran desempeñar ese rol y ver si podían ellos detener esa guerra entre las pandillas”.
Pese a que la oposición niega las virtudes de la tregua, como ha hecho en una reciente gira por España Norman Quijano, alcalde de San Salvador y candidato a presidente por la opositora Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) para las presidenciales de principios de 2014, Munguía Payés asegura que los datos oficiales son rotundos y avalados por organismos internacionales.
“Ya llevamos 8 meses de tregua y hemos tenido un promedio más o menos de 5,4 homicidios al día. Si lo comparamos a la tendencia que teníamos de 14 homicidios [antes de la tregua], quiere decir que hemos bajado entre 9 y 10 homicidios diarios; antes teníamos promedios mensuales de 400 a 450 homicidios, hoy tenemos promedios de 160 a 170 homicidios”, detalla el ministro, quien también desmiente además que en la actualidad haya bajado el homicidios y subido las desapariciones forzosas, como lo afirmó Norman Quijano en varias declaraciones a la prensa española.
“Hoy tenemos aproximadamente 400 menos desapariciones que el año pasado”, dijo el general con papeles en mano del Análisis Estadístico de la criminalidad que lleva la Policía Nacional Civil (PNC). Es decir, que las desapariciones se han reducido en un 40,8%. Hay otras reducciones: los robos en un 5%; las extorsiones en un 9% y los homicidios en un 38,5% en los meses de enero a octubre del presente año.
Sin tregua no había solución
El encargado de la seguridad pública nacional explica su tesis sobre la tregua entre las pandillas. Tras varios estudios, cruces de ideas y de investigaciones, lo que concluyó el Gobierno es que entre las pandillas había una guerra: se mataban entre ellos, necesitaban cada vez más logística e individuos para reponer a los muertos y a los presos.
“Dijimos al iniciar funciones que combatiríamos la criminalidad con inteligencia”, reiteró el militar retirado. “Hemos llevado este proceso de tregua, que es el inicio del desmontaje de la violencia en El Salvador”. Pero aclara: “Hacer prevención en medio de la guerra no da resultado. Y yo he puesto como ejemplo esto: ¿Hubiera dado resultado el Plan Marshall en Europa en medio de la guerra? ¡Claro que no! Hubo que esperar que la guerra terminara y luego llevar esos planes de desarrollo y esas inversiones que en medio de la guerra no se podía. Lo mismo nos estaba sucediendo acá en El Salvador”.
Juan José Dalton
San Salvador, El País
La tregua entre las dos más importantes pandillas delictivas o maras, establecida en marzo pasado en El Salvador, ha generado controversias entre la oposición política y el Gobierno de Mauricio Funes. Lo que es innegable para todas las partes es el resultado de ese polémico proceso: la bajada sustancial de los homicidios, a razón de 15 a 5 diarios. Esta pequeña nación latinoamericana durante las dos últimas décadas ha sido una de las más violentas del mundo.
La llamada “tregua mara” fue establecida, entre los líderes de la Mara Salvatrucha y los del Barrio 18, en los primeros días de marzo de este año en el penal de máxima seguridad llamado “Zacatrás” (nombre popular que recibe por estar ubicado en las afueras de la ciudad de Zacatecoluca y en referencia a la famosa prisión estadounidense de Alcatraz). La tregua fue acordada bajo los auspicios de la Iglesia Católica y un ex comandante guerrillero, Raúl Mijango.
“Nosotros dimos las facilidades” para que la tregua se estableciera, pero “nuestro Gobierno no tiene como política sentarse con pandilleros, ni con criminales, ni con terroristas a discutir los temas de violencia”, explicó a EL PAÍS el general David Munguía Payés, ministro de Justicia y Seguridad. “Generamos los espacios para que la Iglesia Católica y la sociedad civil pudieran desempeñar ese rol y ver si podían ellos detener esa guerra entre las pandillas”.
Pese a que la oposición niega las virtudes de la tregua, como ha hecho en una reciente gira por España Norman Quijano, alcalde de San Salvador y candidato a presidente por la opositora Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) para las presidenciales de principios de 2014, Munguía Payés asegura que los datos oficiales son rotundos y avalados por organismos internacionales.
“Ya llevamos 8 meses de tregua y hemos tenido un promedio más o menos de 5,4 homicidios al día. Si lo comparamos a la tendencia que teníamos de 14 homicidios [antes de la tregua], quiere decir que hemos bajado entre 9 y 10 homicidios diarios; antes teníamos promedios mensuales de 400 a 450 homicidios, hoy tenemos promedios de 160 a 170 homicidios”, detalla el ministro, quien también desmiente además que en la actualidad haya bajado el homicidios y subido las desapariciones forzosas, como lo afirmó Norman Quijano en varias declaraciones a la prensa española.
“Hoy tenemos aproximadamente 400 menos desapariciones que el año pasado”, dijo el general con papeles en mano del Análisis Estadístico de la criminalidad que lleva la Policía Nacional Civil (PNC). Es decir, que las desapariciones se han reducido en un 40,8%. Hay otras reducciones: los robos en un 5%; las extorsiones en un 9% y los homicidios en un 38,5% en los meses de enero a octubre del presente año.
Sin tregua no había solución
El encargado de la seguridad pública nacional explica su tesis sobre la tregua entre las pandillas. Tras varios estudios, cruces de ideas y de investigaciones, lo que concluyó el Gobierno es que entre las pandillas había una guerra: se mataban entre ellos, necesitaban cada vez más logística e individuos para reponer a los muertos y a los presos.
“Dijimos al iniciar funciones que combatiríamos la criminalidad con inteligencia”, reiteró el militar retirado. “Hemos llevado este proceso de tregua, que es el inicio del desmontaje de la violencia en El Salvador”. Pero aclara: “Hacer prevención en medio de la guerra no da resultado. Y yo he puesto como ejemplo esto: ¿Hubiera dado resultado el Plan Marshall en Europa en medio de la guerra? ¡Claro que no! Hubo que esperar que la guerra terminara y luego llevar esos planes de desarrollo y esas inversiones que en medio de la guerra no se podía. Lo mismo nos estaba sucediendo acá en El Salvador”.