La “avalancha bolivariana” llega a Caracas
Chávez cierra la campaña electoral venezolana proclamando ser “la patria y la vida” ante cientos de miles de partidarios
Luis Prados / Maye Primera
Caracas, El País Una marea roja inundó este jueves el centro de Caracas. Cientos de miles de trabajadores de empresas públicas y de simpatizantes del presidente Hugo Chávez con camisetas y gorros de color rojo ocuparon desde temprano por la mañana las principales avenidas de la capital venezolana para asistir al mitin de cierre de campaña de su líder para las elecciones presidenciales del domingo. Pasadas las dos y media de la tarde hora local, bajo una súbita lluvia torrencial, apareció el caudillo, micrófono en mano, cantando el himno nacional y dando vivas a la patria, a la revolución y al socialismo como saludo a la “avalancha bolivariana” reunida a sus pies.
Como un nuevo Mesías, como un telepredicador en estado de éxtasis o una estrella del rock en un concierto apoteósico, el presidente venezolano hizo una exhibición del caudillo populista que conecta con su pueblo al margen de las instituciones. “Va a ganar Chávez porque Chávez son ustedes, porque Chávez es la patria, el futuro, la alegría y la vida”, se arrancó, para mantener a continuación un diálogo con sus partidarios en el que les preguntaba: “¿Quién es el candidato neoliberal, el de los grandes ricachones, el de los corruptos?”, y la gente gritaba: “Capriles”, por el líder opositor. “¿Y quién es el candidato de la patria y la vida?”, y las masas enfervorecidas respondían: “¡Chávez!”.
El líder venezolano llamó a convertir esa “avalancha bolivariana” en votos el próximo día 7 para “dar una paliza la burguesía”. Después, enardeció a su público recordándoles que eran “hijos de Simón Bolívar y que les había costado mucho llegar hasta aquí”. “Desde 1492 hasta 1992 (fecha en la que fracasó su intento de golpe de Estado) han sido 500 años de lucha. Cuando terminaba el siglo XX salimos de una especie de muerte colectiva, pero Venezuela se levantó como Lázaro y en 2012 está viva y camina”, afirmó. Prometió que debido a la lluvia iba a ser breve y cumplió su palabra. Se despidió a la media hora asegurando que no fallará al pueblo ni permitirá “que le roben el futuro a Venezuela”.
Chávez puso fin así a una campaña marcada por una extraordinaria polarización política para las que probablemente sean las elecciones más reñidas de la historia venezolana y también por su enfermedad. En junio de 2011 se le diagnosticó cáncer y ha sido sometido a varias operaciones para extirparle un tumor maligno, lo que llegó a poner en duda que pudiese ser candidato de nuevo.
Nadie se ha referido a su estado de salud pero ha limitado sus viajes proselitistas –ha realizado 12 mítines menos que en la campaña de 2006- y tal vez ha sido la razón de algunos de sus errores estos días como cuando el pasado día 28 en un mitin en Maturín, capital del Estado petrolero de Monagas, reconoció la incompetencia de su gestión. “Alguna gente pudiera estar inconforme con fallas de nuestro Gobierno: que no arreglaron la calle, que no llegó la luz, que se fue el agua, que no consigo empleo (…), esos puede ser cierto (…) Pero lo que está en juego el 7 de octubre no es si asfaltaron o no la calle o si me han dado la casa o no me la han dado (---) No, lo que está en juego es mucho más que eso camarada, nos estamos jugando la vida de la patria”, dijo en aquella ocasión.
Pero este jueves era un día de fiesta para los chavistas, que aguantaron estoicamente el chaparrón en la Avenida Bolívar de la capital, corazón político del país. Los carteles con las frases “Comandante pa’lante” y “Chávez, corazón de la patria”, se mezclaban entre música de salsa y puestos de fritanga con las proclamas a favor del “pueblo”, la “patria” y la “revolución”. El estribillo de la canción de campaña chavista, “son 10, son 10 millones, son 10”, en referencia a los 10 millones de votos que el oficialismo se ha fijado como objetivo en las presidenciales del próximo domingo, sonaba atronador en un ambiente de confianza en la victoria.
“Vamos a ganar seguro, lo peor que podría pasar seria perder al comandante”, decía Nuria Rodríguez, una joven que llevaba una calcomanía de Chávez pegada en la cara. “Él le dio esperanza al pueblo. Ha sido el único gobernante que se ha preocupado por la igualdad y el bienestar del pueblo”, afirmaba Alfonso Serpa, de 65 años, corredor de seguros. “El pueblo está con Chávez”, insistía, “conozco a este pueblo porque estuve en la guerrilla en los años sesenta”. Francisco Niño, de 40 años, iba con su kit revolucionario, un refresco y algo de comer, un silbato, unas trompetas del plástico de colores y hasta pendientes con la cara de Chávez que iba regalando por ahí a las chicas guapas. “El comandante va a ganar”, decía sin ninguna duda. Trabajador de la compañía estatal de electricidad, aseguraba que en su empresa no habían pasado lista de los que iban a asistir a la manifestación como sí se hizo en otras compañías.
El régimen se había asegurado un lleno absoluto en el cierre de campaña, tal vez picado por el éxito de la concentración a favor del líder de la oposición, Henrique Capriles, celebrada el domingo pasado en el mismo escenario de la capital. Muchas empresas públicas, con la petrolera Pdvsa a la cabeza, dieron libre desde el miércoles para que sus trabajadores pudieran acudir desde diversas partes del país a la gran demostración de fuerza del chavismo en Caracas. Lo empleados recibían a además unos 50 dólares más la comida por su entusiasmo revolucionario.
Amarilis Riera y Wuirris Sequera, estudiantes de 18 y 15 años respectivamente, habían salido por la mañana en un autobús de la ciudad de Guanare para recorrer los 400 kilómetros que hay hasta Caracas. “Venimos a apoyar a nuestro presidente, que sepan que estamos con él y que el día 7 vamos a dar la batalla contra el candidato majunche (poca cosa, en alusión a Capriles)”, dice Amarilis, que va a votar por primera vez. “¿Capriles? Ese es un hipócrita que se quiere apropiar de los bienes del pueblo”, afirma Wuirris. El viaje a Caracas, aseguran, les ha salido gratis. La fiesta la paga el Consejo Comunal, la organización social creada y financiada por el Gobierno.
Luis Prados / Maye Primera
Caracas, El País Una marea roja inundó este jueves el centro de Caracas. Cientos de miles de trabajadores de empresas públicas y de simpatizantes del presidente Hugo Chávez con camisetas y gorros de color rojo ocuparon desde temprano por la mañana las principales avenidas de la capital venezolana para asistir al mitin de cierre de campaña de su líder para las elecciones presidenciales del domingo. Pasadas las dos y media de la tarde hora local, bajo una súbita lluvia torrencial, apareció el caudillo, micrófono en mano, cantando el himno nacional y dando vivas a la patria, a la revolución y al socialismo como saludo a la “avalancha bolivariana” reunida a sus pies.
Como un nuevo Mesías, como un telepredicador en estado de éxtasis o una estrella del rock en un concierto apoteósico, el presidente venezolano hizo una exhibición del caudillo populista que conecta con su pueblo al margen de las instituciones. “Va a ganar Chávez porque Chávez son ustedes, porque Chávez es la patria, el futuro, la alegría y la vida”, se arrancó, para mantener a continuación un diálogo con sus partidarios en el que les preguntaba: “¿Quién es el candidato neoliberal, el de los grandes ricachones, el de los corruptos?”, y la gente gritaba: “Capriles”, por el líder opositor. “¿Y quién es el candidato de la patria y la vida?”, y las masas enfervorecidas respondían: “¡Chávez!”.
El líder venezolano llamó a convertir esa “avalancha bolivariana” en votos el próximo día 7 para “dar una paliza la burguesía”. Después, enardeció a su público recordándoles que eran “hijos de Simón Bolívar y que les había costado mucho llegar hasta aquí”. “Desde 1492 hasta 1992 (fecha en la que fracasó su intento de golpe de Estado) han sido 500 años de lucha. Cuando terminaba el siglo XX salimos de una especie de muerte colectiva, pero Venezuela se levantó como Lázaro y en 2012 está viva y camina”, afirmó. Prometió que debido a la lluvia iba a ser breve y cumplió su palabra. Se despidió a la media hora asegurando que no fallará al pueblo ni permitirá “que le roben el futuro a Venezuela”.
Chávez puso fin así a una campaña marcada por una extraordinaria polarización política para las que probablemente sean las elecciones más reñidas de la historia venezolana y también por su enfermedad. En junio de 2011 se le diagnosticó cáncer y ha sido sometido a varias operaciones para extirparle un tumor maligno, lo que llegó a poner en duda que pudiese ser candidato de nuevo.
Nadie se ha referido a su estado de salud pero ha limitado sus viajes proselitistas –ha realizado 12 mítines menos que en la campaña de 2006- y tal vez ha sido la razón de algunos de sus errores estos días como cuando el pasado día 28 en un mitin en Maturín, capital del Estado petrolero de Monagas, reconoció la incompetencia de su gestión. “Alguna gente pudiera estar inconforme con fallas de nuestro Gobierno: que no arreglaron la calle, que no llegó la luz, que se fue el agua, que no consigo empleo (…), esos puede ser cierto (…) Pero lo que está en juego el 7 de octubre no es si asfaltaron o no la calle o si me han dado la casa o no me la han dado (---) No, lo que está en juego es mucho más que eso camarada, nos estamos jugando la vida de la patria”, dijo en aquella ocasión.
Pero este jueves era un día de fiesta para los chavistas, que aguantaron estoicamente el chaparrón en la Avenida Bolívar de la capital, corazón político del país. Los carteles con las frases “Comandante pa’lante” y “Chávez, corazón de la patria”, se mezclaban entre música de salsa y puestos de fritanga con las proclamas a favor del “pueblo”, la “patria” y la “revolución”. El estribillo de la canción de campaña chavista, “son 10, son 10 millones, son 10”, en referencia a los 10 millones de votos que el oficialismo se ha fijado como objetivo en las presidenciales del próximo domingo, sonaba atronador en un ambiente de confianza en la victoria.
“Vamos a ganar seguro, lo peor que podría pasar seria perder al comandante”, decía Nuria Rodríguez, una joven que llevaba una calcomanía de Chávez pegada en la cara. “Él le dio esperanza al pueblo. Ha sido el único gobernante que se ha preocupado por la igualdad y el bienestar del pueblo”, afirmaba Alfonso Serpa, de 65 años, corredor de seguros. “El pueblo está con Chávez”, insistía, “conozco a este pueblo porque estuve en la guerrilla en los años sesenta”. Francisco Niño, de 40 años, iba con su kit revolucionario, un refresco y algo de comer, un silbato, unas trompetas del plástico de colores y hasta pendientes con la cara de Chávez que iba regalando por ahí a las chicas guapas. “El comandante va a ganar”, decía sin ninguna duda. Trabajador de la compañía estatal de electricidad, aseguraba que en su empresa no habían pasado lista de los que iban a asistir a la manifestación como sí se hizo en otras compañías.
El régimen se había asegurado un lleno absoluto en el cierre de campaña, tal vez picado por el éxito de la concentración a favor del líder de la oposición, Henrique Capriles, celebrada el domingo pasado en el mismo escenario de la capital. Muchas empresas públicas, con la petrolera Pdvsa a la cabeza, dieron libre desde el miércoles para que sus trabajadores pudieran acudir desde diversas partes del país a la gran demostración de fuerza del chavismo en Caracas. Lo empleados recibían a además unos 50 dólares más la comida por su entusiasmo revolucionario.
Amarilis Riera y Wuirris Sequera, estudiantes de 18 y 15 años respectivamente, habían salido por la mañana en un autobús de la ciudad de Guanare para recorrer los 400 kilómetros que hay hasta Caracas. “Venimos a apoyar a nuestro presidente, que sepan que estamos con él y que el día 7 vamos a dar la batalla contra el candidato majunche (poca cosa, en alusión a Capriles)”, dice Amarilis, que va a votar por primera vez. “¿Capriles? Ese es un hipócrita que se quiere apropiar de los bienes del pueblo”, afirma Wuirris. El viaje a Caracas, aseguran, les ha salido gratis. La fiesta la paga el Consejo Comunal, la organización social creada y financiada por el Gobierno.