Obama reitera el compromiso de legalizar a los sin papeles
El presidente y Romney sostienen un duelo en televisión a la captura del voto hispano
Antonio Caño
Washington, El País
En el decisivo Estado de Florida, Barack Obama y Mitt Romney han librado en las últimas horas uno de los más esperados duelos de esta campaña por el voto hispano, del que dependen las opciones de ambos de obtener la victoria en noviembre. Los dos prometieron poner orden de una vez en el caótico capítulo de la inmigración, aunque el candidato republicano no ofreció soluciones concretas, mientras que el presidente aseguró que mantiene para un segundo mandato su compromiso de una nueva ley migratoria, que incluiría una vía para la legalización de más de 12 millones de inmigrantes indocumentados.
“Confío en que, después de las elecciones, cuando el principal objetivo de los republicanos no sea echarme, sino solucionar los problemas del país, cuando se entienda el mensaje que dejen las urnas, esa reforma sea posible. Yo sigo comprometido con intentarlo”, manifestó Obama en el foro organizado por la cadena de televisión en español Univisión en la Universidad de Miami.
Hasta que eso ocurra, hasta que se consiga la regularización de los actuales sin papeles, Obama propuso excluir de las deportaciones –que han aumentado durante su mandato- a los jóvenes que estudian o trabajan en Estados Unidos o a las familias cuyas raíces en este país están ampliamente demostradas.
Obama utilizó esta oportunidad excepcional de dirigirse a los hispanos para intentar consolidar su popularidad entre esa comunidad y, con ello, garantizar su victoria. Si el presidente repite el apoyo latino que tuvo en las urnas hace cuatro años, es difícil que se le escape el triunfo.
“Los hispanos”, señaló Obama, “tienen que optar entre un candidato, el que está aquí sentado con ustedes, que está comprometido con la reforma migratoria, y otro candidato que no ofrece propuestas concretas y que cita la ley de Arizona –la polémica legislación derogada por el Tribunal Supremo que obligaba a cualquier persona a enseñar a la policía sus documentos migratorios- como un modelo a seguir”.
Obama quiso rebatir los argumentos expuestos por Romney en su declaración sobre el 47% que viven del Estado y no pagan impuestos. “Yo no he visto muchos de esos en este país, lo que sí he visto son millonarios que encuentran forma de pagar menos impuestos”, dijo.
El reto era mayor ayer para Romney. Después de la polémica suscitada por el famoso vídeo en el que desprecia a una porción del país entre la que se encuentran muchos millones de hispanos, un nuevo fiasco en este foro hubiera podido ser irreparable. Romney está, por el momento, muy lejos en las encuestas de su rival entre los votantes latinos. Tiene aún menos apoyo del que obtuvo en 2008 John McCain. Si no mejora de forma apreciable esas cifras, su triunfo es prácticamente imposible.
Su actuación en la noche del miércoles en el foro celebrado en Miami podría ser un paso para lograrlo. Favorecido por una audiencia de origen cubano y perfil conservador –ambas campañas habían impuesto como condición la presencia de un público favorable-, Romney tuvo un buen comportamiento. Esquivó las preguntas más comprometidas y, aunque sin ofrecer ningún plan preciso, consiguió dejar bien instalado el mensaje de que Obama había incumplido su promesa de sacar adelante en el primer año de su mandato una nueva ley sobre inmigración. “Yo voy a resolver este problema de una vez para siempre y yo voy a cumplir lo que digo”, declaró. No precisó qué va a hacer con los indocumentados –aunque sugirió que confiaba en que se fueran por su propia voluntad- ni se pronunció sobre la decisión de Obama de poner freno a las deportaciones de los jóvenes.
Sin aludir específicamente al vídeo del 47%, Romney sostuvo que los hispanos que sientan aludidos por sus palabras contra los que se benefician de ayudas del Estado, no tienen por qué preocuparse. “Mi campaña es para el 100% de EE UU. Estoy preocupado por todos ellos, y estoy preocupado por el hecho de que, en los últimos cuatro años, la vida se ha hecho más dura para los norteamericanos”. “Esta es una campaña para ayudar a la gente que necesita ayuda”, añadió, “y, ahora mismo, los pobres necesitan ayuda para salir de la pobreza y la clase media necesita ayuda porque sus ingresos se han reducido en los últimos cuatro años”.
En ese mensaje están depositadas todas las esperanzas republicanas de obtener votos hispanos, en la idea de que esta comunidad, que se encuentra entre las más desfavorecidas del país, votará de acuerdo a su bolsillo y no a sus corazones latinos.
Puede ser demasiado tarde. Los hispanos pueden estar decepcionados con Obama porque ha incumplido algunas de sus promesas, pero están aterrados con Romney. No se trata de una comunidad tan desinformada como para desconocer que la posibilidad de una ley migratoria fue bloqueada en el Congreso, dominado por los republicanos, y no en la Casa Blanca. Ni está tan distanciada de la realidad como para haber pasado por alto los mensajes racistas que se escucharon en las primeras del Partido Republicano en relación, especialmente, con los mexicanos.
Esa actitud del actual conservadurismo, simbolizado en el Tea Party, le ha permitido a Obama disputar Estados hasta hace poco claramente republicanos, como Nevada o Colorado, y puede tener también una influencia significativa en Florida.
Florida es tan importante que casi puede asegurarse que, si Romney no gana allí, no puede ganar las elecciones. Hasta hace poco, las encuestas señalaban un empate o una ligera ventaja del aspirante republicano. En estos momentos, la ventaja es de Obama, en algunos casos, cuatro o cinco por delante. Eso se debe, probablemente, a la inclusión en la candidatura de la oposición de Paul Ryan, cuyas propuestas sobre la ayuda sanitaria a los pensionistos despierta alarma en los ciudadanos de mayor edad. Ese grupo de votantes, junto a los latinos, son los que deciden la suerte de Florida. Y si, en algún lugar puede Romney pescar en el manantial de votos hispanos, es en Florida, donde existe una mayoría de cubanos exiliados que suelen apoyar –cada vez menos- a candidatos republicanos.
Antonio Caño
Washington, El País
En el decisivo Estado de Florida, Barack Obama y Mitt Romney han librado en las últimas horas uno de los más esperados duelos de esta campaña por el voto hispano, del que dependen las opciones de ambos de obtener la victoria en noviembre. Los dos prometieron poner orden de una vez en el caótico capítulo de la inmigración, aunque el candidato republicano no ofreció soluciones concretas, mientras que el presidente aseguró que mantiene para un segundo mandato su compromiso de una nueva ley migratoria, que incluiría una vía para la legalización de más de 12 millones de inmigrantes indocumentados.
“Confío en que, después de las elecciones, cuando el principal objetivo de los republicanos no sea echarme, sino solucionar los problemas del país, cuando se entienda el mensaje que dejen las urnas, esa reforma sea posible. Yo sigo comprometido con intentarlo”, manifestó Obama en el foro organizado por la cadena de televisión en español Univisión en la Universidad de Miami.
Hasta que eso ocurra, hasta que se consiga la regularización de los actuales sin papeles, Obama propuso excluir de las deportaciones –que han aumentado durante su mandato- a los jóvenes que estudian o trabajan en Estados Unidos o a las familias cuyas raíces en este país están ampliamente demostradas.
Obama utilizó esta oportunidad excepcional de dirigirse a los hispanos para intentar consolidar su popularidad entre esa comunidad y, con ello, garantizar su victoria. Si el presidente repite el apoyo latino que tuvo en las urnas hace cuatro años, es difícil que se le escape el triunfo.
“Los hispanos”, señaló Obama, “tienen que optar entre un candidato, el que está aquí sentado con ustedes, que está comprometido con la reforma migratoria, y otro candidato que no ofrece propuestas concretas y que cita la ley de Arizona –la polémica legislación derogada por el Tribunal Supremo que obligaba a cualquier persona a enseñar a la policía sus documentos migratorios- como un modelo a seguir”.
Obama quiso rebatir los argumentos expuestos por Romney en su declaración sobre el 47% que viven del Estado y no pagan impuestos. “Yo no he visto muchos de esos en este país, lo que sí he visto son millonarios que encuentran forma de pagar menos impuestos”, dijo.
El reto era mayor ayer para Romney. Después de la polémica suscitada por el famoso vídeo en el que desprecia a una porción del país entre la que se encuentran muchos millones de hispanos, un nuevo fiasco en este foro hubiera podido ser irreparable. Romney está, por el momento, muy lejos en las encuestas de su rival entre los votantes latinos. Tiene aún menos apoyo del que obtuvo en 2008 John McCain. Si no mejora de forma apreciable esas cifras, su triunfo es prácticamente imposible.
Su actuación en la noche del miércoles en el foro celebrado en Miami podría ser un paso para lograrlo. Favorecido por una audiencia de origen cubano y perfil conservador –ambas campañas habían impuesto como condición la presencia de un público favorable-, Romney tuvo un buen comportamiento. Esquivó las preguntas más comprometidas y, aunque sin ofrecer ningún plan preciso, consiguió dejar bien instalado el mensaje de que Obama había incumplido su promesa de sacar adelante en el primer año de su mandato una nueva ley sobre inmigración. “Yo voy a resolver este problema de una vez para siempre y yo voy a cumplir lo que digo”, declaró. No precisó qué va a hacer con los indocumentados –aunque sugirió que confiaba en que se fueran por su propia voluntad- ni se pronunció sobre la decisión de Obama de poner freno a las deportaciones de los jóvenes.
Sin aludir específicamente al vídeo del 47%, Romney sostuvo que los hispanos que sientan aludidos por sus palabras contra los que se benefician de ayudas del Estado, no tienen por qué preocuparse. “Mi campaña es para el 100% de EE UU. Estoy preocupado por todos ellos, y estoy preocupado por el hecho de que, en los últimos cuatro años, la vida se ha hecho más dura para los norteamericanos”. “Esta es una campaña para ayudar a la gente que necesita ayuda”, añadió, “y, ahora mismo, los pobres necesitan ayuda para salir de la pobreza y la clase media necesita ayuda porque sus ingresos se han reducido en los últimos cuatro años”.
En ese mensaje están depositadas todas las esperanzas republicanas de obtener votos hispanos, en la idea de que esta comunidad, que se encuentra entre las más desfavorecidas del país, votará de acuerdo a su bolsillo y no a sus corazones latinos.
Puede ser demasiado tarde. Los hispanos pueden estar decepcionados con Obama porque ha incumplido algunas de sus promesas, pero están aterrados con Romney. No se trata de una comunidad tan desinformada como para desconocer que la posibilidad de una ley migratoria fue bloqueada en el Congreso, dominado por los republicanos, y no en la Casa Blanca. Ni está tan distanciada de la realidad como para haber pasado por alto los mensajes racistas que se escucharon en las primeras del Partido Republicano en relación, especialmente, con los mexicanos.
Esa actitud del actual conservadurismo, simbolizado en el Tea Party, le ha permitido a Obama disputar Estados hasta hace poco claramente republicanos, como Nevada o Colorado, y puede tener también una influencia significativa en Florida.
Florida es tan importante que casi puede asegurarse que, si Romney no gana allí, no puede ganar las elecciones. Hasta hace poco, las encuestas señalaban un empate o una ligera ventaja del aspirante republicano. En estos momentos, la ventaja es de Obama, en algunos casos, cuatro o cinco por delante. Eso se debe, probablemente, a la inclusión en la candidatura de la oposición de Paul Ryan, cuyas propuestas sobre la ayuda sanitaria a los pensionistos despierta alarma en los ciudadanos de mayor edad. Ese grupo de votantes, junto a los latinos, son los que deciden la suerte de Florida. Y si, en algún lugar puede Romney pescar en el manantial de votos hispanos, es en Florida, donde existe una mayoría de cubanos exiliados que suelen apoyar –cada vez menos- a candidatos republicanos.