Mou y Pep: ¿Rivales en Inglaterra?
El entrenador que el Chelsea necesita es Pep y el técnico que precisa el City es el portugués
John Carlin, El País
Tiene tanto dinero que no sabe qué hacer con él y ha conquistado todo lo que se puede conquistar, pero no acaba de ser feliz. Ha logrado que lo respeten, pero lo que le hace falta es amor. La asignatura pendiente de Roman Abramóvich con su Chelsea, el club londinense que compró hace nueve años y en el que ha invertido más de 900 millones de euros en fichajes, es ser querido.
El sueño incumplido del magnate ruso es que su equipo, campeón de Europa, no solo gane títulos sino que gane algo más difícil: la admiración. Su dinero ha creado equipos compactos, sólidos, incluso valientes, pero a lo que aspira es que jueguen un fútbol fino y fluido, con un estilo basado en el hábil manejo del balón.
“Es más fácil que un camello pase por un ojo de aguja a que un rico entre al reino de los cielos.” El evangelio según San Mateo.
El jeque Mansour bin Zayed, dueño del Manchester City, está en otra fase más primitiva, de evolución. Lleva cuatro años en el fútbol inglés y aunque se ha gastado 600 millones de euros en jugadores su objetivo consiste en consolidar a su equipo como una potencia en la Premier League. Ganó el campeonato la temporada pasada, pero de manera sufrida, gracias a un gol del argentino Agüero en el último suspiro del último partido de Liga. Si vuelven a ganar el torneo les importara poco al jeque de Abu Dabi o la afición si juegan bonito o feo.
Ambos, el City y el Chelsea, los clubes más ricos del mundo, se han propuesto retos que ponen a prueba la hipótesis de que el dinero compra el éxito en el fútbol. Buenos jugadores les sobran. El City tiene una plantilla envidiable. Un porterazo en Joe Hart; una fortísima defensa central y buenos laterales; grandes jugadores en el centro del campo, como Yaya Touré, el mejor jugador de la Premier la temporada pasada; y en el ataque, Agüero, Mario Balotelli y el español David Silva. El Chelsea también tiene un gran portero, Petr Cech; una defensa fuerte (si no que se lo pregunten al Bayern de Múnich y al Barcelona, sus víctimas en la Champions lel curso pasado), y jugadores talentosos como los españoles Juan Mata y Fernando Torres. Además tienen dos nuevos fichajes interesantes: los jóvenes Oscar, estrella que llega del fútbol brasileño, y Eden Hazard, que pinta que va a ser una versión belga del gran alemán del Real Madrid, Mesut Özil.
Quizá lo que todavía le haga falta al Chelsea sea un crack indiscutido, como Cristiano Ronaldo, pero el problema más apremiante que tienen tanto el club londinense como el de Manchester es la falta de un entrenador a la altura de sus ambiciones.
Robert di Matteo asumió control del Chelsea a finales de la temporada pasada con lo que se suponía iba a ser un contrato a muy corto plazo. Pero tuvo la fortuna de encontrarse con un grupo de jugadores en el otoño de sus carreras – Cech, John Terry, Frank Lampard y, ante todo, Didier Drogba – con un deseo loco de conquistar la Champions. Con la ayuda del destino o de la intervención divina o de alguna fuerza del naturaleza aún invisible al ojo humano, lo lograron. Di Matteo sigue en su puesto, pero sigue teniendo un aire de interino y no da en absoluto la sensación de ser capaz de crear un equipo que pase a la historia por la belleza de su juego.
El Manchester City y el Chelsea, los clubes más ricos del mundo, se han propuesto retos que ponen a prueba la hipótesis de que el dinero compra el éxito en el fútbol
Roberto Mancini ganó la liga inglesa en su tercera temporada al mando del City, pero lo hizo por los pelos, gracias a aquel gol de Agüero, tras una temporada en la que su equipo jugó de manera demasiado irregular para un equipo con tantas estrellas. Casi quedó campeón el Manchester United con, quizá, la plantilla más floja que ha tenido el club desde la llegada de Alex Ferguson en 1986, lo que habla mal de la capacidad de Mancini de extraer lo mejor de sus jugadores.
La solución para que tanto el Chelsea como el City den el salto cualitativo que cada uno sus dueños desean es obvia. El entrenador que el Chelsea necesita es Pep Guardiola. Abramovich lo sabe y, como ha dejado claro, le pagará lo que sea para que se incorpore a su club. El jeque Mansour puede que no lo sepa (aunque uno supondría que sí), pero el entrenador que necesita él es José Mourinho. Piense lo que uno piense del portugués es, como ha demostrado en el Real Madrid, una máquina de ganar trofeos. Si Mourinho hubiera estado al mando del City la temporada pasada hubiera ganado el campeonato inglés por 25 puntos.
John Carlin, El País
Tiene tanto dinero que no sabe qué hacer con él y ha conquistado todo lo que se puede conquistar, pero no acaba de ser feliz. Ha logrado que lo respeten, pero lo que le hace falta es amor. La asignatura pendiente de Roman Abramóvich con su Chelsea, el club londinense que compró hace nueve años y en el que ha invertido más de 900 millones de euros en fichajes, es ser querido.
El sueño incumplido del magnate ruso es que su equipo, campeón de Europa, no solo gane títulos sino que gane algo más difícil: la admiración. Su dinero ha creado equipos compactos, sólidos, incluso valientes, pero a lo que aspira es que jueguen un fútbol fino y fluido, con un estilo basado en el hábil manejo del balón.
“Es más fácil que un camello pase por un ojo de aguja a que un rico entre al reino de los cielos.” El evangelio según San Mateo.
El jeque Mansour bin Zayed, dueño del Manchester City, está en otra fase más primitiva, de evolución. Lleva cuatro años en el fútbol inglés y aunque se ha gastado 600 millones de euros en jugadores su objetivo consiste en consolidar a su equipo como una potencia en la Premier League. Ganó el campeonato la temporada pasada, pero de manera sufrida, gracias a un gol del argentino Agüero en el último suspiro del último partido de Liga. Si vuelven a ganar el torneo les importara poco al jeque de Abu Dabi o la afición si juegan bonito o feo.
Ambos, el City y el Chelsea, los clubes más ricos del mundo, se han propuesto retos que ponen a prueba la hipótesis de que el dinero compra el éxito en el fútbol. Buenos jugadores les sobran. El City tiene una plantilla envidiable. Un porterazo en Joe Hart; una fortísima defensa central y buenos laterales; grandes jugadores en el centro del campo, como Yaya Touré, el mejor jugador de la Premier la temporada pasada; y en el ataque, Agüero, Mario Balotelli y el español David Silva. El Chelsea también tiene un gran portero, Petr Cech; una defensa fuerte (si no que se lo pregunten al Bayern de Múnich y al Barcelona, sus víctimas en la Champions lel curso pasado), y jugadores talentosos como los españoles Juan Mata y Fernando Torres. Además tienen dos nuevos fichajes interesantes: los jóvenes Oscar, estrella que llega del fútbol brasileño, y Eden Hazard, que pinta que va a ser una versión belga del gran alemán del Real Madrid, Mesut Özil.
Quizá lo que todavía le haga falta al Chelsea sea un crack indiscutido, como Cristiano Ronaldo, pero el problema más apremiante que tienen tanto el club londinense como el de Manchester es la falta de un entrenador a la altura de sus ambiciones.
Robert di Matteo asumió control del Chelsea a finales de la temporada pasada con lo que se suponía iba a ser un contrato a muy corto plazo. Pero tuvo la fortuna de encontrarse con un grupo de jugadores en el otoño de sus carreras – Cech, John Terry, Frank Lampard y, ante todo, Didier Drogba – con un deseo loco de conquistar la Champions. Con la ayuda del destino o de la intervención divina o de alguna fuerza del naturaleza aún invisible al ojo humano, lo lograron. Di Matteo sigue en su puesto, pero sigue teniendo un aire de interino y no da en absoluto la sensación de ser capaz de crear un equipo que pase a la historia por la belleza de su juego.
El Manchester City y el Chelsea, los clubes más ricos del mundo, se han propuesto retos que ponen a prueba la hipótesis de que el dinero compra el éxito en el fútbol
Roberto Mancini ganó la liga inglesa en su tercera temporada al mando del City, pero lo hizo por los pelos, gracias a aquel gol de Agüero, tras una temporada en la que su equipo jugó de manera demasiado irregular para un equipo con tantas estrellas. Casi quedó campeón el Manchester United con, quizá, la plantilla más floja que ha tenido el club desde la llegada de Alex Ferguson en 1986, lo que habla mal de la capacidad de Mancini de extraer lo mejor de sus jugadores.
La solución para que tanto el Chelsea como el City den el salto cualitativo que cada uno sus dueños desean es obvia. El entrenador que el Chelsea necesita es Pep Guardiola. Abramovich lo sabe y, como ha dejado claro, le pagará lo que sea para que se incorpore a su club. El jeque Mansour puede que no lo sepa (aunque uno supondría que sí), pero el entrenador que necesita él es José Mourinho. Piense lo que uno piense del portugués es, como ha demostrado en el Real Madrid, una máquina de ganar trofeos. Si Mourinho hubiera estado al mando del City la temporada pasada hubiera ganado el campeonato inglés por 25 puntos.