Los demócratas se presentan como el partido de la mayoría social en EE UU

La convención que aclamará a Obama da un papel protagonista a los hispanos

Antonio Caño
Washington, El País

El Partido Demócrata ha observado con deleite todos estos años de radicalización y división del Partido Republicano, convencido de que eso será en noviembre una valiosísima ayuda para conservar la presidencia. Pero ahora, al iniciarse su propia convención en Charlotte (Carolina del Norte), tendrá que demostrar, por su parte, que sigue siendo, como pretende, el partido mayoritario y la fuerza del futuro de este país.

En sus últimas intervenciones públicas, Barack Obama ha repetido que las ideas que escuchó la pasada semana en la convención republicana de Tampa eran ideas del siglo pasado, “ideas que ya se podían haber escuchado en blanco y negro”. En contraste, los demócratas tratarán de aparecer en su reunión de Charlotte, entre hoy y el viernes, como una organización moderna, capaz de reflejar los cambios que se han producido en la sociedad norteamericana en los últimos años y de integrar a la política a nuevas comunidades y nuevas generaciones.

Un partido joven y diverso, ese es el mensaje que se tratará de enviar desde Charlotte. Una misión claramente a su alcance en algunos ángulos, pero extremadamente complicada en otros.

Los demócratas han entendido que los hispanos son un colectivo decisivo para el futuro electoral del país y lo pondrán en evidencia esta semana. El presidente de la convención es un hispano, el alcalde de Los Ángeles, Antonio Villarraigosa. Y también, por primera vez en la historia, será un hispano, el alcalde de San Antonio, Julián Castro, quien pronuncie lo que en las convenciones norteamericanas se conoce como el keynote speech, el discurso de apertura, el discurso fundamental. Obama ocupó esa posición en la convención demócrata de Boston, en 2004, donde nació su leyenda. Si Castro tiene un éxito similar en Charlotte, puede ser también muy pronto un candidato a la presidencia. El keynote speech en Tampa fue Chris Christie, el gobernador de New Jersey, también una estrella ascendente entre los republicanos, pero desde su papel de halcón en la reducción del déficit público.

El Partido Republicano tuvo que hacer verdaderos malabarismos en su convención para ofrecerse como un partido abierto a los hispanos, con esfuerzos que bordeaban la mascarada, como los de Mitt Romney recordando que su padre nació en México —efectivamente, nació en una comunidad mormona trasladada a ese país— o los de su hijo Craig demostrando en público sus conocimientos de español. Los republicanos tienen a Marco Rubio, un cubano conservador que ni siquiera garantiza la victoria en Florida y, mucho menos, representa una baza en los Estados del suroeste. Los demócratas cuentan con numerosos líderes entre los hispanos de origen mexicano, que son casi el 70% del conjunto de la comunidad, y han conseguido extender su influencia en Estados decisivos, como Colorado o Nevada. Si hoy se da por garantizada la victoria demócrata en California —cosa que no ocurría hasta los años ochenta— es por su penetración entre los hispanos, una tendencia que ya se vislumbra en Tejas y que, de consolidarse, podría dejar a los demócratas en el poder por décadas.

Otras de las fuerzas a exhibir por el Partido Demócrata en Charlotte es la de las mujeres. Entre la potente artillería de la que disponen en ese frente, se escuchará en la convención a Elizabeth Warren, una heroína de la causa de los derechos de las mujeres y un símbolo de la izquierda que actualmente compite por un escaño para el Senado por Massachusetts; Sandra Fluke, la estudiante de Georgetown que se hizo famosa cuando fue víctima de despiadados ataques de comentaristas conservadores por reclamar su derecho a los anticonceptivos, y, por supuesto, Michelle Obama, que tratará de marcar el contraste de su concepción del papel de la mujer en la familia con el que expresó hace una semana Ann Romney, la esposa del candidato republicano.

Estas son algunas de las fortalezas del Partido Demócrata en esta campaña. Pero la convención, seguramente, dejará patentes también algunas debilidades. Casi olvidado ya el entusiasmo juvenil con Obama, los demócratas tienen tantos problemas como cualquier otro partido del mundo para movilizar el voto de los jóvenes y para renovarse interiormente. El hecho de que la mayor estrella de la convención sea Bill Clinton y de que la persona en la que más se confía para tomar el testigo de Obama sea Hillary Clinton, son pruebas de que no se acaban de encontrar nuevos rostros.

También faltan nuevas ideas en algunos de los aspectos más urgentes en las sociedades modernas, los que afectan a la forma de mantener el Estado del bienestar. Como muchos partidos europeos en la actualidad, los demócratas norteamericanos están atrapados entre su discurso a favor de prolongar o ampliar los actuales beneficios sociales y su incapacidad para explicar de dónde van a sacar los recursos para pagarlos.

Fuera del anuncio de más impuestos para los ricos —una medida que, en el mejor de los casos, tiene un recorrido corto— o la reducción del presupuesto de defensa —más corto aún— ni Obama ni su partido han presentado una propuesta creíble para reducir el déficit y la deuda sin reducir las prestaciones sociales. Las ideas, en ese terreno, son herencia exacta de las grandes reformas sociales emprendidas por los demócratas en los años sesenta, con mínimas adaptaciones a la muy diferente realidad actual. El plan republicano —el plan de Paul Ryan— adolece de otros defectos y puede tener consecuencias crueles para los más pobres, pero es un ambicioso proyecto de reforma del Estado al que pueden acogerse aquellos que no creen en el Estado del bienestar. Los que sí creen en el Estado del bienestar pocas garantías van a encontrar en Charlotte para mantenerlo dentro de 50 años.

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