La UE se enzarza por la puesta en marcha de la unión bancaria
Alemania se enfrenta a Francia, Italia, España y a la Comisión por la propuesta del supervisor único
Claudi Pérez
Nicosia, El País
Chipre es una isla con una historia triste, partida en dos desde hace décadas, con el último muro de la Guerra Fría alzándose para vergüenza de una comunidad internacional que, pese a las larguísimas negociaciones, no consigue reconciliar a la minoría turca con la mayoría griega; y con unos bancos hipertrofiados que, en medio de esa laberíntica cloaca financiera que es la crisis del euro, han conseguido llevarse por delante a toda la economía. Chipre, en fin, es una mala metáfora de la crisis europea, incapaz de resolver sus viejos problemas (el diabólico círculo vicioso entre la crisis financiera y la de la deuda pública; el eterno polvorín de Grecia), los recientes (España sigue sin definirse sobre el segundo rescate) y los novísimos: una unión bancaria que tenía que ser la primera piedra del remozado edificio institucional europeo y que, en lugar de eso, ya levanta ampollas entre los socios de la UE.
Debajo de algo aparentemente tan poco sexy como esa unión bancaria se esconde una de las grandes batallas de los próximos meses. “Quien controla los bancos se hace con la llave de muchas cosas. Todos los gobernantes de Europa son conscientes de eso”, explica una fuente europea en Nicosia, la capital chipriota, que ha albergado la reunión de ministros de Economía de la UE. El lío está ahí desde el primer minuto: el plan para crear un supervisor único –el BCE— para los 6.000 bancos de la eurozona a partir de enero se topa con la férrea oposición de, al menos, Alemania, Bélgica, Suecia y Reino Unido. Por razones técnicas (básicamente, problemas entre socios del euro y países de la UE que no comparten la moneda europea). Pero también por problemas de calendario, que afectan directamente a España.
Alemania se ha enfrentado hoy abiertamente a los defensores de la propuesta de la Comisión: Francia, Italia y España. “Tener el supervisor único listo para el 1 de enero no va a ser posible. Requiere la unanimidad de los Veintisiete, y eso no va a ser fácil”, ha explicado el ministro Wolfgang Schäuble, quien ha lanzado un jarro de agua fría sobre la Comisión, a la que acusa de haber ido mucho más lejos de lo que pidieron los jefes de Estado en la cumbre de junio, según varias fuentes. Alemania, además, pretende que el BCE solo supervise los grandes bancos, y deje los bancos regionales y locales –cuyos balances esconden gravísimos problemas— en manos del Bundesbank. La fecha es fundamental: la idea de tener el supervisor único en enero abriría la puerta a la recapitalización directa de bancos por parte del mecanismo de rescate, algo esencial para España. De esa manera las inyecciones de capital que se hicieran en la banca no computarían como deuda pública.
“Se habían creado grandes expectativas y ahora habrá que gestionar la decepción en los mercados y en algunas capitales”, señalan fuentes europeas. El ministro español Luis De Guindos, apoyado por el francés Pierre Moscovici, se ha opuesto a dilatar los plazos que se fijaron en la última cumbre europea de junio. “Hay una serie de complicaciones”, ha admitido De Guindos, “pero el calendario está aprobado y la UE debe ser ambiciosa”.
Reino Unido encabeza la oposición fuera del euro, con el objetivo indisimulado de proteger la City. Y tiene aliados: “La propuesta comunitaria es completamente inaceptable”, ha apuntado el sueco Anders Borg. Los países de la UE que no comparten el euro temen que el BCE acumule demasiado poder, relegando a un papel muy secundario a la Agencia Bancaria Europea.
Una supervisión más consistente hubiera ahorrado a Europa muchos de los problemas que han causado los bancos en esta crisis. Pero requiere, además del supervisor único, un fondo de garantía de depósitos europeo y un mecanismo de liquidación de bancos: eso tiene enormes implicaciones fiscales y puede convertir la unión bancaria en un mecanismo de mutualización de deuda por la puerta de atrás.
Claudi Pérez
Nicosia, El País
Chipre es una isla con una historia triste, partida en dos desde hace décadas, con el último muro de la Guerra Fría alzándose para vergüenza de una comunidad internacional que, pese a las larguísimas negociaciones, no consigue reconciliar a la minoría turca con la mayoría griega; y con unos bancos hipertrofiados que, en medio de esa laberíntica cloaca financiera que es la crisis del euro, han conseguido llevarse por delante a toda la economía. Chipre, en fin, es una mala metáfora de la crisis europea, incapaz de resolver sus viejos problemas (el diabólico círculo vicioso entre la crisis financiera y la de la deuda pública; el eterno polvorín de Grecia), los recientes (España sigue sin definirse sobre el segundo rescate) y los novísimos: una unión bancaria que tenía que ser la primera piedra del remozado edificio institucional europeo y que, en lugar de eso, ya levanta ampollas entre los socios de la UE.
Debajo de algo aparentemente tan poco sexy como esa unión bancaria se esconde una de las grandes batallas de los próximos meses. “Quien controla los bancos se hace con la llave de muchas cosas. Todos los gobernantes de Europa son conscientes de eso”, explica una fuente europea en Nicosia, la capital chipriota, que ha albergado la reunión de ministros de Economía de la UE. El lío está ahí desde el primer minuto: el plan para crear un supervisor único –el BCE— para los 6.000 bancos de la eurozona a partir de enero se topa con la férrea oposición de, al menos, Alemania, Bélgica, Suecia y Reino Unido. Por razones técnicas (básicamente, problemas entre socios del euro y países de la UE que no comparten la moneda europea). Pero también por problemas de calendario, que afectan directamente a España.
Alemania se ha enfrentado hoy abiertamente a los defensores de la propuesta de la Comisión: Francia, Italia y España. “Tener el supervisor único listo para el 1 de enero no va a ser posible. Requiere la unanimidad de los Veintisiete, y eso no va a ser fácil”, ha explicado el ministro Wolfgang Schäuble, quien ha lanzado un jarro de agua fría sobre la Comisión, a la que acusa de haber ido mucho más lejos de lo que pidieron los jefes de Estado en la cumbre de junio, según varias fuentes. Alemania, además, pretende que el BCE solo supervise los grandes bancos, y deje los bancos regionales y locales –cuyos balances esconden gravísimos problemas— en manos del Bundesbank. La fecha es fundamental: la idea de tener el supervisor único en enero abriría la puerta a la recapitalización directa de bancos por parte del mecanismo de rescate, algo esencial para España. De esa manera las inyecciones de capital que se hicieran en la banca no computarían como deuda pública.
“Se habían creado grandes expectativas y ahora habrá que gestionar la decepción en los mercados y en algunas capitales”, señalan fuentes europeas. El ministro español Luis De Guindos, apoyado por el francés Pierre Moscovici, se ha opuesto a dilatar los plazos que se fijaron en la última cumbre europea de junio. “Hay una serie de complicaciones”, ha admitido De Guindos, “pero el calendario está aprobado y la UE debe ser ambiciosa”.
Reino Unido encabeza la oposición fuera del euro, con el objetivo indisimulado de proteger la City. Y tiene aliados: “La propuesta comunitaria es completamente inaceptable”, ha apuntado el sueco Anders Borg. Los países de la UE que no comparten el euro temen que el BCE acumule demasiado poder, relegando a un papel muy secundario a la Agencia Bancaria Europea.
Una supervisión más consistente hubiera ahorrado a Europa muchos de los problemas que han causado los bancos en esta crisis. Pero requiere, además del supervisor único, un fondo de garantía de depósitos europeo y un mecanismo de liquidación de bancos: eso tiene enormes implicaciones fiscales y puede convertir la unión bancaria en un mecanismo de mutualización de deuda por la puerta de atrás.