La ofensiva militar de El Asad en agosto expulsa a 100.000 sirios del país
La batalla en la provincia de Alepo y Damasco empuja a los sirios a abandonar el país
ó. g. / Agencias
Los números no ayudan sin contexto. Que más de 100.000 personas hayan cruzado en agosto la frontera desde Siria a alguno de los cuatro países fronterizos (Turquía, Jordania, Líbano e Irak) hace sin duda saltar las alarmas. Pero más alerta a tenor de otras cifras sobre el tráfico de refugiados desde el inicio de la revolución en marzo de 2011. Un ejemplo para juzgar la oleada que ha sacudido el país en el último mes: durante los primeros 12 meses de revuelta, según los datos de la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), 35.000 ciudadanos habían huido del territorio. La cifra del pasado mes, 31 días, triplica la registrada en el primer año de órdago a la familia El Asad.
Un dato más para el análisis que llega de la portavoz de ACNUR, Melissa Fleming: "Si tenemos en cuenta que el número total de refugiados registrados es de 235.000, la cifra de 100.000 personas es realmente sorprendente". Las razones por las que miles de personas han decidido ahora abandonar el país son, algunas, muy claras y, otras, mucho menos. Entre las claras está la guerra: durante el mes de agosto, que ha coincidido en gran medida con el de Ramadán, el régimen ha intensificado su ofensiva en la provincia de Alepo, en la ciudad homónima y localidades cercanas, pero también más al sur, sobre todo en la capital, Damasco, donde las fuerzas sirias barren de fuera a dentro los focos de resistencia.
La campaña militar del pasado mes ha disparado la cifra de muertos, que no bajan del centenar diario (grupos activistas calculan que más de 23.000 personas, entre civiles, soldados, rebeldes y desertores han perdido la vida desde marzo de 2011). Entre los motivos menos aparentes de la escalada en el número de refugiados está la inseguridad, sin duda derivada de la guerra. A los doce meses de revolución, el conflicto estaba abierto, pero los frentes estaban más localizados. Si los vecinos de la ciudad de Homs huían de los bombardeos, muchos preferían resguardarse en otras viviendas, del mismo país e incluso de la misma provincia.
La guerra es ahora civil, según ha decretado la Cruz Roja Internacional -a la que El Asad abrió hoy precisamente las puertas, siempre que sea "neutral"-, y está mucho más extendida. El fuego de artillería pesada y los ataques de la aviación militar siria son diarios y se reparten por toda la región noroeste controlada por el Ejército Libre de Siria (ELS). ACNUR calcula que en el interior del país hay un millón y medio de desplazados, personas que abandonaron sus casas, pero no cruzaron la frontera. La agencia de la ONU ha entregado a 730 familias de desplazados dinero para que puedan alquila nuevos alojamientos y dejar así edificios públicos, objetivo de los bombardeos y cuartel en ocasiones del ELS.
Según ACNUR, en Jordania hay 77.165 sirios refugiados; en Líbano hay 59.111 registrados; en Irak hay 18.682 registrados; y en Turquía hay 80.410 registrados por el Gobierno, que ya ha señalado que no tiene capacidad para alojar a más.
ó. g. / Agencias
Los números no ayudan sin contexto. Que más de 100.000 personas hayan cruzado en agosto la frontera desde Siria a alguno de los cuatro países fronterizos (Turquía, Jordania, Líbano e Irak) hace sin duda saltar las alarmas. Pero más alerta a tenor de otras cifras sobre el tráfico de refugiados desde el inicio de la revolución en marzo de 2011. Un ejemplo para juzgar la oleada que ha sacudido el país en el último mes: durante los primeros 12 meses de revuelta, según los datos de la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), 35.000 ciudadanos habían huido del territorio. La cifra del pasado mes, 31 días, triplica la registrada en el primer año de órdago a la familia El Asad.
Un dato más para el análisis que llega de la portavoz de ACNUR, Melissa Fleming: "Si tenemos en cuenta que el número total de refugiados registrados es de 235.000, la cifra de 100.000 personas es realmente sorprendente". Las razones por las que miles de personas han decidido ahora abandonar el país son, algunas, muy claras y, otras, mucho menos. Entre las claras está la guerra: durante el mes de agosto, que ha coincidido en gran medida con el de Ramadán, el régimen ha intensificado su ofensiva en la provincia de Alepo, en la ciudad homónima y localidades cercanas, pero también más al sur, sobre todo en la capital, Damasco, donde las fuerzas sirias barren de fuera a dentro los focos de resistencia.
La campaña militar del pasado mes ha disparado la cifra de muertos, que no bajan del centenar diario (grupos activistas calculan que más de 23.000 personas, entre civiles, soldados, rebeldes y desertores han perdido la vida desde marzo de 2011). Entre los motivos menos aparentes de la escalada en el número de refugiados está la inseguridad, sin duda derivada de la guerra. A los doce meses de revolución, el conflicto estaba abierto, pero los frentes estaban más localizados. Si los vecinos de la ciudad de Homs huían de los bombardeos, muchos preferían resguardarse en otras viviendas, del mismo país e incluso de la misma provincia.
La guerra es ahora civil, según ha decretado la Cruz Roja Internacional -a la que El Asad abrió hoy precisamente las puertas, siempre que sea "neutral"-, y está mucho más extendida. El fuego de artillería pesada y los ataques de la aviación militar siria son diarios y se reparten por toda la región noroeste controlada por el Ejército Libre de Siria (ELS). ACNUR calcula que en el interior del país hay un millón y medio de desplazados, personas que abandonaron sus casas, pero no cruzaron la frontera. La agencia de la ONU ha entregado a 730 familias de desplazados dinero para que puedan alquila nuevos alojamientos y dejar así edificios públicos, objetivo de los bombardeos y cuartel en ocasiones del ELS.
Según ACNUR, en Jordania hay 77.165 sirios refugiados; en Líbano hay 59.111 registrados; en Irak hay 18.682 registrados; y en Turquía hay 80.410 registrados por el Gobierno, que ya ha señalado que no tiene capacidad para alojar a más.