El euro: esta vez sí, la batalla decisiva
Los líderes de la moneda única afrontan un otoño plagado de citas clave. En sus manos está la salvación del proyecto europeo
Luis Doncel
Bruselas, El País
Agosto ha defraudado a los amantes de las emociones fuertes. El mes en el que todo esto empezó hace cinco años, cuando las hipotecas subprime explotaron en la cara de los estadounidenses, y que en 2011 mantuvo en vilo a media Europa por los zarpazos de los mercados, no ha deparado este año grandes calamidades. Mario Draghi sugirió el día 2 que el Banco Central Europeo (BCE) podría ayudar a rebajar la prima de riesgo de los países que lo solicitaran; y eso le bastó para calmar los ánimos en lo que prometía ser un verano tormentoso. Pero nadie asegura que la tranquilidad continúe en otoño. La UE se enfrenta en los próximos meses a decisiones vitales que definirán el futuro de la unión monetaria y de todo el proyecto europeo.
Un nuevo rescate para España —y quizás para Italia— en el que el BCE y el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) se aliarían para comprar deuda soberana; otra ronda de recortes a la que se verá obligado el Gobierno de Mariano Rajoy para asegurar el cumplimiento del sacrosanto objetivo de déficit del 6,3% para este año; la enésima reestructuración del sector financiero español, ahora con la posibilidad de liquidar entidades insolventes y la creación de un banco malo; un empujón definitivo a reformas de las instituciones europeas tan importantes como la unión bancaria, fiscal y política; y, como siempre, el problema de Grecia sobrevolando todos los demás.
La troika (Comisión, BCE y Fondo Monetario Internacional) deberá presentar a finales de septiembre o principios de octubre el informe que servirá como base para que los líderes decidan si rompen la baraja y expulsan de facto a Atenas del proyecto europeo. “Vamos a vivir momentos cruciales”, confirma Guntram Wolff, subdirector del centro de estudios belga Bruegel.
Los ojos de toda Europa se fijarán en los dos extremos de su flanco sur: Madrid y Atenas. España deberá hacer malabarismos para poner en marcha el rescate de su banca de hasta 100.000 millones de euros y, al mismo tiempo, anunciar cuándo pide otra ayuda milmillonaria para calmar las tensiones que amenazan con empujar al país a la bancarrota.
Uno de los puntos calientes de la reestructuración financiera pasará por cuantificar las pérdidas que asumirán los titulares de acciones preferentes. El Gobierno, que en principio era reacio a que decenas de miles de pequeños ahorradores —en muchos casos engañados para comprar estos títulos, cuyo valor ahora se ha desplomado—, tratará de minimizar el impacto político de una quita impuesta por Bruselas.
Ayudas, pero con condiciones
Pero por hora solo hay una cosa clara: cualquier ayuda europea incluirá condiciones estrictas por parte del BCE y un nuevo memorándum de entendimiento como el que España tuvo que firmar para el rescate a la banca. El Gobierno insiste en que este nuevo contrato no implicará más condiciones, pero en cualquier caso el control externo para sanear las cuentas será mucho más estricto, amenazando la línea roja que hasta ahora se había respetado: las pensiones. “Parece que Rajoy ahora está dispuesto a hacer lo que haga falta para cumplir sus compromisos, una energía que le faltó al principio de su mandato”, señalan fuentes que reflejan una opinión extendida en la Comisión.
Mientras Madrid trata de evitar los peores augurios —un rescate total tras el ya aprobado para la banca y el inminente para la deuda—, Atenas se asoma directamente al abismo que supondría la quiebra y, como consecuencia, la salida del euro. La gira del primer ministro, Antonis Samarás, por Berlín y París a finales de agosto en busca de aire para respirar quedó en tablas. Los inspectores de Bruselas tienen en sus manos el futuro de un país que se enfrenta a su quinto año consecutivo de recesión. En contra de las peticiones griegas juega el malestar de la opinión pública de la Europa del norte y los vientos electorales, que podrían llevar el próximo 12 de septiembre a un socialista y euroescéptico moderado a la jefatura del Gobierno.
El BCE deberá explicar cómo piensa rebajar las primas de riesgo
“Al final habrá que poner más dinero encima de la mesa. No creo que se logre aprobar un tercer rescate para Grecia, pero los líderes deberán idear medidas para impulsar el crecimiento. Europa ha de ofrecer alternativas a Grecia más allá de la miseria”, señala Guntram Wolff. Una de estas alternativas podría ser la creación de una zona especial con impuestos más bajos para atraer inversiones, algo que Atenas y Bruselas han negociado esta semana.
Pero Europa no deberá tan solo tapar los agujeros de sus miembros con problemas más acuciantes. También está obligada a dar respuesta al pecado original de la unión monetaria: la falta de una arquitectura institucional a prueba de crisis. Los líderes europeos tienen por delante una tarea titánica si quieren sacar adelante en los próximos meses medidas para impulsar la unión bancaria y un mayor control centralizado de las finanzas públicas nacionales. Además, este año también debe cerrarse el presupuesto de la UE para el periodo 2014-2020.
Supervisión bancaria única
Para España es especialmente importante que llegue a buen puerto la primera pata sobre la que se asentará la unión bancaria: la supervisión centralizada por parte del BCE. Solo cuando Draghi tenga poderes plenos sobre los bancos de la Eurozona el rescate podrá ir directamente a las entidades, sin suponer una carga más para las ya muy deterioradas arcas públicas.
El presidente de la Comisión, José Manuel Barroso, tendrá la ocasión el 12 de septiembre, durante su comparecencia en el Parlamento Europeo, de despejar dudas sobre la unión bancaria. Bruselas quiere que el BCE tenga plenos poderes a partir de 2014 para supervisar todas las entidades de la Eurozona, algo que choca con los planes alemanes. Berlín prefiere dar a Draghi el control de solo los 25 mayores bancos, los considerados sistémicos. “Es de sentido común que no se podrá supervisar de forma efectiva a 6.000 entidades”, escribió este viernes el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, en el Financial Times. También habrá que dilucidar el mecanismo para separar en el seno del Eurobanco la dirección de la política monetaria con las tareas de supervisión.
La tarea para crear la unión bancaria europea se presenta titánica
Por si todo esto fuera poco, Angela Merkel parece decidida a dar un acelerón a la unión política a través de un nuevo tratado de la UE. La canciller alemana pretende comenzar ya este año a redactar el borrador, algo a los que varios Estados miembros no parecen dispuestos. Berlín espera que gracias a este nuevo texto el Tribunal Europeo pueda supervisar los presupuestos nacionales y castigar a los países que se salten la austeridad germana.
“La unión bancaria, fiscal, de competitividad y política, que llevará varios años, son interdependientes y deben abordarse de manera conjunta. Europa debe dejar de tomar decisiones enfocadas en el largo plazo y centrarse en los problemas inminentes. Esta estrategia supone un lujo que ya no se pueden permitir”, señaló Nicolas Véron, del Peterson Institute, cuando acudió a principios de agosto al Senado de EE UU para participar en una comparecencia sobre el futuro de la Eurozona. Audiencia que muestra la preocupación que Europa despierta en el resto del mundo, y muy especialmente en el presidente estadounidense, Barack Obama, pendiente de su reelección el próximo noviembre.
Es la hora de las decisiones. La tradicional desidia o incapacidad de los líderes europeos para tomar decisiones radicales ya no es posible. En palabras de un funcionario comunitario, Europa está a punto de vivir su propio Big Bang, no se sabe si para bien o para mal. “¿Será un revulsivo positivo que nos lleve a una unión real y con todas las consecuencias o todo esto acabará en la desintegración?”, se pregunta.
Luis Doncel
Bruselas, El País
Agosto ha defraudado a los amantes de las emociones fuertes. El mes en el que todo esto empezó hace cinco años, cuando las hipotecas subprime explotaron en la cara de los estadounidenses, y que en 2011 mantuvo en vilo a media Europa por los zarpazos de los mercados, no ha deparado este año grandes calamidades. Mario Draghi sugirió el día 2 que el Banco Central Europeo (BCE) podría ayudar a rebajar la prima de riesgo de los países que lo solicitaran; y eso le bastó para calmar los ánimos en lo que prometía ser un verano tormentoso. Pero nadie asegura que la tranquilidad continúe en otoño. La UE se enfrenta en los próximos meses a decisiones vitales que definirán el futuro de la unión monetaria y de todo el proyecto europeo.
Un nuevo rescate para España —y quizás para Italia— en el que el BCE y el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) se aliarían para comprar deuda soberana; otra ronda de recortes a la que se verá obligado el Gobierno de Mariano Rajoy para asegurar el cumplimiento del sacrosanto objetivo de déficit del 6,3% para este año; la enésima reestructuración del sector financiero español, ahora con la posibilidad de liquidar entidades insolventes y la creación de un banco malo; un empujón definitivo a reformas de las instituciones europeas tan importantes como la unión bancaria, fiscal y política; y, como siempre, el problema de Grecia sobrevolando todos los demás.
La troika (Comisión, BCE y Fondo Monetario Internacional) deberá presentar a finales de septiembre o principios de octubre el informe que servirá como base para que los líderes decidan si rompen la baraja y expulsan de facto a Atenas del proyecto europeo. “Vamos a vivir momentos cruciales”, confirma Guntram Wolff, subdirector del centro de estudios belga Bruegel.
Los ojos de toda Europa se fijarán en los dos extremos de su flanco sur: Madrid y Atenas. España deberá hacer malabarismos para poner en marcha el rescate de su banca de hasta 100.000 millones de euros y, al mismo tiempo, anunciar cuándo pide otra ayuda milmillonaria para calmar las tensiones que amenazan con empujar al país a la bancarrota.
Uno de los puntos calientes de la reestructuración financiera pasará por cuantificar las pérdidas que asumirán los titulares de acciones preferentes. El Gobierno, que en principio era reacio a que decenas de miles de pequeños ahorradores —en muchos casos engañados para comprar estos títulos, cuyo valor ahora se ha desplomado—, tratará de minimizar el impacto político de una quita impuesta por Bruselas.
La ayuda urgente, en el cajón
En contra de los anuncios del Ministerio de Economía, el Banco de España no ha pedido durante agosto la ayuda urgente de 30.000 millones de euros para entidades nacionalizadas como Bankia, lo que algunas fuentes atribuyen al malestar de Bruselas y Fráncfort de las explicaciones que recibía de Madrid. A la espera de conocer a mediados de septiembre el informe que detallará el agujero de cada entidad, el ministro de Economía, Luis de Guindos, ha dicho esta semana que las necesidades de todo el sector rondarán los 60.000 millones.
España deberá decidir cómo y cuándo solicita el segundo rescate en pocos meses, algo que el Gobierno ya no se molesta en desmentir. “El objetivo final es que el país vuelva cuanto antes a los mercados. Pero hay muy pocas posibilidades de que los inversores internacionales compren de nuevo deuda española. A corto plazo no es muy preocupante, porque los bancos nacionales y los fondos europeos ocuparán su puesto; pero a medio plazo las cosas se complicarán seriamente”, señalan fuentes europeas.
Está por ver cómo y cuándo España pedirá un nuevo rescate
Las claves del nuevo salvavidas se conocerán el 6 de diciembre, cuando el BCE anuncie las condiciones que impondrá. Solo por esta agenda endemoniada se entiende que Draghi cancelara a última hora su asistencia a la reunión de banqueros centrales en Jackson Hole (EE UU), prevista para este fin de semana. Todavía no se conocen los detalles, pero todo apunta a que Draghi pondrá el dinero para relajar la prima de riesgo en el mercado secundario (donde se intercambian los títulos ya emitidos) y el FEEF se ocupará del primario. La Comisión espera que el diseño de la ayuda esté listo a finales de septiembre, para recibir el visto bueno del Eurogrupo a partir de octubre.
En contra de los anuncios del Ministerio de Economía, el Banco de España no ha pedido durante agosto la ayuda urgente de 30.000 millones de euros para entidades nacionalizadas como Bankia, lo que algunas fuentes atribuyen al malestar de Bruselas y Fráncfort de las explicaciones que recibía de Madrid. A la espera de conocer a mediados de septiembre el informe que detallará el agujero de cada entidad, el ministro de Economía, Luis de Guindos, ha dicho esta semana que las necesidades de todo el sector rondarán los 60.000 millones.
España deberá decidir cómo y cuándo solicita el segundo rescate en pocos meses, algo que el Gobierno ya no se molesta en desmentir. “El objetivo final es que el país vuelva cuanto antes a los mercados. Pero hay muy pocas posibilidades de que los inversores internacionales compren de nuevo deuda española. A corto plazo no es muy preocupante, porque los bancos nacionales y los fondos europeos ocuparán su puesto; pero a medio plazo las cosas se complicarán seriamente”, señalan fuentes europeas.
Está por ver cómo y cuándo España pedirá un nuevo rescate
Las claves del nuevo salvavidas se conocerán el 6 de diciembre, cuando el BCE anuncie las condiciones que impondrá. Solo por esta agenda endemoniada se entiende que Draghi cancelara a última hora su asistencia a la reunión de banqueros centrales en Jackson Hole (EE UU), prevista para este fin de semana. Todavía no se conocen los detalles, pero todo apunta a que Draghi pondrá el dinero para relajar la prima de riesgo en el mercado secundario (donde se intercambian los títulos ya emitidos) y el FEEF se ocupará del primario. La Comisión espera que el diseño de la ayuda esté listo a finales de septiembre, para recibir el visto bueno del Eurogrupo a partir de octubre.
Ayudas, pero con condiciones
Pero por hora solo hay una cosa clara: cualquier ayuda europea incluirá condiciones estrictas por parte del BCE y un nuevo memorándum de entendimiento como el que España tuvo que firmar para el rescate a la banca. El Gobierno insiste en que este nuevo contrato no implicará más condiciones, pero en cualquier caso el control externo para sanear las cuentas será mucho más estricto, amenazando la línea roja que hasta ahora se había respetado: las pensiones. “Parece que Rajoy ahora está dispuesto a hacer lo que haga falta para cumplir sus compromisos, una energía que le faltó al principio de su mandato”, señalan fuentes que reflejan una opinión extendida en la Comisión.
Mientras Madrid trata de evitar los peores augurios —un rescate total tras el ya aprobado para la banca y el inminente para la deuda—, Atenas se asoma directamente al abismo que supondría la quiebra y, como consecuencia, la salida del euro. La gira del primer ministro, Antonis Samarás, por Berlín y París a finales de agosto en busca de aire para respirar quedó en tablas. Los inspectores de Bruselas tienen en sus manos el futuro de un país que se enfrenta a su quinto año consecutivo de recesión. En contra de las peticiones griegas juega el malestar de la opinión pública de la Europa del norte y los vientos electorales, que podrían llevar el próximo 12 de septiembre a un socialista y euroescéptico moderado a la jefatura del Gobierno.
El BCE deberá explicar cómo piensa rebajar las primas de riesgo
“Al final habrá que poner más dinero encima de la mesa. No creo que se logre aprobar un tercer rescate para Grecia, pero los líderes deberán idear medidas para impulsar el crecimiento. Europa ha de ofrecer alternativas a Grecia más allá de la miseria”, señala Guntram Wolff. Una de estas alternativas podría ser la creación de una zona especial con impuestos más bajos para atraer inversiones, algo que Atenas y Bruselas han negociado esta semana.
Pero Europa no deberá tan solo tapar los agujeros de sus miembros con problemas más acuciantes. También está obligada a dar respuesta al pecado original de la unión monetaria: la falta de una arquitectura institucional a prueba de crisis. Los líderes europeos tienen por delante una tarea titánica si quieren sacar adelante en los próximos meses medidas para impulsar la unión bancaria y un mayor control centralizado de las finanzas públicas nacionales. Además, este año también debe cerrarse el presupuesto de la UE para el periodo 2014-2020.
Supervisión bancaria única
Para España es especialmente importante que llegue a buen puerto la primera pata sobre la que se asentará la unión bancaria: la supervisión centralizada por parte del BCE. Solo cuando Draghi tenga poderes plenos sobre los bancos de la Eurozona el rescate podrá ir directamente a las entidades, sin suponer una carga más para las ya muy deterioradas arcas públicas.
El presidente de la Comisión, José Manuel Barroso, tendrá la ocasión el 12 de septiembre, durante su comparecencia en el Parlamento Europeo, de despejar dudas sobre la unión bancaria. Bruselas quiere que el BCE tenga plenos poderes a partir de 2014 para supervisar todas las entidades de la Eurozona, algo que choca con los planes alemanes. Berlín prefiere dar a Draghi el control de solo los 25 mayores bancos, los considerados sistémicos. “Es de sentido común que no se podrá supervisar de forma efectiva a 6.000 entidades”, escribió este viernes el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, en el Financial Times. También habrá que dilucidar el mecanismo para separar en el seno del Eurobanco la dirección de la política monetaria con las tareas de supervisión.
La tarea para crear la unión bancaria europea se presenta titánica
Por si todo esto fuera poco, Angela Merkel parece decidida a dar un acelerón a la unión política a través de un nuevo tratado de la UE. La canciller alemana pretende comenzar ya este año a redactar el borrador, algo a los que varios Estados miembros no parecen dispuestos. Berlín espera que gracias a este nuevo texto el Tribunal Europeo pueda supervisar los presupuestos nacionales y castigar a los países que se salten la austeridad germana.
“La unión bancaria, fiscal, de competitividad y política, que llevará varios años, son interdependientes y deben abordarse de manera conjunta. Europa debe dejar de tomar decisiones enfocadas en el largo plazo y centrarse en los problemas inminentes. Esta estrategia supone un lujo que ya no se pueden permitir”, señaló Nicolas Véron, del Peterson Institute, cuando acudió a principios de agosto al Senado de EE UU para participar en una comparecencia sobre el futuro de la Eurozona. Audiencia que muestra la preocupación que Europa despierta en el resto del mundo, y muy especialmente en el presidente estadounidense, Barack Obama, pendiente de su reelección el próximo noviembre.
Es la hora de las decisiones. La tradicional desidia o incapacidad de los líderes europeos para tomar decisiones radicales ya no es posible. En palabras de un funcionario comunitario, Europa está a punto de vivir su propio Big Bang, no se sabe si para bien o para mal. “¿Será un revulsivo positivo que nos lleve a una unión real y con todas las consecuencias o todo esto acabará en la desintegración?”, se pregunta.