Bill Clinton vuelve a primera línea

-El presidente es el orador principal en la segunda noche de la Convención Demócrata
-Ha superado ya sus rencillas de hace cuatro años con Obama

David Alandete
Charlotte, El País

A Bill Clinton se le ha encomendado para esta noche, en la Convención Demócrata que está teniendo lugar en Charlotte, la importante misión de defender la gestión política de Barack Obama, después de que el martes la primera dama hiciera lo mismo con su carácter y convicciones, en un plano más personal. En pocas ocasiones se ha visto que un expresidente asuma un papel estelar como el de esta noche, en una franja de máxima audiencia, en una de las noches de la Convención de un Partido. En el caso de Bill Clinton demuestra que se ha convertido en un baluarte para los demócratas y en una figura influyente en la política nacional, aun vivo el recuerdo de la bonanza económica que vivió Estados Unidos bajo su mandato.

Es un cambio sustancial respecto a hace cuatro años, cuando Obama le ganó las primarias a la mujer del expresidente, Hillary Clinton. Entonces Obama y Bill Clinton eran rivales dentro del Partido. Las heridas aun estaban abiertas, por acusaciones cruzadas y maniobras de campaña. Cuando Obama ganó las primarias de Carolina del Sur, Bill Clinton dijo que allí también había ganado el reverendo afroamericano Jesse Jackson en 1984. Algunos operativos de Obama acusaron veladamente a Clinton de racista, algo que crispó aun más los nervios. Clinton, finalmente, habló en la Convención de 2008, pero como mero prólogo al discurso de aceptación del vicepresidente, Joe Biden.

Ayer, en marcado contraste, el estrado y la noche eran de Clinton, que tenía encomendada la labor de defender la idea de que Obama devolverá a EE UU a la prosperidad de su mandato en los años 90. Se trata de una ardua tarea, dado el elevado desempleo actual, del 8,3%, y lo lento de la recuperación económica. Esa defensa hubiera sido imposible cuatro años atrás, cuando Obama hizo campaña prometiendo cambio y renovación, y un alejamiento de los viejos modos de Washington y sus resortes de poder. Hoy, la popularidad de Obama según Gallup, se halla en el 45%. La de Clinton, disparada, está en el 66%.

Obama es, según las encuestas, popular entre las minorías étnicas y las mujeres. Los votantes varones, blancos y de clase trabajadora se le escapan en los sondeos. Es a ellos a quien apela Clinton. Con un déficit público actual de 16 billones de dólares, esos electores recuerdan que en 2001 Clinton abandonó la Casa Blanca con superávit, y con un desempleo de sólo el 4%. Y aunque ahora el expresidente es un gran activo para la campaña de Obama, no en todos los asuntos demuestran ambos hombres una total sintonía. En junio, la campaña de Obama tuvo que llamar a Clinton al orden, después de que sugiriera que tal vez sería bueno prorrogar las bajadas de impuestos de George W. Bush a las rentas más altas, algo a lo que la Casa Blanca se opone.

El regreso de Clinton marca un notable contraste con el caso de su sucesor en el cargo y los republicanos. Mitt Romney, el candidato conservador, ha mantenido a Bush oculto. A la Convención Republicana de Tampa, Bush se dirigió en un desangelado vídeo. El expresidente había dado su apoyo a Romney en mayo con una sucinta frase -“estoy a favor de Mitt Romney”- pronunciada de pasada y en un ascensor. Las guerras de Afganistán e Irak, el déficit de provocaron y las otras polémicas de la Administración Bush aun están demasiado presentes como para que su partido someta a ese presidente a una restitución plena.

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