Un nuevo estallido de violencia en Líbano aviva el temor al contagio de la crisis siria
Un jeque suní muere por los disparos de un francotirador en la ciudad de Trípoli
Partidarios y adversarios del Gobierno sirio se enfrentan en el este de la ciudad
Trípoli, Agencias
La muerte de un jeque suní por los disparos de un francotirador en la ciudad libanesa de Trípoli en la madrugada de este viernes ha desatado nuevos choques entre las facciones partidarias y adversarias al Gobierno sirio de Bachar el Asad en la ciudad, según informan fuentes oficiales. Los enfrentamientos con granadas y armas ligeras en la localidad del norte de Líbano, donde la violencia ha causado ya la muerte de al menos 13 personas en los últimos cinco días, han avivado el temor al contagio de la guerra civil siria a Líbano. El estallido de violencia de este viernes puso fin a una breve tregua que el miércoles, después de tres días consecutivos de combates, parecía haber traído la calma a la ciudad portuaria del Mediterráneo.
La muerte de Jaled el Baradie, de 28 años, fue la chispa que encendió los recientes enfrentamientos entre los habitantes de un barrio suní, contrarios al Gobierno de El Asad, y los de un vecino distrito mayoritariamente alauí, la secta derivada del chiísmo a la que pertenece el presidente sirio. Líbano, que sufrió una cruenta guerra civil entre 1975 y 1990, vivió 30 años de hegemonía siria, que terminaron en 2005 con la retirada de las tropas de El Asad. El régimen sirio lleva 17 meses tratando de sofocar una rebelión que busca derrocarlo y que ha terminado por convertirse en una guerra civil.
La violencia en Líbano se extendió hasta las 8.30 de la mañana, hora local (7.30 en España peninsular), cuando los milicianos de ambos bandos se retiraron de la zona de los combates en el este de Trípoli. Cientos de soldados en vehículos militares y tanques fueron desplegados sobre la calle que marca la división entre los barrios. La vía, que tiene el oportuno nombre de Siria, suele ser el frente de combate entre los milicianos. Pero también resultaron heridos una periodista canadiense y otro libanés alcanzados por disparos en la refriega entre combatientes alauíes y suníes.
Según la Agencia Nacional de Noticias (ANN), varios negocios han sido quemados en Trípoli por hombres armados y enmascarados.
La mano de El Asad se evidencia en pequeños episodios violentos de las últimas semanas que pueden romper la frágil convivencia pacífica libanesa. Por ejemplo, la detención de un exministro libanés, aliado del régimen sirio, al que le habían encargado planear una campaña de atentados y asesinatos para sembrar el caos, o la oleada de secuestros de decenas de sirios contrarios al régimen la semana pasada por todo el país.
Algunos de los secuestros fueron perpetrados por un nuevo grupo armado chií autodenominado Mujtar al-Thaqfi, que pedía la liberación de un miembro de un clan chií del valle de la Bekaa, Al Meqdad, detenido en Siria por el Ejército Libre Sirio (ELS). La milicia chií de Hezbolá, considerada la fuerza militar más fuerte del país, aliada de Irán y de El Asad, se desvinculó de estas acciones.
La semana pasada, varios encapuchados bloquearon también la principal carretera de acceso al aeropuerto de Beirut en represalia por la muerte de unos peregrinos chiíes en Siria que resultó infundada. Instalaron barricadas y quemaron neumáticos.
El contagio de la violencia parece inevitable, y el país lo empieza a notar. Tras los secuestros, muchos Estados del Golfo pidieron a sus ciudadanos que abandonaran Líbano.
En el norte de Líbano, el trasiego de refugiados sirios, heridos de la guerra y combatientes del rebelde ELS, ha hecho que el Ejército libanés refuerce sus posiciones cerca de la frontera, en la zona de Wadi Jaled, al tiempo que intenta frenar la violencia que estalló el lunes en Trípoli, la segunda ciudad de Líbano, con 200.000 habitantes.
Partidarios y adversarios del Gobierno sirio se enfrentan en el este de la ciudad
Trípoli, Agencias
La muerte de un jeque suní por los disparos de un francotirador en la ciudad libanesa de Trípoli en la madrugada de este viernes ha desatado nuevos choques entre las facciones partidarias y adversarias al Gobierno sirio de Bachar el Asad en la ciudad, según informan fuentes oficiales. Los enfrentamientos con granadas y armas ligeras en la localidad del norte de Líbano, donde la violencia ha causado ya la muerte de al menos 13 personas en los últimos cinco días, han avivado el temor al contagio de la guerra civil siria a Líbano. El estallido de violencia de este viernes puso fin a una breve tregua que el miércoles, después de tres días consecutivos de combates, parecía haber traído la calma a la ciudad portuaria del Mediterráneo.
La muerte de Jaled el Baradie, de 28 años, fue la chispa que encendió los recientes enfrentamientos entre los habitantes de un barrio suní, contrarios al Gobierno de El Asad, y los de un vecino distrito mayoritariamente alauí, la secta derivada del chiísmo a la que pertenece el presidente sirio. Líbano, que sufrió una cruenta guerra civil entre 1975 y 1990, vivió 30 años de hegemonía siria, que terminaron en 2005 con la retirada de las tropas de El Asad. El régimen sirio lleva 17 meses tratando de sofocar una rebelión que busca derrocarlo y que ha terminado por convertirse en una guerra civil.
La violencia en Líbano se extendió hasta las 8.30 de la mañana, hora local (7.30 en España peninsular), cuando los milicianos de ambos bandos se retiraron de la zona de los combates en el este de Trípoli. Cientos de soldados en vehículos militares y tanques fueron desplegados sobre la calle que marca la división entre los barrios. La vía, que tiene el oportuno nombre de Siria, suele ser el frente de combate entre los milicianos. Pero también resultaron heridos una periodista canadiense y otro libanés alcanzados por disparos en la refriega entre combatientes alauíes y suníes.
Según la Agencia Nacional de Noticias (ANN), varios negocios han sido quemados en Trípoli por hombres armados y enmascarados.
La mano de El Asad se evidencia en pequeños episodios violentos de las últimas semanas que pueden romper la frágil convivencia pacífica libanesa. Por ejemplo, la detención de un exministro libanés, aliado del régimen sirio, al que le habían encargado planear una campaña de atentados y asesinatos para sembrar el caos, o la oleada de secuestros de decenas de sirios contrarios al régimen la semana pasada por todo el país.
Algunos de los secuestros fueron perpetrados por un nuevo grupo armado chií autodenominado Mujtar al-Thaqfi, que pedía la liberación de un miembro de un clan chií del valle de la Bekaa, Al Meqdad, detenido en Siria por el Ejército Libre Sirio (ELS). La milicia chií de Hezbolá, considerada la fuerza militar más fuerte del país, aliada de Irán y de El Asad, se desvinculó de estas acciones.
La semana pasada, varios encapuchados bloquearon también la principal carretera de acceso al aeropuerto de Beirut en represalia por la muerte de unos peregrinos chiíes en Siria que resultó infundada. Instalaron barricadas y quemaron neumáticos.
El contagio de la violencia parece inevitable, y el país lo empieza a notar. Tras los secuestros, muchos Estados del Golfo pidieron a sus ciudadanos que abandonaran Líbano.
En el norte de Líbano, el trasiego de refugiados sirios, heridos de la guerra y combatientes del rebelde ELS, ha hecho que el Ejército libanés refuerce sus posiciones cerca de la frontera, en la zona de Wadi Jaled, al tiempo que intenta frenar la violencia que estalló el lunes en Trípoli, la segunda ciudad de Líbano, con 200.000 habitantes.