Será Bolt contra la duda
Los problemas del jamaicano en la salida contrastan con el exhibicionismo de los estadounidenses
Carlos Arribas
Londres, El País
Como si quisiera dar un grado aún más homérico a la heroicidad que le espera esta noche en Londres, en el quinto paso de su carrera en la primera ronda de los 100 metros (mediodía avanzando en la capital británica, temperatura que no llega a los 20 grados, elevada humedad, nubes y sol en constante juego, pista rapidísima, como un bólido), recién disparado de los tacos, Usain Bolt, el rey, tropezó. Fue un traspié que no llegó ni a duda, pero fue la voz más alta que se le oyó al asombroso hombre más rápido de la historia el día en que todos los vocingleros velocistas aprovecharon para imprimir una declaración de principios.
Bolt no ha cesado de repetir que su objetivo olímpico es salir de Londres convertido en leyenda. Ya conoce las aristas del duelo poliédrico que le espera para empezar a desarrollarse en menos de 10 segundos hoy a las 22.50 (las tres semifinales, antes, a partir de las 20.45): será Bolt contra la historia olímpica (ningún velocista ha sido campeón dos veces seguidas de los 100 y los 200 metros); será Bolt contra el tiempo (ninguno antes, como él, había batido ambos récords mundiales al conseguirlo por primera vez); será Bolt contra Yohan Blake, su colega jamaicano, el chaval al que sirvió de espejo y al que no ha sido capaz de ganar las últimas tres veces en que ha corrido contra él; será Bolt (y Jamaica) contra el peligro estadounidense, el orgullo herido de los renacidos Justin Gatlin, el campeón olímpico de Atenas 2004, y Tyson Gay, el campeón mundial de Osaka 2007, la fuerza bruta de Ryan Bailey, y finalmente, sobre todo, será Bolt contra la duda.
Un quizá, grabado en la Mondo roja de Londres en forma de traspié; un quizá, alimentado, por un lado, por sus derrotas en 100 y 200 ante Blake y, por otro, en sus problemas de espalda, la escoliosis insidiosa que se traduce en problemas musculares para sus isquios.
En la primera serie, Gay se esforzó hasta los 60 metros, hasta que adelantó Ángel David Rodríguez (magnífica salida) y se dejó ir para terminar en 10,08s (-1,4 m/s, viento en contra); en la segunda, Gatlin impresionó tanto por su excitación en los tacos, como el colegial hiperactivo que ha sido (“fue un momento especial, mi regreso”, dijo el campeón en Atenas, un tipo duro que ha estado suspendido cuatro años por dopaje), como por la velocidad de su tobillo, su zancada ligera, alada, para ganar en 9,97s (viento a favor 0,7 m/s); en la tercera, el tercer norteamericano en liza, Ryan Bailey, 23 años, grandote, feote corriendo, esforzado, aprovechó una ráfaga de 1,5 m/s a favor para ganar en 9,88s igualando su mejor marca de siempre. Así, los estadounidenses, que quisieron impresionar.
Los jamaicanos, que aparentaron no haberse dejado impresionar, desfilaron a continuación por la pasarela de uno en uno. Encapuchado Bolt, en sobrio chándal negro a tono con su rostro sombrío y, teatralmente, anunciado en la pista por un presentador con sentido del drama, hizo una aparición con estilo. Después de la mala salida, corrió con aire perezoso, sin esforzarse en apariencia, y cerró los 100 metros en 10,09s (0,4 m/s). “Ha sido una buena carrera pese al traspié en la quinta zancada”, dijo; “hemos estado trabajando en la salida, pero no me preocupa. Es más importante la parte media de la carrera y la final, en la que soy más fuerte”.
El segundo jamaicano en acción, Asafa Powell, que, como todos los años, no hace más que quejarse del número de controles antidopaje que debe pasar y que, como siempre, llega tocado a una gran cita, debió, sin embargo, esforzarse para no dejarse comer el terreno por Adam Gemili. El prodigio adolescente (18 años) británico, campeón júnior del mundo en Barcelona hace un mes, unió que corre mucho y promete y que le trató de tú a tú (10,04s, Powell; 10,11s, Gemili; viento nulo).
Finalmente, Blake, el campeón del mundo y poseedor de la mejor marca del año (9,75s), fue el más serio: tras un saludo a lo militar y una salida poco brillante, corrió muy suelto y seguro (10,00s; +1,3 m/s).
El octavo hombre en la final, si todo sigue la lógica de las marcas, debería ser el británico Dwain Chambers, ganador de la séptima serie (10,02s, +2,0 m/s) gracias, en gran parte, al apoyo del público, que abarrotó, un día más, la sesión matinal y que no tuvo en cuenta su pasado dopaje (es británico, ¿no?) como Chambers no tuvo en cuenta la amenaza del patibulario trinitario Keston Bledman, la revelación del año (9,86s hace unas semanas), quien, afanoso y lento, rozó la eliminación (10,13s).
Londres, El País
Como si quisiera dar un grado aún más homérico a la heroicidad que le espera esta noche en Londres, en el quinto paso de su carrera en la primera ronda de los 100 metros (mediodía avanzando en la capital británica, temperatura que no llega a los 20 grados, elevada humedad, nubes y sol en constante juego, pista rapidísima, como un bólido), recién disparado de los tacos, Usain Bolt, el rey, tropezó. Fue un traspié que no llegó ni a duda, pero fue la voz más alta que se le oyó al asombroso hombre más rápido de la historia el día en que todos los vocingleros velocistas aprovecharon para imprimir una declaración de principios.
Bolt no ha cesado de repetir que su objetivo olímpico es salir de Londres convertido en leyenda. Ya conoce las aristas del duelo poliédrico que le espera para empezar a desarrollarse en menos de 10 segundos hoy a las 22.50 (las tres semifinales, antes, a partir de las 20.45): será Bolt contra la historia olímpica (ningún velocista ha sido campeón dos veces seguidas de los 100 y los 200 metros); será Bolt contra el tiempo (ninguno antes, como él, había batido ambos récords mundiales al conseguirlo por primera vez); será Bolt contra Yohan Blake, su colega jamaicano, el chaval al que sirvió de espejo y al que no ha sido capaz de ganar las últimas tres veces en que ha corrido contra él; será Bolt (y Jamaica) contra el peligro estadounidense, el orgullo herido de los renacidos Justin Gatlin, el campeón olímpico de Atenas 2004, y Tyson Gay, el campeón mundial de Osaka 2007, la fuerza bruta de Ryan Bailey, y finalmente, sobre todo, será Bolt contra la duda.
Un quizá, grabado en la Mondo roja de Londres en forma de traspié; un quizá, alimentado, por un lado, por sus derrotas en 100 y 200 ante Blake y, por otro, en sus problemas de espalda, la escoliosis insidiosa que se traduce en problemas musculares para sus isquios.
En la primera serie, Gay se esforzó hasta los 60 metros, hasta que adelantó Ángel David Rodríguez (magnífica salida) y se dejó ir para terminar en 10,08s (-1,4 m/s, viento en contra); en la segunda, Gatlin impresionó tanto por su excitación en los tacos, como el colegial hiperactivo que ha sido (“fue un momento especial, mi regreso”, dijo el campeón en Atenas, un tipo duro que ha estado suspendido cuatro años por dopaje), como por la velocidad de su tobillo, su zancada ligera, alada, para ganar en 9,97s (viento a favor 0,7 m/s); en la tercera, el tercer norteamericano en liza, Ryan Bailey, 23 años, grandote, feote corriendo, esforzado, aprovechó una ráfaga de 1,5 m/s a favor para ganar en 9,88s igualando su mejor marca de siempre. Así, los estadounidenses, que quisieron impresionar.
Los jamaicanos, que aparentaron no haberse dejado impresionar, desfilaron a continuación por la pasarela de uno en uno. Encapuchado Bolt, en sobrio chándal negro a tono con su rostro sombrío y, teatralmente, anunciado en la pista por un presentador con sentido del drama, hizo una aparición con estilo. Después de la mala salida, corrió con aire perezoso, sin esforzarse en apariencia, y cerró los 100 metros en 10,09s (0,4 m/s). “Ha sido una buena carrera pese al traspié en la quinta zancada”, dijo; “hemos estado trabajando en la salida, pero no me preocupa. Es más importante la parte media de la carrera y la final, en la que soy más fuerte”.
El segundo jamaicano en acción, Asafa Powell, que, como todos los años, no hace más que quejarse del número de controles antidopaje que debe pasar y que, como siempre, llega tocado a una gran cita, debió, sin embargo, esforzarse para no dejarse comer el terreno por Adam Gemili. El prodigio adolescente (18 años) británico, campeón júnior del mundo en Barcelona hace un mes, unió que corre mucho y promete y que le trató de tú a tú (10,04s, Powell; 10,11s, Gemili; viento nulo).
Finalmente, Blake, el campeón del mundo y poseedor de la mejor marca del año (9,75s), fue el más serio: tras un saludo a lo militar y una salida poco brillante, corrió muy suelto y seguro (10,00s; +1,3 m/s).
El octavo hombre en la final, si todo sigue la lógica de las marcas, debería ser el británico Dwain Chambers, ganador de la séptima serie (10,02s, +2,0 m/s) gracias, en gran parte, al apoyo del público, que abarrotó, un día más, la sesión matinal y que no tuvo en cuenta su pasado dopaje (es británico, ¿no?) como Chambers no tuvo en cuenta la amenaza del patibulario trinitario Keston Bledman, la revelación del año (9,86s hace unas semanas), quien, afanoso y lento, rozó la eliminación (10,13s).