Los ataques ‘fratricidas’ en Afganistán ensombrecen el inicio de la retirada
-Tres australianos mueren en un ataque de un soldado afgano al suroeste de Kabul
-Crece la desconfianza entre los uniformados afganos y los extranjeros
David Alandete
Washington, El País
Un nuevo ataque de uniformados afganos contra sus aliados de la OTAN se cobró la vida de tres soldados de Australia el miércoles, la peor jornada para ese país en los once años de guerra. Los ataques fratricidas, por parte de insurgentes infiltrados en las fuerzas de seguridad afganas, han provocado ya un 14% de las víctimas entre las tropas aliadas en lo que va de año, en el contexto de la retirada de un contingente de 30.000 soldados de Estados Unidos, que abandonará el país antes de octubre. La Guerrilla Talibán ha llevado esas infiltraciones más allá de sus bastiones de Helmand y Kandahar, desestabilizando en el inicio del repliegue extranjero zonas hasta ahora seguras.
Los tres soldados australianos fallecieron el miércoles en la provincia de Uruzgan, al suroeste de Kabul, cuando un afgano abrió fuego contra ellos en una base aliada. Otros dos uniformados resultaron heridos de consideración. Hoy, un helicóptero de la OTAN cayó durante el vuelo en Helmand, fortín talibán. En un comunicado, el mando de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad de Afganistán dijo que “las causas de la caída están bajo investigación”. “Este es nuestro peor día en Afganistán”, dijo la primera ministra australiana, Julia Gillard, en un mensaje a los medios.
Australia tiene 1.550 soldados en el contingente de la OTAN en Afganistán. En combate, han fallecido 38 de sus soldados. En total, la cifra de soldados extranjeros muertos en ese país asiático desde 2001 es de 3.166, según un recuento de la organización Icasualties.org. En los últimos meses ha aumentado notablemente el número de soldados fallecidos en ataques fratricidas. Han sido 29 incidentes, con 40 muertos, en lo que va de año, según un análisis de The Long War Journal. En comparación, en 2008 sólo hubo dos ataques de ese tipo.
El mulá Omar, líder de la Guerrilla Talibán, ha llamado a la insurgencia a infiltrarse en las fuerzas de seguridad afganas, que entre 2014 y 2015 asumirán el control del país y la defensa del Gobierno legítimo de Kabul. Hay, entre el ejército y la policía, 350.000 uniformados afganos, que trabajan codo con codo con los soldados de la OTAN. Participan, de hecho, en el 90% de las operaciones bélicas aliadas. El comandante de las tropas aliadas, general del Marine Corps John Allen, dio hace dos semanas la orden de que todos los soldados extranjeros vayan armados en todas las instancias, incluso dentro de las bases y la zona verde, un fortín diplomático en la capital.
La insurgencia ha logrado sembrar la desconfianza en las bases aliadas en el contexto de la retirada de EE UU. En octubre quedarán en Afganistán 68.000 soldados norteamericanos, un nivel de tropas igual al de inicios de 2009, antes de que el presidente Barack Obama ordenara un refuerzo sustancial para tomar el control de los bastiones talibanes de Helmand y Kandahar. Desde entonces, la Guerrilla Talibán ha recurrido a tácticas de insurgencia como ataques suicidas y, más recientemente, infiltraciones. En consecuencia, sus ataques se han expandido a puntos hasta ahora seguros como Kabul y sus inmediaciones.
En el inicio del gran proceso de retirada, la OTAN ha cerrado ya 202 bases militares en Afganistán, según fuentes del Pentágono. Otras 282 las ha transferido a manos de los soldados afganos. En su mayoría se trata de plazas pequeñas, que albergan a entre 20 y 300 soldados. El Pentágono le ha cedido al Gobierno que lidera Hamid Karzai 20.000 piezas de equipamiento bélico, que incluye también mobiliario y generadores eléctricos, y cuyo valor se estima en tres millones de dólares (2.3 millones de euros).
Crucial para el inicio de la retirada norteamericana ha sido la reapertura de las dos carreteras de abastecimiento que conectan Afganistán con el puerto de Karachi, en Pakistán. Estas se abrieron el 4 de agosto, después de 10 meses cerradas como represalia por un ataque fronterizo de la OTAN en el que murieron 28 soldados paquistaníes. Afganistán no cuenta con salida al mar, y ese cierre obligó a EE UU a depender del transporte aéreo y de rutas norteñas a través de las fronteras de Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán.
-Crece la desconfianza entre los uniformados afganos y los extranjeros
David Alandete
Washington, El País
Un nuevo ataque de uniformados afganos contra sus aliados de la OTAN se cobró la vida de tres soldados de Australia el miércoles, la peor jornada para ese país en los once años de guerra. Los ataques fratricidas, por parte de insurgentes infiltrados en las fuerzas de seguridad afganas, han provocado ya un 14% de las víctimas entre las tropas aliadas en lo que va de año, en el contexto de la retirada de un contingente de 30.000 soldados de Estados Unidos, que abandonará el país antes de octubre. La Guerrilla Talibán ha llevado esas infiltraciones más allá de sus bastiones de Helmand y Kandahar, desestabilizando en el inicio del repliegue extranjero zonas hasta ahora seguras.
Los tres soldados australianos fallecieron el miércoles en la provincia de Uruzgan, al suroeste de Kabul, cuando un afgano abrió fuego contra ellos en una base aliada. Otros dos uniformados resultaron heridos de consideración. Hoy, un helicóptero de la OTAN cayó durante el vuelo en Helmand, fortín talibán. En un comunicado, el mando de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad de Afganistán dijo que “las causas de la caída están bajo investigación”. “Este es nuestro peor día en Afganistán”, dijo la primera ministra australiana, Julia Gillard, en un mensaje a los medios.
Australia tiene 1.550 soldados en el contingente de la OTAN en Afganistán. En combate, han fallecido 38 de sus soldados. En total, la cifra de soldados extranjeros muertos en ese país asiático desde 2001 es de 3.166, según un recuento de la organización Icasualties.org. En los últimos meses ha aumentado notablemente el número de soldados fallecidos en ataques fratricidas. Han sido 29 incidentes, con 40 muertos, en lo que va de año, según un análisis de The Long War Journal. En comparación, en 2008 sólo hubo dos ataques de ese tipo.
El mulá Omar, líder de la Guerrilla Talibán, ha llamado a la insurgencia a infiltrarse en las fuerzas de seguridad afganas, que entre 2014 y 2015 asumirán el control del país y la defensa del Gobierno legítimo de Kabul. Hay, entre el ejército y la policía, 350.000 uniformados afganos, que trabajan codo con codo con los soldados de la OTAN. Participan, de hecho, en el 90% de las operaciones bélicas aliadas. El comandante de las tropas aliadas, general del Marine Corps John Allen, dio hace dos semanas la orden de que todos los soldados extranjeros vayan armados en todas las instancias, incluso dentro de las bases y la zona verde, un fortín diplomático en la capital.
La insurgencia ha logrado sembrar la desconfianza en las bases aliadas en el contexto de la retirada de EE UU. En octubre quedarán en Afganistán 68.000 soldados norteamericanos, un nivel de tropas igual al de inicios de 2009, antes de que el presidente Barack Obama ordenara un refuerzo sustancial para tomar el control de los bastiones talibanes de Helmand y Kandahar. Desde entonces, la Guerrilla Talibán ha recurrido a tácticas de insurgencia como ataques suicidas y, más recientemente, infiltraciones. En consecuencia, sus ataques se han expandido a puntos hasta ahora seguros como Kabul y sus inmediaciones.
En el inicio del gran proceso de retirada, la OTAN ha cerrado ya 202 bases militares en Afganistán, según fuentes del Pentágono. Otras 282 las ha transferido a manos de los soldados afganos. En su mayoría se trata de plazas pequeñas, que albergan a entre 20 y 300 soldados. El Pentágono le ha cedido al Gobierno que lidera Hamid Karzai 20.000 piezas de equipamiento bélico, que incluye también mobiliario y generadores eléctricos, y cuyo valor se estima en tres millones de dólares (2.3 millones de euros).
Crucial para el inicio de la retirada norteamericana ha sido la reapertura de las dos carreteras de abastecimiento que conectan Afganistán con el puerto de Karachi, en Pakistán. Estas se abrieron el 4 de agosto, después de 10 meses cerradas como represalia por un ataque fronterizo de la OTAN en el que murieron 28 soldados paquistaníes. Afganistán no cuenta con salida al mar, y ese cierre obligó a EE UU a depender del transporte aéreo y de rutas norteñas a través de las fronteras de Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán.