La refinería de Venezuela sigue en llamas
El balance de muertos de la explosión registrada el sábado se eleva al menos a 43
Maye Primera
Punto Fijo, El País
Dos lenguas de fuego de unos 50 metros de alto, que nacían de dos tanques de nafta catalítica y acababan en una columna de humo negrísimo, han estado ardiendo este domingo, el día entero, en los patios de la refinería de Amuay, la planta de refino de gasolina más grande de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa), donde la madrugada este sábado se produjo una explosión que mató al menos a 43 personas e hirió a más de 80. Que la situación está controlada, que no es posible que ocurra un nuevo estallido es lo que han repetido las autoridades venezolanas desde el momento del accidente hasta ahora.
“Es muy poco probable que (el fuego) escale y se salga de control. En el peor de los casos, si no se apaga, se confina y se espera que se consuma”, ha dicho este domingo el gerente del Centro Refinador Paraguaná, el complejo industrial del que forma parte la refinería de Amuay. Con excepción de la inmensa llamarada, ha dicho también el ministro de Energía y Petróleo y presidente de Pdvsa, Rafael Ramírez, “las áreas del proceso de la refinería están en completa normalidad”.
Los vecinos de Punto Fijo, esta ciudad-puerto libre de no más de 270.000 habitantes, que vive del comercio y de la actividad petrolera, se dividen en dos grupos. Los permanecen frente al fuego, haciendo fotos con sus teléfonos celulares, y creen que, como dice el Gobierno, nada peor va a pasar. Y los que, también frente al fuego, dicen: “Mira ese candelero. ¿Cómo van a decir que todo está normal?”. Por precaución, después del mediodía, vecinos y curiosos fueron desalojados.
Aún hay dudas acerca de cuál fue la fuente de ignición que, combinada con una fuga de gas en el patio de almacenamiento de la refinería, hizo estallar el fuego. La explosión destruyó siete de tanques de combustible dentro de la planta y derrumbó los edificios de la periferia: un comando de la Guardia Nacional, ubicado a 500 metros de distancia, donde murieron 18 soldados con algunos de sus familiares; y las viviendas y negocios de más de 200 familias. Una de las versiones indica que la llama pudo encenderse en el Destacamento 44 de la Guardia: que el gas que escapó de la refinería pudo haber viajado hasta allí con el viento y que cualquier chispa hizo combustión. El olor a gas, dice Carlos Fernández, vecino del barrio La Pastora, que está justo a un costado de la refinería, se sentía desde hacía tres días.
Las funerarias de la ciudad están repletas de deudos que velan a las víctimas. En Memoriales Paraguaná oraban por la memoria de Reneduar Jiménez Acosta, de 29 años, uno de los trabajadores del área de suministros de Petróleos de Venezuela, encargado de revisar la válvula de la esfera de gas donde se produjo el escape. Su compañero de guardia sobrevivió, pero fue trasladado al hospital Coromoto de la ciudad de Maracaibo, a cuatro hora de distancia en carretera, porque en esta ciudad de vocación petrolera no hay un solo hospital que cuente con una unidad de atención de quemaduras.
Maye Primera
Punto Fijo, El País
Dos lenguas de fuego de unos 50 metros de alto, que nacían de dos tanques de nafta catalítica y acababan en una columna de humo negrísimo, han estado ardiendo este domingo, el día entero, en los patios de la refinería de Amuay, la planta de refino de gasolina más grande de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa), donde la madrugada este sábado se produjo una explosión que mató al menos a 43 personas e hirió a más de 80. Que la situación está controlada, que no es posible que ocurra un nuevo estallido es lo que han repetido las autoridades venezolanas desde el momento del accidente hasta ahora.
“Es muy poco probable que (el fuego) escale y se salga de control. En el peor de los casos, si no se apaga, se confina y se espera que se consuma”, ha dicho este domingo el gerente del Centro Refinador Paraguaná, el complejo industrial del que forma parte la refinería de Amuay. Con excepción de la inmensa llamarada, ha dicho también el ministro de Energía y Petróleo y presidente de Pdvsa, Rafael Ramírez, “las áreas del proceso de la refinería están en completa normalidad”.
Los vecinos de Punto Fijo, esta ciudad-puerto libre de no más de 270.000 habitantes, que vive del comercio y de la actividad petrolera, se dividen en dos grupos. Los permanecen frente al fuego, haciendo fotos con sus teléfonos celulares, y creen que, como dice el Gobierno, nada peor va a pasar. Y los que, también frente al fuego, dicen: “Mira ese candelero. ¿Cómo van a decir que todo está normal?”. Por precaución, después del mediodía, vecinos y curiosos fueron desalojados.
Aún hay dudas acerca de cuál fue la fuente de ignición que, combinada con una fuga de gas en el patio de almacenamiento de la refinería, hizo estallar el fuego. La explosión destruyó siete de tanques de combustible dentro de la planta y derrumbó los edificios de la periferia: un comando de la Guardia Nacional, ubicado a 500 metros de distancia, donde murieron 18 soldados con algunos de sus familiares; y las viviendas y negocios de más de 200 familias. Una de las versiones indica que la llama pudo encenderse en el Destacamento 44 de la Guardia: que el gas que escapó de la refinería pudo haber viajado hasta allí con el viento y que cualquier chispa hizo combustión. El olor a gas, dice Carlos Fernández, vecino del barrio La Pastora, que está justo a un costado de la refinería, se sentía desde hacía tres días.
Las funerarias de la ciudad están repletas de deudos que velan a las víctimas. En Memoriales Paraguaná oraban por la memoria de Reneduar Jiménez Acosta, de 29 años, uno de los trabajadores del área de suministros de Petróleos de Venezuela, encargado de revisar la válvula de la esfera de gas donde se produjo el escape. Su compañero de guardia sobrevivió, pero fue trasladado al hospital Coromoto de la ciudad de Maracaibo, a cuatro hora de distancia en carretera, porque en esta ciudad de vocación petrolera no hay un solo hospital que cuente con una unidad de atención de quemaduras.