Hong Kong, capital cultural de Asia
La ciudad planea la construcción de un distrito con 17 centros y una inversión de 3.000 millones
El objetivo: el mercado de arte chino, que ya es el más importante del mundo
Zigor Aldama
Hong Kong 14, El País
Hong Kong huele a dinero. Desde el chiringuito más cochambroso hasta la sede multinacional más reluciente, pasando por el inigualable abanico de centros comerciales, todo tiene un aroma a dólar. Eso sí, de Hong Kong. Una divisa de inigualable poderío que, sin embargo, pierde lustre. La crisis económica se nota en el centro financiero, y la competencia de China, que además ya no necesita de una puerta tamizada por poderes occidentales para cortejar al mundo, resta competitividad a la ciudad que acuñó el lema “un país, dos sistemas”. Sus encantos ya no son suficientes para mantener el tipo. Hay que buscar nuevas ideas para que el capital continúe fluyendo, y esta región especial parece haber encontrado el camino con un ambicioso plan gracias al que se postula como la capital asiática del futuro del arte y la cultura, dos elementos que, salvo por el cine, le han sido tradicionalmente ajenos.
No podía ser de otra forma. En la urbe de los superlativos, el plan del Distrito Cultural del Oeste de Kowloon (WKCD) se ha ideado a lo grande. El efecto Guggenheim sirve de inspiración, pero se le queda pequeño. Así que, si se cumplen la hoja de ruta del Gobierno y el plan maestro de Norman Foster (cuyas previsiones llegan hasta 2026) las 23 hectáreas ganadas al mar del Great Park albergarán 17 sedes culturales en las que, según sus promotores, “se organizarán eventos culturales de calidad que atraigan tanto a la población local como a visitantes de todo el mundo”.
Lo primero es la apertura en los próximos años de los cinco centros más importantes —entre ellos, el gigantesco museo M+, que llenará sus casi 20.000 metros cuadrados con exposiciones en las áreas de diseño, cultura popular, imágenes en movimiento, y arte multimedia— en edificios icónicos por cuyo diseño ya se pelean los mejores arquitectos del mundo. Hong Kong destinará hasta 29.000 millones de sus dólares (algo más de 3.000 millones de euros) a construir el nuevo centro cultural de Asia.
“Ofrece casi todo lo que una megalópolis puede ofrecer a sus ciudadanos o visitantes, pero no es así en el caso de la cultura. Aquí no hay nada remotamente cercano a la oferta de Londres, Nueva York, o París”, explicó a Bloomberg el director ejecutivo de M+, Lars Nittve, que antes estuvo al frente de la Tate Modern de Londres y que se cuenta entre los grandes entusiastas del proyecto.
El objetivo: el mercado de arte chino, que ya es el más importante del mundo
Zigor Aldama
Hong Kong 14, El País
Hong Kong huele a dinero. Desde el chiringuito más cochambroso hasta la sede multinacional más reluciente, pasando por el inigualable abanico de centros comerciales, todo tiene un aroma a dólar. Eso sí, de Hong Kong. Una divisa de inigualable poderío que, sin embargo, pierde lustre. La crisis económica se nota en el centro financiero, y la competencia de China, que además ya no necesita de una puerta tamizada por poderes occidentales para cortejar al mundo, resta competitividad a la ciudad que acuñó el lema “un país, dos sistemas”. Sus encantos ya no son suficientes para mantener el tipo. Hay que buscar nuevas ideas para que el capital continúe fluyendo, y esta región especial parece haber encontrado el camino con un ambicioso plan gracias al que se postula como la capital asiática del futuro del arte y la cultura, dos elementos que, salvo por el cine, le han sido tradicionalmente ajenos.
No podía ser de otra forma. En la urbe de los superlativos, el plan del Distrito Cultural del Oeste de Kowloon (WKCD) se ha ideado a lo grande. El efecto Guggenheim sirve de inspiración, pero se le queda pequeño. Así que, si se cumplen la hoja de ruta del Gobierno y el plan maestro de Norman Foster (cuyas previsiones llegan hasta 2026) las 23 hectáreas ganadas al mar del Great Park albergarán 17 sedes culturales en las que, según sus promotores, “se organizarán eventos culturales de calidad que atraigan tanto a la población local como a visitantes de todo el mundo”.
Lo primero es la apertura en los próximos años de los cinco centros más importantes —entre ellos, el gigantesco museo M+, que llenará sus casi 20.000 metros cuadrados con exposiciones en las áreas de diseño, cultura popular, imágenes en movimiento, y arte multimedia— en edificios icónicos por cuyo diseño ya se pelean los mejores arquitectos del mundo. Hong Kong destinará hasta 29.000 millones de sus dólares (algo más de 3.000 millones de euros) a construir el nuevo centro cultural de Asia.
“Ofrece casi todo lo que una megalópolis puede ofrecer a sus ciudadanos o visitantes, pero no es así en el caso de la cultura. Aquí no hay nada remotamente cercano a la oferta de Londres, Nueva York, o París”, explicó a Bloomberg el director ejecutivo de M+, Lars Nittve, que antes estuvo al frente de la Tate Modern de Londres y que se cuenta entre los grandes entusiastas del proyecto.
Y su emoción parece contagiosa, porque ha conseguido que suizo Uli Sigg, seguramente el mayor coleccionista occidental de arte chino contemporáneo (a cuyo acervo dedicó una muestra la Fundación Miró de Barcelona), haya donado ya 1.463 obras —valoradas en unos 137 millones de euros— al museo nonato. “Es una señal de que se trata de un proyecto serio, y una oportunidad para acercarse al arte no desde la perspectiva de París o Nueva York sino desde una perspectiva asiática”, apostilló Nittve en Financial Times.
¿Pero es posible crear a golpe de talonario una vibrante escena artística en un lugar que nunca la ha tenido? La mayoría de los residentes en Hong Kong creen que en Oriente todo, incluso eso, es posible. “Claro que hay ciudades como Pekín que tienen mucha mayor tradición artística que nosotros, pero incluso allí, por el efecto de la Revolución Cultural, la escena de vanguardia es muy reciente y podremos competir”, explica a EL PAÍS Justine Lau, galerista y comisaria de exposiciones en la excolonia británica.
La ubicación, frente a la espectacular bahía Victoria y junto a la avenida de las estrellas, también favorecerá el flujo de visitantes.
Y el carácter consumista de la población china juega a favor. “Son ellos quienes más compran”, explica Wu Xianming, artista de éxito que juega habitualmente con el retrato de Mao Zedong. “La mayoría de los turistas que vienen”, reconoce Lau, “lo mismo que se van con perfumes y bolsos, pueden llevarse obras de arte sin IVA, o disfrutar de multitud de actividades culturales que dejarán beneficios en la ciudad. Y es evidente que el dinero atrae al arte”.
Con los mercados tradicionales de capa caída, el WKCD quiere servir de centro neurálgico para la pujante escena artística del gigante asiático, y podría atraer a creadores chinos seducidos por la mayor libertad que disfruta Hong Kong. No en vano, los responsables del proyecto buscan “promover la libertad en la expresión artística y la creatividad”. “Además, en nuestra cultura existe un profundo sentimiento gremial que favorece el éxito de iniciativas como esta. En Pekín, el distrito artístico 798 ha sido un boom sin precedentes que ha conseguido agrupar a creadores de todas las especialidades", apostilla Lau. El presidente del panel consultivo del proyecto, Stephen Cheung, también lo tiene claro: “El futuro de las artes ya ha llegado”.
¿Pero es posible crear a golpe de talonario una vibrante escena artística en un lugar que nunca la ha tenido? La mayoría de los residentes en Hong Kong creen que en Oriente todo, incluso eso, es posible. “Claro que hay ciudades como Pekín que tienen mucha mayor tradición artística que nosotros, pero incluso allí, por el efecto de la Revolución Cultural, la escena de vanguardia es muy reciente y podremos competir”, explica a EL PAÍS Justine Lau, galerista y comisaria de exposiciones en la excolonia británica.
La ubicación, frente a la espectacular bahía Victoria y junto a la avenida de las estrellas, también favorecerá el flujo de visitantes.
Y el carácter consumista de la población china juega a favor. “Son ellos quienes más compran”, explica Wu Xianming, artista de éxito que juega habitualmente con el retrato de Mao Zedong. “La mayoría de los turistas que vienen”, reconoce Lau, “lo mismo que se van con perfumes y bolsos, pueden llevarse obras de arte sin IVA, o disfrutar de multitud de actividades culturales que dejarán beneficios en la ciudad. Y es evidente que el dinero atrae al arte”.
Con los mercados tradicionales de capa caída, el WKCD quiere servir de centro neurálgico para la pujante escena artística del gigante asiático, y podría atraer a creadores chinos seducidos por la mayor libertad que disfruta Hong Kong. No en vano, los responsables del proyecto buscan “promover la libertad en la expresión artística y la creatividad”. “Además, en nuestra cultura existe un profundo sentimiento gremial que favorece el éxito de iniciativas como esta. En Pekín, el distrito artístico 798 ha sido un boom sin precedentes que ha conseguido agrupar a creadores de todas las especialidades", apostilla Lau. El presidente del panel consultivo del proyecto, Stephen Cheung, también lo tiene claro: “El futuro de las artes ya ha llegado”.