El lucrativo negocio del tráfico de antigüedades en Pakistán

Islamabad, AFP
Cuando hace 30 años Zaman Jan se encontró sumergido en deudas pensó por un momento en el suicidio, pero finalmente optó por desenterrar y exportar ilegalmente antigüedades, un lucrativo tráfico que lo ha hecho millonario.

Todo comenzó con una banal disputa familiar. Amenazado por sus primos, tras un desacuerdo inmobiliario, Zaman pidió prestado 1,7 millón de rupias (unos 15.000 euros) para comprar armas y municiones.

Pero rápidamente sus acreedores le reclamaron el dinero. Deprimido, sumergido en deudas, Zaman dice haber sido salvado por una idea sugerida por un amigo. En efecto, este amigo lo llevó a un sitio histórico del antiguo reino de Gandhara, cuyo territorio se extendía en lo que ahora es el este afgano y el noroeste de Pakistán. Allí desenterraron 18 piezas de estatuas antiguas que vendieron inmediatamente por 2 millones de rupias (17.000 euros).

Después de dos "excursiones" más en este sitio histórico, Jan había ganado suficiente dinero para reembolsar sus deudas y seguir financiando la guerra familiar.

Treinta años después, Jan es el jefe de un lucrativo tráfico ilegal de tesoros arqueológicos, principalmente gandharas, que exporta a Tailandia, Europa y Estados Unidos.

"He ganado millones de rupias (decenas de miles de euros) gracias a este negocio", explica, rodeado de una decena de hombres armados en su casa de Charsadda, a 130 kilómetros de la capital Islamabad. Una verdadera fortuna en un país en donde el salario mensual medio es de 10.000 rupias (87 euros).

Diez mil rupias es también la suma que Jan da a los policías locales antes de proceder a una excavación en un sitio en búsqueda de antigüedades. A lo que hay que añadir "1.000 rupias por cada día de excavación" para cada policía.

Luego, Jan va a vender las piezas encontradas a agentes en Peshawar, la principal ciudad del noroeste. "Después (los agentes), las venden a intermediarios que las exportan a Tailandia".

Para poder transportar la mercancía en Pakistán, Jan utiliza a mujeres, "porque generalmente la policía de los puestos de control no las revisa".

Otro traficante de antigüedades, Raja Javed, explica estar "en este negocio desde hace 20 años". "He vendido centenares de piezas estimadas en millones de rupias", explica a la AFP desde su villa ubicada a pocos metros del museo de Taxila, un famoso sitio gandhara cercano a Islamabad. "He vendido al menos 20 estatuas de Buda (entre 40 y 80 kilogramos) por 20.000 dólares cada una" (alrededor de 16.200 euros), cuenta Javed.

Según él, el tráfico de antigüedades no debería ser considerado como un crimen y el gobierno debería comprarlas al precio establecido por el mercado.

La ley de Pakistán prohíbe el traslado o la venta de estatuas, joyas, piezas de oro o cualquier otra antigüedad, incluso si un particular las encuentra en su propiedad. "Pertenecen al gobierno", recuerda Mehmoodul Hassan, del departamento de Arqueología de Pakistán, añadiendo que "todo traslado o venta fraudulenta es condenado con cinco años de cárcel o con una multa de 500.000 rupias (4.300 euros), o por ambos".

Por su parte, las aduanas paquistaníes afirman hacer todo lo posible para impedir este tráfico, que según las autoridades, se limita a unos pocos individuos. "Todo nuestro sistema está informatizado y los casos de corrupción son poco frecuentes", asegura el portavoz de las aduanas, Riffat Qazi.

Unas estatuas del antiguo reino Gandhara (una antigua región situada entre Afganistán y Pakistán), clasificadas en un museo francés en agosto de 2005 después de haber sido interceptadas en la aduana.

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