El Ejército egipcio retiene poder en el nuevo Gobierno
Cuatro de los 35 ministerios están en manos islamistas y dos, de mujeres
Ana Carbajosa
Jerusalén, El País
Con semanas de retraso, pero finalmente, la esperada presentación del nuevo Ejecutivo egipcio se ha producido. Con el nombramiento de este Gobierno, el presidente Mohamed Morsi ha demostrado una voluntad de permanencia y una prudencia que corren el riesgo de desencantar a los que lucharon en una revolución que continúa dando frutos agridulces. El nuevo Gabinete es principalmente continuista. Las carteras de calado —Defensa, Exteriores y Finanzas— las conservarán ministros del anterior Gobierno, puesto en pie por la junta militar. Hasta siete puestos están reservados para miembros del último Ejecutivo. El resto de los ministros son en su mayoría tecnócratas, desconocidos para el egipcio de la calle. Entre los 35 miembros del Gabinete hay dos mujeres. El antiguo primer ministro Kamal Ganzuri se convierte ahora en asesor presidencial.
La formación de este Gobierno ha generado una enorme expectación. No solo porque el presidente Morsi ha tardado más de un mes en formarlo. Sobre todo, porque será el Ejecutivo encargado de pilotar la tortuosa transición hacia la democracia egipcia tras la caída de Hosni Mubarak y después de más de año y medio de sobresaltos políticos y tira y afloja con los militares, que se han hecho cargo del país de forma interina en estos meses.
La Junta Militar se arrogó, poco antes de la segunda vuelta de las elecciones, el poder legislativo y la capacidad de vetar de facto la redacción de la nueva Constitución, que deberá presidir la arquitectura legal del país. El mariscal Husein Tantaui, el hombre que simboliza como ningún otro el ansia de poder de la Junta militar y hombre próximo al dictador Mubarak, será ahora el nuevo ministro de Defensa.
Con este Ejecutivo, Morsi ha querido tranquilizar a unos militares que se resisten a ceder el poder a las autoridades civiles elegidas en un proceso democrático y ha tratado además de calmar a los que dentro y fuera de Egipto se llevaron las manos a la cabeza al conocer que el primer presidente elegido libremente en la historia del país sería un islamista. Apenas cuatro de los ministros de los 35 que forman el Gabinete pertenecen al partido de la Justicia y la Libertad, el brazo político de los Hermanos Musulmanes. Los sectores más laicos acusan sin embargo al primer ministro, Hisham Kandil, nombrado hace días y anterior ministro de Irrigación, de simpatizar con la Hermandad.
Kandil detalló este jueves las prioridades del nuevo Ejecutivo: economía y seguridad. Aliviar la galopante crisis económica y llevar la tranquilidad a las calles constituye sin duda un clamor popular, como demuestra el que casi la mitad de los votantes se decantara por Ahmed Shafiq, un hombre del antiguo régimen que prometía paz y prosperidad.
En los últimos días, nuevos brotes de violencia sectaria han dejado claro que los nervios están a flor de piel y que la chispa puede saltar en cualquier momento. Tal vez consciente del peligro de un verdadero estallido, Morsi prometió durante su campaña gobernar también para las minorías —en alusión sobre todo al 10% de cristianos coptos—.
Un incidente, al parecer sin conexión con los choques sectarios, pero sí con la penosa situación económica se cobró la vida el jueves de dos hombres en el centro de Cairo. La prensa egipcia informó en sus ediciones digitales de que un grupo de habitantes empobrecidos de los suburbios se presentó en un hotel de lujo de la capital para cobrar una deuda pendiente con sus empleados. Los acreedores acabaron peleándose con los guardas de seguridad del edificio. La pelea degeneró en un gran enfrentamiento al que se sumaron cientos de personas. La policía tiró botes de humo, cargó contra la multitud y abrió fuego. Dos hombres murieron, según informó el diario Al Masry al Youm.
“Somos el Gobierno del pueblo. No representamos una corriente u otra”, dijo Kandil en conferencia de prensa. “Cristiano, copto, salafista… para nosotros no hay nada de eso. Nosotros solo vemos ciudadanos egipcios”, añadió queriendo vender el supuesto carácter incluyente del Ejecutivo. “El periodo que se avecina es difícil. Todos estamos en el mismo barco”, terminó.
Casi todos. Los salafistas, que triunfaron en las pasadas legislativas han decidido boicotear el nuevo Gobierno después de que les ofrecieran tan solo el ministerio de Medio Ambiente.
Ana Carbajosa
Jerusalén, El País
Con semanas de retraso, pero finalmente, la esperada presentación del nuevo Ejecutivo egipcio se ha producido. Con el nombramiento de este Gobierno, el presidente Mohamed Morsi ha demostrado una voluntad de permanencia y una prudencia que corren el riesgo de desencantar a los que lucharon en una revolución que continúa dando frutos agridulces. El nuevo Gabinete es principalmente continuista. Las carteras de calado —Defensa, Exteriores y Finanzas— las conservarán ministros del anterior Gobierno, puesto en pie por la junta militar. Hasta siete puestos están reservados para miembros del último Ejecutivo. El resto de los ministros son en su mayoría tecnócratas, desconocidos para el egipcio de la calle. Entre los 35 miembros del Gabinete hay dos mujeres. El antiguo primer ministro Kamal Ganzuri se convierte ahora en asesor presidencial.
La formación de este Gobierno ha generado una enorme expectación. No solo porque el presidente Morsi ha tardado más de un mes en formarlo. Sobre todo, porque será el Ejecutivo encargado de pilotar la tortuosa transición hacia la democracia egipcia tras la caída de Hosni Mubarak y después de más de año y medio de sobresaltos políticos y tira y afloja con los militares, que se han hecho cargo del país de forma interina en estos meses.
La Junta Militar se arrogó, poco antes de la segunda vuelta de las elecciones, el poder legislativo y la capacidad de vetar de facto la redacción de la nueva Constitución, que deberá presidir la arquitectura legal del país. El mariscal Husein Tantaui, el hombre que simboliza como ningún otro el ansia de poder de la Junta militar y hombre próximo al dictador Mubarak, será ahora el nuevo ministro de Defensa.
Con este Ejecutivo, Morsi ha querido tranquilizar a unos militares que se resisten a ceder el poder a las autoridades civiles elegidas en un proceso democrático y ha tratado además de calmar a los que dentro y fuera de Egipto se llevaron las manos a la cabeza al conocer que el primer presidente elegido libremente en la historia del país sería un islamista. Apenas cuatro de los ministros de los 35 que forman el Gabinete pertenecen al partido de la Justicia y la Libertad, el brazo político de los Hermanos Musulmanes. Los sectores más laicos acusan sin embargo al primer ministro, Hisham Kandil, nombrado hace días y anterior ministro de Irrigación, de simpatizar con la Hermandad.
Kandil detalló este jueves las prioridades del nuevo Ejecutivo: economía y seguridad. Aliviar la galopante crisis económica y llevar la tranquilidad a las calles constituye sin duda un clamor popular, como demuestra el que casi la mitad de los votantes se decantara por Ahmed Shafiq, un hombre del antiguo régimen que prometía paz y prosperidad.
En los últimos días, nuevos brotes de violencia sectaria han dejado claro que los nervios están a flor de piel y que la chispa puede saltar en cualquier momento. Tal vez consciente del peligro de un verdadero estallido, Morsi prometió durante su campaña gobernar también para las minorías —en alusión sobre todo al 10% de cristianos coptos—.
Un incidente, al parecer sin conexión con los choques sectarios, pero sí con la penosa situación económica se cobró la vida el jueves de dos hombres en el centro de Cairo. La prensa egipcia informó en sus ediciones digitales de que un grupo de habitantes empobrecidos de los suburbios se presentó en un hotel de lujo de la capital para cobrar una deuda pendiente con sus empleados. Los acreedores acabaron peleándose con los guardas de seguridad del edificio. La pelea degeneró en un gran enfrentamiento al que se sumaron cientos de personas. La policía tiró botes de humo, cargó contra la multitud y abrió fuego. Dos hombres murieron, según informó el diario Al Masry al Youm.
“Somos el Gobierno del pueblo. No representamos una corriente u otra”, dijo Kandil en conferencia de prensa. “Cristiano, copto, salafista… para nosotros no hay nada de eso. Nosotros solo vemos ciudadanos egipcios”, añadió queriendo vender el supuesto carácter incluyente del Ejecutivo. “El periodo que se avecina es difícil. Todos estamos en el mismo barco”, terminó.
Casi todos. Los salafistas, que triunfaron en las pasadas legislativas han decidido boicotear el nuevo Gobierno después de que les ofrecieran tan solo el ministerio de Medio Ambiente.