El asedio aéreo de Alepo acelera la huida de miles de sirios a Turquía

"Salimos a medianoche de nuestras casas entre los bombardeos", explica uno de los desplazados

Óscar Gutiérrez
Azaz, El País

La ciudad de Alepo se desangra. Y no solo por dentro. Mientras el armamento pesado de los aviones y helicópteros del régimen mantiene su férrea ofensiva para reconquistar los barrios tomados por los rebeldes en la capital comercial de Siria, miles de sus ciudadanos huyen hacia la frontera turca para, sin fecha de salida ni billete de vuelta, abandonar su hogar. “Salimos a media noche de nuestras casas en medio de los bombardeos y nos escondimos entre las calles”, explica Abde Rahman Haj desde el campo de desplazados improvisado a las afueras de la ciudad siria de Azaz. Rahman tomó un autobús, junto a cuatro niños, su mujer y su hermana y recorrieron los 40 kilómetros que les separaba del país vecino. Ahora solo pueden esperar. Él y los otros 4.000 sirios que aún pueblan, a la sombra y sin techo donde cobijarse, la vía de salida hacia Turquía.

En una de las rutas de escape hacia Jordania, en la zona del paso fronterizo de Tel Shihab, tropas jordanas y sirias a bordo de vehículos blindados intercambiaron disparos el viernes por la noche según informó a Reuters un activista sirio y confirmó a la misma agencia una fuente jordana.

Según datos de la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), alrededor de 150.000 personas han abandonado Siria desde el inicio de la revolución, en marzo de 2011. Solo en los últimos siete días, cerca de 6.000 lo hicieron a través de la porosa frontera turca. Y no serán los últimos. “La situación ha empeorado”, señala Abu Sufian, responsable de controlar el tránsito de sirios hacia Turquía. “La guerra de destrucción que está llevando a cabo el régimen ha acelerado la huida”. También ha agilizado el desplazamiento de cientos sirios a través de la frontera. Según los cálculos de Sufian, unos 6.000 ciudadanos han dejado el campo en los últimos días. ¿De dónde huían? “De Alepo y los alrededores”, afirma Sufian. “Y en primer lugar del barrio de Saladino”, continúa. Ahí es donde rebeldes y Ejército mantienen aún un toma y daca que no parece vaya a inclinar la balanza al bando revolucionario.

El polvo que escupe la tierra al paso de las furgonetas engaña al ojo frente a un manto blanco de bolsas de plástico mezclado con el verde de los olivos plantados a solo un par de kilómetros del control militar que se reparten el Ejército Libre de Siria (ESL), en un lado, y las autoridades turcas, en el otro. Es el campo Tilal el Sham, el centro de acogida al que llegó Rahman con su familia. Quieren volver a Siria en cuanto puedan. “Pero ni siquiera sabemos cuándo saldremos o qué haremos fuera”. Y eso no puede más que provocar el llanto de la madre de Rahman, que escucha sentada cómo su hijo, un empleado de una empresa relacionada con la medicina, afirma que detrás de ellos y en medio del bombardeo de la fuerza aérea del régimen lo dejaron “todo”.

El relato de Rahman se interrumpe por la llegada del 74, el autobús que trae a los desplazados de Tel Rifat, una de las localidades que parten el camino que lleva desde Turquía a Alepo. Y uno de los puntos que, un día sí y otro también, bombardea la aviación siria en una suerte de castigo progresivo sobre las posiciones de los alzados que separan Alepo de la frontera turca. “Atacan a las seis y media de la mañana, aunque a veces también lo hacen por la noche”, detalla Ahmed, junto a los restos de una casa partida por la mitad y reducida a escombros hace tan solo cuatro días. ¿Rebeldes en su interior? “No, no, no”, interrumpe Ahmed, “solo vivían un hombre mayor, tres mujeres y dos niños”. Murieron todos. Los vecinos de Tel Rifat que todavía rondan el lugar, un laberinto del horror salpicado de piedra blanca, simplemente creen que los aviones del régimen disparan sin objetivo. “Creen que todos los de aquí somos terroristas”, dice Ahmed mostrando el carné en el que indica que es natural de Tel Rifat.

No fueron estas siete víctimas las únicas que sufrió en las últimas horas esta ciudad, situada a cuatro kilómetros de Azaz. Decenas de vecinos de Tel Rifat se unieron ayer en el funeral de Yahia Bahyat Yammal, alcanzado por un francotirador mientras manejaba una ametralladora sobre una furgoneta en la encarnizada batalla de Saladino, barrio de Alepo del que este jueves los rebeldes se vieron obligados a salir. La otra batalla, la de la propaganda, quiso ayer, 24 horas después, equilibrar la contienda. Según un portavoz del ELS, los rebeldes habían retomado sus posiciones en Saladino. Una versión algo matizada por el comandante Abu Ali, herido en el bastión de Alepo y que sostuvo, de retirada momentánea en Azaz, que están lejos de controlar Saladino ante la arremetida del régimen.

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