Cristina, Stiglitz y las trampas
Maite Rico, El País
El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz está perplejo. No entiende cómo Europa no ha imitado a la Argentina kirchnerista para salir de la crisis de la deuda. Nada como la devaluación y el default (es decir, mandar a paseo a los acreedores) para salir de hoyo sin tener que aplicar dañinas medidas de austeridad.
Así lo hizo saber ayer en Buenos Aires. Con él, en el escenario, Cristina Fernández (foto de arriba). Enfrente, el Gobierno en pleno y jóvenes peronistas que cantaban y jaleaban a la presidenta. Los interesados pueden encontrar los detalles en el crítico Clarín y el progubernamental Página 12.
Pero lo interesante no fue tanto lo que dijo Stiglitz, sino sus consecuencias. Involuntariamente, el Nobel estadounidense brindó a la presidenta la coartada para justificar la manipulación de las estadísticas públicas, que le ha valido a Argentina varios tirones de orejas en los foros internacionales.
Stiglitz explicó que, en las crisis recientes, EEUU intervino para fijar el valor de los activos bancarios y evitar así la quiebra. La intérprete, cuenta Martín Kanenguiser en La Nación, tradujo esta operación contable común con el término "truchar" (hacer trampa). Y ahí saltó al quite Cristina Fernández: "Había que truchar, y trucharon". Y también: "Si vamos a truchar, truchemos todos".
En un artículo demoledor, la influyente revista británica The Economist anunció en febrero que dejaba de utilizar los datos oficiales del INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos). "Desde 2007, el Gobierno argentino ha publicado cifras de inflación que casi nadie cree", dice el texto, titulado "No me mientas, Argentina". La subida "oficial" de precios (entre 5% y 11%) ha sido en realidad el doble, señala el semanario. "Estamos cansados de formar involuntariamente parte de lo que parece ser un intento deliberado de engañar a los votantes y estafar a los inversores".
Este mismo martes el INDEC se ha descolgado con otra cifra, el precio de la cesta de la compra: una familia de cuatro miembros puede alimentarse con 688,37 pesos mensuales (120 euros). O sea, 6 pesos (1 euro) por persona y día. ¿Dónde compran los funcionarios del INDEC?, se preguntan muchos argentinos. Arden las redes sociales y los buzones de comentarios de los lectores.
No se sabe si Stiglitz se ha enterado de todo esto. Y es que ahí donde este economista y su colega Paul Krugman ven motivos de alborozo y ejemplo, otros expertos perciben graves señales de alarma. Las restricciones a la compra de divisas, los obstáculos a las importaciones, las expropiaciones, la inseguridad jurídica, el uso de la agencia tributaria para asediar a los críticos del Gobierno (sea el diario Clarín o el tenista Juan Martín del Potro) están provocando la fuga de capitales y la huida de los inversores. En 2011, explica Roberto Cachanosky, sólo el 4,7% de la inversión extranjera directa en America Latina fue a parar a Argentina. Y esas sí son estadísticas fiables.
El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz está perplejo. No entiende cómo Europa no ha imitado a la Argentina kirchnerista para salir de la crisis de la deuda. Nada como la devaluación y el default (es decir, mandar a paseo a los acreedores) para salir de hoyo sin tener que aplicar dañinas medidas de austeridad.
Así lo hizo saber ayer en Buenos Aires. Con él, en el escenario, Cristina Fernández (foto de arriba). Enfrente, el Gobierno en pleno y jóvenes peronistas que cantaban y jaleaban a la presidenta. Los interesados pueden encontrar los detalles en el crítico Clarín y el progubernamental Página 12.
Pero lo interesante no fue tanto lo que dijo Stiglitz, sino sus consecuencias. Involuntariamente, el Nobel estadounidense brindó a la presidenta la coartada para justificar la manipulación de las estadísticas públicas, que le ha valido a Argentina varios tirones de orejas en los foros internacionales.
Stiglitz explicó que, en las crisis recientes, EEUU intervino para fijar el valor de los activos bancarios y evitar así la quiebra. La intérprete, cuenta Martín Kanenguiser en La Nación, tradujo esta operación contable común con el término "truchar" (hacer trampa). Y ahí saltó al quite Cristina Fernández: "Había que truchar, y trucharon". Y también: "Si vamos a truchar, truchemos todos".
En un artículo demoledor, la influyente revista británica The Economist anunció en febrero que dejaba de utilizar los datos oficiales del INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos). "Desde 2007, el Gobierno argentino ha publicado cifras de inflación que casi nadie cree", dice el texto, titulado "No me mientas, Argentina". La subida "oficial" de precios (entre 5% y 11%) ha sido en realidad el doble, señala el semanario. "Estamos cansados de formar involuntariamente parte de lo que parece ser un intento deliberado de engañar a los votantes y estafar a los inversores".
Este mismo martes el INDEC se ha descolgado con otra cifra, el precio de la cesta de la compra: una familia de cuatro miembros puede alimentarse con 688,37 pesos mensuales (120 euros). O sea, 6 pesos (1 euro) por persona y día. ¿Dónde compran los funcionarios del INDEC?, se preguntan muchos argentinos. Arden las redes sociales y los buzones de comentarios de los lectores.
No se sabe si Stiglitz se ha enterado de todo esto. Y es que ahí donde este economista y su colega Paul Krugman ven motivos de alborozo y ejemplo, otros expertos perciben graves señales de alarma. Las restricciones a la compra de divisas, los obstáculos a las importaciones, las expropiaciones, la inseguridad jurídica, el uso de la agencia tributaria para asediar a los críticos del Gobierno (sea el diario Clarín o el tenista Juan Martín del Potro) están provocando la fuga de capitales y la huida de los inversores. En 2011, explica Roberto Cachanosky, sólo el 4,7% de la inversión extranjera directa en America Latina fue a parar a Argentina. Y esas sí son estadísticas fiables.