ANÁLISIS / ¿Quién manda en este partido?
Romney no es el líder del partido, el Tea Party tiene sus representantes y Ryan levantó los aplausos del público
Antonio Caño
Tampa, El País
Mientras John McCain, quien solo hace cuatro años se dirigía a esta misma audiencia como candidato presidencial, pronunciaba el miércoles en Tampa un serio discurso sobre política exterior, el público se mantuvo distraído y apático. Un rato antes, el vídeo de saludo de los dos presidentes George Bush, padre e hijo, apenas despertó unos aplausos protocolarios. Dos figuras nacionales de la talla del presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, la tercera jerarquía del país, y el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, han pasado casi inadvertidos por este foro, como les ha ocurrido a varios gobernadores y congresistas que han participado en esta convención.
Eso no tiene nada que ver con el carácter de los delegados enviados a esta cita sino con el problema mucho más profundo de la falta de liderazgo en este partido. Todos los partidos del mundo pasan por un fase de redefinición tras perder el poder. Pero, en el caso del Partido Republicano, esa fase puede hacerse crónica si Mitt Romney es derrotado. Incluso si gana, no es seguro que consiga imponer su autoridad dentro del partido. Barack Obama fue aceptado como líder demócrata en cuanto derrotó a Hillary Clinton en las urnas. Eligió al vicepresidente de su gusto y no hizo en la formación de su Gobierno más equilibrios que los que se ajustaban a su propio deseo.
Romney no ha llegado a ese punto todavía. Y si Romney no es el líder de este partido, ¿quién lo es? El Tea Party tiene sus propios líderes, los republicanos tradicionales mantienen también sus viejas lealtades. Pero nadie ha conseguido todavía aunar fuerzas y pasiones. Paul Ryan, el candidato a la vicepresidencia, demostró en su intervención del miércoles que es en quien mejor posición está para conseguirlo. Levantó ovaciones y el ánimo de todos los concurrentes.
También el discurso de Condoleezza Rice tuvo una acogida sorprendentemente buena, pese a que habló a contracorriente del pensamiento dominante en el partido. Su éxito despertó comentarios inmediatos sobre sus posibilidades de futuro. Pero, hoy por hoy, el simple hecho de que se hable ya del candidato de 2016 y que se hable de Rice, son pruebas de la falta de liderazgo en el Partido Republicano.
Antonio Caño
Tampa, El País
Mientras John McCain, quien solo hace cuatro años se dirigía a esta misma audiencia como candidato presidencial, pronunciaba el miércoles en Tampa un serio discurso sobre política exterior, el público se mantuvo distraído y apático. Un rato antes, el vídeo de saludo de los dos presidentes George Bush, padre e hijo, apenas despertó unos aplausos protocolarios. Dos figuras nacionales de la talla del presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, la tercera jerarquía del país, y el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, han pasado casi inadvertidos por este foro, como les ha ocurrido a varios gobernadores y congresistas que han participado en esta convención.
Eso no tiene nada que ver con el carácter de los delegados enviados a esta cita sino con el problema mucho más profundo de la falta de liderazgo en este partido. Todos los partidos del mundo pasan por un fase de redefinición tras perder el poder. Pero, en el caso del Partido Republicano, esa fase puede hacerse crónica si Mitt Romney es derrotado. Incluso si gana, no es seguro que consiga imponer su autoridad dentro del partido. Barack Obama fue aceptado como líder demócrata en cuanto derrotó a Hillary Clinton en las urnas. Eligió al vicepresidente de su gusto y no hizo en la formación de su Gobierno más equilibrios que los que se ajustaban a su propio deseo.
Romney no ha llegado a ese punto todavía. Y si Romney no es el líder de este partido, ¿quién lo es? El Tea Party tiene sus propios líderes, los republicanos tradicionales mantienen también sus viejas lealtades. Pero nadie ha conseguido todavía aunar fuerzas y pasiones. Paul Ryan, el candidato a la vicepresidencia, demostró en su intervención del miércoles que es en quien mejor posición está para conseguirlo. Levantó ovaciones y el ánimo de todos los concurrentes.
También el discurso de Condoleezza Rice tuvo una acogida sorprendentemente buena, pese a que habló a contracorriente del pensamiento dominante en el partido. Su éxito despertó comentarios inmediatos sobre sus posibilidades de futuro. Pero, hoy por hoy, el simple hecho de que se hable ya del candidato de 2016 y que se hable de Rice, son pruebas de la falta de liderazgo en el Partido Republicano.