Abu Zeid, un yihadista "freelance" al servicio de la rebelión en Alepo
Aleppo, AFP
De vuelta del frente de Alepo, en el norte de Siria, el tunecino Abu Zeid es un francotirador de élite y un yihadista que se considera a sí mismo un 'freelance', con otras guerras, como la de Libia, en su curriculum.
El conflicto sirio ha atraído a decenas de extranjeros como él, con motivaciones diferentes e interpretaciones a veces muy personales de la yihad (guerra santa).
Abu Zeid, quien el pasado año combatió con los rebeldes sirios para poner fin al régimen de Muamar Gadafi, asegura que no tiene afiliación.
"Bashar al Asad y su gente son chiitas, y mi deber es ayudar a restaurar el verdadero islam, el islam sunita", explica en referencia al presidente sirio, que pertenece a la comunidad alauita, una rama disidente del chiismo.
"Me voy de mi país cuando lo creo necesario para hacer la yihad y después regreso. Es mi decisión personal, no necesito una bandera para mi combate. Aporto mi experiencia al que la necesite", explica, mientras bebe un jugo de naranja antes de la puesta del sol.
Dada su interpretación personal del ayuno del ramadán, el mes sagrado de los musulmanes, puede tener problemas para integrarse en los grupos islamistas radicales que reciben a la mayoría de los combatientes extranjeros.
El Ejército Sirio Libre (ESL), compuesto por desertores y opositores civiles que han empuñado las armas, es una alianza heterogénea de brigadas que operan teóricamente bajo el comando de oficiales refugiados en Turquía, y que han condenado la emergencia de grupos yihadistas.
Pero en el terreno, muchos combatientes del ESL dicen que necesitan ayuda, independientemente de donde venga.
Estos grupos disponen de "combatientes experimentados que son como tropas de élite de comandos de la revolución", explica Abu Haidar, coordinador sirio del ESL en el bario de Seif al Dawla en Alepo.
"El resto del mundo no nos ayuda, ellos sí", insiste este combatiente mientras enciende cigarrillo tras cigarrillo. "No todos pertenecen a Al Qaida, muchos son solo voluntarios que quieren una Siria libre".
En el grupo, Abu Zeid es conocido por sus interpretaciones de cantos islámicos. "En mi casa, suelo ir a internet y encuentro canciones. Copio la letra y aprendo la música".
De pronto, llega un combatiente herido al hospital de campaña instalado en un sótano de Seif al Dawla. En cuanto le hacen las primeras curas, Abu Zeid se pone a cantar y muchos jóvenes del barrio le acompañan.
Después de una rápida reverencia entre dos salvas de aplausos, agarra su fusil y se va sonriente al frente.
"Estas pequeñas sesiones de cantos son buenas para el ánimo", dice Abu Jaled, un voluntario del equipo médico.
Poco después, llega un joven combatiente ligeramente herido en una mano. Nadie le conoce. Viene de Azerbaiyán, habla turco pero no árabe y se ha visto forzado a separarse de su unidad durante los combates.
"Vi imágenes de la guerra en la tele y he decidido venir para ayudar a los sirios a combatir a Bashar. Es la primera vez que hago una cosa así", explica.
Un poco más tarde, otro combatiente turco llega por una pequeña herida. Los dos hombres pasan la noche hablando y se van juntos al día siguiente.
A veces, las razones que han llevado a algunos a Siria son menos claras. Nadie entiende, por ejemplo, por qué Abu Mohamed, un holandés de origen iraquí, ha dejado a su mujer y a sus dos hijos en Holanda hace unas semanas y ha venido a Alepo a empuñar las armas.
Vestido con una larga túnica tradicional árabe, dice que no pertenece a ningún grupo, está solo la mayor parte del tiempo y no habla con nadie. Pasa por este hospital improvisado porque tiene aire acondicionado, para descansar o leer el Corán.
"Me gusta trabajar solo. A veces me canso y vengo aquí. No tengo ganas de hablar", dice escuetamente, antes de agarrar su kalashnikov y subir con dificultades las escaleras del sótano.
Ahmad, un joven opositor del barrio que hace a veces guardia en el hospital, lo ve irse, solo, en dirección a la zona de los bombardeos.
"No quiere que le ayudemos pero él nos ayuda. No sabemos realmente lo que pasa por su cabeza, pero le dejamos en paz", dice.
De vuelta del frente de Alepo, en el norte de Siria, el tunecino Abu Zeid es un francotirador de élite y un yihadista que se considera a sí mismo un 'freelance', con otras guerras, como la de Libia, en su curriculum.
A Syrian man attends a demonstration against President Bashar Al-Assad after Friday prayers, in Marea, some 35km north of Aleppo, on August 17, 2012. Government troops pounded rebel bastions in Aleppo and other parts of Syria and fierce fighting was reported in Damascus, a day after the UN called time on its observer mission.
De vuelta del frente de Alepo, en el norte de Siria, el tunecino Abu Zeid es un francotirador de élite y un yihadista que se considera a sí mismo un 'freelance', con otras guerras, como la de Libia, en su curriculum.
El conflicto sirio ha atraído a decenas de extranjeros como él, con motivaciones diferentes e interpretaciones a veces muy personales de la yihad (guerra santa).
Abu Zeid, quien el pasado año combatió con los rebeldes sirios para poner fin al régimen de Muamar Gadafi, asegura que no tiene afiliación.
"Bashar al Asad y su gente son chiitas, y mi deber es ayudar a restaurar el verdadero islam, el islam sunita", explica en referencia al presidente sirio, que pertenece a la comunidad alauita, una rama disidente del chiismo.
"Me voy de mi país cuando lo creo necesario para hacer la yihad y después regreso. Es mi decisión personal, no necesito una bandera para mi combate. Aporto mi experiencia al que la necesite", explica, mientras bebe un jugo de naranja antes de la puesta del sol.
Dada su interpretación personal del ayuno del ramadán, el mes sagrado de los musulmanes, puede tener problemas para integrarse en los grupos islamistas radicales que reciben a la mayoría de los combatientes extranjeros.
El Ejército Sirio Libre (ESL), compuesto por desertores y opositores civiles que han empuñado las armas, es una alianza heterogénea de brigadas que operan teóricamente bajo el comando de oficiales refugiados en Turquía, y que han condenado la emergencia de grupos yihadistas.
Pero en el terreno, muchos combatientes del ESL dicen que necesitan ayuda, independientemente de donde venga.
Estos grupos disponen de "combatientes experimentados que son como tropas de élite de comandos de la revolución", explica Abu Haidar, coordinador sirio del ESL en el bario de Seif al Dawla en Alepo.
"El resto del mundo no nos ayuda, ellos sí", insiste este combatiente mientras enciende cigarrillo tras cigarrillo. "No todos pertenecen a Al Qaida, muchos son solo voluntarios que quieren una Siria libre".
En el grupo, Abu Zeid es conocido por sus interpretaciones de cantos islámicos. "En mi casa, suelo ir a internet y encuentro canciones. Copio la letra y aprendo la música".
De pronto, llega un combatiente herido al hospital de campaña instalado en un sótano de Seif al Dawla. En cuanto le hacen las primeras curas, Abu Zeid se pone a cantar y muchos jóvenes del barrio le acompañan.
Después de una rápida reverencia entre dos salvas de aplausos, agarra su fusil y se va sonriente al frente.
"Estas pequeñas sesiones de cantos son buenas para el ánimo", dice Abu Jaled, un voluntario del equipo médico.
Poco después, llega un joven combatiente ligeramente herido en una mano. Nadie le conoce. Viene de Azerbaiyán, habla turco pero no árabe y se ha visto forzado a separarse de su unidad durante los combates.
"Vi imágenes de la guerra en la tele y he decidido venir para ayudar a los sirios a combatir a Bashar. Es la primera vez que hago una cosa así", explica.
Un poco más tarde, otro combatiente turco llega por una pequeña herida. Los dos hombres pasan la noche hablando y se van juntos al día siguiente.
A veces, las razones que han llevado a algunos a Siria son menos claras. Nadie entiende, por ejemplo, por qué Abu Mohamed, un holandés de origen iraquí, ha dejado a su mujer y a sus dos hijos en Holanda hace unas semanas y ha venido a Alepo a empuñar las armas.
Vestido con una larga túnica tradicional árabe, dice que no pertenece a ningún grupo, está solo la mayor parte del tiempo y no habla con nadie. Pasa por este hospital improvisado porque tiene aire acondicionado, para descansar o leer el Corán.
"Me gusta trabajar solo. A veces me canso y vengo aquí. No tengo ganas de hablar", dice escuetamente, antes de agarrar su kalashnikov y subir con dificultades las escaleras del sótano.
Ahmad, un joven opositor del barrio que hace a veces guardia en el hospital, lo ve irse, solo, en dirección a la zona de los bombardeos.
"No quiere que le ayudemos pero él nos ayuda. No sabemos realmente lo que pasa por su cabeza, pero le dejamos en paz", dice.
De vuelta del frente de Alepo, en el norte de Siria, el tunecino Abu Zeid es un francotirador de élite y un yihadista que se considera a sí mismo un 'freelance', con otras guerras, como la de Libia, en su curriculum.
A Syrian man attends a demonstration against President Bashar Al-Assad after Friday prayers, in Marea, some 35km north of Aleppo, on August 17, 2012. Government troops pounded rebel bastions in Aleppo and other parts of Syria and fierce fighting was reported in Damascus, a day after the UN called time on its observer mission.