Ciclismo: 'Vino' reina en las guerrillas que acaban con el 'Imperio Británico'
Londres, EFE
Alexandr Vinokourov, un ilustre veterano que pondrá dentro de unas semanas fin a su carrera, reinó en las guerrillas en las que varias selecciones convirtieron la prueba de fondo en carretera de Londres 2012, en las que naufragó el 'Imperio Británico'.
Mark Cavendish, arropado por un cuarteto de primera magnitud en el que estaban los dos primeros del Tour, Bradley Wiggins y Chris Froome, y un buen rodador como David Millar, era el favorito número uno.
Eso sí, tenía que producirse un esprint masivo. Ahí Cavendish, el velocista de la Isla de Man, era intratable e inabordable. El oro estaba en su cuello.
Pero todos los grandes equipos lo sabían y anunciaron guerra. La clave de conjuntos como Italia, Bélgica, España, Suiza, Holanda y demás representaciones con menos opciones en los esprints era endurecer la carrera.
Un Mundial o una ronda por etapas es muy distinta a los Juegos. Los equipos en esta competición tan solo están integrados por cinco corredores, que se convierte en uno menos porque en este caso Cavendish debe reservar todo para estar fresco, llegar en el grupo y rematar en la llegada.
El desgaste es tremendo para esos cuatro ciclistas que trabajan para el líder, más en una prueba con 249,5 kilómetros, la más larga de la historia de los Juegos, a no ser que se produzcan alianzas con otras escuadras.
Gran Bretaña asumió el papel de control absoluto y sus rivales lo aceptaron con agrado. Hubo poca colaboración. Alemania, con Andre Greipel como estandarte para el esprint, y Australia, con Matt Goss como reserva espiritual en el caso de una llegada masiva, se dedicaron a escoltar a los anfitriones a la espera de que el desgaste hiciera mella.
El resto de grandes selecciones, como estaba previsto, jugó las bazas de la batalla, de la guerra constante. Una temprana escapada de una docena de corredores no pareció incomodar en exceso el planteamiento de los británicos.
En cambio, sí que la situación se tornó en preocupante cuando los kilómetros pasaron, empezaron a hacer mella las subidas del circuito Box Hill y entraron en acción ilustres y peligrosos enemigos como Vincenzo Nibali y sobre todo Philippe Gilbert.
El belga incluso dio un giro de tuerca más cuando probó, sabedor de que no lo conseguiría, la aventura en solitario. A esta acción se le añadió la salida del pelotón en la última subida de hombres como 'Vino', el colombiano Rigoberto Urán, los españoles Alejandro Valverde y Luis León Sánchez.
Muchos y muy peligrosos generaron una emboscada a la que ya no pudo responder, desfondado, el cuarteto que amparaba el sueño de Cavendish y de todo el país.
Gran Bretaña había confiado a su potencia y a alguna colaboración para alcanzar a los fugados una vez superada la última subida en Box Hill. El plan se fue al traste.
El extenso grupo cabecero mantuvo las distancias alrededor del minuto y el sueño del 'Imperio Británico' se marchó a la par que surgió, emergente, el poderío de 'Vino' para escaparse junto a Urán, un colombiano afincado en Navarra, compañero de equipo de Cavendish, Wiggins, Froome y compañía, que demostró que se maneja bien en los momentos clave.
El kazako, subcampeón olímpico en Sydney 2000, puso broche a su dilatada carrera con un oro ganado a pulso con un latigazo final que dejó a Urán sin opciones y con un desarrollo táctico encomiable.
Había sido el ganador en la guerrilla, en la batalla de pequeñas batallas que el pelotón organizó para desactiva al quinteto británico que, hundido, poco a poco fue claudicando hasta entregar el estandarte olímpico que parecía tener reservado.
Alexandr Vinokourov, un ilustre veterano que pondrá dentro de unas semanas fin a su carrera, reinó en las guerrillas en las que varias selecciones convirtieron la prueba de fondo en carretera de Londres 2012, en las que naufragó el 'Imperio Británico'.
Mark Cavendish, arropado por un cuarteto de primera magnitud en el que estaban los dos primeros del Tour, Bradley Wiggins y Chris Froome, y un buen rodador como David Millar, era el favorito número uno.
Eso sí, tenía que producirse un esprint masivo. Ahí Cavendish, el velocista de la Isla de Man, era intratable e inabordable. El oro estaba en su cuello.
Pero todos los grandes equipos lo sabían y anunciaron guerra. La clave de conjuntos como Italia, Bélgica, España, Suiza, Holanda y demás representaciones con menos opciones en los esprints era endurecer la carrera.
Un Mundial o una ronda por etapas es muy distinta a los Juegos. Los equipos en esta competición tan solo están integrados por cinco corredores, que se convierte en uno menos porque en este caso Cavendish debe reservar todo para estar fresco, llegar en el grupo y rematar en la llegada.
El desgaste es tremendo para esos cuatro ciclistas que trabajan para el líder, más en una prueba con 249,5 kilómetros, la más larga de la historia de los Juegos, a no ser que se produzcan alianzas con otras escuadras.
Gran Bretaña asumió el papel de control absoluto y sus rivales lo aceptaron con agrado. Hubo poca colaboración. Alemania, con Andre Greipel como estandarte para el esprint, y Australia, con Matt Goss como reserva espiritual en el caso de una llegada masiva, se dedicaron a escoltar a los anfitriones a la espera de que el desgaste hiciera mella.
El resto de grandes selecciones, como estaba previsto, jugó las bazas de la batalla, de la guerra constante. Una temprana escapada de una docena de corredores no pareció incomodar en exceso el planteamiento de los británicos.
En cambio, sí que la situación se tornó en preocupante cuando los kilómetros pasaron, empezaron a hacer mella las subidas del circuito Box Hill y entraron en acción ilustres y peligrosos enemigos como Vincenzo Nibali y sobre todo Philippe Gilbert.
El belga incluso dio un giro de tuerca más cuando probó, sabedor de que no lo conseguiría, la aventura en solitario. A esta acción se le añadió la salida del pelotón en la última subida de hombres como 'Vino', el colombiano Rigoberto Urán, los españoles Alejandro Valverde y Luis León Sánchez.
Muchos y muy peligrosos generaron una emboscada a la que ya no pudo responder, desfondado, el cuarteto que amparaba el sueño de Cavendish y de todo el país.
Gran Bretaña había confiado a su potencia y a alguna colaboración para alcanzar a los fugados una vez superada la última subida en Box Hill. El plan se fue al traste.
El extenso grupo cabecero mantuvo las distancias alrededor del minuto y el sueño del 'Imperio Británico' se marchó a la par que surgió, emergente, el poderío de 'Vino' para escaparse junto a Urán, un colombiano afincado en Navarra, compañero de equipo de Cavendish, Wiggins, Froome y compañía, que demostró que se maneja bien en los momentos clave.
El kazako, subcampeón olímpico en Sydney 2000, puso broche a su dilatada carrera con un oro ganado a pulso con un latigazo final que dejó a Urán sin opciones y con un desarrollo táctico encomiable.
Había sido el ganador en la guerrilla, en la batalla de pequeñas batallas que el pelotón organizó para desactiva al quinteto británico que, hundido, poco a poco fue claudicando hasta entregar el estandarte olímpico que parecía tener reservado.