ANÁLISIS / Londres ya es la sexta ciudad francesa
El presidente francés, François Hollande, que en mes y medio se ha revelado un maestro de la diplomacia, también salió a hombros de su visita a Reino Unido
Miguel Mora, El País
En Londres residen al menos 350.000 franceses, según estimaciones consulares, de forma que los galos llaman a la capital británica “la sexta ciudad francesa”. La perfidia es mutua entre los vecinos separados por el Canal de La Mancha y unidos por el Eurostar (alta tecnología francesa). Los políticos tratan de superar el estereotipo, aunque no siempre. Nicolas Sarkozy dio carácter prioritario a la relación con Reino Unido y firmó un ambicioso acuerdo de Defensa que favorecía los intereses del grupo Dassault, dueño del diario Le Figaro. Pero el agitado final de mandato del omnipotente presidente puso la relación con Londres al rojo vivo. París sacó a pasear a Juana de Arco, indignada porque las agencias de calificación amenazaban con quitarle la Triple A mientras respetaban la insolvencia británica. Altísimos funcionarios galos acusaron a Cameron de gobernar un chiringuito fiscal, y el premier vetó sin pestañear el Pacto Fiscal de Merkozy, dejando una vez más aislado al continente.
Y en esas llegó François Hollande. Cameron rehusó recibirle durante un viaje a Londres marcado por esta frase defensiva: “No somos peligrosos”, réplica a los ataques de la prensa liberal inglesa, que pedía el voto para Sarkozy aduciendo que Hollande es un "dangerous socialist" que jamás hará las reformas que Francia necesita para reducir el gasto público -olvidando de paso que tampoco Sarkozy las hizo-.
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Pese a los consejos de The Economist, Flanby ganó las elecciones. Cameron acogió con sarcasmo sus políticas de justicia fiscal, diciendo por encima del hombro: “Cuando Francia instaure la tasa del 75% para las rentas más altas, desplegaremos la alfombra roja a las empresas francesas”. Una simpática invitación a la insumisión/evasión fiscal, que se sumó a la elegante recepción de los tabloides a Valérie Trierweiler, llamándola Rottweiler y cosas peores.
Hollande encajó todo este “ambiance” con su calma habitual. No en vano sus antiguos camaradas le llamaban Monsieur Tentetieso: por mucho que le des, no cae. Se limitó a decir que la UE no es un supermercado al que uno llega para coger lo que quiera. Y ayer llegó la primera reunión bilateral. La Reina Isabel anunció que recibiría a solas al presidente, sin testigos ni intérpretes: “Hablarán en francés”, subrayó Le Figaro.
Londres temía un paso atrás de Hollande en los contratos de Defensa, especialmente en el de un avión no tripulado, capricho de Sarkozy. Pero el presidente francés, que en mes y medio se ha revelado un maestro de la diplomacia cuando era totalmente inexperto, también salió a hombros esta vez. Como Zelig, afirmó no estar resentido con Cameron: “No me ofendí. Admiro el humor, y sobre todo el humor británico. Estoy encantado de que me ponga la alfombra roja. Si tuviera que enfadarme con todos los dirigentes que no me recibieron, no me hablaría con el mundo entero”.
Y sobre las diferencias en Europa, lo zanjó así: “Gran Bretaña no quiere ser miembro de la zona euro, y Francia no quiere obligar a nadie a que se una a la zona euro. Así que debemos crear la Europa a dos velocidades, y que cada uno lleve su ritmo”. Ah, por cierto, Trierweiler se quedó en el Elíseo.
Miguel Mora, El País
En Londres residen al menos 350.000 franceses, según estimaciones consulares, de forma que los galos llaman a la capital británica “la sexta ciudad francesa”. La perfidia es mutua entre los vecinos separados por el Canal de La Mancha y unidos por el Eurostar (alta tecnología francesa). Los políticos tratan de superar el estereotipo, aunque no siempre. Nicolas Sarkozy dio carácter prioritario a la relación con Reino Unido y firmó un ambicioso acuerdo de Defensa que favorecía los intereses del grupo Dassault, dueño del diario Le Figaro. Pero el agitado final de mandato del omnipotente presidente puso la relación con Londres al rojo vivo. París sacó a pasear a Juana de Arco, indignada porque las agencias de calificación amenazaban con quitarle la Triple A mientras respetaban la insolvencia británica. Altísimos funcionarios galos acusaron a Cameron de gobernar un chiringuito fiscal, y el premier vetó sin pestañear el Pacto Fiscal de Merkozy, dejando una vez más aislado al continente.
Y en esas llegó François Hollande. Cameron rehusó recibirle durante un viaje a Londres marcado por esta frase defensiva: “No somos peligrosos”, réplica a los ataques de la prensa liberal inglesa, que pedía el voto para Sarkozy aduciendo que Hollande es un "dangerous socialist" que jamás hará las reformas que Francia necesita para reducir el gasto público -olvidando de paso que tampoco Sarkozy las hizo-.
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Hollande encajó todo este “ambiance” con su calma habitual. No en vano sus antiguos camaradas le llamaban Monsieur Tentetieso: por mucho que le des, no cae. Se limitó a decir que la UE no es un supermercado al que uno llega para coger lo que quiera. Y ayer llegó la primera reunión bilateral. La Reina Isabel anunció que recibiría a solas al presidente, sin testigos ni intérpretes: “Hablarán en francés”, subrayó Le Figaro.
Londres temía un paso atrás de Hollande en los contratos de Defensa, especialmente en el de un avión no tripulado, capricho de Sarkozy. Pero el presidente francés, que en mes y medio se ha revelado un maestro de la diplomacia cuando era totalmente inexperto, también salió a hombros esta vez. Como Zelig, afirmó no estar resentido con Cameron: “No me ofendí. Admiro el humor, y sobre todo el humor británico. Estoy encantado de que me ponga la alfombra roja. Si tuviera que enfadarme con todos los dirigentes que no me recibieron, no me hablaría con el mundo entero”.
Y sobre las diferencias en Europa, lo zanjó así: “Gran Bretaña no quiere ser miembro de la zona euro, y Francia no quiere obligar a nadie a que se una a la zona euro. Así que debemos crear la Europa a dos velocidades, y que cada uno lleve su ritmo”. Ah, por cierto, Trierweiler se quedó en el Elíseo.