"Unión fiscal" de Merkel afronta obstáculos importantes
Los Cabos, Reuters
A mediados de la década de 1990, a Helmut Kohl le preguntaron cómo esperaba convencer a los alemanes de cambiar el marco por una nebulosa nueva moneda que después fue bautizada como euro.
"Eso pasará", dijo el canciller. "Los alemanes aceptan un liderazgo fuerte".
Casi dos décadas después recayó sobre la ex protegida de Kohl, Angela Merkel, la responsabilidad de persuadir a los escépticos alemanes -y a sus socios de la zona euro- que más unidad de Europa, y no menos, es la respuesta a la profunda crisis que aflige a la moneda única.
En una cumbre del G-20 en el balneario mexicano de Los Cabos esta semana, Merkel se esforzó para convencer al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y a otros líderes de su idea de encaminar a Europa a una unión fiscal, donde los Estados miembros deberían ceder un poder sin precedentes sobre la política presupuestaria a la autoridad central en Bruselas.
Su esperanza es que al comprometerse con un gran paso hacia la integración política y económica, Europa pueda corregir los errores de los padres del euro como Kohl y convencer a los mercados de su decisión de mantener la moneda.
"Estos pasos le mostrarán al mundo que Europa y el proyecto europeo son irreversibles", dijo en Los Cabos el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso.
Barroso es uno de los cuatro altos funcionarios de la UE que deben presentar propuestas en una cumbre del bloque a fin de mes sobre la manera de lograr una unión fiscal en Europa.
Pero mientras se acerca el momento de la cumbre y durante los meses siguientes, Merkel afrontará una serie de obstáculos desalentadoras que podrían interrumpir sus planes.
Primero, debe recuperar el tiempo perdido explicando su visión a ciudadanos de su país y del bloque que son cada vez más escépticos sobre los beneficios del euro y de la Unión Europea ante una crisis cada vez más profunda, que aumentó el desempleo y llevó a las economías de Europa a la recesión.
"El argumento más fuerte en contra de reinventar a Europa es que la mayoría no quiere", dijo el diario alemán Sueddeutsche Zeitung el fin de semana en un editorial.
Pese a que en los últimos meses llenó sus discursos con referencias a "unión política", Merkel aún debe aclarar cómo se vería su plan y qué tan rápido puede ser implementado. Europa no es una pasión para ella, como lo era para Kohl, por lo que su desafío es vender el gran plan.
ALTAS EXPECTATIVAS
Merkel también debe lidiar con las altas expectativas de los socios del G-20, como Estados Unidos, que abrazó a regañadientes una integración europea como la solución para la crisis después de que la canciller alemana rechazó sus reclamos de medidas más radicales de corto plazo, como la emisión de bonos comunes de la zona euro y garantías de depósitos bancarios transnacionales.
Funcionarios alemanes en Los Cabos dijeron a periodistas que Washington entendió que la presión de Merkel por una unión fiscal era un proceso "evolutivo" y no "revolucionario".
Pero también reconocieron que la presión estaba creciendo para generar un comunicado de peso en la cumbre del 28 y 29 de junio, sin importar lo difícil o poco realista que esto pudiera resultar.
"Sabemos que las expectativas para la cumbre de la UE son altas", dijo un aliado de Merkel. "Necesitamos dar algo. Pero la realidad es que muchos países no han aceptado la idea de moverse hacia una mayor integración fiscal. Será muy difícil hacer el gran anuncio", sostuvo.
El mayor obstáculo, más allá de su audiencia doméstica, podría ser el nuevo presidente francés Francois Hollande, con quien debe desarrollar una relación cercana.
Hollande, un protegido de Jacques Delors -uno de los padres del euro, al igual que Kohl-, aún no ha mostrado si está preparado para abandonar décadas de oposición a la transferencia de poderes a Bruselas y aceptar el plan de Merkel.
La contundente victoria de sus socialistas en las elecciones parlamentarias del domingo fortalecieron la posición de Hollande.
Alemania anunció este mes que estaba preparada para conceder a España un año extra para alcanzar sus metas de reducción de déficit, y también mostró flexibilidad en permitir que la ayuda de la UE fluya directamente a los bancos españoles sin que el país tuviera que comprometerse a un programa de ajuste económico completo.
Funcionarios alemanes rompieron un tabú de la posguerra al mostrar tolerancia para un alza de los precios a nivel local y apoyar acuerdos de aumentos de salarios por inflación en la manufactura y sectores públicos.
Algunos vieron el lenguaje del comunicado del G-20 en Los Cabos como otra señal de una nueva disposición de Berlín a comprometerse.
En él, los países europeos reconocen que estaban considerando moverse a lo que se denomina unión bancaria, con herramientas de resolución bancaria y un esquema integrado de garantías de depósito que hasta ahora Alemania había frenado.
REUNION EN ROMA
En los preparativos para la cumbre de la UE quedará claro si estas medidas ayudarán a convencer a los socios de los alemanes. Merkel viajará a Roma el viernes para reunirse con Hollande, con el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, y con el primer ministro italiano, Mario Monti.
Un problema incluso mayor es si un plan a largo plazo hacia una mayor integración -que presumiblemente incluiría un control central sobre los presupuestos, impuestos, coordinación de políticas laborales y un Parlamento europeo más poderoso- tiene alguna oportunidad de calmar a los mercados.
Aunque Europa esquivó una bala en las elecciones del domingo en Grecia, que le dio a los partidos pro rescate una mayoría parlamentaria, y convenció a Madrid de buscar un rescate para sus bancos, los costos del endeudamiento español siguen estando altos, y aún existen riesgos de que Italia caiga por contagio.
Rescatar a la tercera y la cuarta mayores economías de la zona euro no es una opción. Es por eso que los funcionarios están silenciosamente preparándose para usar las herramientas de las que ya disponen para proteger a Italia y España.
En Los Cabos, Monti lanzó la idea de utilizar los fondos de rescate del bloque, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), para comprar bonos de los debilitados miembros en el mercado abierto.
Merkel ha señalado en privado que esta es una medida que estaría preparada para aceptar si la crisis se profundiza, aunque Berlín no le dio ninguna seguridad a Monti en la cumbre del G-20, según funcionarios.
Si los líderes de la UE logran enviar un convincente mensaje sobre una unión fiscal en su cumbre de fin de mes, el Banco Central Europeo podría también intervenir para limitar la turbulencia de corto plazo con una tercera ronda de préstamos baratos a largo plazo para los bancos, o con una rebaja en las tasas de interés.
"Una exitosa salida de la crisis del área euro requerirá una hoja de ruta a una unión fiscal y bancaria y una hoja de balance mucho más grande del BCE", dijo el economista de JP Morgan David Mackie.
"Pero mientras, lo que se necesita parece cada vez más claro. El riesgo es que las autoridades continúen moviéndose escalonadamente", agregó.
Eso, dijo Mackie, significará "mucha más tensión en el mercado y mucho menos crecimiento económico" en el camino.
A mediados de la década de 1990, a Helmut Kohl le preguntaron cómo esperaba convencer a los alemanes de cambiar el marco por una nebulosa nueva moneda que después fue bautizada como euro.
"Eso pasará", dijo el canciller. "Los alemanes aceptan un liderazgo fuerte".
Casi dos décadas después recayó sobre la ex protegida de Kohl, Angela Merkel, la responsabilidad de persuadir a los escépticos alemanes -y a sus socios de la zona euro- que más unidad de Europa, y no menos, es la respuesta a la profunda crisis que aflige a la moneda única.
En una cumbre del G-20 en el balneario mexicano de Los Cabos esta semana, Merkel se esforzó para convencer al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y a otros líderes de su idea de encaminar a Europa a una unión fiscal, donde los Estados miembros deberían ceder un poder sin precedentes sobre la política presupuestaria a la autoridad central en Bruselas.
Su esperanza es que al comprometerse con un gran paso hacia la integración política y económica, Europa pueda corregir los errores de los padres del euro como Kohl y convencer a los mercados de su decisión de mantener la moneda.
"Estos pasos le mostrarán al mundo que Europa y el proyecto europeo son irreversibles", dijo en Los Cabos el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso.
Barroso es uno de los cuatro altos funcionarios de la UE que deben presentar propuestas en una cumbre del bloque a fin de mes sobre la manera de lograr una unión fiscal en Europa.
Pero mientras se acerca el momento de la cumbre y durante los meses siguientes, Merkel afrontará una serie de obstáculos desalentadoras que podrían interrumpir sus planes.
Primero, debe recuperar el tiempo perdido explicando su visión a ciudadanos de su país y del bloque que son cada vez más escépticos sobre los beneficios del euro y de la Unión Europea ante una crisis cada vez más profunda, que aumentó el desempleo y llevó a las economías de Europa a la recesión.
"El argumento más fuerte en contra de reinventar a Europa es que la mayoría no quiere", dijo el diario alemán Sueddeutsche Zeitung el fin de semana en un editorial.
Pese a que en los últimos meses llenó sus discursos con referencias a "unión política", Merkel aún debe aclarar cómo se vería su plan y qué tan rápido puede ser implementado. Europa no es una pasión para ella, como lo era para Kohl, por lo que su desafío es vender el gran plan.
ALTAS EXPECTATIVAS
Merkel también debe lidiar con las altas expectativas de los socios del G-20, como Estados Unidos, que abrazó a regañadientes una integración europea como la solución para la crisis después de que la canciller alemana rechazó sus reclamos de medidas más radicales de corto plazo, como la emisión de bonos comunes de la zona euro y garantías de depósitos bancarios transnacionales.
Funcionarios alemanes en Los Cabos dijeron a periodistas que Washington entendió que la presión de Merkel por una unión fiscal era un proceso "evolutivo" y no "revolucionario".
Pero también reconocieron que la presión estaba creciendo para generar un comunicado de peso en la cumbre del 28 y 29 de junio, sin importar lo difícil o poco realista que esto pudiera resultar.
"Sabemos que las expectativas para la cumbre de la UE son altas", dijo un aliado de Merkel. "Necesitamos dar algo. Pero la realidad es que muchos países no han aceptado la idea de moverse hacia una mayor integración fiscal. Será muy difícil hacer el gran anuncio", sostuvo.
El mayor obstáculo, más allá de su audiencia doméstica, podría ser el nuevo presidente francés Francois Hollande, con quien debe desarrollar una relación cercana.
Hollande, un protegido de Jacques Delors -uno de los padres del euro, al igual que Kohl-, aún no ha mostrado si está preparado para abandonar décadas de oposición a la transferencia de poderes a Bruselas y aceptar el plan de Merkel.
La contundente victoria de sus socialistas en las elecciones parlamentarias del domingo fortalecieron la posición de Hollande.
Alemania anunció este mes que estaba preparada para conceder a España un año extra para alcanzar sus metas de reducción de déficit, y también mostró flexibilidad en permitir que la ayuda de la UE fluya directamente a los bancos españoles sin que el país tuviera que comprometerse a un programa de ajuste económico completo.
Funcionarios alemanes rompieron un tabú de la posguerra al mostrar tolerancia para un alza de los precios a nivel local y apoyar acuerdos de aumentos de salarios por inflación en la manufactura y sectores públicos.
Algunos vieron el lenguaje del comunicado del G-20 en Los Cabos como otra señal de una nueva disposición de Berlín a comprometerse.
En él, los países europeos reconocen que estaban considerando moverse a lo que se denomina unión bancaria, con herramientas de resolución bancaria y un esquema integrado de garantías de depósito que hasta ahora Alemania había frenado.
REUNION EN ROMA
En los preparativos para la cumbre de la UE quedará claro si estas medidas ayudarán a convencer a los socios de los alemanes. Merkel viajará a Roma el viernes para reunirse con Hollande, con el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, y con el primer ministro italiano, Mario Monti.
Un problema incluso mayor es si un plan a largo plazo hacia una mayor integración -que presumiblemente incluiría un control central sobre los presupuestos, impuestos, coordinación de políticas laborales y un Parlamento europeo más poderoso- tiene alguna oportunidad de calmar a los mercados.
Aunque Europa esquivó una bala en las elecciones del domingo en Grecia, que le dio a los partidos pro rescate una mayoría parlamentaria, y convenció a Madrid de buscar un rescate para sus bancos, los costos del endeudamiento español siguen estando altos, y aún existen riesgos de que Italia caiga por contagio.
Rescatar a la tercera y la cuarta mayores economías de la zona euro no es una opción. Es por eso que los funcionarios están silenciosamente preparándose para usar las herramientas de las que ya disponen para proteger a Italia y España.
En Los Cabos, Monti lanzó la idea de utilizar los fondos de rescate del bloque, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), para comprar bonos de los debilitados miembros en el mercado abierto.
Merkel ha señalado en privado que esta es una medida que estaría preparada para aceptar si la crisis se profundiza, aunque Berlín no le dio ninguna seguridad a Monti en la cumbre del G-20, según funcionarios.
Si los líderes de la UE logran enviar un convincente mensaje sobre una unión fiscal en su cumbre de fin de mes, el Banco Central Europeo podría también intervenir para limitar la turbulencia de corto plazo con una tercera ronda de préstamos baratos a largo plazo para los bancos, o con una rebaja en las tasas de interés.
"Una exitosa salida de la crisis del área euro requerirá una hoja de ruta a una unión fiscal y bancaria y una hoja de balance mucho más grande del BCE", dijo el economista de JP Morgan David Mackie.
"Pero mientras, lo que se necesita parece cada vez más claro. El riesgo es que las autoridades continúen moviéndose escalonadamente", agregó.
Eso, dijo Mackie, significará "mucha más tensión en el mercado y mucho menos crecimiento económico" en el camino.