ANÁLISIS / ¿Cuándo un conflicto se convierte en guerra civil?
Los expertos sostienen que el número de víctimas y la pérdida de control sobre parte del territorio determinan que Siria está hundida en una contienda civil
Georgina Higueras
Madrid, El País
La política y los intereses estratégicos juegan un papel primordial a la hora no solo de apagar o intensificar un conflicto sino también a la hora de definirlo, como sucede en el caso de Siria. “Guerra civil” no es un término reconocido por la ONU, de ahí que los actores directos e indirectos recurran a esta acepción movidos por el interés en ampliar o reducir la percepción de un conflicto.
El artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas solo permite declarar la guerra en “defensa propia”, de ahí que la última guerra que se declaró fue la que enfrentó a las dos Coreas (1950-1953). Desde entonces, todas las guerras, incluida la de Vietnam, se han mantenido en la ambigüedad jurídica de conflicto de baja o alta intensidad.
Para los expertos, sin embargo, en la actualidad hay tres hitos que marcan el hundimiento de un país en una guerra civil: la pérdida de control sobre parte del territorio; el incremento de víctimas mortales y la organización de los rebeldes. Los tres presentes en Siria desde principios de año. A diferencia de la guerra civil española (1936-1939), “ya no hay frentes, porque ahora los conflictos son asimétricos y entre bandos diferenciados –Ejército frente a guerrillas-“, señala el director del Instituto de Estudios Estratégicos de España (IEEE), general Miguel Angel Ballesteros.
“Si un conflicto escala de baja a alta intensidad y hay muertos en los dos bandos, no me cabe duda de que es una guerra porque en los conflictos asimétricos los cualitativo es el numero de víctimas mortales”, añade Ballesteros.
Hasta la resolución 1973 sobre Libia, la ONU no había autorizado que la comunidad internacional interviniera en los asuntos internos de un país
Ese parece haber sido el argumento que llevó el pasado 7 de junio al enviado de la ONU y la Liga Árabe para Siria, Kofi Annan, a declarar ante la Asamblea General de la ONU que a ese país árabe vive una “represión brutal, masacres, violencia sectaria e incluso una guerra civil abierta”. Por el contrario, Bachar el Asad, sostiene que en su país no existe tal contienda sino que se trata de acciones de "terroristas" financiadas desde el exterior.
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), organización de activistas opositores con sede en Londres, más de 14.400 personas, la mayoría civiles, han muerto en 15 meses de revuelta contra el régimen de Bachar el Asad. De ellas, 2.300 han perdido la vida en los últimos 30 días, lo que revela el agravamiento de la contienda. El informe hecho público por el OSDH el 14 de junio apunta que entre las víctimas mortales hay 10.117 civiles, 3.552 soldados y 807 desertores del Ejército regular.
La guerra civil en Afganistán es otro ejemplo de como los intereses políticos y estratégicos juegan con la denominación de una contienda. Muchos de los 43 Gobiernos que han enviado tropas a la Fuerza Internacional para la Seguridad de Afganistán (ISAF) afirman que sus soldados fueron enviados a una misión de "reconstrucción de Afganistán".
Siria es el escenario donde se enfrentan Irán y Arabia Saudí con sus respectivos apoyos en el Consejo de Seguridad de la ONU
La barbarie de la matanza entre hutus y tutsis en Ruanda (1994) y la guerra de Kosovo (1999) fueron determinantes para que la Asamblea de la ONU aprobara en 2005 el principio de la “responsabilidad de proteger” que tienen los Gobiernos sobre sus ciudadanos. Fue la ausencia de esa “responsabilidad” la que permitió la intervención de la OTAN en Libia en 2011, tras aprobarse la resolución 1973 que daba luz verde a la exclusión aérea y el bloqueo naval.
“Rusia y China consideran que Occidente abusó de esa resolución y tomó partido por una de las partes en conflicto, por lo que ahora no aceptan que suceda lo mismo en Siria”, afirma Félix Arteaga, investigado del Instituto Elcano. “Ni Rusia ni China están dispuestas a generalizar el derecho de injerencia. No quieren una resolución que tenga como objetivo acabar con Bachar el Asad y su régimen”, añade.
Hasta la resolución 1973, la ONU no había autorizado que la comunidad internacional interviniera en los asuntos internos de un país, ya que la Carta no permite injerencias.
Arteaga también tiene claro que en Siria hay una guerra civil. Se apoya en que numerosas carreteras y barrios de múltiples ciudades están en manos de los rebeldes que impiden el acceso a las tropas gubernamentales y en que los rebeldes cuentan cada día con armas más potentes, lo que revela que tienen cierto respaldo internacional.
Militares, investigadores y diplomáticos consideran, sin embargo, que aún se está lejos de que la ONU apruebe un embargo de armas, la exclusión aérea y/o el bloqueo naval. “Siria es el escenario donde se enfrentan Irán y Arabia Saudí, con sus respectivos apoyos en el Consejo de Seguridad y ninguno está dispuesto a dejar de jugar sus cartas”, señalan. Todos ellos descartan una acción unilateral de la OTAN
Georgina Higueras
Madrid, El País
La política y los intereses estratégicos juegan un papel primordial a la hora no solo de apagar o intensificar un conflicto sino también a la hora de definirlo, como sucede en el caso de Siria. “Guerra civil” no es un término reconocido por la ONU, de ahí que los actores directos e indirectos recurran a esta acepción movidos por el interés en ampliar o reducir la percepción de un conflicto.
El artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas solo permite declarar la guerra en “defensa propia”, de ahí que la última guerra que se declaró fue la que enfrentó a las dos Coreas (1950-1953). Desde entonces, todas las guerras, incluida la de Vietnam, se han mantenido en la ambigüedad jurídica de conflicto de baja o alta intensidad.
Para los expertos, sin embargo, en la actualidad hay tres hitos que marcan el hundimiento de un país en una guerra civil: la pérdida de control sobre parte del territorio; el incremento de víctimas mortales y la organización de los rebeldes. Los tres presentes en Siria desde principios de año. A diferencia de la guerra civil española (1936-1939), “ya no hay frentes, porque ahora los conflictos son asimétricos y entre bandos diferenciados –Ejército frente a guerrillas-“, señala el director del Instituto de Estudios Estratégicos de España (IEEE), general Miguel Angel Ballesteros.
“Si un conflicto escala de baja a alta intensidad y hay muertos en los dos bandos, no me cabe duda de que es una guerra porque en los conflictos asimétricos los cualitativo es el numero de víctimas mortales”, añade Ballesteros.
Hasta la resolución 1973 sobre Libia, la ONU no había autorizado que la comunidad internacional interviniera en los asuntos internos de un país
Ese parece haber sido el argumento que llevó el pasado 7 de junio al enviado de la ONU y la Liga Árabe para Siria, Kofi Annan, a declarar ante la Asamblea General de la ONU que a ese país árabe vive una “represión brutal, masacres, violencia sectaria e incluso una guerra civil abierta”. Por el contrario, Bachar el Asad, sostiene que en su país no existe tal contienda sino que se trata de acciones de "terroristas" financiadas desde el exterior.
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), organización de activistas opositores con sede en Londres, más de 14.400 personas, la mayoría civiles, han muerto en 15 meses de revuelta contra el régimen de Bachar el Asad. De ellas, 2.300 han perdido la vida en los últimos 30 días, lo que revela el agravamiento de la contienda. El informe hecho público por el OSDH el 14 de junio apunta que entre las víctimas mortales hay 10.117 civiles, 3.552 soldados y 807 desertores del Ejército regular.
La guerra civil en Afganistán es otro ejemplo de como los intereses políticos y estratégicos juegan con la denominación de una contienda. Muchos de los 43 Gobiernos que han enviado tropas a la Fuerza Internacional para la Seguridad de Afganistán (ISAF) afirman que sus soldados fueron enviados a una misión de "reconstrucción de Afganistán".
Siria es el escenario donde se enfrentan Irán y Arabia Saudí con sus respectivos apoyos en el Consejo de Seguridad de la ONU
La barbarie de la matanza entre hutus y tutsis en Ruanda (1994) y la guerra de Kosovo (1999) fueron determinantes para que la Asamblea de la ONU aprobara en 2005 el principio de la “responsabilidad de proteger” que tienen los Gobiernos sobre sus ciudadanos. Fue la ausencia de esa “responsabilidad” la que permitió la intervención de la OTAN en Libia en 2011, tras aprobarse la resolución 1973 que daba luz verde a la exclusión aérea y el bloqueo naval.
“Rusia y China consideran que Occidente abusó de esa resolución y tomó partido por una de las partes en conflicto, por lo que ahora no aceptan que suceda lo mismo en Siria”, afirma Félix Arteaga, investigado del Instituto Elcano. “Ni Rusia ni China están dispuestas a generalizar el derecho de injerencia. No quieren una resolución que tenga como objetivo acabar con Bachar el Asad y su régimen”, añade.
Hasta la resolución 1973, la ONU no había autorizado que la comunidad internacional interviniera en los asuntos internos de un país, ya que la Carta no permite injerencias.
Arteaga también tiene claro que en Siria hay una guerra civil. Se apoya en que numerosas carreteras y barrios de múltiples ciudades están en manos de los rebeldes que impiden el acceso a las tropas gubernamentales y en que los rebeldes cuentan cada día con armas más potentes, lo que revela que tienen cierto respaldo internacional.
Militares, investigadores y diplomáticos consideran, sin embargo, que aún se está lejos de que la ONU apruebe un embargo de armas, la exclusión aérea y/o el bloqueo naval. “Siria es el escenario donde se enfrentan Irán y Arabia Saudí, con sus respectivos apoyos en el Consejo de Seguridad y ninguno está dispuesto a dejar de jugar sus cartas”, señalan. Todos ellos descartan una acción unilateral de la OTAN