La muerte de civiles hondureños salpica a la Agencia Antidroga de EE UU
Cuerpos especiales de la DEA aplican estrategias de guerrilla empleadas en Irak y Afganistán
Eva Sáiz
Washington, El País
La supuesta implicación de agentes de la Agencia Antidroga de Estados Unidos (DEA en sus siglas en inglés) en dos operaciones contra el narcotráfico en Honduras con fuego cruzado, en las que murieron cuatro civiles, ha desatado la indignación de los ciudadanos de la nación centroamericana. La noticia, que ha publicado The New York Times, llega pocos días después de que se conociera que la DEA había enviado cuerpos de élite al país para instruir y acompañar a las brigadas de narcóticos hondureñas en las redadas contra los cárteles de la droga.
La DEA ha negado categóricamente que sus hombres efectuaran disparo alguno. “Trabajamos mano a mano con nuestros colegas hondureños, pero en ambas operaciones nos limitamos a servir de apoyo”, según declaraciones de la portavoz de la Agencia, Dawn Dearden, recogidas por The New York Times. Sin embargo, la presencia de agentes de EE UU en el país y las dudas que envuelven a estas dos operaciones han levantado las suspicacias de los ciudadanos y han puesto de manifiesto los riesgos de aplicar las técnicas de guerrilla empleadas en escenarios de guerra a la lucha contra el narcotráfico.
Alrededor del 90% de la cocaína procedente de Colombia y Venezuela llega a EE UU a través de Centro América y la tercera parte lo hace por Honduras
En la primera escaramuza, ocurrida el 6 de mayo, la refriega tuvo lugar cuando un comando compuesto por oficiales estadounidenses y hondureños se disponía a abortar un intercambio de cocaína. Los traficantes abrieron fuego y lograron escapar, de acuerdo con The New York Times. El viernes pasado, sin embargo, cuando otro equipo mixto confundió una embarcación de recreo con un bote que transportaba droga y disparó contra la tripulación, cuatro civiles, dos de ellos mujeres embarazadas, resultaron muertos, según la denuncia que hizo el alcalde de Ahuas, Lucio Baquedano, al diario Tiempo. El Gobierno de Honduras, sin embargo, comunicó que solo habían fallecido dos narcotraficantes.
Los agentes de la DEA destinados a Honduras -la mayoría veteranos de la guerra de Irak y Afganistán- tienen prohibido disparar salvo en casos de legítima defensa y no pueden intervenir aunque los efectivos hondureños o sus propios hombres estén en peligro. Además, deben informar previamente de todas las misiones a la embajadora de EE UU en el país centroamericano, quien está encargada de velar por que en ninguna se violen los derechos humanos.
Honduras se ha convertido en una de las principales prioridades de la política de lucha contra el tráfico de estupefacientes del Gobierno de Obama. Alrededor del 90% de la cocaína procedente de Colombia y Venezuela llega a EE UU a través de Centro América y la tercera parte de ese porcentaje lo hace por Honduras, donde la presencia de los cárteles, amparada por el desgobierno que impera en muchas zonas del país, es cada vez mayor.
En la actualidad, la DEA posee tres bases en el país centroamericano, todas abiertas con el consentimiento del Gobierno de Tegucigalpa. Allí sus agentes instruyen a las fuerzas locales en las tácticas de guerrilla aprendidas en los dos países asiáticos para combatir a la insurgencia, según informó The New York Times el 5 de mayo.
No es la primera vez que las actividades de la DEA en otros países han suscitado críticas y reproches. En 2011, la agencia reconoció haber participado en operaciones de lavado de dinero en suelo mexicano para detectar dónde guardaban y cómo movían el dinero del contrabando de drogas las organizaciones criminales. Dos años antes, se descubrió la existencia del programa Rápido y Furioso, mediante el que el Gobierno de EE UU entregó armas a cárteles de México para conocer qué ruta hacían. Ambas estrategias pusieron en serio peligro la colaboración en la lucha contra el narcotráfico entre ese país y EE UU.
La política antidroga en Centro América sigue siendo un objetivo principal para EE UU. El Pentágono mantiene 200 equipos especiales en la zona para entrenar a los cuerpos de lucha contra estupefacientes de los países centroamericanos.
Eva Sáiz
Washington, El País
La supuesta implicación de agentes de la Agencia Antidroga de Estados Unidos (DEA en sus siglas en inglés) en dos operaciones contra el narcotráfico en Honduras con fuego cruzado, en las que murieron cuatro civiles, ha desatado la indignación de los ciudadanos de la nación centroamericana. La noticia, que ha publicado The New York Times, llega pocos días después de que se conociera que la DEA había enviado cuerpos de élite al país para instruir y acompañar a las brigadas de narcóticos hondureñas en las redadas contra los cárteles de la droga.
La DEA ha negado categóricamente que sus hombres efectuaran disparo alguno. “Trabajamos mano a mano con nuestros colegas hondureños, pero en ambas operaciones nos limitamos a servir de apoyo”, según declaraciones de la portavoz de la Agencia, Dawn Dearden, recogidas por The New York Times. Sin embargo, la presencia de agentes de EE UU en el país y las dudas que envuelven a estas dos operaciones han levantado las suspicacias de los ciudadanos y han puesto de manifiesto los riesgos de aplicar las técnicas de guerrilla empleadas en escenarios de guerra a la lucha contra el narcotráfico.
Alrededor del 90% de la cocaína procedente de Colombia y Venezuela llega a EE UU a través de Centro América y la tercera parte lo hace por Honduras
En la primera escaramuza, ocurrida el 6 de mayo, la refriega tuvo lugar cuando un comando compuesto por oficiales estadounidenses y hondureños se disponía a abortar un intercambio de cocaína. Los traficantes abrieron fuego y lograron escapar, de acuerdo con The New York Times. El viernes pasado, sin embargo, cuando otro equipo mixto confundió una embarcación de recreo con un bote que transportaba droga y disparó contra la tripulación, cuatro civiles, dos de ellos mujeres embarazadas, resultaron muertos, según la denuncia que hizo el alcalde de Ahuas, Lucio Baquedano, al diario Tiempo. El Gobierno de Honduras, sin embargo, comunicó que solo habían fallecido dos narcotraficantes.
Los agentes de la DEA destinados a Honduras -la mayoría veteranos de la guerra de Irak y Afganistán- tienen prohibido disparar salvo en casos de legítima defensa y no pueden intervenir aunque los efectivos hondureños o sus propios hombres estén en peligro. Además, deben informar previamente de todas las misiones a la embajadora de EE UU en el país centroamericano, quien está encargada de velar por que en ninguna se violen los derechos humanos.
Honduras se ha convertido en una de las principales prioridades de la política de lucha contra el tráfico de estupefacientes del Gobierno de Obama. Alrededor del 90% de la cocaína procedente de Colombia y Venezuela llega a EE UU a través de Centro América y la tercera parte de ese porcentaje lo hace por Honduras, donde la presencia de los cárteles, amparada por el desgobierno que impera en muchas zonas del país, es cada vez mayor.
En la actualidad, la DEA posee tres bases en el país centroamericano, todas abiertas con el consentimiento del Gobierno de Tegucigalpa. Allí sus agentes instruyen a las fuerzas locales en las tácticas de guerrilla aprendidas en los dos países asiáticos para combatir a la insurgencia, según informó The New York Times el 5 de mayo.
No es la primera vez que las actividades de la DEA en otros países han suscitado críticas y reproches. En 2011, la agencia reconoció haber participado en operaciones de lavado de dinero en suelo mexicano para detectar dónde guardaban y cómo movían el dinero del contrabando de drogas las organizaciones criminales. Dos años antes, se descubrió la existencia del programa Rápido y Furioso, mediante el que el Gobierno de EE UU entregó armas a cárteles de México para conocer qué ruta hacían. Ambas estrategias pusieron en serio peligro la colaboración en la lucha contra el narcotráfico entre ese país y EE UU.
La política antidroga en Centro América sigue siendo un objetivo principal para EE UU. El Pentágono mantiene 200 equipos especiales en la zona para entrenar a los cuerpos de lucha contra estupefacientes de los países centroamericanos.