La incertidumbre se apodera de Malí tras el golpe militar
La ONU condena la asonada y exige el restablecimiento del orden constitucional
El Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo retiran su ayuda al Estado
Bamako, El País
La incertidumbre se ha adueñado de Bamako, capital de Malí, donde a mediodía del jueves todavía se oyeron disparos esporádicos 20 horas después del golpe de Estado que ha derrocado al presidente Amadou Toumani Touré. Militares de Malí se rebelaron la tarde del miércoles en protesta por la falta de medios para combatir la revuelta tuareg que desde enero asola el norte del país. La comunidad internacional ha reaccionado rechazando el golpe.
El Consejo de Seguridad de la ONU ha condenado los hechos de las últimas horas y exigido el restablecimiento del orden vigente y la protección del presidente. Por otra parte, el Banco Mundial ha anunciado la suspensión de sus programas de ayuda al desarrollo para Malí -a excepción de la ayuda de emergencia-, al igual que el Banco Africano de Desarrollo. Las dos entidades financieras anunciaron conjuntamente su decisión desde Washington.
Los insurgentes, a su vez, anunciaron el cambio de gobierno a través de la Oficina de Radio y Televisión de Malí (ORTM), reivindicando el final de "un régimen incompetente" y la disolución de todas las instituciones, junto a la suspensión de la Constitución. Según informó el jueves el organismo encargado de la protección civil, al menos 50 militares murieron en la noche del miércoles en los alrededores del palacio presidencial. Algunas agencias informativas, sin embargo, han asegurado que el durante el golpe no falleció ningún militar.
El portavoz de los soldados, el teniente Amadou Konaré, fue el encargado de aparecer a las 23.00 del miércoles en la televisión oficial, cuyas oficinas habían sido ocupadas antes de que se suspendiera la programación. En su alocución, acusó a Toumani Touré de ser incapaz de manejar "la crisis del norte del país". A las 13.00 del jueves el paradero del presidente era desconocido. Tres ministros, entre ellos los de Exteriores, Trabajo y Administración Territorial, se encontraban detenidos en un campamento militar en el centro de Bamako.
Alrededor de las 05.00 del jueves, en el momento en que los muecines comenzaban a llamar a la primera oración del día, el presidente del denominado Comité Nacional para el Restablecimiento de la Democracia y la Restauración del Estado, el capitán del Ejército de tierra Amadou Haya Sanogo, explicó en directo en televisión, acompañado por un grupo de militares, que tras el golpe los uniformados controlaban el palacio presidencial. El hecho de que el golpe de Estado no haya sido perpetrado por los altos cargos del ejército ha provocado aún más confusión entre la población. "Prometemos entregar el poder a un presidente democráticamente elegido, tan pronto como el país esté reunificado y su integridad no esté amenazada", ha dicho el teniente Konare.
Los tiros seguían oyéndose el jueves por la mañana. Los niños no fueron al colegio, a pesar de ser la semana de los exámenes trimestrales, ni tampoco sus padres se desplazaron al trabajo por miedo a las balas perdidas. El aeropuerto de Bamako ha sido clausurado, las fronteras han sido selladas, y la mayor parte de la población ha pasado la noche en vela. Las calles de Bamako estuvieron prácticamente vacías toda la mañana del jueves. Durante la madrugada, los enfrentamientos se habían extendido a Gao, la principal ciudad del norte del país.
Los incidentes han estallado en un contexto de gran malestar en el sector castrense por la forma en que el Gobierno está gestionando la rebelión de la etnia tuareg en el norte del país, que comenzó el pasado enero y ha causado más de 160.000 desplazados El país se prepara, además, para las elecciones presidenciales, fijadas para el 29 de abril. El detonante de la rebelión ha sido la visita del ministro del Defensa, Sadio Gassama, al batallón 333 del Ejército de Tierra, basado en cuartel de Kati, unos 20 kilómetros al norte de Bamako y uno de los más importantes del país. "El ministro acudió a conversar con las tropas, pero el diálogo fracasó", dijo una fuente militar. "La gente protestaba por el manejo que el Gobierno está haciendo de la crisis en el norte", donde los independentistas tuareg han ido ganando terreno en las últimas semanas. Al no sentirse escuchados, los militares han salido a la calle. Otras fuentes sugieren que como telón de fondo hay un enfrentamiento en el seno de las Fuerzas Armadas.
El Ejército acusa al Gobierno de debilidad por intentar negociar con los tuareg y se ha venido quejando del pobre equipamiento con que cuenta. "Estamos hartos. Queremos municiones para combatir", ha declarado a la agencia France Presse un cabo que pide el anonimato. "El ministro de Defensa ha venido a hablarnos, pero no nos ha convencido". Los militares, añade, no quieren la salida del presidente Toumani Toure. "Es nuestro presidente, pero es necesario que arregle las cosas".
Toumani Touré ha sido acusado de haber intentado satisfacer a todos con sus negociaciones. El presidente reconoció el martes la gravedad de la situación. "Mi país atraviesa hoy un momento difícil marcado por la degradación de la seguridad en la parte septentrional", dijo durante una reunión ministerial de la Unión Africana celebrada en Bamako. El presidente de Malí responsabilizó de esta situación a los "ataques lanzados por los rebeldes armados, de los que muchos son repatriados venidos de Libia, islamistas armados y narcotraficantes".
Touré se refería, sin citarlo, al grupo independentista tuareg Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA), que se levantó en armas el 17 de enero para exigir la autodeterminación del norte del país. Las autoridades acusan al MNLA de estar apoyado por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), por el grupo islamista radical Ansar al Din (Seguidores de la religión), por excombatientes de las fuerzas del difunto coronel libio Muamar el Gadafi y por traficantes.
La rebelión tuareg afecta a las regiones de Kidal, Gao y Tombuctú. Desde su inicio, no han cesado los enfrentamientos con el Ejército maliense. Los familiares de los militares de Kati ya habían organizado dos protestas para exigir al presidente Touré un mayor apoyo a las tropas y más información sobre lo que ocurre en el norte del país. El 2 de febrero, las mujeres de los militares marcharon al palacio presidencial. La manifestación, en principio pacífica, terminó con ataques a propiedades de árabes y tuareg que residen en la capital, y que han empezado a abandonar el país. El miércoles, estudiantes y jóvenes, muchos de ellos hijos de militares, convocaron una marcha hacia la colina de Koulouba, donde se encuentra el palacio presidencial, y quemaron neumáticos como signo de protesta.
"Tras la reanudación de la guerra en el norte del país, el descontento ha ido en auge en las filas del Ejército", afirma desde Bamako, en entrevista telefónica, Aminata Traore, una de las intelectuales más conocidas de África. “Los jóvenes que luchan en el norte contaban a sus familias, a través del móvil, sus condiciones penosas y lo mal equipados que están” para luchar contra los rebeles tuaregs, “mucho mejor armados” porque han adquirido o robado armas modernas en Libia. “Han sido pues las esposas y las madres las que han llevado hasta ahora la voz cantante de la protesta de los reclutas”, prosigue la escritora maliense. El presidente las recibió y trató de apaciguar su malestar dedicándoles su discurso del 8 de marzo. Sin éxito.
Esta es la cuarta rebelión tuareg desde la independencia de Malí en 1960, pero en esta ocasión la situación es más compleja. En la franja del Sahel maliense cohabitan grupos salafistas como Ansar al Din, que hasta ahora ha colaborado con el MNLA, células de Al-Qaeda en el Magreb Islámico, y grupos de traficantes de drogas o armas, lo que ha convertido el norte del país en una zona muy insegura.
En vísperas de la celebración de las presidenciales, la población de Bamako ha vivido hasta hoy en dos mundos paralelos: el del hartazgo ante el silencio de las autoridades respecto a la cuestión del norte, y el desarrollo de una intensa precampaña electoral, con la intención de dejar claro que la democracia estaba por encima de cualquier atentado contra la integridad nacional. El presidente, un hombre muy respetado, no habló claramente de la rebelión hasta el pasado 26 de febrero, y lo hizo ante los micrófonos de la cadena francesa RFI. La posibilidad de un golpe de Estado era esperada aunque no deseada. La primera vuelta de las elecciones presidenciales estaba prevista para el próximo 29 de abril y Toumani Touré ya había confirmado que iba a dejar el poder tras completar sus dos legislaturas. No obstante, tras dos meses de insurgencia en el norte y la creciente preocupación de los militares, que se han quejado en sucesivas ocasiones de la falta de medios y apoyo por parte del Gobierno, el batallón 333 del Ejército de Tierra ha optado por lo que consideran la única manera de restaurar la paz y el Estado.
El Consejo de Seguridad de la ONU ha mantenido consultas a puerta cerrada sobre la situación que vive Malí y ha pedido que se mantenga el orden constitucional en el país africano. También Francia, por boca de su ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, ha condenado la algarada militar y ha alentado a que se mantenga el orden constitucional y a que las elecciones se celebren en abril, tal como estaba previsto. "Hemos condenado este golpe de Estado. Queremos el respeto de las reglas democráticas y constitucionales", afirmó Juppé en la cadena de radio Europe 1. "Las elecciones", ha añadido, "deben celebrarse lo más rápido posible para que los malienses puedan pronunciarse". El Ministerio de Exteriores francés ha anunciado que suspende la cooperación militar con Malí. La Unión Europea y la Unión Africana también han condenado el golpe militar.
La intensa actividad política de los últimos meses destinada a conseguir una alternancia política democrática se ha conjugado con voces que ponían en duda la posibilidad de celebrar unos comicios libres cuando Malí estaba viviendo un ataque a su integridad territorial. Un hecho que había sido condenado por los miembros de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) y por otros países como Estados Unidos, que incluso ha enviado tropas para apoyar al Ejército maliense. Por el contrario, Francia ha sido acusada no solo por no condenar la rebelión sino por recibir a los rebeldes del Movimiento Nacional para la Liberación de L’Azawad (MNLA) en París. Desde entonces, una gran parte de la población maliense ha mostrado un rechazo frontal hacia Francia, país al que incluso ha llegado a culpar de haber promovido la rebelión tuareg.
Juppé viajó el domingo 26 de febrero a Bamako, con la intención de reafirmar su apoyo a la unidad de Malí, en una reunión mantenida con ATT y su homólogo, Souleymane Boubèye Maïga. En el encuentro Juppé también aseguró que Francia se encontraba más cerca de Malí que nunca y que lo único que pretendía era encontrar una solución a la crisis del Norte, mediante el diálogo. El ministro de Exteriores francés fue bombardeado a preguntas por los periodistas, que hasta hoy han continuado viendo en la postura francesa una actitud ambigua.
El Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo retiran su ayuda al Estado
Bamako, El País
La incertidumbre se ha adueñado de Bamako, capital de Malí, donde a mediodía del jueves todavía se oyeron disparos esporádicos 20 horas después del golpe de Estado que ha derrocado al presidente Amadou Toumani Touré. Militares de Malí se rebelaron la tarde del miércoles en protesta por la falta de medios para combatir la revuelta tuareg que desde enero asola el norte del país. La comunidad internacional ha reaccionado rechazando el golpe.
El Consejo de Seguridad de la ONU ha condenado los hechos de las últimas horas y exigido el restablecimiento del orden vigente y la protección del presidente. Por otra parte, el Banco Mundial ha anunciado la suspensión de sus programas de ayuda al desarrollo para Malí -a excepción de la ayuda de emergencia-, al igual que el Banco Africano de Desarrollo. Las dos entidades financieras anunciaron conjuntamente su decisión desde Washington.
Los insurgentes, a su vez, anunciaron el cambio de gobierno a través de la Oficina de Radio y Televisión de Malí (ORTM), reivindicando el final de "un régimen incompetente" y la disolución de todas las instituciones, junto a la suspensión de la Constitución. Según informó el jueves el organismo encargado de la protección civil, al menos 50 militares murieron en la noche del miércoles en los alrededores del palacio presidencial. Algunas agencias informativas, sin embargo, han asegurado que el durante el golpe no falleció ningún militar.
El portavoz de los soldados, el teniente Amadou Konaré, fue el encargado de aparecer a las 23.00 del miércoles en la televisión oficial, cuyas oficinas habían sido ocupadas antes de que se suspendiera la programación. En su alocución, acusó a Toumani Touré de ser incapaz de manejar "la crisis del norte del país". A las 13.00 del jueves el paradero del presidente era desconocido. Tres ministros, entre ellos los de Exteriores, Trabajo y Administración Territorial, se encontraban detenidos en un campamento militar en el centro de Bamako.
Alrededor de las 05.00 del jueves, en el momento en que los muecines comenzaban a llamar a la primera oración del día, el presidente del denominado Comité Nacional para el Restablecimiento de la Democracia y la Restauración del Estado, el capitán del Ejército de tierra Amadou Haya Sanogo, explicó en directo en televisión, acompañado por un grupo de militares, que tras el golpe los uniformados controlaban el palacio presidencial. El hecho de que el golpe de Estado no haya sido perpetrado por los altos cargos del ejército ha provocado aún más confusión entre la población. "Prometemos entregar el poder a un presidente democráticamente elegido, tan pronto como el país esté reunificado y su integridad no esté amenazada", ha dicho el teniente Konare.
Los tiros seguían oyéndose el jueves por la mañana. Los niños no fueron al colegio, a pesar de ser la semana de los exámenes trimestrales, ni tampoco sus padres se desplazaron al trabajo por miedo a las balas perdidas. El aeropuerto de Bamako ha sido clausurado, las fronteras han sido selladas, y la mayor parte de la población ha pasado la noche en vela. Las calles de Bamako estuvieron prácticamente vacías toda la mañana del jueves. Durante la madrugada, los enfrentamientos se habían extendido a Gao, la principal ciudad del norte del país.
Los incidentes han estallado en un contexto de gran malestar en el sector castrense por la forma en que el Gobierno está gestionando la rebelión de la etnia tuareg en el norte del país, que comenzó el pasado enero y ha causado más de 160.000 desplazados El país se prepara, además, para las elecciones presidenciales, fijadas para el 29 de abril. El detonante de la rebelión ha sido la visita del ministro del Defensa, Sadio Gassama, al batallón 333 del Ejército de Tierra, basado en cuartel de Kati, unos 20 kilómetros al norte de Bamako y uno de los más importantes del país. "El ministro acudió a conversar con las tropas, pero el diálogo fracasó", dijo una fuente militar. "La gente protestaba por el manejo que el Gobierno está haciendo de la crisis en el norte", donde los independentistas tuareg han ido ganando terreno en las últimas semanas. Al no sentirse escuchados, los militares han salido a la calle. Otras fuentes sugieren que como telón de fondo hay un enfrentamiento en el seno de las Fuerzas Armadas.
El Ejército acusa al Gobierno de debilidad por intentar negociar con los tuareg y se ha venido quejando del pobre equipamiento con que cuenta. "Estamos hartos. Queremos municiones para combatir", ha declarado a la agencia France Presse un cabo que pide el anonimato. "El ministro de Defensa ha venido a hablarnos, pero no nos ha convencido". Los militares, añade, no quieren la salida del presidente Toumani Toure. "Es nuestro presidente, pero es necesario que arregle las cosas".
Toumani Touré ha sido acusado de haber intentado satisfacer a todos con sus negociaciones. El presidente reconoció el martes la gravedad de la situación. "Mi país atraviesa hoy un momento difícil marcado por la degradación de la seguridad en la parte septentrional", dijo durante una reunión ministerial de la Unión Africana celebrada en Bamako. El presidente de Malí responsabilizó de esta situación a los "ataques lanzados por los rebeldes armados, de los que muchos son repatriados venidos de Libia, islamistas armados y narcotraficantes".
Touré se refería, sin citarlo, al grupo independentista tuareg Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA), que se levantó en armas el 17 de enero para exigir la autodeterminación del norte del país. Las autoridades acusan al MNLA de estar apoyado por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), por el grupo islamista radical Ansar al Din (Seguidores de la religión), por excombatientes de las fuerzas del difunto coronel libio Muamar el Gadafi y por traficantes.
La rebelión tuareg afecta a las regiones de Kidal, Gao y Tombuctú. Desde su inicio, no han cesado los enfrentamientos con el Ejército maliense. Los familiares de los militares de Kati ya habían organizado dos protestas para exigir al presidente Touré un mayor apoyo a las tropas y más información sobre lo que ocurre en el norte del país. El 2 de febrero, las mujeres de los militares marcharon al palacio presidencial. La manifestación, en principio pacífica, terminó con ataques a propiedades de árabes y tuareg que residen en la capital, y que han empezado a abandonar el país. El miércoles, estudiantes y jóvenes, muchos de ellos hijos de militares, convocaron una marcha hacia la colina de Koulouba, donde se encuentra el palacio presidencial, y quemaron neumáticos como signo de protesta.
"Tras la reanudación de la guerra en el norte del país, el descontento ha ido en auge en las filas del Ejército", afirma desde Bamako, en entrevista telefónica, Aminata Traore, una de las intelectuales más conocidas de África. “Los jóvenes que luchan en el norte contaban a sus familias, a través del móvil, sus condiciones penosas y lo mal equipados que están” para luchar contra los rebeles tuaregs, “mucho mejor armados” porque han adquirido o robado armas modernas en Libia. “Han sido pues las esposas y las madres las que han llevado hasta ahora la voz cantante de la protesta de los reclutas”, prosigue la escritora maliense. El presidente las recibió y trató de apaciguar su malestar dedicándoles su discurso del 8 de marzo. Sin éxito.
Esta es la cuarta rebelión tuareg desde la independencia de Malí en 1960, pero en esta ocasión la situación es más compleja. En la franja del Sahel maliense cohabitan grupos salafistas como Ansar al Din, que hasta ahora ha colaborado con el MNLA, células de Al-Qaeda en el Magreb Islámico, y grupos de traficantes de drogas o armas, lo que ha convertido el norte del país en una zona muy insegura.
En vísperas de la celebración de las presidenciales, la población de Bamako ha vivido hasta hoy en dos mundos paralelos: el del hartazgo ante el silencio de las autoridades respecto a la cuestión del norte, y el desarrollo de una intensa precampaña electoral, con la intención de dejar claro que la democracia estaba por encima de cualquier atentado contra la integridad nacional. El presidente, un hombre muy respetado, no habló claramente de la rebelión hasta el pasado 26 de febrero, y lo hizo ante los micrófonos de la cadena francesa RFI. La posibilidad de un golpe de Estado era esperada aunque no deseada. La primera vuelta de las elecciones presidenciales estaba prevista para el próximo 29 de abril y Toumani Touré ya había confirmado que iba a dejar el poder tras completar sus dos legislaturas. No obstante, tras dos meses de insurgencia en el norte y la creciente preocupación de los militares, que se han quejado en sucesivas ocasiones de la falta de medios y apoyo por parte del Gobierno, el batallón 333 del Ejército de Tierra ha optado por lo que consideran la única manera de restaurar la paz y el Estado.
El Consejo de Seguridad de la ONU ha mantenido consultas a puerta cerrada sobre la situación que vive Malí y ha pedido que se mantenga el orden constitucional en el país africano. También Francia, por boca de su ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, ha condenado la algarada militar y ha alentado a que se mantenga el orden constitucional y a que las elecciones se celebren en abril, tal como estaba previsto. "Hemos condenado este golpe de Estado. Queremos el respeto de las reglas democráticas y constitucionales", afirmó Juppé en la cadena de radio Europe 1. "Las elecciones", ha añadido, "deben celebrarse lo más rápido posible para que los malienses puedan pronunciarse". El Ministerio de Exteriores francés ha anunciado que suspende la cooperación militar con Malí. La Unión Europea y la Unión Africana también han condenado el golpe militar.
La intensa actividad política de los últimos meses destinada a conseguir una alternancia política democrática se ha conjugado con voces que ponían en duda la posibilidad de celebrar unos comicios libres cuando Malí estaba viviendo un ataque a su integridad territorial. Un hecho que había sido condenado por los miembros de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) y por otros países como Estados Unidos, que incluso ha enviado tropas para apoyar al Ejército maliense. Por el contrario, Francia ha sido acusada no solo por no condenar la rebelión sino por recibir a los rebeldes del Movimiento Nacional para la Liberación de L’Azawad (MNLA) en París. Desde entonces, una gran parte de la población maliense ha mostrado un rechazo frontal hacia Francia, país al que incluso ha llegado a culpar de haber promovido la rebelión tuareg.
Juppé viajó el domingo 26 de febrero a Bamako, con la intención de reafirmar su apoyo a la unidad de Malí, en una reunión mantenida con ATT y su homólogo, Souleymane Boubèye Maïga. En el encuentro Juppé también aseguró que Francia se encontraba más cerca de Malí que nunca y que lo único que pretendía era encontrar una solución a la crisis del Norte, mediante el diálogo. El ministro de Exteriores francés fue bombardeado a preguntas por los periodistas, que hasta hoy han continuado viendo en la postura francesa una actitud ambigua.