El canje de territorios con Chile
Alberto Zuazo
Hace 37 años, el canje territorial planteado por Chile para que Bolivia obtenga una salida soberana al océano Pacífico fue la causa única para que fracase la negociación entre ambos países.
Después de tan prolongado período, ¿cuál es hoy el sentir de los bolivianos al respecto? Insistir en rechazar el canje o ser pragmáticos? Por una causa infinitamente menor, la construcción del ferrocarril La Paz-Antofagasta, se hizo un primer canje territorial y no hubo reacciones.
La mejor forma de poder tomar una decisión puede -y tal vez debe asumirse como una necesidad perentoria- la lectura del libro “Historia de la negociación de Charaña. La más importante negociación del Siglo XX sobre el problema marítimo boliviano”, escrito por Ramiro Prudencio Lizón.
La ocasión es propicia, al haberse rememorado el viernes 23 los 133 años de la pérdida del litoral boliviano, que se extendía a lo largo de casi 300 kilómetros de costa. En este lapso hubo numerosas gestiones para recuperar por lo menos una salida propia al mar, pero una y otra vez no prosperaron.
En 1920, Bolivia presentó a la Sociedad de Naciones -equivalente a la ONU de hoy- una demanda contra el tratado de 1904. En asamblea plenaria se decidió encomendar el caso a una comisión especializada, de distintos países, para que estudie el planteamiento.
El informe fue adverso al interés nacional. Llegó a la conclusión de que el asunto es de interés estrictamente bilateral y que, por tanto, los países involucrados en el mismo eran los únicos aptos para resolver el conflicto.
Insistir al presente con una demanda jurídica crea mucha incertidumbre sobre su resultado. Además, podría estimarse como injustificada la contratación de abogados extranjeros para el efecto, cuando la Comisión Nacional del Mar (Conamar), creada en 1976, agotó el análisis de todos los aspectos concernientes al tema.
Conamar realizó más de 600 estudios, con profesionales bolivianos de todas las disciplinas, sobre cuestiones históricas, técnicas, económicas, financieras, jurídicas, geopolíticas, militares, geográficas y administrativas. ¿Por qué no leerlos y usar esta documentación?
A pesar de que Bolivia planteó su problema marítimo una y otra vez a las asambleas internacionales y en especial a las hemisféricas, los pronunciamientos de éstos no pasaron de ser líricos. Ni siquiera el de 1979, alcanzado en la asamblea de la OEA, en La Paz, que fue el más alentador para la causa boliviana, tuvo mayores efectos.
En ese trance se produjo la entrevista de Charaña, el 8 de febrero de 1975, de los entonces presidentes Hugo Banzer y Augusto Pinochet. El encuentro derivó en la apertura de una negociación que duró tres años y que tampoco se concretó en nuestro retorno al mar.
A este proceso está dedicado el libro de Prudencio. Cabe destacar que tiene carácter testimonial, porque en ese período el autor fue primer secretario de la Embajada en Santiago.
Prudencio, hijo del notable intelectual Roberto Prudencio, es diplomático, historiador, ensayista y profesor universitario. En los más de 30 años que fue funcionario del servicio diplomático, ha sido Director de las direcciones de América Latina, Aguas Internacionales y Política Exterior, así como Asesor General de la Cancillería y Director de la Academia Diplomática Boliviana, aparte de haber desempeñado las tareas de Cónsul General en Santiago, después de la ruptura de relaciones entre los dos países.
Es indispensable referirse a la personalidad y experiencia de Prudencio para aquilatar su libro en la dimensión que tiene, puesto que, además, incluye documentación textual y, en casos reservada, desconocida por los bolivianos.
Mucho se ha escrito acerca de la negociación de Charaña, unas veces parciales y otras sobre posicionamientos personales, por tanto carentes del rigor histórico que tiene la obra de Prudencio.
Hay momentos en que su lectura parece de ficción, por la atracción que suscita y las tensiones y falencias que se producían en la negociación. En las 378 páginas de la obra de Prudencio, se vive con intensidad el drama de la mediterraneidad forzada de Bolivia.
Hace 37 años, el canje territorial planteado por Chile para que Bolivia obtenga una salida soberana al océano Pacífico fue la causa única para que fracase la negociación entre ambos países.
Después de tan prolongado período, ¿cuál es hoy el sentir de los bolivianos al respecto? Insistir en rechazar el canje o ser pragmáticos? Por una causa infinitamente menor, la construcción del ferrocarril La Paz-Antofagasta, se hizo un primer canje territorial y no hubo reacciones.
La mejor forma de poder tomar una decisión puede -y tal vez debe asumirse como una necesidad perentoria- la lectura del libro “Historia de la negociación de Charaña. La más importante negociación del Siglo XX sobre el problema marítimo boliviano”, escrito por Ramiro Prudencio Lizón.
La ocasión es propicia, al haberse rememorado el viernes 23 los 133 años de la pérdida del litoral boliviano, que se extendía a lo largo de casi 300 kilómetros de costa. En este lapso hubo numerosas gestiones para recuperar por lo menos una salida propia al mar, pero una y otra vez no prosperaron.
En 1920, Bolivia presentó a la Sociedad de Naciones -equivalente a la ONU de hoy- una demanda contra el tratado de 1904. En asamblea plenaria se decidió encomendar el caso a una comisión especializada, de distintos países, para que estudie el planteamiento.
El informe fue adverso al interés nacional. Llegó a la conclusión de que el asunto es de interés estrictamente bilateral y que, por tanto, los países involucrados en el mismo eran los únicos aptos para resolver el conflicto.
Insistir al presente con una demanda jurídica crea mucha incertidumbre sobre su resultado. Además, podría estimarse como injustificada la contratación de abogados extranjeros para el efecto, cuando la Comisión Nacional del Mar (Conamar), creada en 1976, agotó el análisis de todos los aspectos concernientes al tema.
Conamar realizó más de 600 estudios, con profesionales bolivianos de todas las disciplinas, sobre cuestiones históricas, técnicas, económicas, financieras, jurídicas, geopolíticas, militares, geográficas y administrativas. ¿Por qué no leerlos y usar esta documentación?
A pesar de que Bolivia planteó su problema marítimo una y otra vez a las asambleas internacionales y en especial a las hemisféricas, los pronunciamientos de éstos no pasaron de ser líricos. Ni siquiera el de 1979, alcanzado en la asamblea de la OEA, en La Paz, que fue el más alentador para la causa boliviana, tuvo mayores efectos.
En ese trance se produjo la entrevista de Charaña, el 8 de febrero de 1975, de los entonces presidentes Hugo Banzer y Augusto Pinochet. El encuentro derivó en la apertura de una negociación que duró tres años y que tampoco se concretó en nuestro retorno al mar.
A este proceso está dedicado el libro de Prudencio. Cabe destacar que tiene carácter testimonial, porque en ese período el autor fue primer secretario de la Embajada en Santiago.
Prudencio, hijo del notable intelectual Roberto Prudencio, es diplomático, historiador, ensayista y profesor universitario. En los más de 30 años que fue funcionario del servicio diplomático, ha sido Director de las direcciones de América Latina, Aguas Internacionales y Política Exterior, así como Asesor General de la Cancillería y Director de la Academia Diplomática Boliviana, aparte de haber desempeñado las tareas de Cónsul General en Santiago, después de la ruptura de relaciones entre los dos países.
Es indispensable referirse a la personalidad y experiencia de Prudencio para aquilatar su libro en la dimensión que tiene, puesto que, además, incluye documentación textual y, en casos reservada, desconocida por los bolivianos.
Mucho se ha escrito acerca de la negociación de Charaña, unas veces parciales y otras sobre posicionamientos personales, por tanto carentes del rigor histórico que tiene la obra de Prudencio.
Hay momentos en que su lectura parece de ficción, por la atracción que suscita y las tensiones y falencias que se producían en la negociación. En las 378 páginas de la obra de Prudencio, se vive con intensidad el drama de la mediterraneidad forzada de Bolivia.