La austeridad, arraigada en la política, empeora la tragedia griega
Paul Krugman, El País
The Washington Post publicaba no hace mucho una desgarradora historia sobre el sufrimiento que se está infligiendo a los griegos de a pie. Adiós a la doctrina de la austeridad expansionista.
Sin embargo, hay algo que no me cuadra. En el artículo, publicado el 10 enero y titulado "En Grecia, temores a que la austeridad esté matando la economía", se debaten las razones por las que se está imponiendo una austeridad tan cruel. "Las potencias europeas, lideradas por Alemania, conservadora en temas fiscales, han estado insistiendo en que Grecia corrija años de mala gestión aprobando rápidamente oleadas de recortes y otras reformas económicas de calado para recuperar la confianza de los inversores y garantizar la integridad del euro. Sostienen que reducir rápidamente el déficit es el preludio esencial para un futuro sostenible y el consiguiente dolor social es necesario para meterles en la cabeza a los políticos y a la sociedad griegos que esos excesos no deben repetirse jamás".
La mayor parte de eso es correcto, pero no lo de recuperar la confianza de los inversores o, en todo caso, esa no es la cuestión en estos días. Porque está bastante claro que a estas alturas la confianza del inversor es irrecuperable. Los costes de financiación griegos no van a bajar a niveles asequibles hasta dentro de mucho tiempo.
De modo que ahora la austeridad no está impulsada por el mercado, sino que es política, la prenda que las entidades crediticias oficiales están exigiendo por mantener el goteo de efectivo. Y la verdad es que en buena parte se trata de un castigo; ya hemos visto una demostración bastante impresionante de que los grandes recortes presupuestarios en una economía deprimida apenas reducen el déficit, porque hunden la economía y con ella la recaudación fiscal.
Verdaderamente no veo cómo puede continuar esto. Pero, dirán ustedes, la alternativa es la suspensión de pagos y un abandono del euro. Bueno, es una hipótesis terrible, pero ¿cómo puede ser peor que lo que está pasando ahora?
Comerciar con alienígenas
The New York Times publicaba un artículo el 9 de enero sobre la fe de Alemania en la austeridad como la respuesta a la depresión: "España, Italia y Grecia están recortando el gasto público porque no tienen otra alternativa. Pero Alemania sigue estando suficientemente sana y podría hacer un favor a sus socios comerciales en apuros y centrarse más en fomentar la demanda y menos en reducir la deuda", escribía el periodista Jack Ewing. "Podría, pero casi con toda certeza no lo hará. Incluso si los legisladores alemanes no hubieran convertido el equilibrio presupuestario en una obligación constitucional hace dos años, el consenso tácito entre los responsables políticos y los economistas es que la austeridad y el crecimiento no son enemigos. Son camaradas".
Es una triste lectura para cualquiera que espere que Europa pueda arreglárselas; es especialmente irritante que los alemanes sigan estando tan comprometidos con la fe en la austeridad expansionista, pese a la exhaustiva desautorización empírica que ha experimentado la idea a lo largo del último año y medio.
Pero los alemanes creen que su propia experiencia demuestra que la austeridad funciona: atravesaron tiempos difíciles hace una década, pero se apretaron el cinturón, y al final todo fue bien.
Aunque no sirva de nada, vale la pena señalar que la experiencia de Alemania solo puede generalizarse a otros países si encontramos, y rápido, algunos alienígenas en el espacio con quien comerciar.
¿Por qué? Porque la clave para los asuntos económicos alemanes esta última década ha sido un cambio verdaderamente radical desde un déficit por cuenta corriente a un superávit. Ahora bien, otros países de Europa podrían emular el pasado de Alemania si la propia Alemania estuviera dispuesta a permitir que se esfume su actual superávit por cuenta corriente. Pero, lógicamente, no lo está. De modo que lo que piden los alemanes es que todo el mundo alcance un superávit por cuenta corriente, igual que ellos, algo que solo será posible si podemos encontrar a alguien o algo que compre nuestras exportaciones.
Sigue siendo increíble comprobar con qué poca sabiduría se gobierna el mundo.
The Washington Post publicaba no hace mucho una desgarradora historia sobre el sufrimiento que se está infligiendo a los griegos de a pie. Adiós a la doctrina de la austeridad expansionista.
Sin embargo, hay algo que no me cuadra. En el artículo, publicado el 10 enero y titulado "En Grecia, temores a que la austeridad esté matando la economía", se debaten las razones por las que se está imponiendo una austeridad tan cruel. "Las potencias europeas, lideradas por Alemania, conservadora en temas fiscales, han estado insistiendo en que Grecia corrija años de mala gestión aprobando rápidamente oleadas de recortes y otras reformas económicas de calado para recuperar la confianza de los inversores y garantizar la integridad del euro. Sostienen que reducir rápidamente el déficit es el preludio esencial para un futuro sostenible y el consiguiente dolor social es necesario para meterles en la cabeza a los políticos y a la sociedad griegos que esos excesos no deben repetirse jamás".
La mayor parte de eso es correcto, pero no lo de recuperar la confianza de los inversores o, en todo caso, esa no es la cuestión en estos días. Porque está bastante claro que a estas alturas la confianza del inversor es irrecuperable. Los costes de financiación griegos no van a bajar a niveles asequibles hasta dentro de mucho tiempo.
De modo que ahora la austeridad no está impulsada por el mercado, sino que es política, la prenda que las entidades crediticias oficiales están exigiendo por mantener el goteo de efectivo. Y la verdad es que en buena parte se trata de un castigo; ya hemos visto una demostración bastante impresionante de que los grandes recortes presupuestarios en una economía deprimida apenas reducen el déficit, porque hunden la economía y con ella la recaudación fiscal.
Verdaderamente no veo cómo puede continuar esto. Pero, dirán ustedes, la alternativa es la suspensión de pagos y un abandono del euro. Bueno, es una hipótesis terrible, pero ¿cómo puede ser peor que lo que está pasando ahora?
Comerciar con alienígenas
The New York Times publicaba un artículo el 9 de enero sobre la fe de Alemania en la austeridad como la respuesta a la depresión: "España, Italia y Grecia están recortando el gasto público porque no tienen otra alternativa. Pero Alemania sigue estando suficientemente sana y podría hacer un favor a sus socios comerciales en apuros y centrarse más en fomentar la demanda y menos en reducir la deuda", escribía el periodista Jack Ewing. "Podría, pero casi con toda certeza no lo hará. Incluso si los legisladores alemanes no hubieran convertido el equilibrio presupuestario en una obligación constitucional hace dos años, el consenso tácito entre los responsables políticos y los economistas es que la austeridad y el crecimiento no son enemigos. Son camaradas".
Es una triste lectura para cualquiera que espere que Europa pueda arreglárselas; es especialmente irritante que los alemanes sigan estando tan comprometidos con la fe en la austeridad expansionista, pese a la exhaustiva desautorización empírica que ha experimentado la idea a lo largo del último año y medio.
Pero los alemanes creen que su propia experiencia demuestra que la austeridad funciona: atravesaron tiempos difíciles hace una década, pero se apretaron el cinturón, y al final todo fue bien.
Aunque no sirva de nada, vale la pena señalar que la experiencia de Alemania solo puede generalizarse a otros países si encontramos, y rápido, algunos alienígenas en el espacio con quien comerciar.
¿Por qué? Porque la clave para los asuntos económicos alemanes esta última década ha sido un cambio verdaderamente radical desde un déficit por cuenta corriente a un superávit. Ahora bien, otros países de Europa podrían emular el pasado de Alemania si la propia Alemania estuviera dispuesta a permitir que se esfume su actual superávit por cuenta corriente. Pero, lógicamente, no lo está. De modo que lo que piden los alemanes es que todo el mundo alcance un superávit por cuenta corriente, igual que ellos, algo que solo será posible si podemos encontrar a alguien o algo que compre nuestras exportaciones.
Sigue siendo increíble comprobar con qué poca sabiduría se gobierna el mundo.