Recuerdos del presente / Los teatros de Tupiza
Hiram Bingham, el científico norteamericano que descubrió Machu Picchu en 1911 estuvo en Tupiza ese mismo año, en noviembre y describió el pueblo en su libro sobre su viaje por Sudamérica.
Su relato sobre el viaje que hizo desde la frontera con Argentina hasta Tupiza, en camino hacia el norte, está lleno de noticias y de leyendas.
Para comenzar, relata que en La Quiaca conoció a un forajido norteamericano que se dedicaba a asaltar las remesas de las empresas mineras del sur boliviano. Eso ocurría tres años después de la presunta muerte, en la mina San Vicente, del legendario Butch Cassidy.
Cuenta cómo unos investigadores norteamericanos andaban en busca de los forajidos, quizá porque sabían, o sospechaban, que Cassidy, Sundance Kid y Etta Place no habían muerto en aquella mina, tan famosa desde entonces por ese supuesto hecho.
A bordo de una carreta tirada por ocho mulas, de la empresa de un escocés, Bingham partió de La Quiaca hacia Tupiza, un trayecto que hizo en doce horas. Las ocho mulas que tiraban la carreta eran cambiadas a la altura de Mojo, antes de que el camino comenzara a recorrer el valle del río San Juan del Oro.
Ya en Tupiza, el científico encontró que el pueblo seguía de fiesta, celebrando el aniversario de la batalla de Suipacha. En el club social del pueblo se estaba dando una obra de teatro, precisamente acerca de la batalla.
La semana pasada estuve con Líber Forti y Eduardo Kilibarda en Tupiza para asistir a la refundación de Nuevos Horizontes, convertido ahora en Fundación, que tendrá como sede la cuna del teatro boliviano.
Líber recibió homenajes del pueblo que lo cobijó desde que tenía cuatro años y acababa de llegar desde Tucumán, en la década de 1920. Y dijo en su discurso de agradecimiento que él no tuvo ningún mérito personal cuando fundó, en 1946, Nuevos Horizontes junto a otros tupiceños, sino que recogió toda una tradición teatral que existía en el pueblo.
Si en 1911 había un grupo que actuaba en el club social, en 1946 existían tres grupos teatrales. Un siglo antes, dijo Líber, en 1865, existían dos grupos teatrales en el pueblo.
Eduardo Kilibarda dijo que las carretas en que se hacían los viajes a principios del Siglo XX eran propicias para el teatro, porque los grupos teatrales vivían sobre ellas y recorrían los pueblos ofreciendo sus espectáculos.
Ahora no hay teatros en Tupiza, pero Líber y Eduardo descubrieron que hay la pasta para que aparezcan nuevos grupos. Lo reclamaron seis grupos teatrales de todo el país que llegaron a Tupiza para hacer un festival con el nombre de “Líber Forti”.
Lo que descubrió ahora Líber en Tupiza es que el pueblo sigue siendo un semillero de artistas. Un niño de 13 años actuó en la ceremonia en la Alcaldía y agradeció a Líber el haber sido el descubridor de Alfredo Domínguez. Por la destreza con que el niño manejó la guitarra, por la seguridad con que interpretó las creaciones de Domínguez, Líber cree que ha encontrado otro gran artista.
En febrero comenzará el curso para directores de teatro que dará en Tupiza mi amigo Líber, que ahora lleva a cuesta sus 93 años de edad.
Su relato sobre el viaje que hizo desde la frontera con Argentina hasta Tupiza, en camino hacia el norte, está lleno de noticias y de leyendas.
Para comenzar, relata que en La Quiaca conoció a un forajido norteamericano que se dedicaba a asaltar las remesas de las empresas mineras del sur boliviano. Eso ocurría tres años después de la presunta muerte, en la mina San Vicente, del legendario Butch Cassidy.
Cuenta cómo unos investigadores norteamericanos andaban en busca de los forajidos, quizá porque sabían, o sospechaban, que Cassidy, Sundance Kid y Etta Place no habían muerto en aquella mina, tan famosa desde entonces por ese supuesto hecho.
A bordo de una carreta tirada por ocho mulas, de la empresa de un escocés, Bingham partió de La Quiaca hacia Tupiza, un trayecto que hizo en doce horas. Las ocho mulas que tiraban la carreta eran cambiadas a la altura de Mojo, antes de que el camino comenzara a recorrer el valle del río San Juan del Oro.
Ya en Tupiza, el científico encontró que el pueblo seguía de fiesta, celebrando el aniversario de la batalla de Suipacha. En el club social del pueblo se estaba dando una obra de teatro, precisamente acerca de la batalla.
La semana pasada estuve con Líber Forti y Eduardo Kilibarda en Tupiza para asistir a la refundación de Nuevos Horizontes, convertido ahora en Fundación, que tendrá como sede la cuna del teatro boliviano.
Líber recibió homenajes del pueblo que lo cobijó desde que tenía cuatro años y acababa de llegar desde Tucumán, en la década de 1920. Y dijo en su discurso de agradecimiento que él no tuvo ningún mérito personal cuando fundó, en 1946, Nuevos Horizontes junto a otros tupiceños, sino que recogió toda una tradición teatral que existía en el pueblo.
Si en 1911 había un grupo que actuaba en el club social, en 1946 existían tres grupos teatrales. Un siglo antes, dijo Líber, en 1865, existían dos grupos teatrales en el pueblo.
Eduardo Kilibarda dijo que las carretas en que se hacían los viajes a principios del Siglo XX eran propicias para el teatro, porque los grupos teatrales vivían sobre ellas y recorrían los pueblos ofreciendo sus espectáculos.
Ahora no hay teatros en Tupiza, pero Líber y Eduardo descubrieron que hay la pasta para que aparezcan nuevos grupos. Lo reclamaron seis grupos teatrales de todo el país que llegaron a Tupiza para hacer un festival con el nombre de “Líber Forti”.
Lo que descubrió ahora Líber en Tupiza es que el pueblo sigue siendo un semillero de artistas. Un niño de 13 años actuó en la ceremonia en la Alcaldía y agradeció a Líber el haber sido el descubridor de Alfredo Domínguez. Por la destreza con que el niño manejó la guitarra, por la seguridad con que interpretó las creaciones de Domínguez, Líber cree que ha encontrado otro gran artista.
En febrero comenzará el curso para directores de teatro que dará en Tupiza mi amigo Líber, que ahora lleva a cuesta sus 93 años de edad.