Irán y el juego de la guerra
Rusia, AP
Los departamentos de política exterior ruso y estadounidense realizaron declaraciones casi simultáneas tras conocerse que Irán había iniciado un programa de enriquecimiento de uranio hasta del 20% en la planta de Fordu.
En la nota del ministerio de Asuntos Exteriores ruso se dice: "Nos vemos obligados a constatar que Irán sigue ignorando las exigencias de la comunidad internacional al no querer disipar la preocupación generada en relación a su programa nuclear”. Por su parte, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, declaró: "Exhortamos a Irán a suspender inmediatamente el programa de enriquecimiento de uranio y a empezar a cumplir con las exigencias internacionales”. A pesar de ello, Rusia y EE UU siguen manteniendo posiciones diferentes respecto a la solución del problema iraní, que amenaza con conducir a Oriente Medio a una nueva guerra.
Sin embargo, si observamos la situación de una manera objetiva, veremos que no se trata de una noticia tan extraordinaria.
Tal y como señala el reconocido experto en cuestiones de armamento nuclear, el general retirado Vladímir Dvorkin, "anteriormente, Irán también estuvo enriqueciendo uranio hasta cerca del 20%, afirmando que lo hacía para su reactor de investigación. Otra cosa es que ahora pueda producir uranio enriquecido en grandes cantidades”. Este nivel de enriquecimiento no es suficiente para crear armas nucleares explosivas. “Sin embargo, sin duda alguna acerca al país a la posibilidad de un enriquecimiento de uranio de hasta el 80-90% con el isótopo 235”, considera V. Dvorkin. “Con ello es posible crear un arma nuclear explosiva o una carga nuclear de combate”.
Entonces, inmediatamente surge la pregunta de por qué es precisamente ahora cuando Irán empieza a intensificar su programa nuclear.
Desde la caída, en 1979, del régimen pro-estadounidense del Shah Pahlavi, el gobierno teocrático de Irán lleva a cabo una política antiestadounidense de manera sistemática. Basta con recordar el humillante asalto a la embajada de EE UU en Teherán. En estos momentos Irán pretende desarrollar su agenda política en Afganistán y en un Irak abandonado por los norteamericanos. También en Siria, donde presta su apoyo al régimen de Bashar Al-Assad, que puede convertirse en una especie de “marginado internacional”. Además, el petróleo iraní y su posición geopolítica pesa sobre las monarquías petroleras del golfo Pérsico, que le confieren al país persa un importante papel internacional y lo acusan de pretender ser la mayor potencia a escala regional.
En este contexto, EE UU ha aumentando constantemente su presión sobre Teherán y declaró a principios de año que existía la posibilidad de establecer un embargo al petróleo iraní. En respuesta, resonaron las amenazas de bloquear el estrecho de Ormuz, a través del cual se transporte hasta un 40% de las exportaciones de petróleo. Teherán no escatimó esfuerzos en reforzar estas amenazas y realizó maniobras militares en el mar, a lo que siguió el rápido traslado de dos grupos de portaaviones norteamericanos al golfo Pérsico. Entonces, Irán respondió iniciando el proceso de enriquecimiento de uranio. El 11 de enero, apareció en el golfo Pérsico un tercer grupo de portaaviones. No hay duda de que se ha acumulado en la zona una fuerza monstruosamente potente.
EE UU “intenta que Teherán pase de ser un enemigo a un socio fiable, y para ello pretenden cambiar el actual régimen mediante cualquier medio. Se utiliza tanto el bloqueo económico como la masiva ayuda a la oposición para que puedan llevar a cabo una revolución de 'algún color'”, explica Nikolái Pátrushev, secretario del Consejo de Seguridad de Rusia.
Esta idea también se confirma en EE UU. El pasado 11 de enero en “The Washington Post” se decía: “La administración de Obama estudia la aplicación de sanciones económicas contra Irán como una manera de estimular el descontento en la sociedad iraní, de forma que presione al gobierno para que desista en su presunto programa de creación de armas nucleares”, señaló uno de los altos cargos de los servicios de inteligencia de EE UU. Aparte de la influencia directa sobre los líderes iraníes, el funcionario dijo que “era probable que el descontento debido a la situación provocada por las sanciones llevara a la gente a salir a la calle, lo que empujaría a los líderes iraníes a entender que tienen que cambiar su actitud”.
Si Irán llega a tener armas nucleares, será más difícil hacerle entrar en razón. Sin embargo, parece que no hay otra alternativa.
La operación militar contra Libia permite “a algunos países suponer que si Gadafi no hubiera desistido voluntariamente hace unos años de desarrollar su programa nuclear, hoy en día a nadie se habría ocurrido llevar a cabo una operación militar”, considera Alexéi Arbátov, director del centro de seguridad internacional del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Academia de las Ciencias de Rusia. Aunque el conflicto entre Irán y EE UU dura desde hace más de 30 años.
Es evidente que la operación de la OTAN contra Libia ha provocado la intensificación de los esfuerzos de Irán respecto a su programa nuclear, empujando a los adversarios de Teherán a apresurarse en la búsqueda de una solución al problema. Ahora estamos observando, si no una preparación para la guerra, una evidente escalada de la tensión, en la que las partes se provocan mutuamente y se produce un preocupante acaloramiento, como si de dos jugadores de cartas que están perdiendo los estribos se tratase.
Nikolái Pátrushev, que expresa el punto de vista oficial del Kremlin, señala: “Rusia, China, India y varios países más están haciendo grandes esfuerzos para resolver el problema de una forma totalmente pacífica, mediante negociaciones. El resultado de estos esfuerzos no es demasiado halagüeño de momento, porque ni la parte estadounidense ni la iraní están interesadas en llegar a un consenso, aunque por distintas razones”.
El ministerio de Asuntos Exteriores ruso exhorta a reanudar las negociaciones entre Irán y el grupo de “los seis”. Moscú también está dispuesta a intermediar. Sin embargo, la tensión no hace más que aumentar.
“Existe la posibilidad de que se de una escalada militar del conflicto y Estados Unidos está empujando a Israel en esa dirección”, afirma Pátrushev. En otras palabras, nos están acercando a una nueva guerra en Oriente Próximo, la cuarta en los últimos diez años.
Los departamentos de política exterior ruso y estadounidense realizaron declaraciones casi simultáneas tras conocerse que Irán había iniciado un programa de enriquecimiento de uranio hasta del 20% en la planta de Fordu.
En la nota del ministerio de Asuntos Exteriores ruso se dice: "Nos vemos obligados a constatar que Irán sigue ignorando las exigencias de la comunidad internacional al no querer disipar la preocupación generada en relación a su programa nuclear”. Por su parte, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, declaró: "Exhortamos a Irán a suspender inmediatamente el programa de enriquecimiento de uranio y a empezar a cumplir con las exigencias internacionales”. A pesar de ello, Rusia y EE UU siguen manteniendo posiciones diferentes respecto a la solución del problema iraní, que amenaza con conducir a Oriente Medio a una nueva guerra.
Sin embargo, si observamos la situación de una manera objetiva, veremos que no se trata de una noticia tan extraordinaria.
Tal y como señala el reconocido experto en cuestiones de armamento nuclear, el general retirado Vladímir Dvorkin, "anteriormente, Irán también estuvo enriqueciendo uranio hasta cerca del 20%, afirmando que lo hacía para su reactor de investigación. Otra cosa es que ahora pueda producir uranio enriquecido en grandes cantidades”. Este nivel de enriquecimiento no es suficiente para crear armas nucleares explosivas. “Sin embargo, sin duda alguna acerca al país a la posibilidad de un enriquecimiento de uranio de hasta el 80-90% con el isótopo 235”, considera V. Dvorkin. “Con ello es posible crear un arma nuclear explosiva o una carga nuclear de combate”.
Entonces, inmediatamente surge la pregunta de por qué es precisamente ahora cuando Irán empieza a intensificar su programa nuclear.
Desde la caída, en 1979, del régimen pro-estadounidense del Shah Pahlavi, el gobierno teocrático de Irán lleva a cabo una política antiestadounidense de manera sistemática. Basta con recordar el humillante asalto a la embajada de EE UU en Teherán. En estos momentos Irán pretende desarrollar su agenda política en Afganistán y en un Irak abandonado por los norteamericanos. También en Siria, donde presta su apoyo al régimen de Bashar Al-Assad, que puede convertirse en una especie de “marginado internacional”. Además, el petróleo iraní y su posición geopolítica pesa sobre las monarquías petroleras del golfo Pérsico, que le confieren al país persa un importante papel internacional y lo acusan de pretender ser la mayor potencia a escala regional.
En este contexto, EE UU ha aumentando constantemente su presión sobre Teherán y declaró a principios de año que existía la posibilidad de establecer un embargo al petróleo iraní. En respuesta, resonaron las amenazas de bloquear el estrecho de Ormuz, a través del cual se transporte hasta un 40% de las exportaciones de petróleo. Teherán no escatimó esfuerzos en reforzar estas amenazas y realizó maniobras militares en el mar, a lo que siguió el rápido traslado de dos grupos de portaaviones norteamericanos al golfo Pérsico. Entonces, Irán respondió iniciando el proceso de enriquecimiento de uranio. El 11 de enero, apareció en el golfo Pérsico un tercer grupo de portaaviones. No hay duda de que se ha acumulado en la zona una fuerza monstruosamente potente.
EE UU “intenta que Teherán pase de ser un enemigo a un socio fiable, y para ello pretenden cambiar el actual régimen mediante cualquier medio. Se utiliza tanto el bloqueo económico como la masiva ayuda a la oposición para que puedan llevar a cabo una revolución de 'algún color'”, explica Nikolái Pátrushev, secretario del Consejo de Seguridad de Rusia.
Esta idea también se confirma en EE UU. El pasado 11 de enero en “The Washington Post” se decía: “La administración de Obama estudia la aplicación de sanciones económicas contra Irán como una manera de estimular el descontento en la sociedad iraní, de forma que presione al gobierno para que desista en su presunto programa de creación de armas nucleares”, señaló uno de los altos cargos de los servicios de inteligencia de EE UU. Aparte de la influencia directa sobre los líderes iraníes, el funcionario dijo que “era probable que el descontento debido a la situación provocada por las sanciones llevara a la gente a salir a la calle, lo que empujaría a los líderes iraníes a entender que tienen que cambiar su actitud”.
Si Irán llega a tener armas nucleares, será más difícil hacerle entrar en razón. Sin embargo, parece que no hay otra alternativa.
La operación militar contra Libia permite “a algunos países suponer que si Gadafi no hubiera desistido voluntariamente hace unos años de desarrollar su programa nuclear, hoy en día a nadie se habría ocurrido llevar a cabo una operación militar”, considera Alexéi Arbátov, director del centro de seguridad internacional del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Academia de las Ciencias de Rusia. Aunque el conflicto entre Irán y EE UU dura desde hace más de 30 años.
Es evidente que la operación de la OTAN contra Libia ha provocado la intensificación de los esfuerzos de Irán respecto a su programa nuclear, empujando a los adversarios de Teherán a apresurarse en la búsqueda de una solución al problema. Ahora estamos observando, si no una preparación para la guerra, una evidente escalada de la tensión, en la que las partes se provocan mutuamente y se produce un preocupante acaloramiento, como si de dos jugadores de cartas que están perdiendo los estribos se tratase.
Nikolái Pátrushev, que expresa el punto de vista oficial del Kremlin, señala: “Rusia, China, India y varios países más están haciendo grandes esfuerzos para resolver el problema de una forma totalmente pacífica, mediante negociaciones. El resultado de estos esfuerzos no es demasiado halagüeño de momento, porque ni la parte estadounidense ni la iraní están interesadas en llegar a un consenso, aunque por distintas razones”.
El ministerio de Asuntos Exteriores ruso exhorta a reanudar las negociaciones entre Irán y el grupo de “los seis”. Moscú también está dispuesta a intermediar. Sin embargo, la tensión no hace más que aumentar.
“Existe la posibilidad de que se de una escalada militar del conflicto y Estados Unidos está empujando a Israel en esa dirección”, afirma Pátrushev. En otras palabras, nos están acercando a una nueva guerra en Oriente Próximo, la cuarta en los últimos diez años.