Guerra secreta: Irán se queda con el avión espía
Teherán, El País
La fase secreta de una posible guerra entre Estados Unidos e Irán a propósito del programa nuclear de los ayatolás ya ha comenzado. Sus escaramuzas se multiplican estos días. La última es la negativa de Teherán a devolver el avión espía estadounidense RQ-170 Sentinel que capturó la pasada semana.
En realidad, la exigencia formulada ayer, lunes, por Obama de que le fuera devuelto el artefacto era francamente infantil. A Obama le ha replicado hoy, martes, el general Ahmad Vahidi, ministro iraní de Defensa con estas palabras: “Su avión invadió el espacio aéreo iraní y nuestras fuerzas reaccionaron enérgicamente. Ahora, en vez de presentarnos excusas, piden impúdicamente que les devolvamos el avión. Pero ahora ya es propiedad iraní”.
Especializado en espionaje y fabricado por Lockheed-Martin en los últimos años de la pasada década, el RQ-170 es lo último en aviones no tripulados por humanos (drones) de que dispone Estados Unidos. Y sin embargo, uno de ellos ha sido apresado cuando sobrevolaba Irán. El régimen de los ayatolas asegura que sus servicios de inteligencia fueron capaces de interceptar las señales del pilotaje a distancia del avión para hacer que aterrizara. Los norteamericanos no creen en esta explicación.
Lo cierto es que el RQ-170, sin excesivos daños aparentes, es exhibido en la televisión pública iraní como un gran trofeo. Y lo es: los drones son el juguete favorito del espionaje norteamericano en las guerras de Irak y Afganistán y el combate contra Al Qaeda.
Amén de su valor como laurel de vitoria, la posesión del RQ-170 le permite a Irán intenta acceder a sus secretos tecnológicos o vender esa posibilidad a un tercer país. China está muy interesada en dos aspectos de los drones norteamericanos: la pintura que consigue que los radares no puedan detectarlos y la óptica que permite a aquellos que los manejan a mucha distancia tener excelentes imágenes de los objetivos. En cuanto a los datos, se supone que están bien encriptados.
Este episodio de la guerra secreta entre Estados Unidos e Irán va acompañado de otros dos en los que los ayatolás y sus aliados libaneses de Hezbolá aprietan las clavijas de los recientes desmantelamientos de redes de espionaje norteamericanas. De esos desmantelamientos se informó en la primera entrega de Crónica Negra: Los del turbante vuelven a ganarle a la CIA.
Hoy, martes, el fiscal general de Teherán ha anunciado el juicio de quince personas acusadas de espiar a favor de Estados Unidos. No ha dado nombres ni ninguna otra precisión, pero el pasado 21 de mayo el régimen iraní aseguró haber desmantelado una “red de espionaje y sabotaje” de la que formaban parte una treintena de personas, se supone que todas o en su mayoría iraníes.
La red, según el fiscal general de Teherán, era dirigida desde las embajadas y consulados norteamericanos en Emiratos Árabes Unidos, Malasia y Turquía; el incentivo para reclutar a iraníes era “el ofrecimiento de visados con la promesa de permisos de residencia y trabajo en Estados Unidos”.
Hezbolá, por su parte, difundió en la noche del viernes 9 de diciembre las identidades de diez presuntos agentes de la CIA detenidos meses atrás. Lo hizo a través de un documental en su cadena televisiva Al Manar que incluía recreaciones de los encuentros de los espías en locales beirutís de Pizza Hut y Starbucks. La embajada estadounidense en Beirut, según Hezbolá, era el corazón de esa red.
El pasado noviembre, la CIA reconoció haber sufrido graves caídas en Irán y Líbano.
Parecen asimismo episodios de esta guerra secreta las muertes violentas de científicos y las explosiones en instalaciones militares ocurridas en Irán en los últimos meses. En este caso, el régimen iraní, tal vez para no confesar sus debilidades, niega que los servicios de inteligencia norteamericanos y/o israelíes estén detrás de estos sucesos con el objetivo de sabotear su programa nuclear.
En cuanto a los drones, comienzan a incorporarse a la literatura y el cine negros. En Body of Lies, el thriller del periodista David Ignatius sobre la llamada Guerra contra el Terror, su protagonista, el oficial de la CIA Roger Ferris, pasa un tiempo en la base aérea de Balad, al norte de Bagdad, teledirigiendo Predator, aviones no tripulados de gran capacidad mortífera.
“Son mis agentes estelares”, le dice a Ferris el jefe de la base al darle acceso a la sala desde la que se controlan las operaciones de los Predator. Más tarde, Ferris, que prefiere la acción humana sobre el terreno, hace esta desencantada reflexión: “Aquí estaba el genio de los servicios de inteligencia americanos: hacer volar a estas aves de presa mecánicas sobre el territorio más hostil del mundo. El disparate era que la mayoría de las veces esos servicios no sabían lo que estaban viendo abajo. Aquello era un pájaro con un ojo perfecto pero sin ningún cerebro”.
De la novela de David Ignatius nacería la película homónima (Red de mentiras, 2008) dirigida por Ridley Scott e interpretada por Leonardo Di Caprio y Russell Crowe.
La fase secreta de una posible guerra entre Estados Unidos e Irán a propósito del programa nuclear de los ayatolás ya ha comenzado. Sus escaramuzas se multiplican estos días. La última es la negativa de Teherán a devolver el avión espía estadounidense RQ-170 Sentinel que capturó la pasada semana.
En realidad, la exigencia formulada ayer, lunes, por Obama de que le fuera devuelto el artefacto era francamente infantil. A Obama le ha replicado hoy, martes, el general Ahmad Vahidi, ministro iraní de Defensa con estas palabras: “Su avión invadió el espacio aéreo iraní y nuestras fuerzas reaccionaron enérgicamente. Ahora, en vez de presentarnos excusas, piden impúdicamente que les devolvamos el avión. Pero ahora ya es propiedad iraní”.
Especializado en espionaje y fabricado por Lockheed-Martin en los últimos años de la pasada década, el RQ-170 es lo último en aviones no tripulados por humanos (drones) de que dispone Estados Unidos. Y sin embargo, uno de ellos ha sido apresado cuando sobrevolaba Irán. El régimen de los ayatolas asegura que sus servicios de inteligencia fueron capaces de interceptar las señales del pilotaje a distancia del avión para hacer que aterrizara. Los norteamericanos no creen en esta explicación.
Lo cierto es que el RQ-170, sin excesivos daños aparentes, es exhibido en la televisión pública iraní como un gran trofeo. Y lo es: los drones son el juguete favorito del espionaje norteamericano en las guerras de Irak y Afganistán y el combate contra Al Qaeda.
Amén de su valor como laurel de vitoria, la posesión del RQ-170 le permite a Irán intenta acceder a sus secretos tecnológicos o vender esa posibilidad a un tercer país. China está muy interesada en dos aspectos de los drones norteamericanos: la pintura que consigue que los radares no puedan detectarlos y la óptica que permite a aquellos que los manejan a mucha distancia tener excelentes imágenes de los objetivos. En cuanto a los datos, se supone que están bien encriptados.
Este episodio de la guerra secreta entre Estados Unidos e Irán va acompañado de otros dos en los que los ayatolás y sus aliados libaneses de Hezbolá aprietan las clavijas de los recientes desmantelamientos de redes de espionaje norteamericanas. De esos desmantelamientos se informó en la primera entrega de Crónica Negra: Los del turbante vuelven a ganarle a la CIA.
Hoy, martes, el fiscal general de Teherán ha anunciado el juicio de quince personas acusadas de espiar a favor de Estados Unidos. No ha dado nombres ni ninguna otra precisión, pero el pasado 21 de mayo el régimen iraní aseguró haber desmantelado una “red de espionaje y sabotaje” de la que formaban parte una treintena de personas, se supone que todas o en su mayoría iraníes.
La red, según el fiscal general de Teherán, era dirigida desde las embajadas y consulados norteamericanos en Emiratos Árabes Unidos, Malasia y Turquía; el incentivo para reclutar a iraníes era “el ofrecimiento de visados con la promesa de permisos de residencia y trabajo en Estados Unidos”.
Hezbolá, por su parte, difundió en la noche del viernes 9 de diciembre las identidades de diez presuntos agentes de la CIA detenidos meses atrás. Lo hizo a través de un documental en su cadena televisiva Al Manar que incluía recreaciones de los encuentros de los espías en locales beirutís de Pizza Hut y Starbucks. La embajada estadounidense en Beirut, según Hezbolá, era el corazón de esa red.
El pasado noviembre, la CIA reconoció haber sufrido graves caídas en Irán y Líbano.
Parecen asimismo episodios de esta guerra secreta las muertes violentas de científicos y las explosiones en instalaciones militares ocurridas en Irán en los últimos meses. En este caso, el régimen iraní, tal vez para no confesar sus debilidades, niega que los servicios de inteligencia norteamericanos y/o israelíes estén detrás de estos sucesos con el objetivo de sabotear su programa nuclear.
En cuanto a los drones, comienzan a incorporarse a la literatura y el cine negros. En Body of Lies, el thriller del periodista David Ignatius sobre la llamada Guerra contra el Terror, su protagonista, el oficial de la CIA Roger Ferris, pasa un tiempo en la base aérea de Balad, al norte de Bagdad, teledirigiendo Predator, aviones no tripulados de gran capacidad mortífera.
“Son mis agentes estelares”, le dice a Ferris el jefe de la base al darle acceso a la sala desde la que se controlan las operaciones de los Predator. Más tarde, Ferris, que prefiere la acción humana sobre el terreno, hace esta desencantada reflexión: “Aquí estaba el genio de los servicios de inteligencia americanos: hacer volar a estas aves de presa mecánicas sobre el territorio más hostil del mundo. El disparate era que la mayoría de las veces esos servicios no sabían lo que estaban viendo abajo. Aquello era un pájaro con un ojo perfecto pero sin ningún cerebro”.
De la novela de David Ignatius nacería la película homónima (Red de mentiras, 2008) dirigida por Ridley Scott e interpretada por Leonardo Di Caprio y Russell Crowe.