Estados Unidos concluye oficialmente su intervención en Irak
Bagdad, EP
El Ejército estadounidense ha concluido oficialmente este jueves su intervención militar en Irak recogiendo una bandera militar en un acto en Bagdad en el que ha participado el secretario de Defensa, Leon Panetta, casi nueve años después de la invasión que derrocó a Sadam Husein.
Los últimos 4.000 soldados estadounidenses que quedan en Irak se retirarán a finales de este año, y las autoridades y las fuerzas iraquíes tendrán que hacer frente en solitario a la insurgencia, las tensiones entre distintas comunidades religiosas y la incertidumbre política.
"Después de que se haya derramado una gran cantidad de sangre iraquí y americana, se ha cumplido la misión de conseguir un Irak que pueda gobernarse a sí mismo y mantener la seguridad", ha destacado Panetta. Un grupo de militares ha doblado la bandera de las fuerzas estadounidenses en Irak y la ha guardado en una funda.
Casi 4.500 soldados estadounidenses y más de 100.000 iraquíes han muerto durante la guerra, que comenzó con una campaña de ataques con misiles sobre Bagdad y después derivó en un enfrentamiento entre los chiíes, que son mayoría y vivieron oprimidos durante mucho tiempo, y los suníes, quienes los gobernaban.
PRINCIPALES RETOS
Además de los ataques de la insurgencia, Irak tiene otros problemas, como la corrupción, la fragilidad de su gobierno de coalición y el hecho de que su economía dependa tanto del petróleo.
El nivel de violencia ha disminuido desde el peor momento de la guerra, cuando los terroristas suicidas y los grupos armados mataban a cientos de personas cada día con sus ataques. Solo en 2006, fallecieron 17.800 iraquíes, entre civiles y militares. Actualmente, los ataques suelen tener como objetivo edificios gubernamentales y a las fuerzas de seguridad.
En general, se considera que las fuerzas de seguridad iraquíes son capaces de hacer frente a los insurgentes suníes y a las milicias chiíes rivales, que, según las autoridades estadounidenses, están apoyadas por Irán. Pero la seguridad sigue siendo un asunto que preocupa a los iraquíes, que, no obstante, creen que la retirada de las tropas estadounidenses refuerza la soberanía de su país.
En la ciudad de Faluya, que fue el centro de la insurgencia de Al Qaeda y escenario de algunos de los combates más intensos durante la guerra, miles de iraquíes celebraron la retirada este miércoles. Algunos quemaron banderas de Estados Unidos y portaron fotografías de sus familiares muertos.
El presidente norteamericano, Barack Obama, ha asegurado al primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, que Washington seguirá siendo un socio leal cuando se hayan marchado los últimos soldados estadounidenses.
PAÍS DIVIDIDO
La caída de Sadam permitió que los chiíes ocuparan puestos de poder después de haber estado oprimidos durante las décadas en las que gobernó el partido Baaz (el del dictador), pero actualmente Irak sigue siendo un país dividido.
Incluso el gobierno de coalición de Al Maliki, liderado por chiíes, está paralizado porque sus integrantes suelen adoptar posturas distintas según de la comunidad a la que pertenecen y en muchas cuestiones no logran ponerse de acuerdo.
Se supone que algunas tropas norteamericanas iban a permanecer en el país árabe como parte de un acuerdo para formar a las Fuerzas Armadas iraquíes. Washington había preguntado a Bagdad si quería que se quedasen al menos 3.000 soldados, pero las conversaciones sobre esta cuestión fracasaron porque no llegaron a un acuerdo respecto a la posible inmunidad judicial de los militares estadounidenses.
En el punto álgido de la guerra, había unos 170.000 soldados estadounidenses en Irak repartidos en más de 500 bases. Ahora solo hay dos bases y 4.000 militares que regresarán a su país antes de que finalice 2011.
Después del 31 de diciembre, solo quedarán en Irak unos 150 soldados norteamericanos, y serán contratistas civiles los que se encarguen de enseñar a las fuerzas iraquíes a usar el armamento pesado estadounidense.
El Ejército estadounidense ha concluido oficialmente este jueves su intervención militar en Irak recogiendo una bandera militar en un acto en Bagdad en el que ha participado el secretario de Defensa, Leon Panetta, casi nueve años después de la invasión que derrocó a Sadam Husein.
Los últimos 4.000 soldados estadounidenses que quedan en Irak se retirarán a finales de este año, y las autoridades y las fuerzas iraquíes tendrán que hacer frente en solitario a la insurgencia, las tensiones entre distintas comunidades religiosas y la incertidumbre política.
"Después de que se haya derramado una gran cantidad de sangre iraquí y americana, se ha cumplido la misión de conseguir un Irak que pueda gobernarse a sí mismo y mantener la seguridad", ha destacado Panetta. Un grupo de militares ha doblado la bandera de las fuerzas estadounidenses en Irak y la ha guardado en una funda.
Casi 4.500 soldados estadounidenses y más de 100.000 iraquíes han muerto durante la guerra, que comenzó con una campaña de ataques con misiles sobre Bagdad y después derivó en un enfrentamiento entre los chiíes, que son mayoría y vivieron oprimidos durante mucho tiempo, y los suníes, quienes los gobernaban.
PRINCIPALES RETOS
Además de los ataques de la insurgencia, Irak tiene otros problemas, como la corrupción, la fragilidad de su gobierno de coalición y el hecho de que su economía dependa tanto del petróleo.
El nivel de violencia ha disminuido desde el peor momento de la guerra, cuando los terroristas suicidas y los grupos armados mataban a cientos de personas cada día con sus ataques. Solo en 2006, fallecieron 17.800 iraquíes, entre civiles y militares. Actualmente, los ataques suelen tener como objetivo edificios gubernamentales y a las fuerzas de seguridad.
En general, se considera que las fuerzas de seguridad iraquíes son capaces de hacer frente a los insurgentes suníes y a las milicias chiíes rivales, que, según las autoridades estadounidenses, están apoyadas por Irán. Pero la seguridad sigue siendo un asunto que preocupa a los iraquíes, que, no obstante, creen que la retirada de las tropas estadounidenses refuerza la soberanía de su país.
En la ciudad de Faluya, que fue el centro de la insurgencia de Al Qaeda y escenario de algunos de los combates más intensos durante la guerra, miles de iraquíes celebraron la retirada este miércoles. Algunos quemaron banderas de Estados Unidos y portaron fotografías de sus familiares muertos.
El presidente norteamericano, Barack Obama, ha asegurado al primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, que Washington seguirá siendo un socio leal cuando se hayan marchado los últimos soldados estadounidenses.
PAÍS DIVIDIDO
La caída de Sadam permitió que los chiíes ocuparan puestos de poder después de haber estado oprimidos durante las décadas en las que gobernó el partido Baaz (el del dictador), pero actualmente Irak sigue siendo un país dividido.
Incluso el gobierno de coalición de Al Maliki, liderado por chiíes, está paralizado porque sus integrantes suelen adoptar posturas distintas según de la comunidad a la que pertenecen y en muchas cuestiones no logran ponerse de acuerdo.
Se supone que algunas tropas norteamericanas iban a permanecer en el país árabe como parte de un acuerdo para formar a las Fuerzas Armadas iraquíes. Washington había preguntado a Bagdad si quería que se quedasen al menos 3.000 soldados, pero las conversaciones sobre esta cuestión fracasaron porque no llegaron a un acuerdo respecto a la posible inmunidad judicial de los militares estadounidenses.
En el punto álgido de la guerra, había unos 170.000 soldados estadounidenses en Irak repartidos en más de 500 bases. Ahora solo hay dos bases y 4.000 militares que regresarán a su país antes de que finalice 2011.
Después del 31 de diciembre, solo quedarán en Irak unos 150 soldados norteamericanos, y serán contratistas civiles los que se encarguen de enseñar a las fuerzas iraquíes a usar el armamento pesado estadounidense.