Brasil lucha por ganar peso ante la arrolladora maquinaria china
El Gobierno de Brasilia considera que la relación comercial con China es asimétrica y reclama un aumento de las exportaciones manufacturas y medicamentos
Brasilia, El País
Las relaciones bilaterales entre China y Brasil no atraviesan su mejor momento pese a la clara voluntad de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, de estrechar lazos con el gigante asiático. Por un lado, China se resiste a apoyar las aspiraciones brasileñas de conseguir un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Por otro, la balanza comercial entre ambos países es favorable a Brasil desde un punto de vista cuantitativo (en millones de dólares), aunque el Gobierno de Brasilia sostiene que existen serios desequilibrios en términos cualitativos: mientras China inunda el mercado brasileño de manufacturas, principalmente equipos electrónicos, Brasil exporta al mercado chino materias primas sin procesar (en Brasil las llaman directamente “sin valor añadido”), como soja, mineral de hierro y petróleo. A pesar de obtener elevados ingresos con estas ventas, el país sudamericano se queja de que esta dinámica frena la diversificación de su economía y de que acaba siendo rehén de las oscilaciones de precios de la materias primas en los mercados internacionales.
Brasil es muy consciente de que necesita potenciar el desarrollo tecnológico de su industria si quiere abrirse paso entre las grandes potencias mundiales. Por ello, su Gobierno repite desde hace años que no quiere limitarse a exportar petróleo, sino sus derivados; no quiere vender soja o fruta, sino alimentos procesados; tampoco mineral de hierro, sino maquinaria industrial y tecnología. Un episodio aún abierto que refleja al milímetro esta nueva doctrina es la licitación brasileña para la compra de 36 cazas de combate. Brasil exige a los competidores (EE UU, Francia y Suecia) que sus ofertas incluyan una elevada transferencia tecnológica. Es decir, Brasilia ha dejado claro que el elegido deberá entregar los aviones con sus manuales de construcción y reparación. Se trata de un guiño claro a la industria aeronáutica brasileña, moderna aunque sin la excelencia ni la tecnología punta de otros países.
Brasilia, El País
Las relaciones bilaterales entre China y Brasil no atraviesan su mejor momento pese a la clara voluntad de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, de estrechar lazos con el gigante asiático. Por un lado, China se resiste a apoyar las aspiraciones brasileñas de conseguir un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Por otro, la balanza comercial entre ambos países es favorable a Brasil desde un punto de vista cuantitativo (en millones de dólares), aunque el Gobierno de Brasilia sostiene que existen serios desequilibrios en términos cualitativos: mientras China inunda el mercado brasileño de manufacturas, principalmente equipos electrónicos, Brasil exporta al mercado chino materias primas sin procesar (en Brasil las llaman directamente “sin valor añadido”), como soja, mineral de hierro y petróleo. A pesar de obtener elevados ingresos con estas ventas, el país sudamericano se queja de que esta dinámica frena la diversificación de su economía y de que acaba siendo rehén de las oscilaciones de precios de la materias primas en los mercados internacionales.
Brasil es muy consciente de que necesita potenciar el desarrollo tecnológico de su industria si quiere abrirse paso entre las grandes potencias mundiales. Por ello, su Gobierno repite desde hace años que no quiere limitarse a exportar petróleo, sino sus derivados; no quiere vender soja o fruta, sino alimentos procesados; tampoco mineral de hierro, sino maquinaria industrial y tecnología. Un episodio aún abierto que refleja al milímetro esta nueva doctrina es la licitación brasileña para la compra de 36 cazas de combate. Brasil exige a los competidores (EE UU, Francia y Suecia) que sus ofertas incluyan una elevada transferencia tecnológica. Es decir, Brasilia ha dejado claro que el elegido deberá entregar los aviones con sus manuales de construcción y reparación. Se trata de un guiño claro a la industria aeronáutica brasileña, moderna aunque sin la excelencia ni la tecnología punta de otros países.
En este contexto, el Ejecutivo de Brasilia considera que la relación comercial con China es asimétrica y reclama nuevos equilibrios que podrían derivar de un aumento de las exportaciones brasileñas de manufacturas y medicamentos, entre otras. En 2010 la primera economía latinoamericana vendió a China productos por valor de 30.800 millones de dólares e importó del gigante asiático algo más de 25.600 millones. El 90,76 % de las exportaciones lo conformaron materias primas como mineral de hierro (57,13 %), petróleo (16,95 %), soja (12,83 %) y pasta de madera (3,85 %). Con el crecimiento de los intercambios bilaterales, en 2009 China desbancó por primera vez a EE UU como primer socio comercial de Brasil en términos absolutos (cómputo de exportaciones e importaciones).
“A pesar del discurso dominante de que existe una cooperación estratégica entre ambos países, cada día surgen más divergencias de intereses, hasta el punto de que muchos se preguntan si China es más un aliado o un competidor”, explica Adriana Abdenur, coordinadora del BRICS Policy Center de la Universidad Pontificia (PUC) de Río de Janeiro. Efectivamente, las autoridades brasileñas, presionadas por el todopoderoso patronato industrial, han mostrado su preocupación ante el hecho de que un 67% de las empresas brasileñas que compiten en el ámbito internacional con sus homólogas chinas aseguran haber perdido cuota de mercado. Lo mismo ha ocurrido con el 45% de las compañías de bandera brasileña que se enfrentan a la competencia china en el mercado interior del gigante sudamericano. Los productos más afectados por esta competencia agresiva son los textiles, el calzado, la maquinaria industrial, los medicamentos y los equipos electrónicos de comunicación. “Hasta ahora Brasil ha ganado en la balanza comercial por los elevados precios de las materias primas, pero no sabemos cuánto va a durar esta situación”, alerta Abdenur.
Ambos países coinciden en la necesidad de que el peso del eje Euroatlántico se vea contrarrestado por las nuevas potencias emergentes englobadas en el grupo BRIC
Este mes Brasil ha adoptado su primera gran medida proteccionista dirigida claramente a los productos chinos. El Gobierno de Rousseff ha aprobado un aumento temporal del 30% del Impuesto sobre Productos Importados (IPI) que recaerá sobre los vehículos de importación que no cumplan una serie de requisitos. La medida, de facto, pretende frenar la entrada de coches chinos de bajo precio que en los últimos meses han hecho furor entre los consumidores de la creciente clase media brasileña.
Pero no todo son desavenencias. China y Brasil sí comparten una visión multipolar en un nuevo orden mundial aún sin definir. Ambos países coinciden en la necesidad de que el peso del eje euroatlántico se vea contrarrestado por las nuevas potencias emergentes englobadas en el grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Brasilia y Pekín también están de acuerdo en sustituir el dólar por sus divisas nacionales en sus intercambios comerciales. Este discurso de unidad, sin embargo, tropieza con el hecho de que China no haya querido avalar hasta el momento la candidatura brasileña a ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
“A pesar del discurso dominante de que existe una cooperación estratégica entre ambos países, cada día surgen más divergencias de intereses, hasta el punto de que muchos se preguntan si China es más un aliado o un competidor”, explica Adriana Abdenur, coordinadora del BRICS Policy Center de la Universidad Pontificia (PUC) de Río de Janeiro. Efectivamente, las autoridades brasileñas, presionadas por el todopoderoso patronato industrial, han mostrado su preocupación ante el hecho de que un 67% de las empresas brasileñas que compiten en el ámbito internacional con sus homólogas chinas aseguran haber perdido cuota de mercado. Lo mismo ha ocurrido con el 45% de las compañías de bandera brasileña que se enfrentan a la competencia china en el mercado interior del gigante sudamericano. Los productos más afectados por esta competencia agresiva son los textiles, el calzado, la maquinaria industrial, los medicamentos y los equipos electrónicos de comunicación. “Hasta ahora Brasil ha ganado en la balanza comercial por los elevados precios de las materias primas, pero no sabemos cuánto va a durar esta situación”, alerta Abdenur.
Ambos países coinciden en la necesidad de que el peso del eje Euroatlántico se vea contrarrestado por las nuevas potencias emergentes englobadas en el grupo BRIC
Este mes Brasil ha adoptado su primera gran medida proteccionista dirigida claramente a los productos chinos. El Gobierno de Rousseff ha aprobado un aumento temporal del 30% del Impuesto sobre Productos Importados (IPI) que recaerá sobre los vehículos de importación que no cumplan una serie de requisitos. La medida, de facto, pretende frenar la entrada de coches chinos de bajo precio que en los últimos meses han hecho furor entre los consumidores de la creciente clase media brasileña.
Pero no todo son desavenencias. China y Brasil sí comparten una visión multipolar en un nuevo orden mundial aún sin definir. Ambos países coinciden en la necesidad de que el peso del eje euroatlántico se vea contrarrestado por las nuevas potencias emergentes englobadas en el grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Brasilia y Pekín también están de acuerdo en sustituir el dólar por sus divisas nacionales en sus intercambios comerciales. Este discurso de unidad, sin embargo, tropieza con el hecho de que China no haya querido avalar hasta el momento la candidatura brasileña a ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.