Putin vuelve a su trono del Kremlin
El poder se enroca en Rusia, donde el presidente y el primer ministro se turnan para seguir controlando el futuro del país más extenso del planeta
Moscú, El País
La cúpula del poder ruso ha decidido enrocarse y cambiar de lugares. El congreso del partido gubernamental Rusia Unida ha nombrado, a propuesta del actual jefe de Estado Dmitri Medvédev, al primer ministro Vladímir Putin, candidato a las elecciones presidenciales de 2012. Este, a su vez, ha propuesto a Medvédev para encabezar la lista de Rusia Unida en los comicios parlamentarios de diciembre próximo y su Gabinete una vez que regrese al Kremlin. El acuerdo se selló con un abrazo público en medio de las ovaciones de los delegados.
La noticia -que tomó por sorpresa a la mayoría de los analistas, que pensaban que esta decisión se tomaría en el último minuto, en diciembre- es pésima para los liberales y demócratas que todavía confiaban en un segundo mandato de Medvédev acompañado de reformas que terminaran con el régimen autoritario imperante en Rusia. La sorpresa de los analistas es comprensible si se tiene en cuenta que, como reconocieron los dirigentes del consejo general y del comité ejecutivo de Rusia Unida, ni ellos mismos conocían las decisiones anunciadas por el tándem gobernante.
De hecho, ayer se ha elegido ya al próximo presidente: nadie duda de que Putin arrasará en las presidenciales previstas para el 4 de marzo de 2012, tres meses después de las parlamentarias. No solo porque goza en realidad de popularidad en Rusia, sino también porque en este país, al fin y al cabo, se obtienen los resultados que el poder quiere.
Por si alguien tuviera dudas, al comenzar su discurso, exclamó: "Nadie nos puede tumbar del caballo". Putin será el primer presidente en ejercer un mandato de seis años, que de acuerdo con la reforma constitucional aprobada, reemplaza al periodo actual de cuatro.
Cuando hace cuatro años Putin anunció que Medvédev sería el próximo presidente del país, muchos interpretaron la decisión como el comienzo de una época más liberal, democrática y occidentalizadora. Y aunque estos años de gobierno defraudaron esas esperanzas, los reformistas esperaban todavía que si Medvédev era elegido por segunda vez, se sentiría con las manos libres para democratizar el país.
Si Medvédev se asocia en la mente de gran parte de demócratas y defensores de derechos humanos rusos con un político que podía reformar al país, Putin, por el contrario, es asociado a la mano dura, al estancamiento y al retroceso de las conquistas democráticas.
Es verdad que muchos también advertían que esta concepción dicotómica, esta lógica de dos valores aplicada al tándem gobernante en Rusia era errónea, y aseguraban que no había diferencias entre Putin y Medvédev, que ambos políticos pensaban básicamente igual.
Hay que reconocer asimismo que la élite alimentaba esa concepción y se hablaba de guerras entre los equipos de ambos líderes y de divergencias entre los dos dirigentes máximos del país.
Pero todo ha resultado ser un juego, y como reconocieron ayer los líderes, la decisión de que Putin sería el candidato presidencial ya la habían tomado hace tiempo y conjuntamente.
En realidad, Putin nunca ha dejado de ser el hombre fuerte, el que corta el bacalao en Rusia. Pero -pudiendo hacer lo que hubiese querido, incluso cambiar la Constitución y quedarse como jefe de Estado siguiendo el ejemplo de los dictadorzuelos que encabezan los países centroasiáticos de la desaparecida Unión Soviética- Putin decidió, cuatro años atrás, asumir un pequeño riesgo y cumplir con las formalidades legales y democráticas: abandonar el poder para permanecer en él.
El elegido para guardarle el puesto fue Medvédev, un abogado con fama de liberal y democratizador que desempeñó a la perfección el papel que se le había encomendado y que ahora devuelve el primer cargo del país a quien supuestamente corresponde. Su mandato pasará a la historia como una época de esperanzas defraudadas y de reformas abortadas; también se le recordará por haber sido el que oficialmente decidió enfrentarse militarmente a Georgia y reconocer unilateralmente la independencia de Abjazia y Osetia del Sur.
Pero si hay alguien a quien no defraudó, ese es Putin, porque ha quedado demostrado que este no se equivocó al apostar por Medvédev. El actual presidente no se le enfrentó, no le traicionó, y poco importa si esto se debe a su sentido de lealtad o a que simplemente no tenía fuerza para ello.
Formalmente, nadie puede decir que Putin sea un dictador: es popular, será elegido por amplia mayoría y cuenta con la confianza de la élite política. Y no ha habido la más mínima señal de una posible división en la clase gobernante.
La decisión anunciada ayer pone fin a meses de especulaciones, una situación que, según algunos expertos, estaba haciendo daño al país pues inmovilizaba al Gobierno debido a la incertidumbre en el futuro.
Los partidarios de Medvédev no han podido ocultar su desilusión. Así, Yevgueni Gontmajer, uno de los dirigentes del Instituto de Desarrollo Moderno -una institución cercana al actual presidente- declaró a radio Eco de Moscú que aunque la sociedad rusa anhela cambios, "la élite política ha tomado una decisión diferente y ha elegido el camino de la llamada estabilidad, que considera más eficaz".
Yuri Mitrjin, líder del partido demócrata de centro-izquierda Yábloko, opina que lo aplaudido ayer por Rusia Unida "abre el camino a un nuevo estancamiento", lo que "puede terminar muy mal para el país, como sucedió con el de la época de Leonid Bréznev" (secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1964 a 1982). Para Borís Nemtsov, ex viceprimer ministro durante un corto periodo de la presidencia de Borís Yeltsin (1991-1999) y uno de los actuales dirigentes de la oposición conservadora, se trata "del peor guión posible para Rusia". Nemtsov pronostica una catástrofe económica acompañada de un crecimiento aún mayor de la corrupción.
El politólogo Gleb Pavlovski, considerado cercano al Kremlin, acusó a Medvédev de haber "traicionado a los que creían en él" y dijo que su acuerdo con Putin significaba su "autodestrucción como político". Viacheslav Níkonov, analista cercano a Putin, considera, por su parte, que intercambiar los cargos entre los dos máximos dirigentes "puede determinar la configuración del poder en Rusia hasta el año 2036". Con ello quiere decir que Putin podría ser elegido dos veces más, hasta 2024, seguido de otros dos mandatos de Medvédev. Y aunque son pocos los que osan mirar tan lejos, está claro que el régimen instaurado tras Yeltsin tiene para largo.
Moscú, El País
La cúpula del poder ruso ha decidido enrocarse y cambiar de lugares. El congreso del partido gubernamental Rusia Unida ha nombrado, a propuesta del actual jefe de Estado Dmitri Medvédev, al primer ministro Vladímir Putin, candidato a las elecciones presidenciales de 2012. Este, a su vez, ha propuesto a Medvédev para encabezar la lista de Rusia Unida en los comicios parlamentarios de diciembre próximo y su Gabinete una vez que regrese al Kremlin. El acuerdo se selló con un abrazo público en medio de las ovaciones de los delegados.
La noticia -que tomó por sorpresa a la mayoría de los analistas, que pensaban que esta decisión se tomaría en el último minuto, en diciembre- es pésima para los liberales y demócratas que todavía confiaban en un segundo mandato de Medvédev acompañado de reformas que terminaran con el régimen autoritario imperante en Rusia. La sorpresa de los analistas es comprensible si se tiene en cuenta que, como reconocieron los dirigentes del consejo general y del comité ejecutivo de Rusia Unida, ni ellos mismos conocían las decisiones anunciadas por el tándem gobernante.
De hecho, ayer se ha elegido ya al próximo presidente: nadie duda de que Putin arrasará en las presidenciales previstas para el 4 de marzo de 2012, tres meses después de las parlamentarias. No solo porque goza en realidad de popularidad en Rusia, sino también porque en este país, al fin y al cabo, se obtienen los resultados que el poder quiere.
Por si alguien tuviera dudas, al comenzar su discurso, exclamó: "Nadie nos puede tumbar del caballo". Putin será el primer presidente en ejercer un mandato de seis años, que de acuerdo con la reforma constitucional aprobada, reemplaza al periodo actual de cuatro.
Cuando hace cuatro años Putin anunció que Medvédev sería el próximo presidente del país, muchos interpretaron la decisión como el comienzo de una época más liberal, democrática y occidentalizadora. Y aunque estos años de gobierno defraudaron esas esperanzas, los reformistas esperaban todavía que si Medvédev era elegido por segunda vez, se sentiría con las manos libres para democratizar el país.
Si Medvédev se asocia en la mente de gran parte de demócratas y defensores de derechos humanos rusos con un político que podía reformar al país, Putin, por el contrario, es asociado a la mano dura, al estancamiento y al retroceso de las conquistas democráticas.
Es verdad que muchos también advertían que esta concepción dicotómica, esta lógica de dos valores aplicada al tándem gobernante en Rusia era errónea, y aseguraban que no había diferencias entre Putin y Medvédev, que ambos políticos pensaban básicamente igual.
Hay que reconocer asimismo que la élite alimentaba esa concepción y se hablaba de guerras entre los equipos de ambos líderes y de divergencias entre los dos dirigentes máximos del país.
Pero todo ha resultado ser un juego, y como reconocieron ayer los líderes, la decisión de que Putin sería el candidato presidencial ya la habían tomado hace tiempo y conjuntamente.
En realidad, Putin nunca ha dejado de ser el hombre fuerte, el que corta el bacalao en Rusia. Pero -pudiendo hacer lo que hubiese querido, incluso cambiar la Constitución y quedarse como jefe de Estado siguiendo el ejemplo de los dictadorzuelos que encabezan los países centroasiáticos de la desaparecida Unión Soviética- Putin decidió, cuatro años atrás, asumir un pequeño riesgo y cumplir con las formalidades legales y democráticas: abandonar el poder para permanecer en él.
El elegido para guardarle el puesto fue Medvédev, un abogado con fama de liberal y democratizador que desempeñó a la perfección el papel que se le había encomendado y que ahora devuelve el primer cargo del país a quien supuestamente corresponde. Su mandato pasará a la historia como una época de esperanzas defraudadas y de reformas abortadas; también se le recordará por haber sido el que oficialmente decidió enfrentarse militarmente a Georgia y reconocer unilateralmente la independencia de Abjazia y Osetia del Sur.
Pero si hay alguien a quien no defraudó, ese es Putin, porque ha quedado demostrado que este no se equivocó al apostar por Medvédev. El actual presidente no se le enfrentó, no le traicionó, y poco importa si esto se debe a su sentido de lealtad o a que simplemente no tenía fuerza para ello.
Formalmente, nadie puede decir que Putin sea un dictador: es popular, será elegido por amplia mayoría y cuenta con la confianza de la élite política. Y no ha habido la más mínima señal de una posible división en la clase gobernante.
La decisión anunciada ayer pone fin a meses de especulaciones, una situación que, según algunos expertos, estaba haciendo daño al país pues inmovilizaba al Gobierno debido a la incertidumbre en el futuro.
Los partidarios de Medvédev no han podido ocultar su desilusión. Así, Yevgueni Gontmajer, uno de los dirigentes del Instituto de Desarrollo Moderno -una institución cercana al actual presidente- declaró a radio Eco de Moscú que aunque la sociedad rusa anhela cambios, "la élite política ha tomado una decisión diferente y ha elegido el camino de la llamada estabilidad, que considera más eficaz".
Yuri Mitrjin, líder del partido demócrata de centro-izquierda Yábloko, opina que lo aplaudido ayer por Rusia Unida "abre el camino a un nuevo estancamiento", lo que "puede terminar muy mal para el país, como sucedió con el de la época de Leonid Bréznev" (secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1964 a 1982). Para Borís Nemtsov, ex viceprimer ministro durante un corto periodo de la presidencia de Borís Yeltsin (1991-1999) y uno de los actuales dirigentes de la oposición conservadora, se trata "del peor guión posible para Rusia". Nemtsov pronostica una catástrofe económica acompañada de un crecimiento aún mayor de la corrupción.
El politólogo Gleb Pavlovski, considerado cercano al Kremlin, acusó a Medvédev de haber "traicionado a los que creían en él" y dijo que su acuerdo con Putin significaba su "autodestrucción como político". Viacheslav Níkonov, analista cercano a Putin, considera, por su parte, que intercambiar los cargos entre los dos máximos dirigentes "puede determinar la configuración del poder en Rusia hasta el año 2036". Con ello quiere decir que Putin podría ser elegido dos veces más, hasta 2024, seguido de otros dos mandatos de Medvédev. Y aunque son pocos los que osan mirar tan lejos, está claro que el régimen instaurado tras Yeltsin tiene para largo.