Los bancos centrales inyectan liquidez para aliviar a la banca europea
Los principales supervisores del mundo suministrarán dólares sin límite antes de fin de año - Fuerte rebote en las Bolsas mientras el euro recupera posiciones
Madrid, El País
El 15 de septiembre de 2008, hace justo tres años y un día, sucedió lo inimaginable: cayó Lehman Brothers, uno de los bancos más arrogantes y despiadados del mundo, y lo que parecía una crisis financiera más se convirtió en la Gran Recesión, también conocida como La Peor Crisis Desde La II Guerra Mundial, el equivalente a la caída del Muro de Berlín para Wall Street y las finanzas internacionales. Ese huracán obligó a tomar una serie de medidas extraordinarias, básicamente a dejar los tipos de interés cercanos al 0% y a inyectar dinero público, toneladas de dinero público, en la banca. Tres años y varios centenares de miles de millones después -nadie sabe exactamente cuánto; en torno a 4,5 billones de dólares entre ayudas, avales y demás-, el paro ha aumentado en más de 30 millones de personas en el mundo, las grandes economías están cerca de una peligrosa recaída, la crisis fiscal europea amenaza ruina y el sistema financiero, a pesar de toda la respiración asistida, sigue en estado de shock. Tanto, que el Banco Central Europeo (BCE) se vio ayer obligado a llevar las riendas de una intervención conjunta -con el resto de grandes bancos centrales- para inyectar liquidez en dólares a la banca europea.
El miedo a una segunda recesión y los coletazos de la crisis de deuda castigan a los bancos del Viejo Continente. En las últimas semanas, con Grecia de nuevo copando portadas, la situación ha ido a peor: la confianza en la banca flaquea por la deuda de los países con problemas que guarda en sus balances. Ni la banca norteamericana ni la asiática les prestan dinero al ritmo habitual y prácticamente la única forma de financiarse es la ventanilla del BCE. El Eurobanco, la Reserva Federal de EE UU, el Banco de Inglaterra, el Banco de Suiza y el Banco de Japón han decidido actuar ante el riesgo de que esa presión aumente en un entorno de tanta incertidumbre.
De nuevo al rescate, los bancos centrales tratan así de evitar males mayores. Con ese dinero -no se trata de ayudas gratis; son créditos a corto plazo- la banca podrá refinanciarse sin miedo a quedarse seca. Las dificultades podían haber abocado a alguna entidad a un problema mayúsculo: el fantasma de un nuevo Lehman Brothers, esta vez en Europa y en el tercer aniversario de la caída del banco norteamericano.
Esa medida ya fue aplicada tras la quiebra de Lehman para solucionar el mismo problema (aquella vez nadie se fiaba de nadie por el miedo a los activos tóxicos; ahora el estigma lo tiene la banca europea por la deuda pública). Los mercados la recibieron como un bálsamo: las Bolsas, capitaneadas por los bancos, avanzaron del 2% al 4%; el euro se revalorizó hasta los 1,39 dólares, y la descompresión llegó incluso a los mercados de bonos.
El BCE prestará todos los dólares que los bancos necesiten a tres meses de plazo, a un tipo de interés fijo -que no se conoce- y a cambio de garantías. Están previstas tres subastas, el 12 de octubre, el 9 de noviembre y el 7 de diciembre, de manera que la financiación está asegurada hasta bien entrado 2012. La medida beneficia especialmente a la banca francesa, que ha sufrido un varapalo en Bolsa tras las dudas sobre su solvencia -alimentadas, como ya es habitual, por una rebaja de la calificación en el peor momento- y cuyas principales entidades ayer llegaron a anotarse subidas de hasta el 20%.
Los mercados son cualquier cosa menos transparentes. Algunos analistas sospechaban anoche que la presión, con ser notable, no ha alcanzado niveles preocupantes: el BCE ya dispone de líneas de crédito en dólares a siete días, y en la última operación, esta misma semana, solo dos bancos se vieron obligados a usarla. "Se trata de una medida preventiva, pero si de verdad hubiera habido un cuello de botella, el recurso al BCE en esas líneas a siete días hubiera sido mayor", indicó José Luis Alzola, del Observatory Group. Otros defendieron con más ahínco la idoneidad del activismo de Jean-Claude Trichet y compañía: "Había que reducir la presión de la financiación en dólares en un periodo del año en el que se concentran muchos vencimientos", dijo Giuseppe Maraffino, de Barclays. Divyang Shah, de IFR Markets, fue un paso más allá: "La acción concertada anticipa futuros anuncios de corte similar ante los síntomas de agravamiento de la crisis fiscal y financiera y ante los rumores de que la banca europea necesita capital".
Esos rumores proceden del FMI, cuya directora, Christine Lagarde, advirtió hace unos días que a la banca europea le hacían falta 200.000 millones. Lagarde llegó a decir que la situación requería "una acción decisiva", e interpretó la medida de ayer en esa línea: "Hemos visto justo lo que se necesita: una acción colectiva que ponga de manifiesto la confianza en que los bancos centrales van a hacer lo que deben para preservar la estabilidad del sistema", explicó a la CNBC.
En realidad, las medidas extraordinarias, en consonancia con lo extraordinario de la crisis, son una constante desde el verano de 2007. Como lo son las promesas de refundación del capitalismo, de mayor regulación del sistema financiero, de desaparición de los paraísos fiscales y de un nuevo amanecer para el sistema económico. De momento, lo que hay es una incesante lluvia de liquidez para la banca ante la constatación de que la crisis da muchas vueltas, pero siempre vuelve a la casilla de salida: el excesivo endeudamiento tras unos años de hipertrofia y desregulación del sistema financiero.
Madrid, El País
El 15 de septiembre de 2008, hace justo tres años y un día, sucedió lo inimaginable: cayó Lehman Brothers, uno de los bancos más arrogantes y despiadados del mundo, y lo que parecía una crisis financiera más se convirtió en la Gran Recesión, también conocida como La Peor Crisis Desde La II Guerra Mundial, el equivalente a la caída del Muro de Berlín para Wall Street y las finanzas internacionales. Ese huracán obligó a tomar una serie de medidas extraordinarias, básicamente a dejar los tipos de interés cercanos al 0% y a inyectar dinero público, toneladas de dinero público, en la banca. Tres años y varios centenares de miles de millones después -nadie sabe exactamente cuánto; en torno a 4,5 billones de dólares entre ayudas, avales y demás-, el paro ha aumentado en más de 30 millones de personas en el mundo, las grandes economías están cerca de una peligrosa recaída, la crisis fiscal europea amenaza ruina y el sistema financiero, a pesar de toda la respiración asistida, sigue en estado de shock. Tanto, que el Banco Central Europeo (BCE) se vio ayer obligado a llevar las riendas de una intervención conjunta -con el resto de grandes bancos centrales- para inyectar liquidez en dólares a la banca europea.
El miedo a una segunda recesión y los coletazos de la crisis de deuda castigan a los bancos del Viejo Continente. En las últimas semanas, con Grecia de nuevo copando portadas, la situación ha ido a peor: la confianza en la banca flaquea por la deuda de los países con problemas que guarda en sus balances. Ni la banca norteamericana ni la asiática les prestan dinero al ritmo habitual y prácticamente la única forma de financiarse es la ventanilla del BCE. El Eurobanco, la Reserva Federal de EE UU, el Banco de Inglaterra, el Banco de Suiza y el Banco de Japón han decidido actuar ante el riesgo de que esa presión aumente en un entorno de tanta incertidumbre.
De nuevo al rescate, los bancos centrales tratan así de evitar males mayores. Con ese dinero -no se trata de ayudas gratis; son créditos a corto plazo- la banca podrá refinanciarse sin miedo a quedarse seca. Las dificultades podían haber abocado a alguna entidad a un problema mayúsculo: el fantasma de un nuevo Lehman Brothers, esta vez en Europa y en el tercer aniversario de la caída del banco norteamericano.
Esa medida ya fue aplicada tras la quiebra de Lehman para solucionar el mismo problema (aquella vez nadie se fiaba de nadie por el miedo a los activos tóxicos; ahora el estigma lo tiene la banca europea por la deuda pública). Los mercados la recibieron como un bálsamo: las Bolsas, capitaneadas por los bancos, avanzaron del 2% al 4%; el euro se revalorizó hasta los 1,39 dólares, y la descompresión llegó incluso a los mercados de bonos.
El BCE prestará todos los dólares que los bancos necesiten a tres meses de plazo, a un tipo de interés fijo -que no se conoce- y a cambio de garantías. Están previstas tres subastas, el 12 de octubre, el 9 de noviembre y el 7 de diciembre, de manera que la financiación está asegurada hasta bien entrado 2012. La medida beneficia especialmente a la banca francesa, que ha sufrido un varapalo en Bolsa tras las dudas sobre su solvencia -alimentadas, como ya es habitual, por una rebaja de la calificación en el peor momento- y cuyas principales entidades ayer llegaron a anotarse subidas de hasta el 20%.
Los mercados son cualquier cosa menos transparentes. Algunos analistas sospechaban anoche que la presión, con ser notable, no ha alcanzado niveles preocupantes: el BCE ya dispone de líneas de crédito en dólares a siete días, y en la última operación, esta misma semana, solo dos bancos se vieron obligados a usarla. "Se trata de una medida preventiva, pero si de verdad hubiera habido un cuello de botella, el recurso al BCE en esas líneas a siete días hubiera sido mayor", indicó José Luis Alzola, del Observatory Group. Otros defendieron con más ahínco la idoneidad del activismo de Jean-Claude Trichet y compañía: "Había que reducir la presión de la financiación en dólares en un periodo del año en el que se concentran muchos vencimientos", dijo Giuseppe Maraffino, de Barclays. Divyang Shah, de IFR Markets, fue un paso más allá: "La acción concertada anticipa futuros anuncios de corte similar ante los síntomas de agravamiento de la crisis fiscal y financiera y ante los rumores de que la banca europea necesita capital".
Esos rumores proceden del FMI, cuya directora, Christine Lagarde, advirtió hace unos días que a la banca europea le hacían falta 200.000 millones. Lagarde llegó a decir que la situación requería "una acción decisiva", e interpretó la medida de ayer en esa línea: "Hemos visto justo lo que se necesita: una acción colectiva que ponga de manifiesto la confianza en que los bancos centrales van a hacer lo que deben para preservar la estabilidad del sistema", explicó a la CNBC.
En realidad, las medidas extraordinarias, en consonancia con lo extraordinario de la crisis, son una constante desde el verano de 2007. Como lo son las promesas de refundación del capitalismo, de mayor regulación del sistema financiero, de desaparición de los paraísos fiscales y de un nuevo amanecer para el sistema económico. De momento, lo que hay es una incesante lluvia de liquidez para la banca ante la constatación de que la crisis da muchas vueltas, pero siempre vuelve a la casilla de salida: el excesivo endeudamiento tras unos años de hipertrofia y desregulación del sistema financiero.