El tiempo le pasa la factura a Obama y a la Asamblea General
Naciones Unidas, AP
El paso de las décadas no ha sido amable con el diseño y la decoración de la Asamblea General de la ONU, una sala enorme que ha tenido su parte en la historia y el histrionismo.
El paso de los años tampoco ha sido bueno para la imagen del presidente Barack Obama, que también parece haberse desvanecido un poco.
Al hablar el miércoles ante unos escépticos miembros de la Asamblea General, Obama defendió su oposición a un plan palestino de buscar la condición de Estado. Aunque inicialmente recibió una acogida amable, el mandatario no atrajo entusiasmo al explicar —sin utilizar la palabra veto— por qué Estados Unidos no respaldará la propuesta.
Después de haber citado una serie de éxitos respaldados por la ONU en el último año —como la intervención en Libia y el apoyo a levantamientos populares que derrocaron a dictadores en Túnez y Egipto y que llevaron al poder al presidente democráticamente electo de Costa de Marfil después de una lucha violenta— Obama hizo declaraciones sobre el conflicto entre los palestinos e Israel que enfriaron a los asistentes.
"Así es como la comunidad internacional debe trabajar", dijo ante un público que se puso de pie. Sin embargo, el estado de ánimo excelente de la audiencia se vino abajo cuando Obama dijo que la paz entre israelíes y palestinos sólo será posible con una negociación directa, no con declaraciones de la ONU.
"Eso no es cierto", murmuró una mujer sentada cerca de la galería de prensa mientras Obama explicaba las diferentes amenazas a su seguridad que enfrenta Israel.
A diferencia de Obama, quien habló sin ser interrumpido por aplausos, el discurso de la presidenta de Brasil Dilma Rousseff fue cortado por el sonido de las palmas cuando señaló que ella era la primera jefa de Estado en abrir el debate de la Asamblea General. Ocurrió de nuevo cuando Rousseff abrazó la causa de un Estado palestino.
La presencia de Obama y otros mandatarios volvieron a la sala de la Asamblea General el punto focal del mundo, por lo menos durante algunas horas.
La sede de la ONU estuvo protegida por una amplia operación de seguridad: barcos guardacostas y policías establecieron una zona de seguridad en el río Este, que separa a Manhattan de Long Island. Camiones cargados con sacos de arena bloquearon el acceso a la mayoría de las calles principales que conducen a la sede de la ONU.
La Asamblea General de la ONU siempre es una migraña para los neoyorquinos. El tránsito se vuelve un caos y las "zonas congeladas", donde incluso a los peatones se les impide cruzar la calle al ir de compras o a sus trabajos, son un reto diario.
A los neoyorquinos les gusta quejarse en la calle de "él": No están molestos con el presidente Obama por su política (bueno, eso también), sino por los impresionantes cuellos de botella que traen sus caravanas.
El paso de las décadas no ha sido amable con el diseño y la decoración de la Asamblea General de la ONU, una sala enorme que ha tenido su parte en la historia y el histrionismo.
El paso de los años tampoco ha sido bueno para la imagen del presidente Barack Obama, que también parece haberse desvanecido un poco.
Al hablar el miércoles ante unos escépticos miembros de la Asamblea General, Obama defendió su oposición a un plan palestino de buscar la condición de Estado. Aunque inicialmente recibió una acogida amable, el mandatario no atrajo entusiasmo al explicar —sin utilizar la palabra veto— por qué Estados Unidos no respaldará la propuesta.
Después de haber citado una serie de éxitos respaldados por la ONU en el último año —como la intervención en Libia y el apoyo a levantamientos populares que derrocaron a dictadores en Túnez y Egipto y que llevaron al poder al presidente democráticamente electo de Costa de Marfil después de una lucha violenta— Obama hizo declaraciones sobre el conflicto entre los palestinos e Israel que enfriaron a los asistentes.
"Así es como la comunidad internacional debe trabajar", dijo ante un público que se puso de pie. Sin embargo, el estado de ánimo excelente de la audiencia se vino abajo cuando Obama dijo que la paz entre israelíes y palestinos sólo será posible con una negociación directa, no con declaraciones de la ONU.
"Eso no es cierto", murmuró una mujer sentada cerca de la galería de prensa mientras Obama explicaba las diferentes amenazas a su seguridad que enfrenta Israel.
A diferencia de Obama, quien habló sin ser interrumpido por aplausos, el discurso de la presidenta de Brasil Dilma Rousseff fue cortado por el sonido de las palmas cuando señaló que ella era la primera jefa de Estado en abrir el debate de la Asamblea General. Ocurrió de nuevo cuando Rousseff abrazó la causa de un Estado palestino.
La presencia de Obama y otros mandatarios volvieron a la sala de la Asamblea General el punto focal del mundo, por lo menos durante algunas horas.
La sede de la ONU estuvo protegida por una amplia operación de seguridad: barcos guardacostas y policías establecieron una zona de seguridad en el río Este, que separa a Manhattan de Long Island. Camiones cargados con sacos de arena bloquearon el acceso a la mayoría de las calles principales que conducen a la sede de la ONU.
La Asamblea General de la ONU siempre es una migraña para los neoyorquinos. El tránsito se vuelve un caos y las "zonas congeladas", donde incluso a los peatones se les impide cruzar la calle al ir de compras o a sus trabajos, son un reto diario.
A los neoyorquinos les gusta quejarse en la calle de "él": No están molestos con el presidente Obama por su política (bueno, eso también), sino por los impresionantes cuellos de botella que traen sus caravanas.