El empleo lanza la campaña de Obama
El presidente de EE UU presenta mañana un plan de estímulo económico de 300.000 millones de dólares.- La elevada tasa de paro pone en peligro su reelección
Washington, El País
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, propondrá mañana un nuevo plan de estímulo económico de unos 300.000 millones de dólares (214.000 millones de euros) para revitalizar el crecimiento y atajar el alto índice de desempleo, la razón principal de su debilitamiento político y la mayor amenaza para su reelección. Con esta iniciativa, que difícilmente será aceptada por los republicanos en el Congreso, se produce de hecho el pistoletazo de salida de lo que será una larga e incierta campaña electoral.
Ningún presidente norteamericano desde la II Guerra Mundial ha sido reelegido con un paro superior al 6%, con excepción de Ronald Reagan, que obtuvo la victoria con un 7% de desempleo después de haberlo rebajado tres puntos a lo largo de su primer mandato. Con Obama en la Casa Blanca, el índice de parados llegó a 10,2%, como herencia de la crisis de 2008, pero solo ha podido reducirlo hasta el 9,1%.
En estas condiciones, es difícil que Obama consiga convencer a sus compatriotas de que el país está hoy mejor que cuando él lo encontró, aunque en gran medida así sea. Es urgente, por tanto, una acción decidida contra el paro para despejar el camino hacia 2012. Desde hace tiempo, la izquierda le venía pidiendo un ambicioso plan de estímulo, pero el presidente se ha resistido ante el riesgo de agravar el problema del déficit y la deuda.
Finalmente, se ha decidido por algunas medidas de impulso sobre las que es preciso conocer hoy los detalles finales para saber su verdadero impacto. El plan contiene, fundamentalmente, ventajas fiscales a las clases medias para estimular el gasto, pero también incluye inversiones públicas en infraestructuras y apoyos sociales a los parados.
Seguramente, no se referirá Obama a esta iniciativa como un plan de estímulo, puesto que intenta evitar que la oposición centre sus críticas en que la única solución que al presidente se le ocurre a la actual situación económica es la de gastar más. Obama está atrapado en grave dilema económico y político: tiene que acelerar el crecimiento y la creación de empleo al mismo tiempo que reduce el déficit, a lo que se comprometió en agosto con los republicanos a cambio de que estos le permitieran aumentar el techo de deuda; y tiene que calmar las angustias de los trabajadores y las clases medias sin perder su etiqueta centrista.
No es la primera vez que Obama actúa contra el desempleo. Nada más tomar posesión, consiguió la aprobación de un plan de estímulo de 800.000 millones de dólares. Eso, probablemente, evitó una más larga recesión y salvó al país de niveles históricos de desempleo. Pero la crisis es aún más profunda de lo que parecía en 2009 y ese plan no sirvió para situar la economía en una senda de crecimiento consolidado. Ese plan está hoy ya olvidado —la oposición lo juzga como un fracaso— y el pesimismo sigue reinando entre los ciudadanos. Más de un 70% no confía en una solución a corto plazo, según encuestas recientes.
Oposición de los republicanos
Como presidente, Obama es claramente el objeto de la ira popular. Solo un 20% de la población respalda su gestión económica en estos primeros dos años y medio. Afortunadamente para él, todavía son más los norteamericanos que creen que la situación actual es culpa de la herencia dejada por George Bush que los que atribuyen la responsabilidad al actual presidente. Pero el margen entre unos y otros se va estrechando, y no sería extraño que en pocos meses más Obama pague tanto por los males económicos propios como por los ajenos.
Urge reactivar esta economía y Obama es consciente de que todos sus planes futuros dependen de ello. La iniciativa que presentará mañana en una sesión conjunta del Congreso va a tener un difícil tránsito por la Cámara de Representantes, donde los republicanos son mayoría, pero al menos servirá para demostrar ante los votantes que el presidente no está con los brazos cruzados ante el problema del paro.
La estrategia de la Casa Blanca es la de poner sobre la mesa una serie de medidas que para los republicanos sea difícil rechazar —de ahí la apuesta por las rebajas de impuestos— sin aparecer ante los ciudadanos como el partido que siempre dice no a todo. La oposición sufrió ya las consecuencias adversas de su actitud durante la crisis de la deuda este verano y corre un gran riesgo ahora si se opone de plano a un plan para estimular el empleo.
Otro de los objetivos del discurso es el de sustituir el debate sobre el déficit, el que interesa a la derecha, por el debate sobre el paro, el que interesa a los ciudadanos. Hasta ahora, por su voluntad de romper el mito del presidente demócrata que gasta a manos llenas, Obama había cedido la iniciativa a los republicanos para imponer la reducción de la deuda como prioridad nacional. Ahora se ve obligado a una rectificación, pero ha de ser prudente y cuidadoso para no acabar en terreno de nadie.
Washington, El País
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, propondrá mañana un nuevo plan de estímulo económico de unos 300.000 millones de dólares (214.000 millones de euros) para revitalizar el crecimiento y atajar el alto índice de desempleo, la razón principal de su debilitamiento político y la mayor amenaza para su reelección. Con esta iniciativa, que difícilmente será aceptada por los republicanos en el Congreso, se produce de hecho el pistoletazo de salida de lo que será una larga e incierta campaña electoral.
Ningún presidente norteamericano desde la II Guerra Mundial ha sido reelegido con un paro superior al 6%, con excepción de Ronald Reagan, que obtuvo la victoria con un 7% de desempleo después de haberlo rebajado tres puntos a lo largo de su primer mandato. Con Obama en la Casa Blanca, el índice de parados llegó a 10,2%, como herencia de la crisis de 2008, pero solo ha podido reducirlo hasta el 9,1%.
En estas condiciones, es difícil que Obama consiga convencer a sus compatriotas de que el país está hoy mejor que cuando él lo encontró, aunque en gran medida así sea. Es urgente, por tanto, una acción decidida contra el paro para despejar el camino hacia 2012. Desde hace tiempo, la izquierda le venía pidiendo un ambicioso plan de estímulo, pero el presidente se ha resistido ante el riesgo de agravar el problema del déficit y la deuda.
Finalmente, se ha decidido por algunas medidas de impulso sobre las que es preciso conocer hoy los detalles finales para saber su verdadero impacto. El plan contiene, fundamentalmente, ventajas fiscales a las clases medias para estimular el gasto, pero también incluye inversiones públicas en infraestructuras y apoyos sociales a los parados.
Seguramente, no se referirá Obama a esta iniciativa como un plan de estímulo, puesto que intenta evitar que la oposición centre sus críticas en que la única solución que al presidente se le ocurre a la actual situación económica es la de gastar más. Obama está atrapado en grave dilema económico y político: tiene que acelerar el crecimiento y la creación de empleo al mismo tiempo que reduce el déficit, a lo que se comprometió en agosto con los republicanos a cambio de que estos le permitieran aumentar el techo de deuda; y tiene que calmar las angustias de los trabajadores y las clases medias sin perder su etiqueta centrista.
No es la primera vez que Obama actúa contra el desempleo. Nada más tomar posesión, consiguió la aprobación de un plan de estímulo de 800.000 millones de dólares. Eso, probablemente, evitó una más larga recesión y salvó al país de niveles históricos de desempleo. Pero la crisis es aún más profunda de lo que parecía en 2009 y ese plan no sirvió para situar la economía en una senda de crecimiento consolidado. Ese plan está hoy ya olvidado —la oposición lo juzga como un fracaso— y el pesimismo sigue reinando entre los ciudadanos. Más de un 70% no confía en una solución a corto plazo, según encuestas recientes.
Oposición de los republicanos
Como presidente, Obama es claramente el objeto de la ira popular. Solo un 20% de la población respalda su gestión económica en estos primeros dos años y medio. Afortunadamente para él, todavía son más los norteamericanos que creen que la situación actual es culpa de la herencia dejada por George Bush que los que atribuyen la responsabilidad al actual presidente. Pero el margen entre unos y otros se va estrechando, y no sería extraño que en pocos meses más Obama pague tanto por los males económicos propios como por los ajenos.
Urge reactivar esta economía y Obama es consciente de que todos sus planes futuros dependen de ello. La iniciativa que presentará mañana en una sesión conjunta del Congreso va a tener un difícil tránsito por la Cámara de Representantes, donde los republicanos son mayoría, pero al menos servirá para demostrar ante los votantes que el presidente no está con los brazos cruzados ante el problema del paro.
La estrategia de la Casa Blanca es la de poner sobre la mesa una serie de medidas que para los republicanos sea difícil rechazar —de ahí la apuesta por las rebajas de impuestos— sin aparecer ante los ciudadanos como el partido que siempre dice no a todo. La oposición sufrió ya las consecuencias adversas de su actitud durante la crisis de la deuda este verano y corre un gran riesgo ahora si se opone de plano a un plan para estimular el empleo.
Otro de los objetivos del discurso es el de sustituir el debate sobre el déficit, el que interesa a la derecha, por el debate sobre el paro, el que interesa a los ciudadanos. Hasta ahora, por su voluntad de romper el mito del presidente demócrata que gasta a manos llenas, Obama había cedido la iniciativa a los republicanos para imponer la reducción de la deuda como prioridad nacional. Ahora se ve obligado a una rectificación, pero ha de ser prudente y cuidadoso para no acabar en terreno de nadie.