La crisis financiera / El eco de 2008 resuena en Wall Street
La agitación económica da pie a comparaciones con la crisis de hace tres años
Washington, El País
Suena inquietantemente familiar. Las acciones caen en picado. La economía se ralentiza. Los políticos se las ven y se las desean para encontrar soluciones, pero se enredan en discusiones. Muchos estadounidenses se preguntan si les espera una repetición de la crisis financiera de 2008.
La respuesta es objeto de un encarnizado debate entre los economistas y los expertos en mercados. Muchos afirman que los riesgos son menores en la actualidad -al menos en lo que se refiere a una crisis inmediata- porque el sistema financiero en general goza de mejor salud y hay menos problemas ocultos. Pero añaden que hay motivos para preocuparse y no descartan una rápida caída en espiral si los políticos en Estados Unidos y en Europa no pueden tranquilizar a los inversores afrontando los retos financieros primordiales.
Igual que hace tres años, el problema básico es un exceso de deuda que los prestatarios tienen problemas para devolver, pero esta vez se trata de deuda soberana en vez de privada.
"De momento la cosa no está tan mal como en 2008, pero podría ponerse mucho peor porque la preocupación por la deuda soberana es de escala mucho más mundial que el riesgo de las hipotecas basura de 2008", opina Darrell Duffie, catedrático de Finanzas en Stanford y experto en el sistema bancario.
La creciente falta de confianza es quizá el elemento en común con 2008 más inquietante y la principal preocupación.
"Hay un grado de temor ahí fuera que se parece un poco", puntualiza Michael Hanson, un veterano economista del Bank of America Merrill Lynch. "No son solo los fundamentos. Es el miedo a lo desconocido".
La mayor parte de la atención se ha centrado hasta ahora en la volatilidad de los valores y los inversores están aterrorizados con los tres retrocesos de infarto registrados en los últimos cinco días de Bolsa, incluida la caída del 4,6% que sufrió el miércoles el índice industrial Dow Jones.
Pero lo que más inquieta a muchos financieros y funcionarios públicos son los indicios de tensión en los mercados de crédito europeos, esenciales para financiar la actividad diaria de bancos y empresas del continente.
A diferencia de la crisis de 2008, que se inició en Estados Unidos y se extendió por todo el mundo después del desplome de Lehman Brothers y de que la gigantesca aseguradora American International Group (AIG) estuviera a punto de quebrar por los impagos de las hipotecas basura, la situación actual empezó fuera de Estados Unidos. El creciente temor por la excesiva exposición de los bancos europeos a la deuda soberana empieza a crispar los nervios al otro lado del Atlántico.
La banca europea tiene enormes carteras de bonos de Gobiernos y empresas de Grecia, Irlanda, Portugal, Italia y España, y crece la inquietud ante una suspensión de pagos.
Algunos ven las comparaciones exageradas. "La sensación es completamente diferente", opina Larry Kantor, jefe de investigación de Barclays Capital. "No creo que ahora mismo haya una crisis de la deuda en Estados Unidos y los títulos de deuda europea no están tan repartidos por todas partes como lo estaban en 2008 los de deuda hipotecaria o los derivados. Las posibilidades de que se produzca una caída como la de 2008 en el mercado son remotas". Los expertos añaden que es importante no confundir una desbandada en las Bolsas con un pánico en toda regla.
"Creo que la situación es bastante diferente de la de 2008", señala John Richards, jefe de estrategia de RBS, en Stamford, Connecticut. "Esto es una corrección del mercado de valores basada en un crecimiento más lento y en el aumento de las probabilidades de que se produzca una recesión. En 2008 sufrimos una auténtica crisis de financiación, en la que los bancos se mostraban reacios a prestarse dinero unos a otros".
Otros en Wall Street sostienen que el desmoronamiento se desarrolla de forma parecida. Los agentes de Bolsa comparan la amenaza procedente de Grecia que desencadenó la crisis de deuda soberana de hace un año con Bear Stearns, cuya caída en marzo de 2008 fue un ensayo general para la crisis generalizada que tuvo lugar seis meses después. Para estos aspirantes a profetas, las inmensas cargas de deuda de Italia y España son ahora el equivalente de Lehman y AIG, instituciones cuyas caídas pusieron en peligro la estabilidad de todo el sistema.
El miércoles pasado, en una siniestra repetición de 2008, las acciones de los bancos europeos retrocedieron un 10% o más, y estos están empezando a acaparar efectivo, lo cual obstaculiza los préstamos interbancarios que permiten que el sistema financiero mundial funcione sin complicaciones. Mientras que, últimamente, los costes de financiación de los bancos en Estados Unidos y Reino Unido han empezado a subir ligeramente, los costes de los bancos europeos que se prestan dinero mutuamente se han duplicado desde finales de julio.
Claro que, como señalan otros observadores más optimistas, estos tipos siguen muy por debajo del nivel que alcanzaron en el peor momento de la crisis financiera. No obstante, son los más altos desde la primavera de 2009.
Como los bancos europeos intercambian diariamente miles de millones de dólares con sus homólogos estadounidenses, se ha extendido el miedo al contagio.
Junto con los temores, en los meses que han precedido a la situación actual se percibía una cierta incapacidad para aceptar la realidad, otro eco más de 2008. Incluso mientras las pruebas de la amenaza de las hipotecas basura se multiplicaban a lo largo de 2007 y hasta bien entrado 2008, las Bolsas seguían levitando, con el Dow Jones rozando los 13.000 no mucho después de que Bear Stearns tuviera que ser rescatado. Y a pesar de que la economía se debilita, Wall Street sigue prediciendo que las ganancias en el cuarto trimestre estarán un 23% por encima del nivel del año pasado, un objetivo que cada día parece estar más fuera del alcance.
Entonces, como ahora, se produjeron enormes oscilaciones en los mercados de renta variable, tanto al alza como a la baja. Por ejemplo, el Dow retrocedió 777 puntos el 29 de septiembre de 2008, después de que el Congreso rechazara inicialmente el Programa de Alivio de Activos Problemáticos propuesto para rescatar a los bancos, y al día siguiente recuperó 485 puntos. Pero en general las acciones continuaron cayendo, y el Dow tocó fondo con 6.457 en marzo de 2009.
Claro que, entre entonces y ahora, hay diferencias importantes que podrían dar a los bancos más capacidad de recuperación.
Las instituciones financieras en EE UU tienen un tercio más del capital que en 2007 y están en mejores condiciones para capear el actual temporal. Además, han reducido su toma de riesgos. En lugar de prestar 25 dólares por cada dólar de capital que poseen, ahora prestan la cantidad más razonable de 16 dólares, según un estudio de Chris Kotowski, analista bancario en Oppenheimer.
Asimismo, el tamaño del mercado para los acuerdos de recompra, o repos, en el que las instituciones financieras obtienen préstamos a un día para financiar sus operaciones, se ha reducido desde un máximo de 4,47 billones de dólares en marzo de 2008, cuando Bear estuvo a punto de quebrar, hasta los 2,6 billones en julio de 2011.
Es más, consumidores y empresas por igual han reducido sus deudas -por modestamente que sea- aunque los Gobiernos no lo hayan hecho. Después de aumentar su endeudamiento durante más de tres décadas consecutivas, los consumidores han cambiado de rumbo y ahora deben un poco menos que en 2008. Así, el número de empresas cuya deuda a corto plazo supera sus activos es el más bajo de los últimos 25 años, lo cual reduce la posibilidad de una contracción del crédito como la de otoño de 2008.
Asimismo, el alcance de los problemas se entiende mejor hoy que en 2008, cuando los responsables políticos se sorprendían una y otra vez ante la cantidad de deuda por hipotecas basura y por la manera en que se había extendido por tantos rincones del sistema financiero mundial.
Sin embargo, no todas las diferencias son benignas. Al contrario que en 2008, cuando los legisladores en Estados Unidos actuaron rápidamente para rescatar a los bancos y proporcionaron garantías para impedir que el sistema financiero se paralizara, las divisiones políticas en Washington hacen que sea mucho más difícil tomar medidas osadas como otro paquete de estímulo.
La Reserva Federal también tiene menos instrumentos que utilizar. Ya ha reducido los tipos de interés a corto plazo hasta prácticamente cero, y dos rondas de inyecciones que alcanzan un total de más de dos billones de dólares para estimular la economía todavía no han logrado restaurar del todo el crecimiento.
"Lo que la Reserva puede hacer tiene un límite", afirma Hanson, de Bank of America. "Ahora es una clase diferente de guerra, pero se nos han acabado las balas convencionales".
En Europa, donde tuvo su origen la crisis actual, los líderes políticos están al menos igual de divididos que sus homólogos estadounidenses respecto a las medidas a tomar porque diversos países en Europa tienen dificultades para reconciliar sus diferentes intereses.
"No hemos visto a los responsables políticos pensar un plan que se considere exhaustivo, coordinado y creíble", remacha Philip Finch, estratega bancario mundial de UBS. "Necesitamos que la confianza se recupere y hay un montón de luchas internas".
Washington, El País
Suena inquietantemente familiar. Las acciones caen en picado. La economía se ralentiza. Los políticos se las ven y se las desean para encontrar soluciones, pero se enredan en discusiones. Muchos estadounidenses se preguntan si les espera una repetición de la crisis financiera de 2008.
La respuesta es objeto de un encarnizado debate entre los economistas y los expertos en mercados. Muchos afirman que los riesgos son menores en la actualidad -al menos en lo que se refiere a una crisis inmediata- porque el sistema financiero en general goza de mejor salud y hay menos problemas ocultos. Pero añaden que hay motivos para preocuparse y no descartan una rápida caída en espiral si los políticos en Estados Unidos y en Europa no pueden tranquilizar a los inversores afrontando los retos financieros primordiales.
Igual que hace tres años, el problema básico es un exceso de deuda que los prestatarios tienen problemas para devolver, pero esta vez se trata de deuda soberana en vez de privada.
"De momento la cosa no está tan mal como en 2008, pero podría ponerse mucho peor porque la preocupación por la deuda soberana es de escala mucho más mundial que el riesgo de las hipotecas basura de 2008", opina Darrell Duffie, catedrático de Finanzas en Stanford y experto en el sistema bancario.
La creciente falta de confianza es quizá el elemento en común con 2008 más inquietante y la principal preocupación.
"Hay un grado de temor ahí fuera que se parece un poco", puntualiza Michael Hanson, un veterano economista del Bank of America Merrill Lynch. "No son solo los fundamentos. Es el miedo a lo desconocido".
La mayor parte de la atención se ha centrado hasta ahora en la volatilidad de los valores y los inversores están aterrorizados con los tres retrocesos de infarto registrados en los últimos cinco días de Bolsa, incluida la caída del 4,6% que sufrió el miércoles el índice industrial Dow Jones.
Pero lo que más inquieta a muchos financieros y funcionarios públicos son los indicios de tensión en los mercados de crédito europeos, esenciales para financiar la actividad diaria de bancos y empresas del continente.
A diferencia de la crisis de 2008, que se inició en Estados Unidos y se extendió por todo el mundo después del desplome de Lehman Brothers y de que la gigantesca aseguradora American International Group (AIG) estuviera a punto de quebrar por los impagos de las hipotecas basura, la situación actual empezó fuera de Estados Unidos. El creciente temor por la excesiva exposición de los bancos europeos a la deuda soberana empieza a crispar los nervios al otro lado del Atlántico.
La banca europea tiene enormes carteras de bonos de Gobiernos y empresas de Grecia, Irlanda, Portugal, Italia y España, y crece la inquietud ante una suspensión de pagos.
Algunos ven las comparaciones exageradas. "La sensación es completamente diferente", opina Larry Kantor, jefe de investigación de Barclays Capital. "No creo que ahora mismo haya una crisis de la deuda en Estados Unidos y los títulos de deuda europea no están tan repartidos por todas partes como lo estaban en 2008 los de deuda hipotecaria o los derivados. Las posibilidades de que se produzca una caída como la de 2008 en el mercado son remotas". Los expertos añaden que es importante no confundir una desbandada en las Bolsas con un pánico en toda regla.
"Creo que la situación es bastante diferente de la de 2008", señala John Richards, jefe de estrategia de RBS, en Stamford, Connecticut. "Esto es una corrección del mercado de valores basada en un crecimiento más lento y en el aumento de las probabilidades de que se produzca una recesión. En 2008 sufrimos una auténtica crisis de financiación, en la que los bancos se mostraban reacios a prestarse dinero unos a otros".
Otros en Wall Street sostienen que el desmoronamiento se desarrolla de forma parecida. Los agentes de Bolsa comparan la amenaza procedente de Grecia que desencadenó la crisis de deuda soberana de hace un año con Bear Stearns, cuya caída en marzo de 2008 fue un ensayo general para la crisis generalizada que tuvo lugar seis meses después. Para estos aspirantes a profetas, las inmensas cargas de deuda de Italia y España son ahora el equivalente de Lehman y AIG, instituciones cuyas caídas pusieron en peligro la estabilidad de todo el sistema.
El miércoles pasado, en una siniestra repetición de 2008, las acciones de los bancos europeos retrocedieron un 10% o más, y estos están empezando a acaparar efectivo, lo cual obstaculiza los préstamos interbancarios que permiten que el sistema financiero mundial funcione sin complicaciones. Mientras que, últimamente, los costes de financiación de los bancos en Estados Unidos y Reino Unido han empezado a subir ligeramente, los costes de los bancos europeos que se prestan dinero mutuamente se han duplicado desde finales de julio.
Claro que, como señalan otros observadores más optimistas, estos tipos siguen muy por debajo del nivel que alcanzaron en el peor momento de la crisis financiera. No obstante, son los más altos desde la primavera de 2009.
Como los bancos europeos intercambian diariamente miles de millones de dólares con sus homólogos estadounidenses, se ha extendido el miedo al contagio.
Junto con los temores, en los meses que han precedido a la situación actual se percibía una cierta incapacidad para aceptar la realidad, otro eco más de 2008. Incluso mientras las pruebas de la amenaza de las hipotecas basura se multiplicaban a lo largo de 2007 y hasta bien entrado 2008, las Bolsas seguían levitando, con el Dow Jones rozando los 13.000 no mucho después de que Bear Stearns tuviera que ser rescatado. Y a pesar de que la economía se debilita, Wall Street sigue prediciendo que las ganancias en el cuarto trimestre estarán un 23% por encima del nivel del año pasado, un objetivo que cada día parece estar más fuera del alcance.
Entonces, como ahora, se produjeron enormes oscilaciones en los mercados de renta variable, tanto al alza como a la baja. Por ejemplo, el Dow retrocedió 777 puntos el 29 de septiembre de 2008, después de que el Congreso rechazara inicialmente el Programa de Alivio de Activos Problemáticos propuesto para rescatar a los bancos, y al día siguiente recuperó 485 puntos. Pero en general las acciones continuaron cayendo, y el Dow tocó fondo con 6.457 en marzo de 2009.
Claro que, entre entonces y ahora, hay diferencias importantes que podrían dar a los bancos más capacidad de recuperación.
Las instituciones financieras en EE UU tienen un tercio más del capital que en 2007 y están en mejores condiciones para capear el actual temporal. Además, han reducido su toma de riesgos. En lugar de prestar 25 dólares por cada dólar de capital que poseen, ahora prestan la cantidad más razonable de 16 dólares, según un estudio de Chris Kotowski, analista bancario en Oppenheimer.
Asimismo, el tamaño del mercado para los acuerdos de recompra, o repos, en el que las instituciones financieras obtienen préstamos a un día para financiar sus operaciones, se ha reducido desde un máximo de 4,47 billones de dólares en marzo de 2008, cuando Bear estuvo a punto de quebrar, hasta los 2,6 billones en julio de 2011.
Es más, consumidores y empresas por igual han reducido sus deudas -por modestamente que sea- aunque los Gobiernos no lo hayan hecho. Después de aumentar su endeudamiento durante más de tres décadas consecutivas, los consumidores han cambiado de rumbo y ahora deben un poco menos que en 2008. Así, el número de empresas cuya deuda a corto plazo supera sus activos es el más bajo de los últimos 25 años, lo cual reduce la posibilidad de una contracción del crédito como la de otoño de 2008.
Asimismo, el alcance de los problemas se entiende mejor hoy que en 2008, cuando los responsables políticos se sorprendían una y otra vez ante la cantidad de deuda por hipotecas basura y por la manera en que se había extendido por tantos rincones del sistema financiero mundial.
Sin embargo, no todas las diferencias son benignas. Al contrario que en 2008, cuando los legisladores en Estados Unidos actuaron rápidamente para rescatar a los bancos y proporcionaron garantías para impedir que el sistema financiero se paralizara, las divisiones políticas en Washington hacen que sea mucho más difícil tomar medidas osadas como otro paquete de estímulo.
La Reserva Federal también tiene menos instrumentos que utilizar. Ya ha reducido los tipos de interés a corto plazo hasta prácticamente cero, y dos rondas de inyecciones que alcanzan un total de más de dos billones de dólares para estimular la economía todavía no han logrado restaurar del todo el crecimiento.
"Lo que la Reserva puede hacer tiene un límite", afirma Hanson, de Bank of America. "Ahora es una clase diferente de guerra, pero se nos han acabado las balas convencionales".
En Europa, donde tuvo su origen la crisis actual, los líderes políticos están al menos igual de divididos que sus homólogos estadounidenses respecto a las medidas a tomar porque diversos países en Europa tienen dificultades para reconciliar sus diferentes intereses.
"No hemos visto a los responsables políticos pensar un plan que se considere exhaustivo, coordinado y creíble", remacha Philip Finch, estratega bancario mundial de UBS. "Necesitamos que la confianza se recupere y hay un montón de luchas internas".