10 años después, paquistaníes dudan aún de los ataques del 11-S
Pakistán, Agencias
El joven oficial paquistaní suspira, y aleja a los curiosos que se acercan a la que fuera considerada última casa de Osama Bin Laden, en Abbottabad. "¿Estaba realmente aquí? Todo esto es como el 11 de septiembre, nunca se sabrá si es cierto...", dice.
En Pakistán, aliado de Estados Unidos en su "guerra contra el terrorismo" pero también acusado de apoyar al terrorismo islámico, muchos dudan de la implicación de Bin Laden en los atentados de Nueva York y Washington de 2001.
Fue en Abbottabad, una ciudad cuartel paquistaní, donde soldados de élite estadounidenses liquidaron en esa casa a Bin Laden, el pasado 2 de mayo. Wahab Jan Maseeb, de 20 años, estudiante de la facultad de medicina, con doble nacionalidad estadounidense y paquistaní, estaba en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, en un escuela de Brooklyn, desde donde vió "el cielo llenarse de cenizas". Sin embargo, Wahab duda.
Como otros paquistaníes, ha visto "Loose Change", un documental en el que se afirma que la destrucción de las torres genelas fue planificada por el gobierno de Estados Unidos.
"Era muy convincente..." asegura. El antiamericanismo forma parte del sentimiento de los paquistaníes, lo que hace aún más popular las teorías del complot estadounidense: para muchos, el 11 de septiembre fue un "escenario fabricado por los norteamericanos", incluso por los "judíos estadounidenses" para poder justificar la invasión de Afganistán y de la tierra del Islam.
Pakistán ha pagado un elevado precio por su alianza con Washington desde 2001, a cambio de miles de millones de dólares: los radicales islamistas se han hecho fuertes y multiplican las represalias. Balance de esta década: más de 35.000 muertos, entre ellos 3.000 soldados, según Islamabad.
Estas cifras son imposibles de verificar pero, según un recuento de la AFP, cerca de 4.600 Paquistaníes resultaron muertos en los últimos cuatro años en unos 500 atentados, la mayoría suicidas, cometidos en su gran mayoría por los talibanes aliados a Al Qaida, desde que el propio Bin Laden decretara la "guerra santa" contra Pakistán en 2007.
Es una "guerra importada por los estadounidenses", considera una gran mayoría de los paquistaníes, producto del fracaso de su intervención en la vecina Afganistán. "Las teorías conspirativas tienen tal aceptación hoy en día que incluso las clases más educadas suscriben a ellas" se inquieta el periodista y escritor Zahid Hussain.
Esas teorías describen a Washington vinculado a India e Israel, con el objetivo de destruir Pakistán y al mundo musulmán. Pakistán, única potencia nuclear musulmana, está obsesionado con la supuesta amenaza de su enemigo de siempre, la vecina India, la otra potencia nuclear de la región. Las propias autoridades paquistaníes se abstienen de desmentir públicamente esas teorías.
En efecto, la presencia de Bin Laden en pleno corazón de una ciudad cuartel paquistaní, alimenta las sospechas de complicidad entre militares y extremistas islamistas. Éstos fueron apoyados en otros tiempos por los militares para defender los intereses de Pakistán en Afganistán, o frente a la India.
El ejército sigue exhortando a la población a estar lista para "defender a la madre patria" ante las amenazas exteriores. En un artículo publicado recientemente en el diario francés Le Monde, el sociólogo paquistaní H. Hussein afirmaba que los muy poderosos jefes militares tienen especial interés en mantener un clima de paranoia para seguir imponiendo su autoridad a los civiles.