Programa Mundial de Alimentos abre su puente aéreo con Somalia para ayudar a las víctimas de la sequía
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) comenzó este miércoles su puente aéreo con Mogadiscio, para ayudar a las víctimas de la sequía en Somalia, donde sigue faltando la ayuda humanitaria.
Un primer aparato, con diez toneladas de suplementos nutricionales a bordo para los niños malnutridos, llegó a la capital somalí este miércoles por la tarde. El objetivo es enviar un total de 100 toneladas en diez vuelos.
Este miércoles, la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) hizo un balance sobre la situación en Somalia con los embajadores de los países donantes, durante una reunión en Nairobi.
Según fuentes diplomáticas, el objetivo de la reunión era discutir sobre el trabajo de las agencias en Somalia, el estado de la financiación de la ayuda y las "diferentes señales" enviadas por los insurgentes islamistas.
Ante la gravedad de la sequía, los rebeldes, que dicen estar inspirados por Al Qaida, prometieron a comienzos de julio dejar trabajar a las agencias humanitarias en las zonas bajo su control, "si su intención es sólo ayudar a los que sufren". Sin embargo, la semana pasada se desdijeron, y afirmaron que las agencias humanitarias, entre ellas el PMA, prohibidas desde 2009, siguen estando proscritas.
Según una fuente diplomática, los participantes en la reunión de la OCHA destacaron este miércoles la necesidad de recurrir a los "socios" ya presentes sobre el terreno, como Médicos Sin Fronteras (MSF), o el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en lugar de abrir nuevos programas a cargo del PMA.
El 20 de julio, la ONU declaró el estado de hambruna en dos provincias del sur de Somalia controladas por los insurgentes islamistas, el sur de Bakook y Baja Shabelle. La OCHA teme que la hambruna se extienda en uno o dos meses a las ocho provincias del sur somalí, principalmente en manos de los insurgentes, si no se garantiza "el acceso humanitario" a las regiones en crisis.
Las zonas bajo control islamista no fueron totalmente abandonadas por las organizaciones humanitarias extranjeras en los dos últimos años. Pese a las difíciles condiciones de trabajo y el estricto control impuesto por los rebeldes, algunas organizaciones no gubernamentales, como Médicos Sin Fronteras o Acción contra el Hambre, han mantenido sus actividades en la zona.
Sin embargo, las limitaciones impuestas a estas organizaciones, como la falta de expatriados sobre el terreno, han reducido considerablemente el envío de ayuda y las fuentes de financiación, ya que los países donantes se inquietan de que los fondos sean desviados. Estos obstáculos y los conflictos armados que minan Somalia desde hace dos décadas agravan los efectos de la sequía. Decenas de miles de personas huyeron de la región en los últimos meses.
La ONU estima hasta ahora en más de 3.000 el número de personas que huyen cada día de Somalia hacia las vecinas Kenia y Etiopía, y en 1.000 las que escapan de las regiones del centro y el sur, rumbo a la capital Mogadiscio. Más allá de Somalia, la región entera del Cuerno de África sufre la peor sequía en varias décadas, según Naciones Unidas. La ONU estima que unos 12 millones de personas están amenazadas en la región.
Un primer aparato, con diez toneladas de suplementos nutricionales a bordo para los niños malnutridos, llegó a la capital somalí este miércoles por la tarde. El objetivo es enviar un total de 100 toneladas en diez vuelos.
Este miércoles, la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) hizo un balance sobre la situación en Somalia con los embajadores de los países donantes, durante una reunión en Nairobi.
Según fuentes diplomáticas, el objetivo de la reunión era discutir sobre el trabajo de las agencias en Somalia, el estado de la financiación de la ayuda y las "diferentes señales" enviadas por los insurgentes islamistas.
Ante la gravedad de la sequía, los rebeldes, que dicen estar inspirados por Al Qaida, prometieron a comienzos de julio dejar trabajar a las agencias humanitarias en las zonas bajo su control, "si su intención es sólo ayudar a los que sufren". Sin embargo, la semana pasada se desdijeron, y afirmaron que las agencias humanitarias, entre ellas el PMA, prohibidas desde 2009, siguen estando proscritas.
Según una fuente diplomática, los participantes en la reunión de la OCHA destacaron este miércoles la necesidad de recurrir a los "socios" ya presentes sobre el terreno, como Médicos Sin Fronteras (MSF), o el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en lugar de abrir nuevos programas a cargo del PMA.
El 20 de julio, la ONU declaró el estado de hambruna en dos provincias del sur de Somalia controladas por los insurgentes islamistas, el sur de Bakook y Baja Shabelle. La OCHA teme que la hambruna se extienda en uno o dos meses a las ocho provincias del sur somalí, principalmente en manos de los insurgentes, si no se garantiza "el acceso humanitario" a las regiones en crisis.
Las zonas bajo control islamista no fueron totalmente abandonadas por las organizaciones humanitarias extranjeras en los dos últimos años. Pese a las difíciles condiciones de trabajo y el estricto control impuesto por los rebeldes, algunas organizaciones no gubernamentales, como Médicos Sin Fronteras o Acción contra el Hambre, han mantenido sus actividades en la zona.
Sin embargo, las limitaciones impuestas a estas organizaciones, como la falta de expatriados sobre el terreno, han reducido considerablemente el envío de ayuda y las fuentes de financiación, ya que los países donantes se inquietan de que los fondos sean desviados. Estos obstáculos y los conflictos armados que minan Somalia desde hace dos décadas agravan los efectos de la sequía. Decenas de miles de personas huyeron de la región en los últimos meses.
La ONU estima hasta ahora en más de 3.000 el número de personas que huyen cada día de Somalia hacia las vecinas Kenia y Etiopía, y en 1.000 las que escapan de las regiones del centro y el sur, rumbo a la capital Mogadiscio. Más allá de Somalia, la región entera del Cuerno de África sufre la peor sequía en varias décadas, según Naciones Unidas. La ONU estima que unos 12 millones de personas están amenazadas en la región.