La resaca del examen a la banca eleva a máximos la presión sobre Italia y España
El riesgo país supera los 370 puntos - Los líderes europeos se reúnen el jueves, pero siguen lejos del acuerdo - El Tesoro tratará de captar esta semana 7.250 millones
Madrid, El País
Quienes le pisan los talones a la historia se arriesgan a que esta les patee la cara. Hace 20 años, la crisis del sistema monetario convirtió una Europa incapaz de coordinar su política económica en un dominó: Italia fue la primera ficha en caer y el contagio arrastró a varios países, con los mercados convencidos de que podían echarle un pulso a los Gobiernos. Ganaron. Ese pulso ha vuelto; de otra manera, pero ha vuelto. El incendio fiscal se inició esta vez en Grecia y el humo se divisa ya en Italia y España: los grandes países del euro corren peligro; el mismísimo euro está amenazado. La tensión tocó ayer máximos. Ante ese que viene el lobo, los líderes de la UE confirmaron que se reunirán el jueves en Bruselas, por decimoquinta vez en 18 meses, para tratar de dar con la solución. Pero el mercado ya no confía en Europa ni en sus exámenes a la banca ni en sus ineficaces cumbres y ayer llevó hasta el límite la presión sobre Roma y Madrid, con las primas de riesgo rozando ya el punto de no retorno que en el último año y medio ha obligado a Atenas, Dublín y Lisboa a convertirse en las primeras fichas del dominó.
Las cosas empeoran a diario y la cumbre del jueves empieza a parecer una especie de última bala para el euro. Ayer los nervios llegaron por dos flancos: la resaca de las pruebas a la banca fue dura, y el habitual alud de declaraciones de Gobiernos, bancos centrales y altos funcionarios de la UE puso de manifiesto que el acuerdo en la reunión de jefes de Estado y de Gobierno está lejos, pese a la gravedad de la situación.
El recuento de daños sigue en aumento. Las Bolsas se dejaron entre el 1% y el 3% en Europa, con los bancos como principales damnificados y el Ibex español en mínimos anuales. El euro flirteó con perder los 1,40 dólares. El miedo llevó a los inversores a refugiarse en el oro -de nuevo en máximos: 1.600 dólares por onza, lo nunca visto- y en el franco suizo. Y el mayor castigo vino por donde más duele: las primas de riesgo (el sobrecoste que pagan los países con problemas con respecto a Alemania) alcanzaron niveles récord en Grecia, Irlanda y Portugal y los rozaron también en el vagón siguiente, España e Italia. El tipo de interés que pagan los bonos españoles e italianos supera ya el 6%, muy cerca del punto de no retorno que obligó en su día a Atenas, Dublín y Lisboa a solicitar la ayuda de la eurozona. El riesgo país de España superó los 370 puntos, y el de Italia los 330.
Las pruebas de solvencia a la banca, publicadas el viernes, aparecían como una forma de devolver a los mercados ciertas dosis de tranquilidad, pero dejaron un sabor de boca amargo. Las autoridades europeas sostienen que solo ocho bancos suspenden y necesitan apenas 2.500 millones para reforzarse; las Bolsas respondieron con un fuerte castigo al sector financiero -en Italia se suspendió la cotización de algunos bancos, como Unicrédito, y las pérdidas superaron el 6%- y pusieron en duda la credibilidad de los exámenes. La mayoría de las casas de análisis considera que si algún país se declara en suspensión de pagos (una posibilidad cada vez más cercana en Grecia) las necesidades de capital de la banca irá de los 40.000 a los 80.000 millones, cifras que están a un mundo de los 2.500 millones que se deducen de los exámenes publicados el viernes.
En la que tal vez sea la semana más importante de la historia del euro, España tiene un calendario difícil: Bankia negocia rebajar el precio de su salida a Bolsa para convencer a los inversores de su atractivo, y el Tesoro se enfrenta a un examen crucial. España espera captar hoy mismo y el jueves 7.250 millones en emisiones de deuda pública en pleno ataque de pánico.
Pero España ya no depende únicamente de sí misma. España, Italia y sobre todo los países rescatados están a expensas de lo que se decida en Bruselas pasado mañana. Y el optimismo parece haberse esfumado: "Tuvimos soluciones factibles, relativamente sencillas a nuestro alcance hace unos meses. Pero ya no sirven", asegura el economista belga Paul De Grauwe, de la Universidad de Lovaina. La clave, una vez más, es Grecia, y pese a las reticencias de Alemania -y de otros países como Holanda, Austria y Finlandia- se van abriendo paso dos tipos de medidas que se debatirán en la cumbre. Por un lado, reducir los tipos de interés que paga Grecia (y puede que también Irlanda y Portugal) y ampliar los plazos de devolución de las ayudas, en el marco de un segundo plan de rescate en el que tiene que acordarse también la participación del sector privado en la reestructuración de la deuda. Y lo más importante: la compra de bonos por parte del mecanismo de rescate (EFSF, por sus siglas en inglés) o a través de préstamos a Atenas, para facilitar el encaje jurídico de esa acción.
"Ya no se puede ser optimista con la gobernanza de la eurozona, cuya cosecha de desastres es prácticamente inigualable. Grecia es insolvente: llega el momento de reestructurar la deuda, y eso va a desencadenar una crisis violenta, que se puede suavizar si la cumbre sirve para algo. La otra posibilidad es que los políticos comprendan la gravedad de la situación, se amplíe el fondo de rescate y se ayude de verdad a Grecia con medidas ambiciosas. Lo más probable es que eso no se consiga, pero a la vista del peligro al menos se darán algunos pasos en esa dirección", dijo Charles Wyplosz, del Graduate Institute de Ginebra. La convocatoria del jueves es fundamental, pero los antecedentes no son halagüeños: el economista Barry Eichengreen, de Berkeley, explicó a este diario que "el negacionismo y los titubeos de la UE recuerdan al desastre del sistema monetario de 1992". Y recordó esa cita del político (y pirata) inglés Walter Raleigh: "Quienes pisan los talones a la historia se arriesgan a que esta les patee la cara".
Madrid, El País
Quienes le pisan los talones a la historia se arriesgan a que esta les patee la cara. Hace 20 años, la crisis del sistema monetario convirtió una Europa incapaz de coordinar su política económica en un dominó: Italia fue la primera ficha en caer y el contagio arrastró a varios países, con los mercados convencidos de que podían echarle un pulso a los Gobiernos. Ganaron. Ese pulso ha vuelto; de otra manera, pero ha vuelto. El incendio fiscal se inició esta vez en Grecia y el humo se divisa ya en Italia y España: los grandes países del euro corren peligro; el mismísimo euro está amenazado. La tensión tocó ayer máximos. Ante ese que viene el lobo, los líderes de la UE confirmaron que se reunirán el jueves en Bruselas, por decimoquinta vez en 18 meses, para tratar de dar con la solución. Pero el mercado ya no confía en Europa ni en sus exámenes a la banca ni en sus ineficaces cumbres y ayer llevó hasta el límite la presión sobre Roma y Madrid, con las primas de riesgo rozando ya el punto de no retorno que en el último año y medio ha obligado a Atenas, Dublín y Lisboa a convertirse en las primeras fichas del dominó.
Las cosas empeoran a diario y la cumbre del jueves empieza a parecer una especie de última bala para el euro. Ayer los nervios llegaron por dos flancos: la resaca de las pruebas a la banca fue dura, y el habitual alud de declaraciones de Gobiernos, bancos centrales y altos funcionarios de la UE puso de manifiesto que el acuerdo en la reunión de jefes de Estado y de Gobierno está lejos, pese a la gravedad de la situación.
El recuento de daños sigue en aumento. Las Bolsas se dejaron entre el 1% y el 3% en Europa, con los bancos como principales damnificados y el Ibex español en mínimos anuales. El euro flirteó con perder los 1,40 dólares. El miedo llevó a los inversores a refugiarse en el oro -de nuevo en máximos: 1.600 dólares por onza, lo nunca visto- y en el franco suizo. Y el mayor castigo vino por donde más duele: las primas de riesgo (el sobrecoste que pagan los países con problemas con respecto a Alemania) alcanzaron niveles récord en Grecia, Irlanda y Portugal y los rozaron también en el vagón siguiente, España e Italia. El tipo de interés que pagan los bonos españoles e italianos supera ya el 6%, muy cerca del punto de no retorno que obligó en su día a Atenas, Dublín y Lisboa a solicitar la ayuda de la eurozona. El riesgo país de España superó los 370 puntos, y el de Italia los 330.
Las pruebas de solvencia a la banca, publicadas el viernes, aparecían como una forma de devolver a los mercados ciertas dosis de tranquilidad, pero dejaron un sabor de boca amargo. Las autoridades europeas sostienen que solo ocho bancos suspenden y necesitan apenas 2.500 millones para reforzarse; las Bolsas respondieron con un fuerte castigo al sector financiero -en Italia se suspendió la cotización de algunos bancos, como Unicrédito, y las pérdidas superaron el 6%- y pusieron en duda la credibilidad de los exámenes. La mayoría de las casas de análisis considera que si algún país se declara en suspensión de pagos (una posibilidad cada vez más cercana en Grecia) las necesidades de capital de la banca irá de los 40.000 a los 80.000 millones, cifras que están a un mundo de los 2.500 millones que se deducen de los exámenes publicados el viernes.
En la que tal vez sea la semana más importante de la historia del euro, España tiene un calendario difícil: Bankia negocia rebajar el precio de su salida a Bolsa para convencer a los inversores de su atractivo, y el Tesoro se enfrenta a un examen crucial. España espera captar hoy mismo y el jueves 7.250 millones en emisiones de deuda pública en pleno ataque de pánico.
Pero España ya no depende únicamente de sí misma. España, Italia y sobre todo los países rescatados están a expensas de lo que se decida en Bruselas pasado mañana. Y el optimismo parece haberse esfumado: "Tuvimos soluciones factibles, relativamente sencillas a nuestro alcance hace unos meses. Pero ya no sirven", asegura el economista belga Paul De Grauwe, de la Universidad de Lovaina. La clave, una vez más, es Grecia, y pese a las reticencias de Alemania -y de otros países como Holanda, Austria y Finlandia- se van abriendo paso dos tipos de medidas que se debatirán en la cumbre. Por un lado, reducir los tipos de interés que paga Grecia (y puede que también Irlanda y Portugal) y ampliar los plazos de devolución de las ayudas, en el marco de un segundo plan de rescate en el que tiene que acordarse también la participación del sector privado en la reestructuración de la deuda. Y lo más importante: la compra de bonos por parte del mecanismo de rescate (EFSF, por sus siglas en inglés) o a través de préstamos a Atenas, para facilitar el encaje jurídico de esa acción.
"Ya no se puede ser optimista con la gobernanza de la eurozona, cuya cosecha de desastres es prácticamente inigualable. Grecia es insolvente: llega el momento de reestructurar la deuda, y eso va a desencadenar una crisis violenta, que se puede suavizar si la cumbre sirve para algo. La otra posibilidad es que los políticos comprendan la gravedad de la situación, se amplíe el fondo de rescate y se ayude de verdad a Grecia con medidas ambiciosas. Lo más probable es que eso no se consiga, pero a la vista del peligro al menos se darán algunos pasos en esa dirección", dijo Charles Wyplosz, del Graduate Institute de Ginebra. La convocatoria del jueves es fundamental, pero los antecedentes no son halagüeños: el economista Barry Eichengreen, de Berkeley, explicó a este diario que "el negacionismo y los titubeos de la UE recuerdan al desastre del sistema monetario de 1992". Y recordó esa cita del político (y pirata) inglés Walter Raleigh: "Quienes pisan los talones a la historia se arriesgan a que esta les patee la cara".