Pakistán, entre Obama y Osama
Manuel Vázquez
Islamabad, PL
La muerte de Osama Bin Laden dejó muy mal parado a Pakistán, cuyas autoridades enfrentan hoy una lluvia de críticas, tanto por la presencia del terrorista en el país, como por la impunidad con que actuó Estados Unidos para ultimarlo.
Los primeros cuestionamientos son para los servicios de inteligencia locales, por su aparente incapacidad para detectar al hombre más buscado del mundo en una mansión fortificada a tiro de piedra de una importante academia militar.
El Ejército tampoco escapa a los señalamientos, dada la indefensión exhibida frente a la violación de la soberanía y del espacio aéreo nacionales por parte de los helicópteros estadounidenses que transportaron a los comandos norteamericanos.
El presidente pakistaní, Asif Ali Zardari, por su parte, se enteró de los hechos por boca de su homólogo estadounidense, Barack Obama, pero sólo después de consumada la operación, y de que el cadáver de Bin Laden había sido sacado del país.
La declaración oficial de que el Ejército local no brindó ningún tipo de ayuda logística u operativa a las tropas estadounidenses que atacaron la mansión donde se ocultaba Bin Laden en el pueblo de Abbottabad, 60 kilómetros al norte de Islamabad, sirvió para corroborar lo dicho por la Casa Blanca: que se trató de una operación totalmente norteamericana en suelo pakistaní.
La "profunda preocupación" expresada por Islamabad a Washington, y la tímida advertencia de que "esa acción unilateral no autorizada no debe convertirse en norma", confirma además la indefensión de Pakistán frente a los designios de su aliado en la lucha contra el terrorismo, afirman analistas.
Por otra parte, la muerte de Bin Laden desató opiniones encontradas en la conservadora sociedad pakistaní.
Muchos la celebran con la esperanza de que contribuya a disociar al país islámico del terrorismo, pero en ciudades como Quetta, Peshawar, y hasta en la propia Abbottabad, se han producido ya manifestaciones contra Estados Unidos.
Por lo pronto, el Tehrik-e-Taliban Pakistan, un grupo insurgente al que se le achacan fuertes vínculos con la red Al Qaeda y los rebeldes afganos, ya prometió vengar la muerte de Bin Laden.
Otra comandante rebelde de la zona tribal de Waziristán del Sur anunció, por su parte, el rompimiento de la tregua pactada con el gobierno, en desacuerdo por el asesinato de Bin Laden a manos de las fuerzas élites estadounidenses.
Islamabad, PL
La muerte de Osama Bin Laden dejó muy mal parado a Pakistán, cuyas autoridades enfrentan hoy una lluvia de críticas, tanto por la presencia del terrorista en el país, como por la impunidad con que actuó Estados Unidos para ultimarlo.
Los primeros cuestionamientos son para los servicios de inteligencia locales, por su aparente incapacidad para detectar al hombre más buscado del mundo en una mansión fortificada a tiro de piedra de una importante academia militar.
El Ejército tampoco escapa a los señalamientos, dada la indefensión exhibida frente a la violación de la soberanía y del espacio aéreo nacionales por parte de los helicópteros estadounidenses que transportaron a los comandos norteamericanos.
El presidente pakistaní, Asif Ali Zardari, por su parte, se enteró de los hechos por boca de su homólogo estadounidense, Barack Obama, pero sólo después de consumada la operación, y de que el cadáver de Bin Laden había sido sacado del país.
La declaración oficial de que el Ejército local no brindó ningún tipo de ayuda logística u operativa a las tropas estadounidenses que atacaron la mansión donde se ocultaba Bin Laden en el pueblo de Abbottabad, 60 kilómetros al norte de Islamabad, sirvió para corroborar lo dicho por la Casa Blanca: que se trató de una operación totalmente norteamericana en suelo pakistaní.
La "profunda preocupación" expresada por Islamabad a Washington, y la tímida advertencia de que "esa acción unilateral no autorizada no debe convertirse en norma", confirma además la indefensión de Pakistán frente a los designios de su aliado en la lucha contra el terrorismo, afirman analistas.
Por otra parte, la muerte de Bin Laden desató opiniones encontradas en la conservadora sociedad pakistaní.
Muchos la celebran con la esperanza de que contribuya a disociar al país islámico del terrorismo, pero en ciudades como Quetta, Peshawar, y hasta en la propia Abbottabad, se han producido ya manifestaciones contra Estados Unidos.
Por lo pronto, el Tehrik-e-Taliban Pakistan, un grupo insurgente al que se le achacan fuertes vínculos con la red Al Qaeda y los rebeldes afganos, ya prometió vengar la muerte de Bin Laden.
Otra comandante rebelde de la zona tribal de Waziristán del Sur anunció, por su parte, el rompimiento de la tregua pactada con el gobierno, en desacuerdo por el asesinato de Bin Laden a manos de las fuerzas élites estadounidenses.