Miles de radicales serbios protestan en Belgrado por el arresto de Mladic
Una veintena de heridos en enfrentamientos entre extremistas y la policía
Belgrado, El País
"Mladic es un héroe que defendió a Serbia. El presidente Tadic es un traidor. La Haya es una justicia unilateral que solo juzga a los serbios". Lilia Petrovic, economista de unos 50 años, no tiene dudas, ni ganas de alejarse del turbulento pasado que sigue condicionando el presente de su país. Junto con una decena de miles de ultranacionalistas serbios, Petrovic expresó ayer en Belgrado su rechazo y desprecio por la captura de Ratko Mladic, el general que lideró las tropas serbobosnias en los años noventa y que está acusado de crímenes contra la humanidad.
"¡Traición, traición!", era el grito más recurrente en la plaza del Congreso. El acto fue convocado por el nacionalista y antieuropeo Partido Radical y terminó con enfrentamientos entre jóvenes extremistas y la policía. Un grupo de radicales atacó a pedradas a los agentes. Una veintena de personas resultaron heridas y 110 detenidas en choques que prosiguieron en otros puntos de la ciudad, pero que fueron menos violentos que los registrados tras la captura del líder político serbobosnio Radovan Karadzic en 2008.
Hasta entonces, la manifestación había sido marcada por discursos de los dirigentes políticos repletos de dura retórica antioccidental, comentarios homófobos y recordatorios de las invasiones turcas. La pancarta principal rezaba "Tadic no es Serbia". Mladic era definido unánimemente como "héroe". El Partido Radical no supera el 5% en los sondeos de opinión, pero no es el único representante del bloque nacionalista: junto con otras formaciones de discurso algo más aseado rondan el 40%.
La manifestación hacía evidentes varios aspectos del conflictivo pulso político que agita Serbia, entre un alma más proeuropea y otra decididamente fría u hostil hacia Occidente; diferentes maneras de relacionarse con el pasado de los años noventa. La plaza dibujaba los contornos de esas almas: gran parte de los manifestantes parecía haber llegado a la capital del interior del país; la presencia de jóvenes era limitada. Las nuevas generaciones y las clases urbanas parecen mucho más deseosas de enterrar el pasado y mirar hacia el futuro.
Pero ello no impide que el rechazo a la captura de Mladic sea muy amplio, mucho más que la limitada participación a la manifestación. Sondeos efectuados en los últimos años han mostrado que más del 50% de los serbios no quería entregarle a La Haya. La distancia entre esos notables porcentajes y la reducida afluencia al acto de Belgrado sugiere que muchos, aunque dolidos, prefieren pasar página.
"No entiendo por qué tenemos que entregarle a La Haya. Si hay que juzgarle, ¿por qué no se le puede juzgar aquí?", dice Damir Shipraga, funcionario de 28 años. Su discurso no es radical. La desconfianza hacia Occidente que expresa tiene una significativa base social. Son muchos los serbios que aceptan y entienden la importancia de entrar en la Unión Europea pero que manifiestan escepticismo o rencor hacia Occidente.
Mientras Shipraga habla, los altavoces escupen canciones patrióticas tradicionales en las que Kosovo es protagonista. Un puestecillo improvisado vende a cinco euros cantidad de camisetas con la imagen de Mladic o frases tipo "Sois lo más asqueroso de Serbia" para referirse al actual Gobierno filo-europeo.
La manifestación habría sido sin duda más multitudinaria si se hubiese movilizado el Partido Progresista de Serbia, el más poderoso del sector nacionalista. Sus líderes, sin embargo, prefirieron no sumarse, pese al disgusto de sus militantes. Los dirigentes optaron por una dialéctica neutra, sin aprobar ni condenar la detención, para no irritar ni a Bruselas ni a sus bases. De la actitud de este partido, que tiene un 20% de apoyo en los sondeos, depende en buena medida la estabilidad de la relación entre Serbia y la UE. De momento, Bruselas tiene como único interlocutor sólido al bloque del presidente Boris Tadic.
A unos 500 metros de la manifestación, en la plaza de la República, Petar, Nemanja y otros cuatro amigos se disponen a ir a una exposición cultural. "¿La manifestación? No nos interesa en absoluto", dice uno de ellos. Son estudiantes universitarios. "Podría usted venir con nosotros, sería mejor que ocuparse de aquello", dice Petar. Pero hay todavía un sector significativo de la sociedad serba que no piensa así, y parece que habrá que lidiar con ello para rato.
Belgrado, El País
"Mladic es un héroe que defendió a Serbia. El presidente Tadic es un traidor. La Haya es una justicia unilateral que solo juzga a los serbios". Lilia Petrovic, economista de unos 50 años, no tiene dudas, ni ganas de alejarse del turbulento pasado que sigue condicionando el presente de su país. Junto con una decena de miles de ultranacionalistas serbios, Petrovic expresó ayer en Belgrado su rechazo y desprecio por la captura de Ratko Mladic, el general que lideró las tropas serbobosnias en los años noventa y que está acusado de crímenes contra la humanidad.
"¡Traición, traición!", era el grito más recurrente en la plaza del Congreso. El acto fue convocado por el nacionalista y antieuropeo Partido Radical y terminó con enfrentamientos entre jóvenes extremistas y la policía. Un grupo de radicales atacó a pedradas a los agentes. Una veintena de personas resultaron heridas y 110 detenidas en choques que prosiguieron en otros puntos de la ciudad, pero que fueron menos violentos que los registrados tras la captura del líder político serbobosnio Radovan Karadzic en 2008.
Hasta entonces, la manifestación había sido marcada por discursos de los dirigentes políticos repletos de dura retórica antioccidental, comentarios homófobos y recordatorios de las invasiones turcas. La pancarta principal rezaba "Tadic no es Serbia". Mladic era definido unánimemente como "héroe". El Partido Radical no supera el 5% en los sondeos de opinión, pero no es el único representante del bloque nacionalista: junto con otras formaciones de discurso algo más aseado rondan el 40%.
La manifestación hacía evidentes varios aspectos del conflictivo pulso político que agita Serbia, entre un alma más proeuropea y otra decididamente fría u hostil hacia Occidente; diferentes maneras de relacionarse con el pasado de los años noventa. La plaza dibujaba los contornos de esas almas: gran parte de los manifestantes parecía haber llegado a la capital del interior del país; la presencia de jóvenes era limitada. Las nuevas generaciones y las clases urbanas parecen mucho más deseosas de enterrar el pasado y mirar hacia el futuro.
Pero ello no impide que el rechazo a la captura de Mladic sea muy amplio, mucho más que la limitada participación a la manifestación. Sondeos efectuados en los últimos años han mostrado que más del 50% de los serbios no quería entregarle a La Haya. La distancia entre esos notables porcentajes y la reducida afluencia al acto de Belgrado sugiere que muchos, aunque dolidos, prefieren pasar página.
"No entiendo por qué tenemos que entregarle a La Haya. Si hay que juzgarle, ¿por qué no se le puede juzgar aquí?", dice Damir Shipraga, funcionario de 28 años. Su discurso no es radical. La desconfianza hacia Occidente que expresa tiene una significativa base social. Son muchos los serbios que aceptan y entienden la importancia de entrar en la Unión Europea pero que manifiestan escepticismo o rencor hacia Occidente.
Mientras Shipraga habla, los altavoces escupen canciones patrióticas tradicionales en las que Kosovo es protagonista. Un puestecillo improvisado vende a cinco euros cantidad de camisetas con la imagen de Mladic o frases tipo "Sois lo más asqueroso de Serbia" para referirse al actual Gobierno filo-europeo.
La manifestación habría sido sin duda más multitudinaria si se hubiese movilizado el Partido Progresista de Serbia, el más poderoso del sector nacionalista. Sus líderes, sin embargo, prefirieron no sumarse, pese al disgusto de sus militantes. Los dirigentes optaron por una dialéctica neutra, sin aprobar ni condenar la detención, para no irritar ni a Bruselas ni a sus bases. De la actitud de este partido, que tiene un 20% de apoyo en los sondeos, depende en buena medida la estabilidad de la relación entre Serbia y la UE. De momento, Bruselas tiene como único interlocutor sólido al bloque del presidente Boris Tadic.
A unos 500 metros de la manifestación, en la plaza de la República, Petar, Nemanja y otros cuatro amigos se disponen a ir a una exposición cultural. "¿La manifestación? No nos interesa en absoluto", dice uno de ellos. Son estudiantes universitarios. "Podría usted venir con nosotros, sería mejor que ocuparse de aquello", dice Petar. Pero hay todavía un sector significativo de la sociedad serba que no piensa así, y parece que habrá que lidiar con ello para rato.