India y Pakistán, una obsesión mutua
La desconfianza fuerza a Islamabad a mantener un Ejército de medio millón de hombres y un arsenal nuclear, a expensas de la educación y el desarrollo
Islamabad, El País
El hallazgo de Osama bin Laden en Pakistán ha dado un nuevo argumento a India, que acusa a su vecino de estar detrás de los terroristas que periódicamente atentan en su territorio. La subsecuente filtración por Nueva Delhi de una lista de sospechosos que entregó a Islamabad en marzo, ha añadido leña al fuego. A los paquistaníes no les quita el sueño esa enemistad sino la falta de electricidad y la inflación. Pero su política exterior y de seguridad se funda en la obsesión con India.
"India se regocija en nuestros problemas. Cada vez que Pakistán se encuentra en situación de debilidad o comete un error, su política es aprovecharse", sostiene Mosharraf Zaidi, consultor internacional y participante en un esfuerzo de diplomacia paralela con el país vecino. Zaidi pone como ejemplo que tras la operación estadounidense que mató a Bin Laden, la portavoz de Exteriores india "tuiteó todos los artículos que destacaban los problemas de Pakistán". En su opinión, eso "aumenta la desconfianza recíproca y dificulta el acercamiento".
Ambos países trataban de reanudar el proceso de paz interrumpido por India a raíz de los atentados de Bombay de 2008, que dejaron 166 muertos y pistas que apuntaban a Pakistán. El descubrimiento de Bin Laden malogró el intento. El jefe del Ejército indio dijo a un periodista que los comandos indios también eran capaces de llevar a cabo una acción similar. Un indignado responsable paquistaní le replicó que la "reacción no llevaría horas sino minutos".
Ayesha Siddiqa, autora de varios libros sobre las Fuerzas Armadas, coincide en que las relaciones van a ser más problemáticas a corto plazo, pero no muestra tanta desconfianza hacia India. "Su ministro de Exteriores mantuvo una reunión con la prensa en la que advirtió que no se fantaseara con la posibilidad de una acción similar. La prensa india está dominada por los halcones, pero el Gobierno es más responsable. Espero que no se aproveche de la situación", manifiesta.
Sin embargo, el pasado viernes los medios de ese país publicaron la lista de 50 sospechosos de terrorismo que Nueva Delhi entregó a Islamabad el pasado marzo para su extradición. Entre los nombres hay, además del cerebro del atentado de Bombay, cinco comandantes del Ejército paquistaní, dos de ellos en activo. Aunque la acusación no es nueva, el momento supone una afrenta para los militares que se hallan en el punto de mira por su actuación en el caso Bin Laden.
"Las relaciones entre India y Pakistán son una aberración que desafía la afinidad cultural", asegura Siddiqa. Para la autora, como para muchos paquistaníes, es un país muy similar al suyo. "A nivel individual, no nos sentimos extranjeros. Sin embargo a nivel oficial, existen muchas dificultades", explica. En realidad, son pocos los paquistaníes que cruzan la frontera (menos aún los indios), en su mayoría miembros de familias divididas.
La desconfianza recíproca arranca del trauma de la partición. Cachemira está en el origen de dos de las tres guerras que ambos países han librado desde entonces, las de 1947 y 1965 (otra en 1971 fue por Pakistán Oriental, que se convirtió en Bangladesh). Aunque reconoce que "añade leña al fuego", para Siddiqa esa disputada región entre los dos países "ya no es la causa sino el efecto de cómo nos sentimos el uno respecto del otro".
"Todos los Gobiernos democráticos han querido invertir en mejores relaciones con India", explica Zaidi. Y es que no avanzar en ese terreno está costando muy caro a Pakistán, porque significa mantener un Ejército de medio millón de hombres y un arsenal nuclear, a expensas de la educación y el desarrollo de las infraestructuras. De igual modo, cada vez que esos esfuerzos avanzan, un incidente (Kargil en 1999, Bombay en 2008) los descarrila. "La violencia entre India y Pakistán reduce el espacio para negociar", admite Zaidi.
Para Siddiqa no cabe duda de que el Ejército es un impedimento en ese acercamiento. Su doctrina se fundamenta en la enemistad con India: desde el enorme gasto en defensa (que incluidas las armas nucleares ronda el 40% del presupuesto nacional) hasta su búsqueda de profundidad estratégica en Afganistán.
"Kayani no está interesado en avanzar", dice refiriéndose al jefe del Estado Mayor, general Ashfak Pervez Kayani, "porque no soporta a India". Los militares, como el resto de los paquistaníes, han crecido con esa narrativa. "Desde la escuela nuestros planes de estudios transmiten la imagen de India como enemigo", añade.
"Los niños indios tampoco crecen con la idea de que Pakistán es un ángel", objeta por su parte Zaidi. "Ni los medios indios pintan una imagen positiva de Pakistán. Los sentimientos son mutuos".
Además, a medida que la comunidad internacional aumenta sus simpatías hacia India, pierde interés en Pakistán.
Islamabad, El País
El hallazgo de Osama bin Laden en Pakistán ha dado un nuevo argumento a India, que acusa a su vecino de estar detrás de los terroristas que periódicamente atentan en su territorio. La subsecuente filtración por Nueva Delhi de una lista de sospechosos que entregó a Islamabad en marzo, ha añadido leña al fuego. A los paquistaníes no les quita el sueño esa enemistad sino la falta de electricidad y la inflación. Pero su política exterior y de seguridad se funda en la obsesión con India.
"India se regocija en nuestros problemas. Cada vez que Pakistán se encuentra en situación de debilidad o comete un error, su política es aprovecharse", sostiene Mosharraf Zaidi, consultor internacional y participante en un esfuerzo de diplomacia paralela con el país vecino. Zaidi pone como ejemplo que tras la operación estadounidense que mató a Bin Laden, la portavoz de Exteriores india "tuiteó todos los artículos que destacaban los problemas de Pakistán". En su opinión, eso "aumenta la desconfianza recíproca y dificulta el acercamiento".
Ambos países trataban de reanudar el proceso de paz interrumpido por India a raíz de los atentados de Bombay de 2008, que dejaron 166 muertos y pistas que apuntaban a Pakistán. El descubrimiento de Bin Laden malogró el intento. El jefe del Ejército indio dijo a un periodista que los comandos indios también eran capaces de llevar a cabo una acción similar. Un indignado responsable paquistaní le replicó que la "reacción no llevaría horas sino minutos".
Ayesha Siddiqa, autora de varios libros sobre las Fuerzas Armadas, coincide en que las relaciones van a ser más problemáticas a corto plazo, pero no muestra tanta desconfianza hacia India. "Su ministro de Exteriores mantuvo una reunión con la prensa en la que advirtió que no se fantaseara con la posibilidad de una acción similar. La prensa india está dominada por los halcones, pero el Gobierno es más responsable. Espero que no se aproveche de la situación", manifiesta.
Sin embargo, el pasado viernes los medios de ese país publicaron la lista de 50 sospechosos de terrorismo que Nueva Delhi entregó a Islamabad el pasado marzo para su extradición. Entre los nombres hay, además del cerebro del atentado de Bombay, cinco comandantes del Ejército paquistaní, dos de ellos en activo. Aunque la acusación no es nueva, el momento supone una afrenta para los militares que se hallan en el punto de mira por su actuación en el caso Bin Laden.
"Las relaciones entre India y Pakistán son una aberración que desafía la afinidad cultural", asegura Siddiqa. Para la autora, como para muchos paquistaníes, es un país muy similar al suyo. "A nivel individual, no nos sentimos extranjeros. Sin embargo a nivel oficial, existen muchas dificultades", explica. En realidad, son pocos los paquistaníes que cruzan la frontera (menos aún los indios), en su mayoría miembros de familias divididas.
La desconfianza recíproca arranca del trauma de la partición. Cachemira está en el origen de dos de las tres guerras que ambos países han librado desde entonces, las de 1947 y 1965 (otra en 1971 fue por Pakistán Oriental, que se convirtió en Bangladesh). Aunque reconoce que "añade leña al fuego", para Siddiqa esa disputada región entre los dos países "ya no es la causa sino el efecto de cómo nos sentimos el uno respecto del otro".
"Todos los Gobiernos democráticos han querido invertir en mejores relaciones con India", explica Zaidi. Y es que no avanzar en ese terreno está costando muy caro a Pakistán, porque significa mantener un Ejército de medio millón de hombres y un arsenal nuclear, a expensas de la educación y el desarrollo de las infraestructuras. De igual modo, cada vez que esos esfuerzos avanzan, un incidente (Kargil en 1999, Bombay en 2008) los descarrila. "La violencia entre India y Pakistán reduce el espacio para negociar", admite Zaidi.
Para Siddiqa no cabe duda de que el Ejército es un impedimento en ese acercamiento. Su doctrina se fundamenta en la enemistad con India: desde el enorme gasto en defensa (que incluidas las armas nucleares ronda el 40% del presupuesto nacional) hasta su búsqueda de profundidad estratégica en Afganistán.
"Kayani no está interesado en avanzar", dice refiriéndose al jefe del Estado Mayor, general Ashfak Pervez Kayani, "porque no soporta a India". Los militares, como el resto de los paquistaníes, han crecido con esa narrativa. "Desde la escuela nuestros planes de estudios transmiten la imagen de India como enemigo", añade.
"Los niños indios tampoco crecen con la idea de que Pakistán es un ángel", objeta por su parte Zaidi. "Ni los medios indios pintan una imagen positiva de Pakistán. Los sentimientos son mutuos".
Además, a medida que la comunidad internacional aumenta sus simpatías hacia India, pierde interés en Pakistán.