Gadafi acecha Tobruk
Los habitantes de la estratégica población libia buscan a los infiltrados de Gadafi mientras intentan sobrevivir a una guerra que se antoja infinita
Bengasi, El País
Solo el zumbido lejano de la refinería rompe el silencio en Tobruk. A pesar de ser puerto estratégico y paso obligado hacia la frontera con Egipto, esta población libia parece sumida en el sopor. La bandera revolucionaria ondea en las casas polvorientas. En la avenida principal, un policía voluntarioso se afana en ordenar un tráfico inexistente. Bajo su aspecto adormecido, sin embargo, Tobruk está muy alerta. Los hombres de Muamar el Gadafi, dicen los vecinos, siguen al acecho.
"Las amenazas telefónicas son continuas. Anteayer nos dejaron una carta, escrita con tinta verde -el color de Gadafi- en la que aseguraban que nos van a asesinar", explica Bubaker Alsaki, empresario de la construcción y miembro del consejo rebelde que dirige ahora la ciudad. "Hace dos semanas, capturamos a un grupo de 23 personas, entre ellas una mujer, con planos de algunos edificios, armas y teléfonos satelitales. Y antes interceptamos a varios infiltrados llegados entre refugiados de Ajdabiya".
La revolución iniciada el 17 de febrero triunfó de forma inmediata en Tobruk, cuna de Omar Mujtar, héroe de la resistencia frente a los colonizadores italianos, y residencia durante largos años de Idris, rey de la Libia independiente, expulsado por Gadafi en 1969. La población no dudó en enfrentarse a tiros con las fuerzas del régimen y al día siguiente ya había tomado los edificios oficiales. "Algunos cargos gadafistas escaparon y otros fueron detenidos, pero la mayoría se rindieron", explica Alsaki. El acceso a los archivos de seguridad les facilitó información de primera mano sobre chivatos y colaboradores.
"Hemos creado un comité especial para detener a los quintacolumnistas. Están cayendo unos tres al día", explica el abogado Fati Mustafá. Ese sucedáneo de policía secreta está formado por "voluntarios, shabab bien seleccionados". "A los gadafistas", se apresura a añadir, "los enviamos a la cárcel de Bengasi. Allí serán juzgados con todas las garantías".
Mustafá forma parte del consejo rebelde, junto a Alsaki y otros tres miembros de las fuerzas vivas de Tobruk. "Gente honesta y con buena imagen", dice, elegida por aclamación popular. El gobierno provisional tiene su sede en el edificio de la compañía aérea libia.
Junto con la seguridad, la economía es la principal preocupación de las autoridades rebeldes. "De momento, los funcionarios, sobre todo policías y soldados, están cobrando sus salarios, porque hemos recibido dinero del Banco Central de Libia en Bengasi. Los represaliados por el régimen también han sido restituidos y pagados", comenta Alkasi. "Pero nuestra economía depende de los ingresos del puerto y la refinería, aunque los impuestos se los llevara Trípoli. Ahora está todo muerto".
Cerradas las plantas petrolíferas de Brega y Ras Lanuf, Tobruk se encarga de abastecer de gas y diésel a las poblaciones del este de Libia. El crudo le llega de los campos de Sarir, en el sur, que han sufrido ataques recientes del Ejército. Las exportaciones de crudo están en la estacada a causa de las sanciones.
Y el puerto languidece. "Antes de la revuelta llegaban entre 10 y 20 buques al mes. Desde el 17 de febrero, han entrado muy pocos. Los armadores no quieren usarlo porque al estar considerado zona de guerra, los seguros son caros", se lamenta su director, Gait al Tokumi. Así, "el mejor puerto natural del norte de África" apenas ha recibido en estos tres meses tres cargueros y cinco barcos con desplazados del oeste. Por no haber, no hay ni actividad pesquera. Los pescadores, egipcios en su mayoría, han regresado a su país.
Cuesta imaginar hoy que esta población amodorrada fuera uno de los lugares más disputados del frente norteafricano durante la II Guerra Mundial. Fue aquí, en Tobruk, donde las tropas aliadas resistieron ocho meses de asedio alemán. Y donde el mariscal Rommel, al frente del Afrika Korps, se consagró como genio de la estrategia militar. De la dimensión de aquellas batallas en suelo libio dan perfecta idea los cuatro cementerios que rodean Tobruk, que acogen a más de 20.000 soldados de todas las nacionalidades.
Uno de los barcos que llegó a Tobruk justo antes de la revuelta traía, precisamente, a un grupo de turistas. "Gadafi nunca se preocupó por el desarrollo de esta zona. La carretera a Bengasi es de la época de Idris. Tenemos playas sin explotar, los cementerios de guerra... Las posibilidades son enormes. Y lo vamos a poner en marcha. De momento, lo que tiene que hacer la comunidad internacional es descongelar los fondos libios", dice Mustafá, que piensa a lo grande. "Y si además nos dan armas para equipararnos a la gente de Gadafi, podremos conquistar el país".
Bengasi, El País
Solo el zumbido lejano de la refinería rompe el silencio en Tobruk. A pesar de ser puerto estratégico y paso obligado hacia la frontera con Egipto, esta población libia parece sumida en el sopor. La bandera revolucionaria ondea en las casas polvorientas. En la avenida principal, un policía voluntarioso se afana en ordenar un tráfico inexistente. Bajo su aspecto adormecido, sin embargo, Tobruk está muy alerta. Los hombres de Muamar el Gadafi, dicen los vecinos, siguen al acecho.
"Las amenazas telefónicas son continuas. Anteayer nos dejaron una carta, escrita con tinta verde -el color de Gadafi- en la que aseguraban que nos van a asesinar", explica Bubaker Alsaki, empresario de la construcción y miembro del consejo rebelde que dirige ahora la ciudad. "Hace dos semanas, capturamos a un grupo de 23 personas, entre ellas una mujer, con planos de algunos edificios, armas y teléfonos satelitales. Y antes interceptamos a varios infiltrados llegados entre refugiados de Ajdabiya".
La revolución iniciada el 17 de febrero triunfó de forma inmediata en Tobruk, cuna de Omar Mujtar, héroe de la resistencia frente a los colonizadores italianos, y residencia durante largos años de Idris, rey de la Libia independiente, expulsado por Gadafi en 1969. La población no dudó en enfrentarse a tiros con las fuerzas del régimen y al día siguiente ya había tomado los edificios oficiales. "Algunos cargos gadafistas escaparon y otros fueron detenidos, pero la mayoría se rindieron", explica Alsaki. El acceso a los archivos de seguridad les facilitó información de primera mano sobre chivatos y colaboradores.
"Hemos creado un comité especial para detener a los quintacolumnistas. Están cayendo unos tres al día", explica el abogado Fati Mustafá. Ese sucedáneo de policía secreta está formado por "voluntarios, shabab bien seleccionados". "A los gadafistas", se apresura a añadir, "los enviamos a la cárcel de Bengasi. Allí serán juzgados con todas las garantías".
Mustafá forma parte del consejo rebelde, junto a Alsaki y otros tres miembros de las fuerzas vivas de Tobruk. "Gente honesta y con buena imagen", dice, elegida por aclamación popular. El gobierno provisional tiene su sede en el edificio de la compañía aérea libia.
Junto con la seguridad, la economía es la principal preocupación de las autoridades rebeldes. "De momento, los funcionarios, sobre todo policías y soldados, están cobrando sus salarios, porque hemos recibido dinero del Banco Central de Libia en Bengasi. Los represaliados por el régimen también han sido restituidos y pagados", comenta Alkasi. "Pero nuestra economía depende de los ingresos del puerto y la refinería, aunque los impuestos se los llevara Trípoli. Ahora está todo muerto".
Cerradas las plantas petrolíferas de Brega y Ras Lanuf, Tobruk se encarga de abastecer de gas y diésel a las poblaciones del este de Libia. El crudo le llega de los campos de Sarir, en el sur, que han sufrido ataques recientes del Ejército. Las exportaciones de crudo están en la estacada a causa de las sanciones.
Y el puerto languidece. "Antes de la revuelta llegaban entre 10 y 20 buques al mes. Desde el 17 de febrero, han entrado muy pocos. Los armadores no quieren usarlo porque al estar considerado zona de guerra, los seguros son caros", se lamenta su director, Gait al Tokumi. Así, "el mejor puerto natural del norte de África" apenas ha recibido en estos tres meses tres cargueros y cinco barcos con desplazados del oeste. Por no haber, no hay ni actividad pesquera. Los pescadores, egipcios en su mayoría, han regresado a su país.
Cuesta imaginar hoy que esta población amodorrada fuera uno de los lugares más disputados del frente norteafricano durante la II Guerra Mundial. Fue aquí, en Tobruk, donde las tropas aliadas resistieron ocho meses de asedio alemán. Y donde el mariscal Rommel, al frente del Afrika Korps, se consagró como genio de la estrategia militar. De la dimensión de aquellas batallas en suelo libio dan perfecta idea los cuatro cementerios que rodean Tobruk, que acogen a más de 20.000 soldados de todas las nacionalidades.
Uno de los barcos que llegó a Tobruk justo antes de la revuelta traía, precisamente, a un grupo de turistas. "Gadafi nunca se preocupó por el desarrollo de esta zona. La carretera a Bengasi es de la época de Idris. Tenemos playas sin explotar, los cementerios de guerra... Las posibilidades son enormes. Y lo vamos a poner en marcha. De momento, lo que tiene que hacer la comunidad internacional es descongelar los fondos libios", dice Mustafá, que piensa a lo grande. "Y si además nos dan armas para equipararnos a la gente de Gadafi, podremos conquistar el país".