Trípoli: bajo la supuesta calma, una ciudad que se agrieta

Redacción BBC Mundo
El bombardeo de la OTAN de este lunes contra la residencia del líder de Libia, Muamar Gadafi, parece un hecho aislado dentro de la relativa calma de los últimos días en la capital del país, Trípoli.

Para un recién llegado, la ciudad parece funcionar normalmente, sobreponiéndose con altibajos desde febrero al caos que viven otras partes del país africano.

Sin embargo, bajo la aparente tranquilidad de la capital subyacen las amenazas y el miedo.

"Para un visitante -aunque no es que haya muchos en estos días- las cosas pueden parecer normales aquí. Pero la realidad es muy diferente", le explica a la BBC un residente de la ciudad que prefiere no dar su nombre.

La dinámica que se vive "es como una mala ronda de póquer", compara. "La mano ganadora miente hasta el último minuto cuando muestra sus cartas, pero sus oponentes en la mesa son muy conscientes del engaño".

El habitante capitalino relata que un amigo le contó que días atrás hubo una pequeña manifestación estudiantil contra el gobierno frente a la Universidad de Nasr. "Oí los disparos porque estaba en la zona, me acerqué lo más cerca que pude y vi una multitud y una pelea", explica.

"Entonces, las fuerzas de seguridad entraron, sellaron el área y empujaron a los transeúntes. Todos salimos rápidamente. Otras personas que conozco me dijeron después que vieron sangre derramada entre la arena. Nadie murió, pero alguien resultó herido sin duda en el tiroteo".

Presión

Todas las pantallas de televisión en los cafés, tiendas de ropa y mini-mercados están sintonizadas en la misma estación estatal que nadie realmente miraba hace dos meses.

En circunstancias normales, estarían emitiendo a Al-Jazeera en árabe o un canal de música, señala nuestro entrevistado."No podemos cambiar el canal", le dijo el dueño de una tienda. "El personal de seguridad revisa nuestras tiendas al azar para asegurarse de que no ponemos el canal del 'enemigo'".

Esa no es la única amenaza que enfrentan los comerciantes. "Muchos me dicen que se vieron obligados a abrir sus tiendas y cafés, que habían cerrado durante dos semanas tras las protestas contra el gobierno en Trípoli los días 20 y 25 de febrero", relata.

"Cerrar la tienda era nuestra forma de protestar, pero ellos [el gobierno] nos dijeron que tenemos que abrir o que le darán a nuestras tiendas a otra persona", le dijo otro comerciante.

Otros hablan de amenazas más oscuras de los aparatos de seguridad. "Nos dijeron: 'o la tienda se abre o los destruiremos a usted, a su familia y su taller'. Entonces, ¿qué podemos hacer?" dice el testigo que le contó un tercer vendedor.

Todas estas medidas, posiblemente, les hace sentir más presión a muchos aquí que se sienten inquietos por el estado de limbo en el que se encuentran pero no tienen a dónde recurrir.

Como explica Jeremy Bowen, corresponsal en Libia de la BBC, "las manifestaciones a favor del régimen son ruidosas pero no grandes, si consideramos el tamaño de la ciudad. Y quienes están en contra ya no se manifiestan".

Bowen explica que antes de que empezaran los bombardeos, cuando las protestas contra el gobierno no habían sido reprimidas, algunas veces era posible evadir el control gubernamental para hablar con la gente, pero que últimamente es casi imposible entrevistar a nadie sin que las fuerzas de seguridad hagan preguntas.

Y quien quiera expresarse libremente enfrenta toda la fuerza del régimen. Como ejemplo, el caso de Emam al-Obaidi, la mujer que fue detenida luego de irrumpir en el hotel donde se aloja la prensa extranjera para denunciar ante las cámaras que varios soldados de Gadafi la habían violado.

"Se han vuelto locos"

La mayoría de los hombres y mujeres adultos deben oír las súplicas de sus familias para que vuelvan a casa antes de la puesta del sol, cuenta el testigo entrevistado por la BBC, que describe la situación como un toque de queda civil tácito.

Tal vez esos ruegos sean comprensibles, admite, dado el peligro que suponen los disparos que a veces se oyen en algunas partes de la ciudad por la noche, así como los innumerables puestos de control que aparecen en todas las calles.

Pero la luz del día tampoco es necesariamente una experiencia agradable. Un amigo le habló a nuestro entrevistado sobre su prima, quien le dijo que se volvería loca si se quedaba en casa un día más.

"Salió y llevó a su madre. Era la una de la tarde". Pero mientras conducía por una carretera principal presenció el secuestro y golpiza de un hombre por parte de soldados vestidos de civil armados con fusiles Kalashnikov, y volvió aterrada a su casa.

"Eso fue en plena luz del día. No les importa quién lo vea, es como si hubieran vuelto locos y tuvieran una constante sed de sangre", añade.

Ilustrando la dicotomía que envuelve a la ciudad, el libio relata que en las paredes se superponen capas de grafitis a favor y en contra de Gadafi: apenas una pintada lo insulta, la pared amanece blanca y posteriormente exhibe una nueva leyenda, esta vez a favor del régimen.

Así se suceden, intermitentes, las expresiones políticas, que se dan de manera velada y dan la sensación de emanar el vapor de una ciudad que muchos comparan con un volcán dormido.

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