Las tropas de Gadafi recuperan terreno en zona rebelde
Las fuerzas del dictador libio intensifican el asedio a Misrata y se despliegan de nuevo a las puertas de la ciudad clave de Ajdabiya.- La OTAN admite que no hay solución militar
Bengasi, El País
Estados Unidos, Francia y Reino Unido dicen apostar por las sanciones económicas y las defecciones en la camarilla de Muamar el Gadafi para provocar el colapso del régimen, la OTAN añade que "no hay solución militar" a la guerra, y Turquía persigue un acuerdo político entre los rebeldes y el coronel. Pero se requiere tiempo para que surtan efecto esas medidas de presión, y es a día de hoy impensable un pacto entre los sublevados y el dictador.
Gadafi, sin embargo, no pierde un minuto. Sus brigadas avanzan de nuevo en el este sin sufrir mortíferos ataques de la aviación de la OTAN. A mediodía de ayer, atronaron los morteros y cohetes que lanzaban sus tropas en Ajdabiya, perdida por los rebeldes a mediados de marzo y conquistada 10 días después gracias a los primeros bombardeos de los pilotos franceses. Las pocas personas de esta ciudad de 100.000 habitantes que rechazaron abandonarla semanas atrás enfilaron rumbo al norte.
Al hospital de Ajdabiya -desprovisto de equipamiento tras el saqueo de los soldados del tirano días atrás- llegaba inconsciente un hombre desde el frente. Poco después, otro, al que los médicos daban por clínicamente muerto, era sacado de un coche. Minutos más tarde: la estampida. Los responsables de este centro, sin pacientes civiles, alertaban. "Idos de aquí ya", conminaba un facultativo a los extranjeros. En la carretera, decenas de vehículos circulaban hacia Bengasi. Entre ellos, grupos de milicianos, que con frecuencia encabezan la fuga. Los hay que acuden supuestamente a combatir, pero más bien parecen buscar la fotografía y un rato de entretenimiento.
"Todos se están marchando. El bombardeo es muy intenso. Ayer dispararon algo, pero hoy ya han hundido dos casas, las de las familias Mashjur y Zauaya", explicaba Hamad Bagusha, empleado en la firma petrolera Agoco. Las columnas de humo negro provocadas por la explosión de los cohetes Grad -de hasta 40 kilómetros de alcance- eran visibles en el oeste de Ajdabiya, plaza estratégica que da entrada a la región oriental.
El dictador también ha intensificado el asedio a Misrata, cercada desde hace semanas. Ayer, los ataques de Gadafi acabaron con la vida de ocho de los rebeldes que intentan con su raquítico armamento impedir que los soldados sometan la ciudad, la tercera del país, con 300.000 habitantes. Un portavoz insurgente en Rabat elevó anoche a 30 la cifra de milicianos muertos, según Reuters. Allí, las fuerzas de la OTAN sí actuaron: en los dos últimos días han destruido 15 tanques en los alrededores de la ciudad, a los que hay que sumar otros dos en Brega.
La OTAN, impotente
Es complicado, después de las quejas de los insurgentes y las bajas por fuego amigo, aventurar si la OTAN se empleará con más contundencia en días venideros, pero un detalle sorprendió ayer. A la una del mediodía, un helicóptero que se aproximaba desde el norte sobrevoló Ajdabiya. La Alianza Atlántica ha asegurado que no utilizará helicópteros y es muy improbable que Gadafi se atreva a dar la orden de despegue. ¿Está la OTAN autorizando a los sublevados que usen los dos helicópteros que poseen, aun vigente la zona de exclusión aérea?
Los dirigentes occidentales se prodigan en la tesis de que ningún bando puede vencer en el campo de batalla. El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rassmusen, insistió en esta idea en el semanario Der Spiegel. "La respuesta sincera es que no hay solución militar. Necesitamos una solución política, y es el pueblo libio el que ha de encontrarla. Nosotros solo podemos apelar al régimen para que cese sus ataques violentos, reconozca los derechos legítimos de la gente y permita una transición pacífica hacia la democracia", añadió. Parece una empresa más difícil que la militar, porque la reconciliación entre el déspota y los insurgentes es imposible, y el Consejo Nacional ?el Gobierno de los alzados? reitera sin descanso: "No hay nada de qué negociar hasta que Gadafi y su familia abandonen el poder o el país".
Si los líderes políticos de Occidente se sienten impotentes o desconcertados para frenar la embestida de Gadafi, en el frente la situación continúa empeorando para los insurrectos. Buen lector de la coyuntura, hasta hace pocas semanas buen amigo de los Estados que ahora han decidido acorralarle, el hombre que ha gobernado Libia durante 42 años mantiene vivo el combate.
Bengasi, El País
Estados Unidos, Francia y Reino Unido dicen apostar por las sanciones económicas y las defecciones en la camarilla de Muamar el Gadafi para provocar el colapso del régimen, la OTAN añade que "no hay solución militar" a la guerra, y Turquía persigue un acuerdo político entre los rebeldes y el coronel. Pero se requiere tiempo para que surtan efecto esas medidas de presión, y es a día de hoy impensable un pacto entre los sublevados y el dictador.
Gadafi, sin embargo, no pierde un minuto. Sus brigadas avanzan de nuevo en el este sin sufrir mortíferos ataques de la aviación de la OTAN. A mediodía de ayer, atronaron los morteros y cohetes que lanzaban sus tropas en Ajdabiya, perdida por los rebeldes a mediados de marzo y conquistada 10 días después gracias a los primeros bombardeos de los pilotos franceses. Las pocas personas de esta ciudad de 100.000 habitantes que rechazaron abandonarla semanas atrás enfilaron rumbo al norte.
Al hospital de Ajdabiya -desprovisto de equipamiento tras el saqueo de los soldados del tirano días atrás- llegaba inconsciente un hombre desde el frente. Poco después, otro, al que los médicos daban por clínicamente muerto, era sacado de un coche. Minutos más tarde: la estampida. Los responsables de este centro, sin pacientes civiles, alertaban. "Idos de aquí ya", conminaba un facultativo a los extranjeros. En la carretera, decenas de vehículos circulaban hacia Bengasi. Entre ellos, grupos de milicianos, que con frecuencia encabezan la fuga. Los hay que acuden supuestamente a combatir, pero más bien parecen buscar la fotografía y un rato de entretenimiento.
"Todos se están marchando. El bombardeo es muy intenso. Ayer dispararon algo, pero hoy ya han hundido dos casas, las de las familias Mashjur y Zauaya", explicaba Hamad Bagusha, empleado en la firma petrolera Agoco. Las columnas de humo negro provocadas por la explosión de los cohetes Grad -de hasta 40 kilómetros de alcance- eran visibles en el oeste de Ajdabiya, plaza estratégica que da entrada a la región oriental.
El dictador también ha intensificado el asedio a Misrata, cercada desde hace semanas. Ayer, los ataques de Gadafi acabaron con la vida de ocho de los rebeldes que intentan con su raquítico armamento impedir que los soldados sometan la ciudad, la tercera del país, con 300.000 habitantes. Un portavoz insurgente en Rabat elevó anoche a 30 la cifra de milicianos muertos, según Reuters. Allí, las fuerzas de la OTAN sí actuaron: en los dos últimos días han destruido 15 tanques en los alrededores de la ciudad, a los que hay que sumar otros dos en Brega.
La OTAN, impotente
Es complicado, después de las quejas de los insurgentes y las bajas por fuego amigo, aventurar si la OTAN se empleará con más contundencia en días venideros, pero un detalle sorprendió ayer. A la una del mediodía, un helicóptero que se aproximaba desde el norte sobrevoló Ajdabiya. La Alianza Atlántica ha asegurado que no utilizará helicópteros y es muy improbable que Gadafi se atreva a dar la orden de despegue. ¿Está la OTAN autorizando a los sublevados que usen los dos helicópteros que poseen, aun vigente la zona de exclusión aérea?
Los dirigentes occidentales se prodigan en la tesis de que ningún bando puede vencer en el campo de batalla. El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rassmusen, insistió en esta idea en el semanario Der Spiegel. "La respuesta sincera es que no hay solución militar. Necesitamos una solución política, y es el pueblo libio el que ha de encontrarla. Nosotros solo podemos apelar al régimen para que cese sus ataques violentos, reconozca los derechos legítimos de la gente y permita una transición pacífica hacia la democracia", añadió. Parece una empresa más difícil que la militar, porque la reconciliación entre el déspota y los insurgentes es imposible, y el Consejo Nacional ?el Gobierno de los alzados? reitera sin descanso: "No hay nada de qué negociar hasta que Gadafi y su familia abandonen el poder o el país".
Si los líderes políticos de Occidente se sienten impotentes o desconcertados para frenar la embestida de Gadafi, en el frente la situación continúa empeorando para los insurrectos. Buen lector de la coyuntura, hasta hace pocas semanas buen amigo de los Estados que ahora han decidido acorralarle, el hombre que ha gobernado Libia durante 42 años mantiene vivo el combate.