Obama asume el compromiso moral de echar a Gadafi
El deterioro de la situación en Libia impone cierta urgencia a EE UU, que no descarta actuar sin la ONU
Washington, El País
"Claramente hay un componente moral en las acciones que se están tomando y que se seguirán tomando", declaró el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, lo que equivale al reconocimiento de que los intereses inmediatos de EE UU, que no son muy destacados en esta ocasión, no constituyen el único móvil de la actuación de Obama en Libia.
Obama ha exigido públicamente la salida de Gadafi y se ha comprometido en varias ocasiones a respaldar las aspiraciones democráticas de los ciudadanos libios. Ahora se encuentra atrapado entre ese compromiso y las dificultades de tomar medidas que resulten eficaces sin provocar una crisis aún mayor.
Para buscarlas se reunió ayer la plana mayor de su Administración: la secretaria de Estado, Hillary Clinton, el secretario de Defensa, Robert Gates, el jefe del Estado de Mayor, almirante Mike Mullen, y el director de la CIA, Leon Panetta, entre otros.
No está previsto el anuncio de novedades inmediatas, pero el reloj sigue corriendo, la situación de los rebeldes en Libia se va deteriorando, el poder de Gadafi se va consolidando y la posibilidad de acciones militares, incluida la imposición de una zona de exclusión aérea, es cada día mayor. Carney reconoció "el sentimiento de urgencia que se ha creado por lo que estamos viendo en Libia".
La Casa Blanca mantiene que "todas las opciones están sobre la mesa", pero los responsables militares trataron ayer de reducir el abanico de opciones para poder actuar lo antes posible. Ese abanico abarca actualmente desde la movilización de medios militares en el Mediterráneo para cortar las comunicaciones al régimen libio y dificultar los movimientos de su aviación, hasta la aplicación efectiva de la zona de exclusión, pasando por la introducción a través de las fronteras de Egipto y Túnez de ayuda, de momento humanitaria y logística, para los rebeldes.
Todas esas opciones implican la utilización de recursos militares y comportan, por tanto, un cierto riesgo. Un bloqueo de comunicaciones podría ser respondido con un ataque de Gadafi sobre barcos de la OTAN, el reparto de ayuda exige el uso de tropas terrestres que pueden verse envueltas en combates inesperados y la zona de exclusión requiere, como ya se ha dicho, ataques sobre los sistemas antiaéreos libios.
Estados Unidos confía en poder contar, antes de emprender cualquiera de esas acciones, con luz verde del Consejo de Seguridad de la ONU. Pero tampoco quiere excluir la posibilidad de tener que hacerlo sin ese aval. Carney, que ayer aludió al precedente de Bosnia en 1995 -cuando la OTAN bombardeó Serbia sin autorización de la ONU-, describió la posición norteamericana al respecto en los siguientes términos: "Nuestra clara preferencia es actuar junto a nuestros aliados, incluidos la ONU y la OTAN". Pero, presionado por los periodistas, no quiso precisar si, además de una preferencia, eso era una condición.
Es evidente que Obama, que el martes habló con el primer ministro británico, David Cameron, para discutir "cómo conseguir la salida de Gadafi lo antes posible", según la nota oficial, no quiere tomar la iniciativa en este asunto. Resultaría demasiado fácil recurrir a la demagogia sobre el matonismo norteamericano si Estados Unidos diera la apariencia de estar forzando la voluntad de los países europeos y árabes. Pero, al mismo tiempo, la presión interior está creciendo a demasiada velocidad como para que Obama pueda permitirse el lujo de esperar por mucho tiempo una resolución del Consejo de Seguridad. En ese frente se ha avanzado muy poco: Francia y el Reino Unido mantienen su voluntad de presentar un proyecto de resolución pero la resistencia de China y Rusia no ha cedido hasta el momento.