Las tropas de Gadafi se parapetan en las ciudades para evitar los ataques aéreos
Los rebeldes fallan en su intento de recuperar Ajdabiya mientras las tropas del dictador entran en Misrata protegidas con escudos humanos y abren fuego sobre la población.- EE UU asegura que la operación tiene como objetivo proteger vidas civiles y no dar soporte militar a las fuerzas de oposición
Trípoli, El País
Con el control del aire en sus manos, la coalición internacional intenta inutilizar las fuerzas terrestres del dictador libio Muamar el Gadafi, que tras retirarse de los frentes de batalla se han parapetado en las ciudades que controlan para evitar los bombardeos. La entrada de tanques y tropas de Gadafi en Misrata ha provocado importantes enfrentamientos en la ciudad, la única del este donde el movimiento rebelde resiste. Mientras tanto, entre congratulaciones por el éxito de la operación Amanecer de la Odisea, han surgido discrepancias sobre la misma entre los aliados. Reino Unido aseguraba, tras conocerse que uno de los ataques ha tenido como objetivo un edificio del complejo donde reside Gadafi, que el propio dictador podría ser objeto de la operación, algo que han rectificado inmediatamente Francia y EE UU. Horas después, Washington ha recordado que el objetivo de la misión, a la que se han incorporado hoy los primeros aviones españoles, es proteger vidas civiles y no dar apoyo a las fuerzas rebeldes. "No tenemos como misión apoyar a las fuerzas de oposición si estas se involucran en operación ofensivas", ha asegurado el general Carter Ham, comandante de las fuerzas estadounidenses en África.
Pero la realidad es que los bombardeos han insuflado ánimos a los anti-Gadafi y han forzado un repliegue de las tropas bajo control de Trípoli. Ya el sábado, los primeros ataques aéreos franceses obligaron a las fuerzas del dictador a detener los bombardeos sobre Bengasi, el bastión de los rebeldes en el este, y retirarse hasta Ajdabiya, unos 150 kilómetros al sur, siguiendo el golfo de Sirte. En los alrededores de esa ciudad se han registrado hoy intensos combates, ya que los rebeldes han avanzado para intentar recuperar terreno. Varios centenares de milicianos rebeldes, armados con cohetes Katiusha y baterías antiaéreas montadas sobre camiones, se han concentrado por esta mañana a escasos kilómetros de la localidad, según informa France Presse. Sin embargo, la artillería de Gadafi les ha cortado el avance y ha impedido hacerse con el control de Adjabiya a los rebeldes, que han anunciado que estaban retrocediendo.
En el oeste, los choques más duros se han producido en Misrata. Pese a que los rebeldes controlan en gran parte esa ciudad, la tercera del país, las tropas de Gadafi decidieron desde ayer por la tarde refugiar allí a sus tanques y emplear a civiles como escudos humanos para evitar que sean destruidos por la coalición internacional. La entrada de blindados ha provocado que muchas personas salieran a la calle para hacer frente a los militares de soldados, quienes han disparado contra la multitud según testigos citados por Reuters y France Presse. Esas mismas fuentes, cuyos testimonios no han podido ser verificados independientemente ante las restricciones a la movilidad de los periodistas en Libia, aseguran han fallecido al menos 9 personas.
Un portavoz de los rebeldes en la ciudad ha asegurado a Reuters que Gadafi está obligando a ciudadanos de otras localidades próximas a abandonar sus casas y dirigirse hasta el centro de Misrata con banderas verdes y retratos del dictador. "Los están trayendo a Misrata y así [los militares de Gadafi] pueden entrar en la ciudad y controlarla usando a los civiles como escudos humanos. Saben que nosotros no vamos a disparar a mujeres, niños y ancianos", ha asegurado el portavoz rebelde en una conversación telefónica.
Trípoli vivió anoche la segunda jornada de bombardeos. Pasadas las ocho de la tarde locales (una hora más en la España peninsular) comenzaron a oírse explosiones acompañadas de un resplandor. Luego ráfagas de disparos seguidos de unas luces rojas que surcaban el cielo. Esta vez no había escudos humanos. Nadie los esperaba. Los jóvenes que se habían colocado frente a algunos objetivos militares en la noche del sábado para protegerlos salieron corriendo en cuanto se supo que algunas bases de Trípoli estaban siendo atacadas. Poco después, una columna de humo comenzó a salir de Bab al Azizia, el complejo palaciego en el que reside Gadafi a las afueras de la capital. Inmediatamente el régimen cogió a un puñado de periodistas y lo llevó a ver los destrozos. Un edificio administrativo de cuatro plantas, a 50 metros de la jaima en la que el coronel recibe a sus invitados, había quedado reducido a polvo, aparentemente por un misil crucero.
El golpe no solo tiene un fuerte valor emotivo (el complejo de Bab al Azizia es uno de los símbolos del régimen desde que Reagan lo bombardeó en 1986), sino que conjuga mal con lo que había asegurado poco antes un responsable del Pentágono, el vicealmirante William Gortney, que insistió en que el objetivo de la coalición no es en ningún caso abatir al dictador. En unas conversaciones con la prensa a bordo del avión que le lleva a Rusia para una gira de tres días, Robert Gates, el secretario del Departamento de Defensa de EE UU, abundó en la idea de que "sería insensato" matar a Gadafi, igual que sería insensato hacer cualquier cosa que se saliera del plan inicial de crear una zona de exclusión aérea. "Si comenzamos a añadir objetivos adicionales creo que crearemos un problema", afirmó, refiriéndose tácitamente a que intentar descabalgar a Gadafi podría crear fisuras dentro de la coalición aliada.
La insistencia de Gates sobre este punto tiene una explicación: horas antes el ministro de Exteriores británico, Liam Fox, había dejado caer que Gadafi podría llegar a ser un blanco de los proyectiles de los aliados dependiendo de cómo se desarrollaran los acontecimientos. EE UU niega con rotundidad ese propósito, lo que no quita que Reino Unido terminara reconociendo avanzada la madrugada que fue uno de sus submarinos el que atacó la residencia presidencial porque era un "centro de control" desde el que el coronel dirigía los movimientos de sus tropas.
Misión española
A la operación Amanecer de la Odisea se han incorporado hoy los primeros dos cazas F-18 españoles, de los cuatro desplazados ayer a la isla de Cerdeña. Los dos aparatos tienen como misión garantizar que ninguna aeronave hostil invada el espacio aéreo libio. Para ello, han sido armados con misiles aire-aire, ya que tienen autorización para abrir fuego si se topan con dificultades en sus misiones de patrulla aérea. La ministra de Defensa, Carme Chacón, ha confirmado el inicio de la colaboración española en la misión y ha señalado que un submarino y una fragata han puesto rumbo a la zona de conflicto para unirse al contingente español.
Los ataques aliados lanzados el sábado sobre Libia han logrado su primer objetivo: imponer una zona de exclusión aérea en apenas 24 horas. Según el vicealmirante William Gortney, del Pentágono, la operación del primer día fue "muy efectiva" y ha disminuido "significativamente" la capacidad aérea y de los radares del régimen de Gadafi. Es solo la primera fase de una operación que se adivina más compleja de lo que los éxitos iniciales puedan dar a entender. Primero, porque no está claro ni cuánto puede durar ni qué ha de ocurrir para que acabe. Y, segundo, porque la unidad política ha empezado a resquebrajarse después de que la Liga Árabe, que apoya la resolución de Naciones Unidas en la que se ampara la intervención militar, se quejara ayer de que los bombardeos exceden el mandato de los aliados.
Tanto Washington como Londres desmintieron inmediatamente las bajas civiles. Otro de los problemas que afrontan los aliados es el encaje de la OTAN en la misión. Tanto el primer ministro británico, David Cameron, como el ministro francés de Exteriores, Alain Juppé, han insistido hoy en que la Alianza Atlántica definirá su papel en la misión en los próximos días. Pero de nuevo han surgido matices en las declaraciones. Mientras Juppé ha recordado desde Bruselas, donde se ha celebrado una nueva reunión de la OTAN sobre Libia, que la Liga Árabe no es partidaria de un transferencia total del control de la operación a la Alianza; Cameron ha dicho que la intención es que el mando de la misión que implementa una zona de exclusión aérea sea transferido a la Alianza. "Claramente la misión se beneficiaría con ello y con el uso de la probada y contrastada maquinaría de mando y control de la OTAN", ha asegurado el primer ministro británico.
Trípoli, El País
Con el control del aire en sus manos, la coalición internacional intenta inutilizar las fuerzas terrestres del dictador libio Muamar el Gadafi, que tras retirarse de los frentes de batalla se han parapetado en las ciudades que controlan para evitar los bombardeos. La entrada de tanques y tropas de Gadafi en Misrata ha provocado importantes enfrentamientos en la ciudad, la única del este donde el movimiento rebelde resiste. Mientras tanto, entre congratulaciones por el éxito de la operación Amanecer de la Odisea, han surgido discrepancias sobre la misma entre los aliados. Reino Unido aseguraba, tras conocerse que uno de los ataques ha tenido como objetivo un edificio del complejo donde reside Gadafi, que el propio dictador podría ser objeto de la operación, algo que han rectificado inmediatamente Francia y EE UU. Horas después, Washington ha recordado que el objetivo de la misión, a la que se han incorporado hoy los primeros aviones españoles, es proteger vidas civiles y no dar apoyo a las fuerzas rebeldes. "No tenemos como misión apoyar a las fuerzas de oposición si estas se involucran en operación ofensivas", ha asegurado el general Carter Ham, comandante de las fuerzas estadounidenses en África.
Pero la realidad es que los bombardeos han insuflado ánimos a los anti-Gadafi y han forzado un repliegue de las tropas bajo control de Trípoli. Ya el sábado, los primeros ataques aéreos franceses obligaron a las fuerzas del dictador a detener los bombardeos sobre Bengasi, el bastión de los rebeldes en el este, y retirarse hasta Ajdabiya, unos 150 kilómetros al sur, siguiendo el golfo de Sirte. En los alrededores de esa ciudad se han registrado hoy intensos combates, ya que los rebeldes han avanzado para intentar recuperar terreno. Varios centenares de milicianos rebeldes, armados con cohetes Katiusha y baterías antiaéreas montadas sobre camiones, se han concentrado por esta mañana a escasos kilómetros de la localidad, según informa France Presse. Sin embargo, la artillería de Gadafi les ha cortado el avance y ha impedido hacerse con el control de Adjabiya a los rebeldes, que han anunciado que estaban retrocediendo.
En el oeste, los choques más duros se han producido en Misrata. Pese a que los rebeldes controlan en gran parte esa ciudad, la tercera del país, las tropas de Gadafi decidieron desde ayer por la tarde refugiar allí a sus tanques y emplear a civiles como escudos humanos para evitar que sean destruidos por la coalición internacional. La entrada de blindados ha provocado que muchas personas salieran a la calle para hacer frente a los militares de soldados, quienes han disparado contra la multitud según testigos citados por Reuters y France Presse. Esas mismas fuentes, cuyos testimonios no han podido ser verificados independientemente ante las restricciones a la movilidad de los periodistas en Libia, aseguran han fallecido al menos 9 personas.
Un portavoz de los rebeldes en la ciudad ha asegurado a Reuters que Gadafi está obligando a ciudadanos de otras localidades próximas a abandonar sus casas y dirigirse hasta el centro de Misrata con banderas verdes y retratos del dictador. "Los están trayendo a Misrata y así [los militares de Gadafi] pueden entrar en la ciudad y controlarla usando a los civiles como escudos humanos. Saben que nosotros no vamos a disparar a mujeres, niños y ancianos", ha asegurado el portavoz rebelde en una conversación telefónica.
Trípoli vivió anoche la segunda jornada de bombardeos. Pasadas las ocho de la tarde locales (una hora más en la España peninsular) comenzaron a oírse explosiones acompañadas de un resplandor. Luego ráfagas de disparos seguidos de unas luces rojas que surcaban el cielo. Esta vez no había escudos humanos. Nadie los esperaba. Los jóvenes que se habían colocado frente a algunos objetivos militares en la noche del sábado para protegerlos salieron corriendo en cuanto se supo que algunas bases de Trípoli estaban siendo atacadas. Poco después, una columna de humo comenzó a salir de Bab al Azizia, el complejo palaciego en el que reside Gadafi a las afueras de la capital. Inmediatamente el régimen cogió a un puñado de periodistas y lo llevó a ver los destrozos. Un edificio administrativo de cuatro plantas, a 50 metros de la jaima en la que el coronel recibe a sus invitados, había quedado reducido a polvo, aparentemente por un misil crucero.
El golpe no solo tiene un fuerte valor emotivo (el complejo de Bab al Azizia es uno de los símbolos del régimen desde que Reagan lo bombardeó en 1986), sino que conjuga mal con lo que había asegurado poco antes un responsable del Pentágono, el vicealmirante William Gortney, que insistió en que el objetivo de la coalición no es en ningún caso abatir al dictador. En unas conversaciones con la prensa a bordo del avión que le lleva a Rusia para una gira de tres días, Robert Gates, el secretario del Departamento de Defensa de EE UU, abundó en la idea de que "sería insensato" matar a Gadafi, igual que sería insensato hacer cualquier cosa que se saliera del plan inicial de crear una zona de exclusión aérea. "Si comenzamos a añadir objetivos adicionales creo que crearemos un problema", afirmó, refiriéndose tácitamente a que intentar descabalgar a Gadafi podría crear fisuras dentro de la coalición aliada.
La insistencia de Gates sobre este punto tiene una explicación: horas antes el ministro de Exteriores británico, Liam Fox, había dejado caer que Gadafi podría llegar a ser un blanco de los proyectiles de los aliados dependiendo de cómo se desarrollaran los acontecimientos. EE UU niega con rotundidad ese propósito, lo que no quita que Reino Unido terminara reconociendo avanzada la madrugada que fue uno de sus submarinos el que atacó la residencia presidencial porque era un "centro de control" desde el que el coronel dirigía los movimientos de sus tropas.
Misión española
A la operación Amanecer de la Odisea se han incorporado hoy los primeros dos cazas F-18 españoles, de los cuatro desplazados ayer a la isla de Cerdeña. Los dos aparatos tienen como misión garantizar que ninguna aeronave hostil invada el espacio aéreo libio. Para ello, han sido armados con misiles aire-aire, ya que tienen autorización para abrir fuego si se topan con dificultades en sus misiones de patrulla aérea. La ministra de Defensa, Carme Chacón, ha confirmado el inicio de la colaboración española en la misión y ha señalado que un submarino y una fragata han puesto rumbo a la zona de conflicto para unirse al contingente español.
Los ataques aliados lanzados el sábado sobre Libia han logrado su primer objetivo: imponer una zona de exclusión aérea en apenas 24 horas. Según el vicealmirante William Gortney, del Pentágono, la operación del primer día fue "muy efectiva" y ha disminuido "significativamente" la capacidad aérea y de los radares del régimen de Gadafi. Es solo la primera fase de una operación que se adivina más compleja de lo que los éxitos iniciales puedan dar a entender. Primero, porque no está claro ni cuánto puede durar ni qué ha de ocurrir para que acabe. Y, segundo, porque la unidad política ha empezado a resquebrajarse después de que la Liga Árabe, que apoya la resolución de Naciones Unidas en la que se ampara la intervención militar, se quejara ayer de que los bombardeos exceden el mandato de los aliados.
Tanto Washington como Londres desmintieron inmediatamente las bajas civiles. Otro de los problemas que afrontan los aliados es el encaje de la OTAN en la misión. Tanto el primer ministro británico, David Cameron, como el ministro francés de Exteriores, Alain Juppé, han insistido hoy en que la Alianza Atlántica definirá su papel en la misión en los próximos días. Pero de nuevo han surgido matices en las declaraciones. Mientras Juppé ha recordado desde Bruselas, donde se ha celebrado una nueva reunión de la OTAN sobre Libia, que la Liga Árabe no es partidaria de un transferencia total del control de la operación a la Alianza; Cameron ha dicho que la intención es que el mando de la misión que implementa una zona de exclusión aérea sea transferido a la Alianza. "Claramente la misión se beneficiaría con ello y con el uso de la probada y contrastada maquinaría de mando y control de la OTAN", ha asegurado el primer ministro británico.